El rearme de Europa: una prueba para la democracia
El apoyo es real, pero la prueba política más difícil llega después
Ramesh Jaura
Europa se está endeudando para financiar su defensa, reforzando su ejército y pidiendo paciencia a la gente. La historia demuestra que los verdaderos desafíos políticos suelen venir después. Alemania es la mayor economía de Europa, su democracia más poblada y, incluso 80 años después de la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo su potencia militar más cautelosa. Esta prudencia no es casual. Proviene de la historia, la memoria y una cultura política centrada en la moderación.

Por eso, la decisión de la Unión Europea, tomada en la cumbre celebrada en Bruselas los días 18 y 19 de diciembre, de ayudar a Ucrania a cubrir sus necesidades financieras y de defensa con 90 000 millones de euros mediante préstamos conjuntos en los mercados de capitales y con el respaldo del presupuesto de la UE —y no utilizando inmediatamente los activos estatales rusos congelados, como se había planeado— es crucial más allá de Kiev y Bruselas. Demuestra más que un simple apoyo a un país bajo ataque. Significa un cambio mayor, un cambio aún mayor en la forma en que Europa se gestiona.
El financiamiento de la guerra y el fortalecimiento del ejército ya no se consideran emergencias coyunturales. Se están convirtiendo en elementos habituales de la política europea.
Este cambio no ha ido en contra de las preferencias públicas. En gran parte de Europa, incluida Alemania, los votantes han aceptado un mayor gasto en defensa debido a la guerra de Rusia contra Ucrania. Pero la historia nos advierte: lo que la gente acepta en tiempos de ansiedad e inmediatez puede convertirse en un problema más adelante, cuando los costos se manifiesten lentamente a lo largo de muchos años en forma de mayor deuda, mayores impuestos y menos dinero para otras necesidades.
En resumen, el rearme va más allá de tanques y misiles. También es una prueba para determinar si la gente apoya estos cambios, y esto se verá afectado lentamente a través de las elecciones, los presupuestos y la confianza política cotidiana. En Alemania, esta prueba comenzará en serio con las elecciones estatales de 2026. En toda Europa, influirá en la política durante años.
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La invasión rusa de Ucrania acabó rápidamente con esa creencia.
Cuando Berlín anunció un Zeitenwende , o punto de inflexión, significó más que un cambio en su política de defensa. Estaba rompiendo una barrera mental. El fondo especial de defensa de 100 000 millones de euros, la promesa de cumplir los objetivos de gasto de la OTAN y el nuevo enfoque en la preparación militar indicaban, en conjunto, que Alemania estaba preparada para asumir responsabilidades que había postergado durante mucho tiempo.
¿Por qué es esto tan importante? Porque Alemania no es un país europeo cualquiera. Es el pilar económico de la UE, su centro político y, cada vez más, el ejemplo que otras democracias buscan para su legitimidad. Si Alemania logra equilibrar el rearme con la confianza ciudadana en la democracia, el resto de Europa podría lograrlo también. De lo contrario, las consecuencias se extenderán.
La financiación de la UE a Ucrania es más que una línea presupuestaria

La deuda conjunta siempre ha sido un tema problemático en la Unión Europea. Solo se aceptó durante la pandemia de COVID-19 como una respuesta puntual a una crisis importante. Actualmente, al utilizar este enfoque para la financiación de la guerra, Europa está cambiando discretamente lo que considera «excepcional».
Para Alemania, esto tiene enormes consecuencias. Los contribuyentes alemanes se encuentran entre los principales financiadores de los préstamos de la UE. Sin embargo, la conexión entre las decisiones y sus resultados no es directa. La gente no vota sobre los bonos de la UE. Solo percibe el impacto más tarde, a través de cambios en los presupuestos nacionales, las regulaciones financieras y las decisiones políticas internas.
Esta brecha es importante. Las democracias dependen de información clara: la gente acepta los costos cuando sabe por qué los paga y quién tomó la decisión. El rearme y la financiación de la guerra dificultan que se preserve esta obviedad.
¿Existe realmente apoyo público al rearme?
Desde 2022, el apoyo a un mayor gasto en defensa ha crecido rápidamente en toda Europa. En Polonia, los países bálticos y los países nórdicos, este apoyo es firme y está arraigado en sentimientos profundos. La cercanía a Rusia, el recuerdo de la historia y la sensación de vulnerabilidad hacen que la necesidad de defensa se sienta personal.
Alemania es diferente. Hay apoyo, pero es cauteloso más que entusiasta. Muchos alemanes aceptan la necesidad del rearme no porque crean en la fuerza militar, sino porque les preocupa lo que podría suceder si Alemania se debilita. La defensa se considera un seguro: costoso, incómodo, pero mejor que el desastre.
Sin embargo, este apoyo tiene límites. Las encuestas indican que la aprobación disminuye cuando se pregunta a los encuestados cómo financiar el rearme. El apoyo general a la defensa no siempre implica que la gente esté dispuesta a aceptar impuestos más altos o cambios financieros a largo plazo.
Esta diferencia es esencial. Los europeos apoyan principalmente la seguridad, pero están mucho menos seguros de pagar por ella de maneras que afecten su vida cotidiana.
El endeudamiento como estrategia política
Pero el endeudamiento también retrasa el enfrentamiento de la verdad.
La deuda se acumula silenciosamente. Los pagos de intereses aumentan lentamente. El gasto en defensa se mantiene alto. Tarde o temprano, la presión financiera se vuelve ineludible. Entonces, los gobiernos deben tomar decisiones que antes postergaban, como subir los impuestos, establecer prioridades y decidir quién debe pagar.
Aquí es donde la historia se vuelve instructiva.
Lo que nos dice un siglo y medio de historia

