El “Trump Saudí” y el golpe de estado palaciego en Arabia
Nazanín Armanian|
La decisión sin precedentes del rey Salman Bin Abdulziza de expulsar del poder a su sobrino, el príncipe heredero Mohamed bin Nayef y entregar este cargo a su propio hijo Mohammad bin Salman (alias MBS) no sorprendió a nadie, ya que lo estaba preparando durante dos años. Con el fin de reforzar al nuevo heredero, Salman coloca a sus otros hijos Abdulaziz y Khaled como ministro de Energía y embajador en Washington, respectivamente, para que tenga al “petróleo & EEUU” de su lado.
Mohammad de 32 años y padre de cuatro hijos, ministro de Defensa, economía y jefe de la Casa Real, pronto se convertirá en el rey más joven de la historia de la teocrática de Arabia y también presidirá la gigante petrolera Aramco. Para lavar su imagen, MBS ha revocado la reducción salarial de los funcionarios y los recortes a los subsidios por la vivienda que él mismo les impuso el año pasado, concediéndoles además una semana adicional de vacaciones a partir de este verano, a pesar de que éste soborno de las arcas públicas agregaría muchos millones de dólares al déficit presupuestario actual que ronda 52.800 millones de dólares.
El destituido, un príncipe de 57 años era ministro de Interior, el Inquisidor del Reino de puño de hierro, responsable de la represión, tortura y la pedagogía del terror, que ha ordenado la decapitación de cientos de migrantes extranjeros que, al no hablar árabe, ni conocían su delito, de condenar a 10 años de cárcel y 1000 latigazos al bloguero Raif Badawi, o de a la detención y humillación a las mujeres feministas subversas del país. Nayef, amigo de Qatar y el hombre de Washington en Riad durante años, ha tenido que hacer una foto bésandole la mano al príncipe golpista.
Batalla campal por el poder
Salman de 82 años y enfermo de Alzeimer así incrementa la tensión en la Casa Saud hervidero de luchas internas entre facciones. Según la agencia iraní de noticias Fars, a petición del rey, Israel había enviado varios cazabombarderos al cielo de Arabia, para evitar una sublevación contra este nombramiento.
Este monarca también en 2015 apartó al príncipe heredero, Muqrin bin Abdulaziz, y al ministro de Asuntos Exteriores, Saud al-Faisal, para afianzar a su familia en el poder.
Esta designación ya contaba con la aprobación de EEUU y la declaración de lealtad de la mayoría de los 34 hombres del Concejo Real. Lo cual no significa que el futuro rey pudiese disfrutar de un plácido reinado: se enfrentará no sólo los desafíos sociales, marcados por el ascenso de una clase media educada y una pobreza que hoy azota al 20% de la población, sino también a la reconstrucción de los tres pilares de la legitimidad del régimen: el sunnismo, el nacionalismo árabe y la lealtad de las familias en el poder.
Después de que en 2016 el régimen suspendiera la Organización para la Prevención del Vicio y la Promoción de la Virtud, símbolo del poder wahabita para mejorar su imagen, los Saud perdían su legitimidad religiosa, creando un poderoso enemigo. Algo parecido sucede en Turquía: Empezaron a estallar bombas en Estambul cuando Erdogan redujo su apoyo al Estado Islámico, para centrarse en contener a los kurdos.
La extrema derecha religiosa puede sumarse al club de los jeques descontentos junto a los chiitas discriminados, y las incansables feministas para quitar el sueño al joven rey, para que suceda una revolución. Como decía Lenin, deben coincidir dos factores: que “los de abajo no quieran ser gobernados como antes y los de arriba no puedan gobernar como antes”, y para que triunfe es imprescindible que cuente con una vanguardia progresista; y por el momento no se dan ninguna de las condiciones.
El significado del golpe:
•El fin del modelo de traspaso del poder horizontal. Antes pasaba de hermano mayor al menor entre los siete hijos del fundador de la dinastía Bin Abdelazis. A partir de ahora, los hijos (¡las hijas no son seres humanos!) sustituirán a los padres en el trono.
•Un temerario, narcisista e impulsivo MBS ha conseguido reparar el divorcio entre EEUU y Arabia dañado durante el gobierno de Obama, quien se negó a derrocar a Bashar al Assad y “romper la cazas de serpiente” o sea bombardear Irán y poner el mundo patas arriba para contentar a cuatro jeques saudíes.
