Entre el cadalso y el abismo, paso a paso en la Argentina electoral
Carlos A. Villalba
El domingo 13 de agosto la Argentina vuelve a la sana costumbre constitucional de votar, en el inicio del proceso que culminará con la elección de una presidenta o un presidente. Esta vez será sin barbijo y en medio de una coyuntura inestable, con una oposición en medio de una interna furiosa y un oficialismo más ordenado pero con la mochila de una inflación interanual aproximada al 120%.
Semejante cóctel genera escenarios tan distorsionados como absurdos. Por ejemplo, en la previa de las inminentes primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), pican en punta los herederos del monstruo que destruyó los avances logrados por el peronismo en más de una década (2003-2015) y hundió al país en una situación cuyas consecuencias terminaron pagando el propio sector que sacó semejante peso de las espaldas de argentinas y argentinos.
El intendente de la Ciudad con autonomía de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y quien fuera ministra encargada de recorte de sueldos estatales y jubilaciones a principios de siglo y responsable de la muerte de jóvenes en el marco de su persecución a los pueblos originarios hasta hace menos de cuatro años junto a Mauricio Macri, Patricia Bullrich, son los jinetes de esa montura liberal y violenta. A pesar de sus prontuarios están al frente de las intenciones de votos para esta primera etapa comicial.
En la vereda de enfrente, oficialista y gubernamental, se para Sergio Massa, con su doble gorro de candidato y… ¡ministro de Economía de una administración que arrastra una inflación promedio mensual del 10%…! cifra que dejaría sin posibilidades a cualquier opción electoral que la representara. Cosa que parecería no estar sucediendo en la Argentina dislocada.
Como sea, la ciudadanía construirá un tablado en el que se instalaría el patíbulo de sus posibilidades de mejorar su vida o se acercará aún más al despeñadero que siempre tuvieron enfrente las actuales autoridades, condicionadas por la estructura económica y financiera que le dejó el gobierno constitucional que más daño hizo en menos tiempo, a las que se agregó la falta de decisión política del presidente Alberto Fernández, la cuarentena obligada que salvó miles de personas cuando aún no había vacunas contra la covid, una sequía que ya recortó el ingreso de divisas en u$s 20 millones y los manejos de desestabilización financiera impulsados por los grupos concentrados y los grandes distribuidores de alimentos, que impactaron en los mostradores con precios inalcanzables de productos imprescindibles.
Números contra números
Aunque las encuestas han perdido todo crédito posible, ya sea como operación o como pseudociencia, números y porcentajes siguen rondando despachos y centros partidarios, redacciones y redes sociales. Y la política, los medios y hasta las casas en las que se trata de desentrañar el nudo electoral del 2023, las miran, las dan vuelta y pretenden analizarlos. El primer error es considerar la presencia de un “escenario de tercios”, es decir, tres fuerzas con posibilidad de orillar el 30% de los sufragios: Juntos por el Cambio (JxC), la fuerza de la coalición liberal PRO+Unión Cívica Radical+Coalición Cívica ARI; Unión por la Patria, el peronismo encabezado por la dos veces presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y La Libertad Avanza, partido ultra antiestatal del liberal extremo Javier Milei.
En realidad, en todo momento hubo dos fuerzas que atrajeron la simpatía de entre el 33 y el 28 por ciento y la de Milei pasó del 5 al 10, luego al 20% y empezó a bajar; aún en el pico no llegó a terciar, sí a pelear una franja, heterogénea, del electorado que obliga considerar que, en esta coyuntura precisa, habrá una “tercera” fuerza y que sus votos, contradictorios y volátiles, podrán inclinar la balanza hacia alguno de los dos primeros.
La prédica del jefe “anarcoliberal” se caracteriza por la oposición al aborto legal, seguro y gratuito (al que considera “asesinato agravado por el vínculo”) y el rechazo a la educación sexual integral (ESI) en las escuelas, apoyo a la libre portación de armas, negación de la existencia del calentamiento global y las consecuencias ya irreversibles de la tragedia climática en curso, defensor de la venta de órganos, su hipermercadismo lo lleva a considerar que hasta la venta de niños “se podría debatir” en el futuro.
