Escasez, extractivismo y ecosocialismo
Miguel Ángel Nuñez|
La crisis agroalimentaria que Venezuela enfrenta no es nueva. De hecho, en alguna medida es la misma crisis que heredamos desde el siglo pasado, originado por el boom petrolero. Abandonamos el campo. Las razones para que este fenómeno ocurriera son múltiples; búsqueda de nuevos trabajos y mayores ingresos; mejores oportunidades de estudio y trabajo; en fin, pero básicamente, lo que es común a todas las razones, es que la gente del campo, no tenía accesos a servicios adecuados de salud y educación; las tierras en manos de terratenientes; precaria e inexistente asistencia agrícola y en general, migrar a las ciudades era un intento de por lo menos alcanzar la esperanza.
A pesar de los extraordinarios esfuerzos de nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez y las incalculables cantidades de recursos financieros incorporados en la agricultura nacional, hoy día, alrededor del 85% de la población venezolana vive en las principales ciudades del país, sobre todo en la zona norte costera de manera desproporcionada, ocasionándonos severas tensiones sociales y ambientales.
Al Presidente Nicolás Maduro no le ha tocado fácil. A la crisis del campo y por ende la producción agrícola en el país, se le unen los esfuerzos de la derecha venezolana en tratar de derrocarlo a como dé lugar, mediante el saboteo económico y la coyuntural baja a niveles críticos de los precios del petróleo.
Ante esta situación, la agroecología debe convertirse -en los términos usados por los aviadores- en las turbinas que impulsen el motor agroalimentario, el número 3 de los 14 motores para el desarrollo productivo de Venezuela. Este motor está orientado a impulsar la soberanía alimentaria desde la producción en los campos y el desarrollo de la agricultura urbana y la industria agropecuaria. La agroecología es la nueva ciencia con conciencia y pertinencia territorial, cultural y ambiental.
En efecto, la creación del Ministerio de Agricultura Urbana, con innumerables actividades productivas en diferentes ciudades, toma a la agroecología como la guía básica para el plan de 100 días de la agricultura urbana, concentrándose en 13 rubros para lograr cubrir 1200 hectáreas. A nivel de educación media y básica, se revive el Programa Todas las Manos a la Siembra, el cual cuenta con más de 1500 técnicos entusiasmados en esta nueva ciencia agroecológica, quienes deben estar apoyando la formación, la producción e investigación en todos estos nuevos espacios.
Mencionemos además el INSAI donde amplían la producción de biofertilizantes y preparados biológicos para ser incorporados en las distintas iniciativas agroecológicas. Se avanza en la transición de la producción de café orgánico y en la cosecha de agua. Se activan algunos proyectos de investigación en las áreas de producción de semillas y recuperación de suelos. Otros ministerios, como los de la juventud y deporte y los de educación, comunas y fuerzas armadas nacionales bolivarianas, se han incorporado al plan nacional agroalimentario Zamora.
En otros niveles de producción, en varias de las universidades crecen las actividades agroecológicas y la producción de alimentos sanos. Son acciones irreversibles, las cuales están tratando de encauzar la consolidación de las eco-redes agroalimentarias, en las eco-comunas en construcción.
En todos estos espacios productivos y los otros, independientemente de coincidir en la necesidad de producir alimentos sanos y no dañar a los agroecosistemas, se manifiesta la falta de producción de fertilizantes nitrogenados ante la falta de divisas para adquirirlos y además observamos la progresiva escasez de elementos como el fósforo (P) y potasio(K), que ponen en jaque la producción de fertilizantes nitrogenados. Es por ello que en la nueva re-estructuración del Ministerio de Agriculturas, Producción y Tierras, en sus planes, proyectos y programas, necesariamente deben hacer una selección cuidadosa de los agroecosistemas productivos, hacia donde se van a distribuir los llamados fertilizantes NPK.
El agotamiento mundial de elementos tan fundamentales para la producción agrícola como el NPK implica que debemos avanzar en apoyar los distintos procesos de innovación científica y tecnológica en el área agroecológica. Las universidades y los centros de investigación deben aceleradamente asumir esta crítica situación de escasez de recursos minerales, imponderables frente a los cambios climáticos y la falta de divisas para diferentes usos y servicios.
