El progresismo caníbal: algunas lecciones de las elecciones en Ecuador

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Eduardo Gudynas |

Las recientes elecciones generales en Ecuador ofrecen varias lecciones que deben ser atendidas en todo el continente. Esa disputa electoral despertó mucho interés, como por ejemplo entre los que entendían que podía corroborar o rechazar la hipótesis del “fin” de los progresismos. A su vez, muestra las reacciones electorales frente a las estrategias desarrollistas del gobierno de Rafael Correa, fuertemente basadas en los extractivismos.

Ese tipo de cuestiones hace que sea muy importante analizar lo sucedido en Ecuador, aunque sin caer en los simplismos. Sea aquel de la superficialidad de una defensa publicitaria del gobierno como si fuese perfecto, ni tampoco el que lo concibe como un demonio rojo que está destruyendo todo a su paso. Hay demasiados ejemplos de esos dos dogmatismos en muchos medios de prensa y todos sabemos que poco sirven. De la misma manera, vale como advertencia que esta es una mirada desde “afuera” con todo lo que tiene de limitaciones como de bueno, enfocada en solo algunas lecciones, varias de ellas relacionadas con las estrategias de desarrollo, y que son relevantes para los demás países sudamericanos.

Los candidatos y los agrupamientos políticos

Lo primero que debe señalarse es que el agrupamiento de gobierno, Alianza Pais (Patria Altiva i Soberana), consiguió un muy importante respaldo ciudadano (39.3% de los votos). Es un apoyo sustantivo ya que ocurre a pesar del esperado desgaste de casi diez años de gobiernos ininterrumpido de Correa, de la crisis económica que vive el país, y que la candidatura estaba en manos de otra persona, Lenin Moreno.

Esto arroja varias lecciones. Aunque es necesario un ballotage para decidir la presidencia, es evidente que no hay un “final” del progresismo. Alianza Pais tiene una mayoría simple en el parlamento (se estiman por lo menos 73 legisladores). Está claro que hay amplios sectores sociales valoran ciertas mejoras (las que son muy visibles en algunos sectores sociales y en infraestructura). Moreno tuvo un fuerte respaldo en provincias de la sierra y la costa, y en las grandes ciudades; ganó en 15 capitales provinciales, incluyendo las principales ciudades (Quito, Guayaquil y Cuenca).

Asimismo, no se forzó una reforma constitucional para una nueva reelección de Correa, lo que debe ser observado con atención, especialmente desde Bolivia, donde el MAS sigue insistiendo con esa idea. Son debatibles las razones por las cuales eso no ocurrió en Ecuador, pero finalmente optaron por un candidato distinto (Lenin Moreno), lo que puede revigorizar al conglomerado político de gobierno. El contrapeso en ello es la omnipresencia de Correa, tanto sobre el candidato como sobre el movimiento político, frenando así las renovaciones.

Un segundo aspecto es que los sectores conservadores votaron divididos en por lo menos dos grandes corrientes (la alianza Movimiento Creo de Guillermo Lasso, 28%, y el Partido Social Cristiano con Cynthia Viteri, 16%). No es descabellado pensar que si hubieran unido posiblemente triunfaban en la primera vuelta; el total de las dos corrientes suma 44%. Por lo tanto, la victoria de Alianza Pais también refleja que perdieron los sectores conservadores tradicionales al no poder coordinar una misma candidatura. Lo que tradicionalmente se rotula como “la derecha” no es un sector unitario, y esa particularidad está presente en los países vecinos y debe ser examinada con atención (es muy clara también en Bolivia, Colombia, Perú y Chile, por ejemplo).

Esas dinámicas resultaron en que el candidato oficialista ganara en varios bastiones conservadores, como la ciudad de Guayaquil y en provincias de la costa.

