Enero fue. Ahora viene otro febrero clave

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MARCOS SALGADO | Ahora sí comenzó el 2014, y casi todas las cartas están sobre la mesa. El “efecto Daka” que parecía haber puesto coto (al menos parcialmente) a la usura mayúscula que mantiene malherida a la economía venezolana se va difuminando mientras la ausencia cíclica de productos de la canasta básica sigue igual de grave. Mientras tanto, la oposición en su laberinto no puede hacer más que aprovechar coyunturas y el gobierno tiene claro donde están los riesgos más graves que enfrenta el proceso y en la tarea de conjurarlos se juega la vida.

 

maduroblancaarreazaEl presidente Nicolás Maduro cerró el última día de enero en el Palacio de Miraflores, en una reunión con algunos de sus ministros, donde aseguró que el primer mes de 2014 fue “un excelente mes de arranque” en el que se han activado “líneas maestras de trabajo”. Llamó a los venezolanos a incorporarse a la “nueva ofensiva” económica, cuyo eje será aplicación de la flamante Ley Orgánica de Precios Justos, con la que se busca garantizar la revisión de todo el proceso económico de producción, de establecimiento de márgenes de ganancia (que no debe ser mayor de 30%), de distribución logística, de comercialización y abastecimiento. También contempla severas penas en caso de usura y contrabando de alimentos que pueden llegar hasta 14 años.

El Jefe de Estado invitó a la población a brindar máximo apoyo a la gestión de Andreína Tarazón, Superintendente Nacional para la Defensa de los Derechos Socio Económicos (Sundde); al mayor general Luis Motta Domínguez, Intendente de Protección de los Derechos Socio Económicos; y a Karlín Granadillo, Intendente de Costos, Ganancias y Precios Justos, aunque activó otra instancia, superior (¿y paralela?): el Estado Mayor para el Abastecimiento con el vicepresidente Jorge Arreaza al frente.

La incumbencia de este Estado Mayor conecta con una de las preocupaciones centrales de las venezolanas y los venezolanos: el tema del abastecimiento. Maduro sumó en ese lote, también, las importaciones y la producción nacional. Son anuncios que muestran que el Poder Ejecutivo saben por dónde vienen las balas. Pero el tema es mucho más complejo, tanto que la sola instauración de nuevos entes y/o organismos y/o comisiones de alto nivel, está claro y todos los saben, no alcanza.

El abastecimiento de productos básicos y no tanto se ha convertido en un tema tan complejo que su análisis admite, a nuestro entender, dos vertientes: una, pensar que el problema está en una sucesión de enredos (el contrabando, la venta callejera, el desbocado acopio hogareño, los problemas de producción en las empresas nacionalizadas, la especulación campante de los productores privados, el burocrático comercio exterior, la vitalísima fuga de los dólares de PDVSA hasta el año pasado a través de las empresas fantasmas que ¿engañaron? a CADIVI… y la lista sigue.

La otra alternativa es pensar que se trata de un enjambre de efectos con un sola causa: el modelo del capitalismo rentista venezolano ya es un corsé para el desarrollo de la sociedad justa e inclusiva que el Comandante Chávez soñó y comenzó a construir, y que fue obligado por la vida y su contracara la muerte a abandonar -muy a nuestro pesar y más aún al de el mismo- en el momento del estallido. En el momento de la implosión del capitalismo a la venezolana.

Es que la agricultura de puertos servía, alcanzaba y funcionaba a la perfección para alimentar a los menos en el país de la Cuarta República. Alcanzaba y sobraba para atender los anhelos en divisas de algunos pocos millones (¿o apenas decenas de miles?) conspicuos integrantes de la “sociedad civil” venezolana que por causa y efecto de los medios de comunicación adscriptos sustituían en el imaginario propio y ajeno a la “población” toda.

Baste, tal vez, este ejemplo. Entrevista en una radio caraqueña, la periodista escandalizada por “lo mal que estamos” (así, en estos términos bien genéricos), conversaba más que entrevistaba con un economista vinculado a la producción agropecuaria, o al menos eso parecía. El hombre ponía como ejemplo que antes del chavismo Venezuela se autoabastecía de carne vacuna. A la periodista no se le ocurrió pensar que ahora son muchos más los millones que saben que pueden y quieren comer carne, y que acceden no a una o media comida, sino a cuatro al día. Su entrevistado -estimamos- debía saberlo, pero no lo dijo.

