En el nombre de Adam Smith, que se expropie Polar
Un monopolio otorgado a un individio o a una compañía de comercio produce el mismo efecto que un secreto manufacturero o comercial. Los monopolistas, manteniendo siempre bajas las disponibilidades de sus productos en los mercados, y no satisfaciendo jamás la demanda efectiva, venden sus precios a un género mucho más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias (…) El precio del monopolio es, en todo momento, el más alto que se pueda obtener.
Adam Smith [1]
15yUltimo-Editorial
En economía existen pocos consensos. Pero si existe uno de izquierda a derecha, ese es sin duda el del carácter nocivo de los monopolios.
De hecho, la teoría económica burguesa e incluso la aristocrática, desde Quesnay a Adam Smith, hasta los dos últimos premios Nobel de Economía (Jean Tirole y Angus Deaton), son férreos opositores de las prácticas monopólicas. Más que el marxismo, que sobre este tema toca entre poco y nada al menos hasta la llegada de Lenin.
Pero inclusve se puede decir algo más: los célebres postulados de competencia perfecta y libertad de mercados, presuponen no tanto la no existencia de Estados reguladores, sino de monopolios, que puedan condicionar los mercados limitando el derecho de elegir de los consumidores y restringiendo la libre iniciativa privada.
Así las cosas, es por esta razón que la primera legislación antimonopolio no la inventaron los soviéticos, ni los cubanos, ni Evo Morales, ni Chávez. La inventaron en los Estados Unidos de Norteamérica: la ley Sherman Antitrust de 1890, desde entonces conocida como Sherman Act.
Y los norteamericanos no solo inventaron las leyes antimonopolios, sino que las han usado. Los caso más celebres fueron contra la Standar Oil de Rockefeller en 1892. Y más recientemente contra Microsoft, en 1998.
En los dos casos las razones fueron las mismas. Y es que por más que sean emblemas del capitalismo, del espíritu emprendedor e innovador, el tema es que por su tamaño y poder, ambas empresas representaban un peligro para la sociedad, incluso si el caso fuese que no abusaran de su posición de dominio, que por su puesto lo hacían. Ambas empresas fueron obligadas a dividirse, todo en el espíritu de promover la libre competencia y garantizar que la innovación no se viera frustrada por los intereses corporativos de estos gigantes.
A lo que vamos, es que no hay que ser un chavista “loco como una cabra” ni un comunista decimonónico, para concluir que, para el bien de nuestro país, lo mejor que se puede hacer con Empresas Polar es intervenirla, picarla en pedacitos y sacarla del control que ejercen sus actuales dueños.
Alcanza con ser un economista liberal de verdad, que crea realmente en la libre competencia y en la concurrencia perfecta de miles de actores económicos que hagan posible el paraíso del libre mercado regido por las “Santas” leyes de la oferta y la demanda. Todos los que rezan lo de la mano invisible como principio, tendrían que ser los primero en defender que esto es lo que hay que hacer con esta empresa, que en promedio ocupa entre un 65 y 70% del control de mercado en los diferentes rubros donde se ubica, dándose algunos casos como por ejemplo malta y cerveza, donde dicho control alcanza la casi exclusividad con 95% y 77% respectivamente, según diversas fuentes.
Incluso si el caso fuera que Lorenzo Mendoza de verdad quiere a Venezuela como a nada en el mundo y le quita el sueño las millones de madres que no encuentran sus productos o deben comprarlos bachaqueados, incluso en ese caso, habría que hacerlo. Pero al parecer este tampoco es el caso, al menos si tomamos como referencia lo dicho por este mismo personaje, quien no deja de chantajear al país con eso de que en cualquier momento se va si no le dan los dólares, o le sea reconocida una deuda de dudosa contabilidad.
Si lo pensamos bien, hasta parece un caso de secuestro, solo que en vez de a una indefensa víctima encerrada en un sótano por unos malandros que amenazan con matarla si no le dan lo que pide, se trata de un señorito de buenos modales que pretende dejarnos sin comer ni beber a todo un país si no le dan lo que dice solo por que él lo dice.
Entonces, no en nombre del comunismo internacional, ni del populismo latinoamericano, sino del libre mercado y la ley de oferta y demanda, debería intervenirse y expropiarse a Empresas Polar.Y que sus partes sean entregadas a verdaderos empresarios sin vínculos entre sí y otra buena parte a las propias comunidades de productores organizados y a sus trabajadores para que las gestionen. Y en el caso de sus célebres cadenas de distribución, capaces de llegar a todos los rincones menos a los automercados, que sean asumidas por el Estado por razones de seguridad nacional.
¡Liberales del mundo uníos en esta causa!
Nota
[1] La riqueza de las Naciones. Libro 1 Capítulo VII:“Del Precio natural y del Mercado”.