En tercer lugar, la votación de la izquierda independiente, agrupada con el candidato Paco Moncayo, fue reducida (6,7%), aunque es casi el doble de las elecciones anteriores (y con ello ampliará su bancada legislativa). En este caso la izquierda participó en una coalición (Acuerdo Nacional por el Cambio) que incluyó a la Izquierda Democrática, Unidad Popular, el partido indígena Pachakutik y distintos movimientos sociales. De todos modos, una vez más la coordinación dentro de esa coalición se resquebrajó, ya que hubieron candidatos sectoriales que sacaron más votos que el candidato a la presidencia.

La existencia de esta izquierda independiente sirve para insistir en que los progresismos son una manifestación política distinta. La divergencia entre progresismo e izquierda ocurrió en Ecuador hace ya varios años, y no ha dejado de acentuarse.

Territorios, extractivismos y votos

Uno de los aspectos más llamativos en el caso ecuatoriano, es que en las zonas más golpeadas por los extractivismos minero y petrolero, ubicados en la Amazonia, se votó abrumadoramente contra el gobierno. Son regiones donde predominan colonos y comunidades indígenas, y muchos han sufrido impactos sociales y ambientales, o una creciente violencia. Recordemos que en plena campaña, el gobierno Correa militarizó territorios del pueblo indígena shuar, quienes resistían a una empresa minera china, y además judicializó a varios de sus líderes.

Desde las comunidades que enfrentan los extractivismos la evaluación del gobierno Correa es muy negativa. Las promesas gubernamentales de beneficios económicos y sociales a cambio de aceptar a mineras o petroleras no tuvieron mayor efecto en conseguir adhesión electoral. O bien, esos comunarios ya saben por su propia experiencia que por más dinero que les prometan o reciban, terminan perdiéndose la calidad ambiental de sus territorios.

Sin embargo, como cuarto aspecto, hay que señalar que en esas regiones amazónicas los votos de esos descontentos fueron al candidato conservador (Lasso), y no necesariamente a la izquierda independiente opositora a Correa. Por ejemplo, hay provincias amazónicas donde Lasso casi duplica al gubernamental Moreno; en Napo, la oposición recibió el 55% de los votos contra 25% para Moreno (otras máximas votaciones de ese candidato fueron en Morona Santiago con 52% y en Pastaza 48%). Es como si muchos, desde la resistencia social local, sólo encontraran una salida caminando hacia la derecha.

Aquí asoman varias lecciones que deben ser analizadas detenidamente. Parece claro que desde las comunidades locales se rechazan los extractivismos por sus impactos y a la vez se considera que el gobierno no ofrece garantías en cuanto a calidad de vida y ambiente en esos sitios, sino que activamente impone a las mineras o petroleras. Es más, el propio gobierno es una fuente de violencia en sus apoyos extractivistas. Por lo tanto, en esos sitios predomina el rechazo a los candidatos oficialistas. Es un fenómeno similar al que se observa en Perú o Bolivia.

En el caso ecuatoriano, ese rechazo no resulta en un mayor apoyo a la izquierda independiente sino que una proporción significativa parece haber optado por un “voto útil” a la derecha política buscando impedir que Alianza Pais se mantenga en el gobierno.

Eso debería ser mirado con especial atención por ejemplo desde Perú, ya que en su coalición Frente Amplio hay una tensión entre un ala más progresista (y proclive a los extractivismos) y unos sectores que enfatizan la protección territorial y ambiental. No olvidemos que la candidata Veronika Mendoza participó del último encuentro progresista latinoamericano organizado por el gobierno Correa. Entonces es importante observar que en el caso ecuatoriano, el amparo a proyectos extractivistas brindó muchos votos urbanos que le permitieron llegar al gobierno, pero a la vez, eso le alejó de las comunidades locales y de cualquier proyecto de izquierda.

Esas comunidades locales están tan golpeadas, que parecería que no votan ni siquiera a la izquierda independiente como si tuvieran miedo que ella también se conviertan en un nuevo progresismo. Los progresistas de esa manera impiden una renovación hacia la izquierda pero además anula a la izquierda independiente.