El trazo, claro, de su perfil termina de construirse con su trabajo como asesor de Antonio Bussi, genocida acusado de más de 800 secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones en la provincia de Tucumán, y las posturas de sus colaboradores más cercanos, negacionistas de las violación sistemática de los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar, como su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quien reivindica a los genocidas de ese régimen y rechaza la existencia de 30 mil detenidos desaparecidos.
Su irrupción, patrullando los canales de televisión afines al liberalismo en limusinas y con un peinado de peluca desmañada, generó dos fenómenos de importancia política: el corrimiento a la derecha de la expresión neoliberal macrista, tanto de Rodríguez Larreta como de Bullrich, y la conquista de una franja de la población, compuesta por personas desencantadas de los partidos mayoritarios y por jóvenes que se engancharon con su discurso de agresión “antipolítica” y, supuestamente rebelde, en particular en tiempos de la cuarentena anti covid, que él rechazó. También por sus dislates al filo de lo patológico como el de su grupo de asesores temáticos, compuesto por sus cuatro perros mastines ingleses, clonados de su amado Conan, con quien se “comunica” a través de una traductora médium y lo pone en contacto con dios, que lo convenció de que sea Presidente.
Cuarentena y desencantos
La pandemia que paralizó el país, y el mundo, a partir de marzo de 2020, lo cambió todo, desde las conductas sexuales hasta las funerarias, las costumbres sociales, las prácticas laborales y educativas; la producción y las cadenas de valor y de transporte.
A juicio de esta crónica, las consecuencias de aquella cuarentena constituyen uno de los componentes del comportamiento electoral en la mayoría de los países del mundo, también en la Argentina, donde el gobierno perdió en las elecciones de medio término de 2021, apenas después del pandemia, tanto que se obligó a concurrir a las urnas con barbijo. El otro gran determinante fue, como ahora, el descontrol de los precios de los artículos de consumo básico, que afecta de manera directa y empobrecedora a la mayoría de la población.
El proceso de construcción del voto es complejo, se define por variables objetivas y subjetivas. La “real realidad” y la percepción de la misma son cosas diferentes, en especial en contextos en que los grupos económicos que controlan a los “medios de comunicación” construyeron una “Cadena de Propaganda Privada”, un aparato que actúa sin límites, opera como un actor partidario, controla buena parte de la agenda, construye sentido y maneja códigos inconscientes.
Del mismo modo que durante la pandemia sus mensajes lograron negar el desarrollo del dispositivo sanitario, impidieron vivir la vacunación como una conquista que salvó miles de vidas y desplazaron la responsabilidad de la situación económica desde los causantes hacia los que debieron manejar sus consecuencias, en el presente desarrollo electoral opacaron ante buena parte de los votantes las causas del proceso inflacionario y las consecuentes privaciones de quienes menos tienen, niegan la importancia destructiva del endeudamiento impagable e irregular con el FMI que acordaron Mauricio Macri y su amigo Donald Trump en 2919, instalan en la zona oscura del olvido que Bullrich y el precandidato a vicepresidente por la lista rival, Gerardo Morales, integraron el gabinete de Fernando de la Rúa, que tuvo que salir en helicóptero de la Casa de Gobierno, dos años antes de tiempo, después dejar en todo el país más de 40 muertos y 500 heridos, durante la masacre del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Una generación no lo vivió, otra prefirió olvidarlo. La desmemoria y la frustración son componentes en los que abreva Milei que, junto con sus preferencias cavernícolas, plantea el “amor libre” y la despenalización de los consumos problemáticos, con lo que arma un coctel de tales características que “disimula” o “suaviza” sus horrores. Además de generarle dolor de cabeza a los analistas de las encuestas.
