¿Ese es el camino?

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Guillermo Ortega|

 Hay quienes pronostican que habrá una cesación de pagos obligada. Es la recurrente predicción del apocalipsis que ha permitido hacer grandes negocios con la volatilidad de los papeles. Seguramente el próximo escándalo de los bancos de inversión será la manipulación de los precios de los mercados de deuda.

Pero a veces ese mismo grupo que con frecuencia pronostica el cese de los pagos, se sorprende cuando descubren que el gobierno tiene activos, entre ellos parte de los mismos bonos que se vencen en los próximos tres años. Sólo con manejar esa posición bastaría para sobrellevar los vencimientos. Con recomprar y posicionarse de manera escalonada se obtendrían descuentos similares o mejores de lo que significaría un eventual default. Al final, PDVSA pagará a finales del mes y habrán hecho un fabuloso negocio con la volatilidad de los papeles.

Pero no dejan de sorprender aquellos que piensan en el default, no como una situación inexorable, sino el comienzo de una estrategia para resolver los desequilibrios. El camino del default comienza con armar un programa con el FMI y termina en una especie de “trasquile” de los tenedores de deuda que permita reperfilar los vencimientos.FMI (1)

El argumento parte de la premisa que hay que repartir las cargas del ajuste, los tenedores de bonos hasta ahora han salido ilesos, mientras que los proveedores e importadores ya han pagado su parte. En términos teóricos esa manera de pensar es equivocada por tres razones básicas. La primera: desconoce lo que significa un programa con el fondo. En ese esquema, el país se convierte en rehén de las condiciones. Se aprueba una línea de crédito, pero el desembolso efectivo ocurre tras una secuencia de condiciones, la mayoría de las veces irrealizable, en el cual el ajuste se convierte en una experiencia agónica. Mientras esa situación de rehenes se prolonga, el financiamiento voluntario se congela.

El país tiene experiencia muy cercana en 1989 y 1996. En la última sólo se desembolsó un tercio de lo aprobado y en la primera un poco más del 50%. Las condiciones a veces son tan irrealizables que estudios dentro del mismo organismo lo reconocen. En la reciente experiencia de Grecia, Oliver Blanchard recientemente reconocía que se equivocaron de forma grave en el cálculo de los multiplicadores fiscales y en consecuencia en el impacto de la reducción de gasto. La segunda ingenuidad es el asunto de la repartición de las cargas.

Quienes tomaron una posición en bonos venezolanos ya tienen registrada su pérdida. No es que los importadores pierden y los tenedores de bonos todavía no. Más bien en el caso de los importadores habría que registrar las ganancias de haber importado a tasa de cambio abiertamente subsidiadas. La adicción por dólares baratos solo recuerda la resaca, no el largo periodo de farra. La última inconsistencia de esa estrategia, es el desconocimiento de sus efectos financieros. Un programa de ajuste exitoso no solo debe cerrar la brecha de los desequilibrios domésticos. Un tema esencial es restituir el acceso al financiamiento externo. Producir un default artificial, en un país que está muy lejos de estar en quiebra, que básicamente lo que necesita es realinear sus precios relativos, no es el mejor camino.