La paradoja de esta situación es que un candidato conservador como Lasso sin duda avanzará con los extractivismos, aunque de modos distintos, tal como se observa ahora en Argentina bajo el gobierno Macri o en Brasil con Temer. No existirá un alivio en las presiones extractivistas apoyando a la oposición conservadora.

La situación amazónica contrasta con lo observado en varias zonas rurales de los Andes y la costa, donde el candidato del gobierno tuvo muy buena votación. En efecto, Moreno logró las proporciones más altas de voto en las provincias de Manabí 54% y Santa Elena 48%. Sin duda hay muchos problemas rurales en la sierra y la costa, como la desigualdad en el acceso a las tierras, limitada rentabilidad, avance del agronegocio, deterioro de suelos y aguas, etc. Son problemas que el gobierno Correa no ha logrado solucionar y que por momentos no están en el centro de su atención. Pero esa situación no alimentó un rechazo electoral masivo a Alianza País, y muchos votantes rurales terminaron apoyando a Moreno. De todos modos, el opositor Lasso obtuvo buen apoyo en zonas rurales, por ejemplo en Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua y Bolívar.

Habría que analizar en más detalle si el deterioro rural, en tanto se expresa crónicamente, no produce la misma conflictividad social que los extractivismos, lo que estalla en problemas más agudos y visibles. Como ejemplo podría recordarse, para la sierra, los procesos de erosión que han sido señalados desde hace mucho tiempo, mientras que en la Amazonia la llegada de las mineras y sus excavaciones generan amputaciones ecológicas en lapsos muy breves.

De todos modos queda en claro que los extractivismos desencadenan reacciones ciudadanas que afectan directamente las votaciones, lo que debería ser observado detenidamente en los países vecinos. Debe subrayarse esto ante la cantidad de artículos superficiales que son ciegos ante esta problemática, y en especial por los textos que abusan de las metáforas de enormes batalles parecen no entender que la verdadera guerra es contra las comunidades locales, los indígenas y la naturaleza.

Publicidad, medios y corrupción

La campaña electoral ecuatoriana también fe una disputa publicitaria, y una confrontación sobre el poder que realmente tendrían los medios. En ese contexto, la publicidad de todos los candidatos fue simplista, repetitiva, agobiante, casi asfixiante, y para muchos aburrida.

Tampoco puede ignorarse que la publicidad por el candidato oficialista se duplicaba, ya que por un lado estaban los avisos del propio movimiento político y por otro lado la que sin inhibiciones desplegaba el gobierno. En unos casos alcanzó ribetes de posverdad algo cómicos, como por ejemplo el anuncio de una mega inversión de 3 mil millones de dólares para fabricar autos eléctricos, que el secretario de educación presentó rodeado de banderas y logos de grandes corporaciones, y que terminó con desmentidos desde esas transnacionales.

Aunque Correa se burló de una supuesta revolución de los smartphpnes, las redes sociales y webs alternativas jugaron un papel importante, en paralelo a los medios convencionales. Desde allí se ventilan todo tipo de informaciones, denuncias, reportes, etc., y su penetración es cada vez mayor.

Justamente las denuncias de corrupción contra el gobierno Correa centraron mucha atención tanto desde medios convencionales como desde las redes sociales. Esas denuncias, especialmente las que involucraban a la petrolera estatal Petroecuador, fueron intensas, y con ribetes rocambolescos aprovechados por sectores opositores (por ejemplo, distribuyendo mini videos con declaraciones de un ex ejecutivo de esa empresa que huyó de Ecuador).

Sin embargo es difícil afirmar que todo eso jugó un papel decisivo en alentar un voto contra el gobierno. No puede negarse que existe un problema con la corrupción, y que muchos casos están asociadas con los extractivismos –otro de los asuntos negados por los analistas superficiales. No es un problema exclusivo de Ecuador sino que se repite en todos los países. Pero de todos modos, no parecería que la lucha contra la corrupción fuese determinante en decidir premios y castigos electorales. Es como si muchos aceptaran a la corrupción como una característica inmodificable de la vida política.