Buena parte del electorado argentino está sumergido en un doble desencanto: el que producen dos períodos presidenciales, de signos diferentes que, en términos generales, en los que no mejoraron sus condiciones de vida, junto a la frustración que genera la constatación de la poca y nula influencia que su voto tiene sobre su propia cotidianeidad, compuesta de consumos básicos, transporte, viviendas inaccesibles hasta para alquilar, problemas de seguridad…
Esa “desilusión” está en la matriz del aumento del ausentismo que hasta el momento se viene dando, tanto a lo largo de los años como de los territorios. Un hecho sintomático fue que la pérdida de votos del peronismo del 2019 al 2021 no se trasladó al liberalismo, sino que se explica por la ausencia de sus partidarios del pasado a la hora del sufragio. Ahí se asienta una de las expectativas de la actual Unión por la Patria: lograr que más personas participen, con la expectativa de que la mayoría de ellas lo hagan por Sergio Massa.
Lo malo, más rápido y peor
En la superficie, JxC expresa en su “Acuerdo Programático” presentado por los partidos que integran la coalición, objetivos difíciles de criticar; desde “estabilizar la economía” y “aumentar los niveles de desarrollo” hasta “recuperar la educación de calidad” o “reducir la inequidad”. Algo muy distinto es la traducción que esas generalidades a medidas de acción directa. Desde hace años Mauricio Macri advierte que las “dificultades” en su gestión, surgieron por la “lentitud” en desplegar las políticas y adelantó que “Si ganamos, iremos en la misma dirección pero lo más rápido posible».
El punto es que durante sus cuatro años en la Casa Rosada se cerraron decenas de miles de empresas pequeñas, medianas y grandes y el valor patrimonial de las sobrevivientes quedó destruido, con quiebras y concursos generalizados; la industria se derrumbó, se endeudó al país por varias generaciones, los servicios multiplicaron sus tarifas hasta hacerse impagables, cayó el PBI, aumentó la desocupación, la pobreza, la miseria y las personas en situación de calle…
El cierre de ministerios de Salud, Trabajo, Ciencia y Tecnología, Cultura, Energía, Agroindustria, Turismo, Ambiente, Trabajo y Modernización, además de constituir una buena página de terror público, son la muestra de la sustitución de un modelo de gestión pública por un plan de negocios, el de las corporaciones concentradas, que ubicaron a sus gerentes en los despachos centrales del gabinete nacional, bajo la coordinación del gerente general de una de las principales corporaciones económicas del país: Sociedad Macri SA-SOCMA.
Sus “jóvenes” herederos, Larreta y Bullrich, siguen el libreto. Corridos al extremo antipopular y antiestatal, endurecen sus discursos para mostrar quién es más malo… o mala, pero con la misma receta. Con más o menos perfume, anuncian que avanzarán sobre la flexibilización laboral, con eliminación de gran parte de los convenios colectivos de trabajo y reemplazo de las indemnizaciones por seguros de desempleo; reendeudamiento externo, eliminación del cepo cambiario, apertura comercial, baja de impuestos a las empresas y eliminación de retenciones al sector agroindustrial exportador, unificación abrupta del tipo de cambio y aumento de tarifas; achicamiento de la estructura del Estado con ajuste de lo que consideran “gasto”, eliminación de buena parte de las políticas sociales redistributivas y persecución de la protesta.
Es difícil entender que los dueños de semejante “plan” conciten simpatías, hoy, de una “primera minoría” entre quiénes serán víctimas de cada una de esas acciones. Sin embargo una cosa es votar, sin mirar el contenido de la boleta y otra muy diferente ver que los hijos de un extremo se mueren de hambre y los de la otra punta salen corriendo hacia el exterior, o que abuelas y abuelos no tengan acceso a la salud, o que haya que improvisar “cuartos” donde no los hay para que se vengan a vivir familias de hijos, hermanos, padres, como sucedió entre 2016 y 2019… o que las colas de los comedores populares vuelvan a extenderse por cuadras.