Las técnicas de los cultivos agroecológicos, al no usar agrotóxicos ni otras sustancias nocivas al ambiente y a los alimentos, permiten un ahorro sustancial de divisas; pero además no afectan la calidad de los suelos, ni de la diversidad biológica y tampoco los recursos de agua. De hecho, la agroecología actúa como un antídoto frente a toda acción extractivista de nuestros recursos naturales. Es acá, donde el eco-socialismo se nutre y fortalece, viendo cumplir sus principios encauzados en la definición y debates, por las nuevas propuestas económicas que deben apuntar hacia el bienestar de la población y con ello a la preservación de los ecosistemas nacionales.
Al igual que la agricultura basada en los agrotóxicos, el extractivismo daña al ambiente, tal vez, de manera más radical y observable a simple vista. Más aún podemos aseverar que el extractivismo es un obstáculo para el ecosocialismo.
El ecosocialismo, desde hace varias décadas, ha venido invitando a un debate sobre el futuro de la economía fundada en el extractivismo minero y petrolero. La idea es que a partir de esas reflexiones, se entiendan las incalculables cantidades de recursos biológicos y energéticos que se pierden por la actividad extractivista, que además lleva al agotamiento definitivo de los minerales utilizados. Por ejemplo: varias proyecciones evidencian que cada vez nos acercamos más al momento en que la obtención de una tonelada de petróleo implica el consumo de tanta energía como la que contiene el petróleo. Así se predijo: en esa tesitura de nada sirve ya la sabiduría del economista, según el cual todo es una cuestión de precios, pues el precio debe ser pagado en la única divisa fuerte de este mundo, a saber, la energía. Scuthze (1991).
En otro orden de ideas, y como lo señala Valero (2015), a pesar de la enorme extracción, dispersión de los minerales y agotamientos en las reservas de los mismos, Reachmann (2014) nos señala que más de la mitad del oro extraído hasta ahora sigue controlado hasta hoy día, siendo reunido cuando es necesario y gastando energía. El ejemplo se vuelve contra la intención de quien lo propuso: a pesar de que el oro ha sido un metal valiosísimo para todas las civilizaciones, y de que los seres humanos lo han reunido, atesorado y conservado (o sea, reciclado), como ningún otro material en toda la historia humana, sólo algo más de la mitad de todo el oro extraído en la historia de la humanidad está hoy disponible.
Independientemente de que nuestra economía nacional está muy presionada por la obtención de divisas y que, a su vez, se nos presiona hacia el impulso y consolidación de políticas neo-extractivistas, como la que acabamos de asumir en el desarrollo de la zona estratégica nacional del arco-minero, estratégicamente no creemos que sea la más conveniente para nuestra economía nacional a futuro. Se pueden impulsar otras alternativas.
Con los limitados recursos que tenemos para la explotación anunciada de los minerales, las inapropiadas extracciones, la utilización y escasez de otros minerales, los incontables recursos biológicos que se inutilizarán y perderemos, se avecinan severos impactos ambientales y sociales. ¿Vale la pena?
Adicionalmente casi todas las operaciones estarían bajo la relativa tutela-coordinación técnica de más de 130 empresas de varios países y con todas las implicaciones que ello conlleva. ¿Qué capacidad de control ambiental tendríamos ante tan magna devastación?
Por ahora, y dada las criticas condiciones sociales y económicas que nuestra patria hoy día vive; no pretendo descalificar a los especialistas del gobierno, ni al alto gobierno mismo. Esta posición técnico-política, es producto de mis convicciones y simplemente estoy poniendo sobre la mesa una preocupación muy personal. No me siento sólo en este planteamiento, en estas ideas y principios, para poder avanzar en un nuevo modelo civilizatorio. En noviembre de 1998, en la reunión política del Caracas Hilton, marcando el preludio del ocaso de esa civilización minera que ha desarrollado el capitalismo fosilista y rentista, Chávez expresó contundentemente la idea-sentencia: “prefiero el árbol que el oro”. Estas palabras todavía retumban en mi corazón y siempre me acompañaran en mis luchas.