Institucionalidad política y electoral

El caso ecuatoriano también es una alerta sobre la enorme importancia de la institucionalidad electoral. El proceso de conteo de los votos estuvo bajo fuerte controversia, se sumaron denuncias en las redes sociales, duras declaraciones de los partidos de oposición, movilización ciudadana en las calles en varias ciudades, y para completar todas las posibilidades, hasta Alianza Pais criticó a las autoridades electorales. O sea, todos están descontentos con la autoridad electoral.

Los movimientos ciudadanos ya habían alertado sobre eso; recordemos que ese consejo electoral fue el que trabó de distintos modos una consulta ciudadana sobre la explotación petrolera en la Amazonia.

La lección es que cuando un gobierno juega a incidir sobre la autoridad electoral la democracia pierde, pero también se afecta su propia legitimidad. Hay un efecto boomerang, ya que aún si Lenin Moreno gana esa segunda vuelta, su legitimidad presidencial estaría afectada si persisten todos estos problemas.

Los países vecinos, en especial Perú y Bolivia, deben asegurar la independencia y rigurosidad en las autoridades electorales, para no caer en problemas similares a los ecuatorianos (y a los de Venezuela).

Un progresismo caníbal

Como un balance preliminar, la situación ecuatoriana muestra a un progresismo que mantiene un núcleo duro de adhesión ciudadana, y con ello podrá controlar la agenda del poder legislativo. Desde ese punto de vista es una expresión política que sigue viva, pero a la vez no logra generar nuevas innovaciones políticas y se vuelve cada vez más dependiente de estrategias de desarrollo convencionales. Por esa razón es que se describe un progresismo agotado.

Los progresismos han tenido éxitos electorales iniciales, especialmente por tomar algunas medidas propias de la izquierda y por una retórica que también aprovecha imágenes de la izquierda. Pero los componentes centrales en sus estrategias de desarrollo son convencionales, y ello impone políticas públicas que, por ejemplo, toleran todo tipo de impactos sociales y ambientales, y a la vez, rediseñan los entendidos de la democracia, volcándose a prácticas cada vez más verticalistas y menos participativas, y son ese tipo de factores los que resultan en su agotamiento. El proceso ecuatoriano da muchos ejemplos de esta problemática.

Paradojalmente, ese agotamiento genera condiciones políticas que hace que muchas bases de apoyo, en lugar de buscar las alternativas hacia la izquierda, se vuelquen a los sectores conservadores. Es como si el progresismo tuviera una veta caníbal.

En efecto, el progresismo devora aquellos componentes de izquierda en sus propias estrategias de desarrollo bajo la obsesión con el crecimiento económico y las exportaciones. Devora sus bases políticas, y cuando éstas lo abandonan, muchas de ellas se corren hacia la derecha. El progresismo se presenta a sí mismo como la única y verdadera izquierda, y golpea a la izquierda independiente; la ataca, calificándola como infantil por ejemplo, y con ello impide alianzas con ella para renovarse genuinamente hacia la izquierda. Esta problemática también es visible en las elecciones ecuatorianas, y procesos análogos se han observado en Brasil y Argentina.

Es por todo este tipo de razones que las elecciones en Ecuador ofrecen muchas enseñanzas que deberían ser analizadas con detenimiento por quienes, en los demás países, siguen comprometidos con la justicia social y ambiental.

La foto inicial presenta a los principales candidatos presidenciales: Paco Moncayo, Lenin Moreno y Guillermo Lasso (de izquierda a derecha).

Eduardo Gudynas es analista en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES). Una versión inicial de estas ideas se publicó como nota de opinión en Los Tiempos (Cochabamba), 23 febrero 2017; y en una entrevista con Página Siete (La Paz), 28 febrero 2017. Publicado en Democracia Sur el 3 de marzo 2017.