Con los bolsillos ya agotados, empeorar la situación tendría consecuencias… Una de las fundadoras de la coalición liberal, Elisa Carrió, jefa de la Coalición Cívica, ya lo entendió: “Nos vamos a encontrar con una sociedad mucho más pobre, a la que no se puede reprimir indiscriminadamente” y “represión sin compasión es una de las formas de la dictadura». Avizoró el futuro de sus compañeros de ruta, si actúan con una “represión indiscriminada para construir el orden, terminamos en un juzgamiento por delitos de lesa humanidad cometidos por el Estado, donde va a ser juzgado hasta el Presidente»; como rechazan el lenguaje inclusivo, porque lo consideran “cristinista”, no incluyó el “Presidenta”, que correspondería a Bullrich, pero también apuntó a ella.
Jujuy es el modelo
La ex piba, ex montonera, ex delarruista, ex macrista, ex ministra y ex ministra bis, “Patricia Bullrich Luro Pueyrredón de San Martín», como gustaba presentarse de niña, asume la cara del “torturador malo” de las películas, y el hijo de María Cristina Díaz Alberdi y Horacio Rodríguez Larreta Leloir, intenta aparecer como “el bueno” y “componedor” del macrismo, aunque dejó de lado las formas, fue al hueso del modelo que sustentan y subió al segundo lugar de su fórmula presidencial a Gerardo Morales.
El titular nacional de la (¿ex?) Unión Cívica Radical reprimió de manera salvaje las protestas de pueblos originarios, docentes y personal de salud desde mediados de junio pasado y semanas subsiguientes; en el pico de la violencia estatal las figuras principales de Juntos por el Cambio, dejaron de lado las diferencias formales y dieron una conferencia de prensa en apoyo a su gobernador, aplaudieron la violencia estatal, responsabilizaron al gobierno nacional por los hechos, con acento en la vicepresidenta Cristina Kirchner.
El montaje constituyó la presentación de la hoja de ruta que aspiran a imponer a partir del próximo 10 de diciembre: ajuste, represión de las reacciones sociales que produzca y usurpación de las tierras con bienes compartidos (en ese caso litio) para entregarlos, como recursos a extraer, saquearlos y derivarlos a las casas matrices de la corporaciones, a precio vil y subfacturado y sin trabajo agregado.
El oficialismo se niega a perder
La candidata natural a encabezar la fórmula presidencial peronista, por tener la inmensa mayoría de los votos del sector, era Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, debió declinar nuevamente esa posibilidad, ante el comportamiento de sectores de la Justicia que se comportan en función de una partidización que los abraza a los intereses de los sectores económicos más poderosos, funcionales a los de Macri.
De la galera electoral surgieron decisiones importantes. La primera, impulsar la candidatura del ministro de Economía, Sergio Massa, a pesar de no haber logrado quebrar el impulso alcista de los precios; la segunda, aceptar internas y darle la oportunidad a Juan Grabois, uno de los dirigentes sociales más importantes del país, de cercanía con el Papa Francisco e impulsor claro de las propuestas de Tierra, Techo y Trabajo que desarrolla el conjunto de los movimientos populares. En el comienzo de la carrera hacia el domingo 13 su intención de voto sumó buenos puntos, con el desembarco de los sectores más “cristinistas”, resentidos con el desplazamiento del ministro del Interior, Wado de Pedro, identificado con La Cámpora, agrupación que lidera Máximo Kirchner, y refractarios a la figura de Massa, a quien consideran liberal y poco confiable en una hipotética Presidencia propia.
Gran tejedor de la política, el ex intendente del partido de Tigre, consolidó su relación con Cristina y con Máximo, mantuvo sus contactos con el Departamento de Estado y con el influyente Asistente Especial del Presidente y Director Principal del Consejo Nacional de Seguridad para el Hemisferio Occidental del presidente Joe Biden, Juan González, y los aprovechó para estirar los plazos que impone el FMI, abrazó uno a uno a los componentes de un movimiento peronista disperso y sin conducción orgánica: políticos, gobernadores, centrales sindicales, pequeños y medianos industriales, movimientos populares, estudiantes, además de aceitar sus conexiones con accionistas de los diferentes grupos económicos que forman su “circulo rojo”, más industraialista que el “amarillo” del macrismo. A cada uno la ofreció la pieza del rompecabezas que pretende armar en caso de llegar a la silla política más importante del país.