En suma, la gigantesca inclusión “culpa e’Chávez” ya no puede ser atendida en los marcos del capitalismo, ni desde el punto de vista macroeconómico ni desde -especialmente- las instituciones del Estado burgués. Las armas melladas del capitalismo de las que hablaba y habla el Che Guevara.

¿Entonces hay que terminar casi que por decreto con el modelo capitalista? No. No se puede.Y vaya que lo sabemos. Y en esa acción transformadora una de las principales debilidades del primer gobierno chavista es su dificultad para traducir en la práctica sus acertadas decisiones políticas. En la vida es donde los anuncios chocan con la burocracia, la corrupción inherente al modelo capitalista y -ahora también- cierta abulia en los propios.

Desde el gobierno se insiste en que la forma de superar estos desafíos es la participación popular, el involucramiento de las comunidades, el “poder popular”, dos palabritas en tensión permanente, de primeras en el ranking de las más usadas por los presentadores y cronistas de la tele estatal y por funcionarios de todos los niveles, pero también concepto guía de una decida acción de (parte) del gobierno, encarnada especialmente desde el Ministerio de la Comunas.

Pero lo cierto es que ese poder popular en construcción apenas germina, tiene sus propios desafíos internos y, entonces, no lo puede todo, necesita del Estado. Pero este es un Estado enorme, lento, burocrático hasta la desesperación, poblado aquí, allá y más allá también por un antichavismo contumaz, que opera desde la inoperancia. Superar este escollo es vital para resolver el problema de la distribución y expendio de alimentos.

Al cierre de esta nota el canciller Elías Jaua encabezaba un acto en San Francisco de Yare, estado Miranda, donde se presentó el Plan Productivo Zamora 2014, que prevé un aumento del 13% en la producción del agro nacional. Es parte de la solución, sí. Sólo una parte.

El fin del cadivismo y sus víctimas

En enero destacó también el cambio en la política cambiaria. Desde ahora Venezuela tendrá dos tipos de cambio fijos y oficiales. El actual de 6,30 bolívares por dólar que se conservará sólo en algunas ramas de la economía y el establecido por el SICAD, hoy en 11,30 bolívares, pero que puede variar de acuerdo a la decisión que al respecto tome el proveedor de las divisas, es decir, PDVSA.

A esa nueva cotización se venderán los dólares para los viajeros, rubro en el cual también se redujeron algunos cupos según los destinos y se restaron 100 dólares a cada cupo para compras electrónicas en comercios del exterior, que pasó de 400 a 300 dólares. Esto generó un revuelo dentro y fuera del chavismo, que permeó incluso los medios estatales, donde se informó mucho sobre estos cambios, y poco sobre el sentido macroeconómico, de la globalidad de la medidas, y sobre dentro de qué plan a largo plazo deben inscribirse.

Sectores del chavismo criticaron la necesidad de los cambios en los cupos de viajero, argumentando que lo que el Estado ahorra es poco comparado con el malhumor social que genera la medida. La certeza o no de esta ecuación está por verse.

Lo que sí debe encender una luz de alarma es el sentido último de estas medidas. ¿Es un ajuste en la utilización de los recursos soberanos de la renta petrolera que son apenas la punta del iceberg de un paquete más contundente para obtener más bolívares ya comprometidos para la inversión social? (cobrar en serio y a los que tienen el Impuesto Sobre la Renta, reordenamiento de los recursos en dólares colocados en el exterior, mayor eficiencia en el gasto, golpes duros a la dilapidación de recursos por culpa de la corrupción y la inoperancia, entre otros posibles).

¿O en cambio esto es lo único que creen las autoridades que se puede hacer? No lo parece. Hay que anotar que también se anunció un uso transparente de los dólares asignados a los privados para las importaciones. Si el nuevo esquema funciona y el Estado se ahorra de perder en fuga de divisas más de 20.000 millones de dólares como en el 2013, estaremos viendo la luz al final del oscuro túnel de la política cambiaria, o mejor dicho, de lo que hicieron de y con ella.