Un estudio detallado del Instituto Kiel para la Economía Mundial analizó 114 importantes aumentos militares en 20 economías avanzadas desde 1870 y encontró un patrón claro. En primer lugar, los gobiernos se endeudan considerablemente al inicio del rearme. En segundo lugar, los impuestos suben posteriormente, a veces muchos años después, para equilibrar las finanzas públicas. En tercer lugar, esos impuestos rara vez vuelven a sus niveles anteriores a la crisis.
En promedio, los ingresos del gobierno se mantienen entre un 20 % y un 30 % más altos durante 15 años tras el inicio de una expansión militar. Los tipos impositivos máximos suelen ser mucho más altos que antes. Estos cambios no son temporales; perduran.
Igualmente notable es lo que no sucede. Los gobiernos rara vez financian el rearme con recortes permanentes a la sanidad, la educación o la asistencia social. La idea habitual de «armas contra mantequilla» es en gran medida un mito. Las poblaciones suelen optar por ambas opciones y las pagan expandiendo el Estado.
El trinquete democrático
Para la democracia, estos efectos son silenciosos pero vitales. Una vez que los impuestos suben, no suelen disminuir. Cuando el gobierno crece, rara vez se reduce por completo. Los expertos lo llaman el efecto trinquete: las crisis expanden el Estado, y la paz no revierte por completo el cambio.
La gente percibe esto como un cambio lento. Las políticas que pretendían ser temporales se vuelven permanentes. Las medidas especiales se vuelven normales. Con el tiempo, la confianza se desvanece, no porque los líderes se comporten mal, sino porque lo que la gente espera y lo que sucede difieren.
La cultura política alemana es particularmente sensible a esta pérdida de confianza. Su sólido tribunal constitucional, su sistema federal y su enfoque en la supervisión parlamentaria buscan evitar la acumulación silenciosa de poder. Sin embargo, estas protecciones también pueden causar frustración cuando el cambio parece inevitable, pero no se discute a fondo.

Varias preguntas serán críticas:-
¿Quién paga? Si la gente cree que los costos del rearme no se reparten equitativamente, aumentará el resentimiento.
– ¿Cuánto tiempo? Cuando las medidas temporales se vuelven permanentes, la confianza se debilita.
– ¿Quién decide? Los votantes quieren saber que las decisiones sobre seguridad y sacrificio se toman de forma abierta y democrática.
Ninguno de estos problemas provocará el colapso de la democracia. Sin embargo, según el estudio, sí generan estrés. El rearme puede ir de la mano con la renovación de la democracia si los líderes son honestos sobre los costos, justos respecto a quién asume la carga y abiertos al debate. La historia demuestra que los problemas no provienen del gasto de defensa en sí, sino de cómo se gestionan sus efectos.
Un desafío europeo
El verdadero peligro no es la militarización en sí, sino la lenta erosión del discurso democrático, en el que se prioriza la seguridad sobre el debate, la supervisión y el acuerdo.
El rearme es un contrato político a largo plazo
Europa está tomando decisiones que definirán su política y sus finanzas durante décadas. Alemania, más que ningún otro país, decidirá si estas decisiones fortalecen o debilitan lentamente la democracia. La disuasión podría ser necesaria. El apoyo democrático no es automático. Debe renovarse, no solo en tiempos de miedo, sino también en los largos y tranquilos años en que la guerra parece lejana y los costos se perciben sin previo aviso.
Ésta es la verdadera prueba a la que se enfrentan ahora Alemania y toda Europa.
*Periodista con 60 años de experiencia como freelance, director de Inter Press Service y editor fundador de IDN-InDepthNews. Su trabajo se basa en reportajes de campo y la cobertura de conferencias y eventos internacionale