•Modernizar la fachada de la dictadura más oscurantista del planeta, rejuvenecer el poder dentro de la casta de millonarios octogenarios medievales. Entre sus medidas, construir espacios de ocio, o reducir la tasa de desempleo oficial que es del 12,1% (y la real sobre el 25%), expulsando del país a un millón de los 12 millones de trabajadores extranjeros que viven en un país de 33 millones de habitantes.
•Quitarse el rasgo “wahabita” para convertirse en un actor militar. La agresión a Yemen, patrocinar al terrorismo en Siria y en medio mundo, el cerco a Qatar y las amenazas contra Irán forman parte de esta nueva seña de identidad.
•Desestabilizar Arabia, uno de los países más estables de la zona, con una política bélica, sin aun haber podido salir de los lodazales de Yemen y Siria.
•Poner fin a la “adicción” del reino a la renta del petróleo antes del 2030. Mohammad ha pedido a los banqueros de Wall Street organizar una oferta pública para Aramco, la joya de corona saudí. Tras bajar el precio del petróleo en 2015 para presionar a Rusia, Irán, y Venezuela, y sufrir sus consecuencias en la propia piel, Arabia aceptó que la OPEP recortara la producción para de mantener los precios, mejorando así las condiciones de la OPA de Aramco, y poder volver a subir el gasto social para cimentar su poder.
•Proclamarse líder de los países árabes sunnitas, ocupando el lugar de Egipto. Es su oportunidad de oro ahora que el Irak, Libia y Siria han desaparecido del mapa.
La nueva relación entre EEUU y Arabia
Serían ingenuos los saudíes si pensaran que Washington ha abandonado la estrategia de debilitar su reino, permitiendo que una tribu controlase el Oro Negro más barato del mundo y seguir chantajeando al impero occidental. El voto unánime del Senado de los EEUU que permite a las familias de las víctimas del 11S demandar al mismísimo régimen de Arabia, es una espada sobre la cabeza de los Saud, recordándoles lo que hicieron los británicos en 1952 al insinuar a los Oficiales Libres dirigidos por Gamal Abdel Nasser que Londres no protegía al rey Faruk de un golpe de Estado. Meses después fue derrocado.
El mismo permiso de EEUU a Riad de asediar a Qatar conlleva un claro mensaje: que la Casa Blanca tiene intereses, no aliados. O si hubiera querido que Arabia ganara en la guerra de Yemen, lo hubiera convertido en cenizas en pocos días como lo hizo con Irak o Libia. Así, deja que los jeques se desgasten en estas guerras, mientras les exige que “suelten la pasta” para ser salvados, comparando armas o bonos del Tesoro de EEUU.
Salir de las guerras de Yemen y de Siria, por ser una enorme carga para las finanzas del reino. Pero ¿cómo hacerlo? Y ¿Cómo financiar el conflicto con Qatar o acabar con Irán? Las demandas exigidas por Arabia a Doha para levantar las sanciones, que incluyen cortar los lazos con Teherán, cerrar Al Jazeera y la base militar de Turquía, en realidad son para que Doha no las pudiese cumplir y así mantener la tensión en el Golfo Pérsico.
“Llevaré la guerra dentro del territorio iraní”, dijo e hizo el “niñato” como le ha bautizado la prensa iraní: Unas semanas después dos atentados de Daesh dejaron unas 50 víctimas en Teherán. Mohammad está en la línea del “Perro rabioso” de EUU, el general Mattis que cree que su país se enfrenta a tres mayores amenazas: “Irán, Irán, Irán”. Netanyahu aplaude a ambos.
Con la complicidad de Trump que ha roto el incipiente equilibrio que Obama había creado en la zona entre Irán, Israel y Arabia, los árabes intentarán provocar a Teherán y arrastrarle a otro pantano, por ejemplo, en Pakistán. la prensa iraní, ha intentado proyectar la imagen de un joven enérgico.
Ahora, la pregunta no es si empieza una guerra bélica con Irán (pues las guerras económicas y políticas, además de ciberguerra contra sus instalaciones militares no han cesado), sino cuándo será.
* Licenciada en Ciencias Políticas iraní. Imparte clases en los cursos on-line de la Universidad de Barcelona. Columnista del diario on-line Público.es.