Para él las PASO son solo un punto de partida y su principal objetivo es mantener al peronismo “dentro de la pista”, para dedicarse a pescar en el mar de confusos, desilusionados y embroncados que dejarán las internas y llegar a las elecciones del 22 de octubre con buenas posibilidades de coronar en la segunda vuelta del 19 de noviembre.
Como para nadie, el tiempo es oro para Massa, ya que le daría la posibilidad, si lo logra, de mostrar que pudo cambiar la tendencia inflacionaria, además de exhibir la “valentía” de haber asumido cuando la tierra temblaba bajo los pies del presidente Fernández, y empezaba a escucharse el sonido de los rotores del helicóptero oficial. Serán pocas semanas las que tendrá a disposición para, además, tratar de explicar y convencer que la disputa es entra dos modelos: el del saqueo de recursos, ajuste y represión y el de producción, soberanía y redistribución que pretende liderar durante los próximos cuatro años, extensibles a ocho.
Cuando CFK decidió eludir el “techo bajo” de su intención de voto e inventó al ex amigo y funcionario de Néstor Kirchner y de ella misma, Alberto Fernández, decidió terminar la tarea en el momento mismo en que comenzó la campaña virtuosa (en especial la suya, impulsada por la presentación de su libro “Sinceramente”). No hubo acuerdos temáticos, planificación, diseño de las líneas maestras de la futura gestión, ni siquiera las referidas al principal problema que enfrentaría la inminente administración: la gestión de una deuda externa sideral con el FMI, tomada por Macri y fugada por sus socios, impagable, condicionante y violatoria de las normas del propio organismo multilateral de crédito.
Cuatro años después, pareció haber tomado nota de la necesidad de trazar ese camino, duro, claro, entre la dirigencia principal del espacio y, en particular, con el candidato. A las primarias llegarán sin esa herramienta; podría compendiarse cada una de los anuncios que va realizando Massa ante cada sector y esperar un verdadero lanzamiento de campaña, camino a las generales, con una propuesta tan programática como atrayente para las mayorías desencantadas.
Un plan estratégico, abarcativo de todas las áreas y que incluya planes, programas y proyectos concretos, del que surjan acciones. Por ejemplo, las de diferentes protagonistas de la Unión que aluden al modelo energético ante el inminente comienzo de un ciclo beneficioso para el país a partir de las reservas de gas, petróleo, oro y litio; prioridades productivas; políticas de crecimiento e inclusión en base a sistemas tributarios y fiscales más justos e inclusivos, con cargas a las grandes fortunas y a las corporaciones concentradas, a la renta potencial de las tierras improductivas y con regulación de las operaciones del comercio exterior; generación de circuitos cortos de comercialización y de ámbitos de venta directa de productor a consumidor; mejora para los eslabones más débiles de las cadenas agroalimentarias, con ley de acceso a la tierra para cooperativas, familias, micro y pequeños productores agrarios, protección y apoyo a la economía popular, redistribución de la renta; generación de empleo genuino; combate de las causas de la catástrofe climática irreversible que ya destruye al mundo; Ingreso Básico Universal; control de la cadena de valor de los productos, en especial, de consumo básico… y tantos otros proyectos que, además de consensuados, deberían, primero entusiasmar al electorado, para luego convertirse en hechos a partir del 10 de diciembre. Sería una forma de bajar al país del cadalso y empezar a alejarse del abismo.
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (https://estrategia.la/). Miembro de la Usina del Pensamiento Nacional y Popular https://usinadelpensamientonacional.com.ar)