El primer informe de Trump, una lluvia de autoelogios
Daniel Brooks-La Jornada|
El presidente que más ha polarizado en la era moderna convocó este martes a la unidad nacional, exaltó su labor durante el primer año de gestión, invitó a resolver la situación de los dreamers a cambio de un gran muro y reducir el número de inmigrantes, y declaró que este es “nuestro nuevo momento americano”, en un informe sazonado con referencias a la familia, a la patria, a la bandera y a Dios.
El ritual anual del discurso del Estado de la Unión –tal vez el acto público de mayor relieve para un presidente– se ofreció anoche en el Capitolio ante ambas cámaras del Congreso, los integrantes de la Suprema Corte, el estado mayor y todo menos un integrante del gabinete (el sobreviviente designado, se le dice), con una coreografía muy elaborada en la que casi nunca hay una sorpresa de diseño, aunque nadie estaba del todo seguro si Donald Trump seguiría el guión (lo hizo).
En su primer discurso sobre el Estado de la Unión, Trump intentó ser presidencial, con un mensaje algo esquizofrénico: el presidente más divisivo llamó a la unidad por el bien del futuro de Estados Unidos afirmando: juntos estamos construyendo un Estados Unidos seguro, fuerte y orgulloso.
Después de llamar a que los políticos pongan de lado nuestras diferencias, buscar terreno común, y convocar a la unidad que necesitamos para cumplir con el pueblo que nos eligió para servirle, ofreció una serie de propuestas que dividen a este Congreso y que son rechazadas por la mayoría de la opinión pública; desde la salud y la migración, hasta las guerras.
Insistió en que durante el reciente año hemos intentando restaurar los lazos de confianza entre nuestros ciudadanos y su gobierno, sin mencionar, obviamente, que las encuestas registran cada vez mayor desconfianza y reprobación del presidente.
Resaltó el auge económico y dijo que fue en parte resultado de que cumplió con su promesa de promover los recortes más grandes y la reforma de impuestos más grande en la historia estadunidense, e insistió en que “nunca ha habido un mejor momento para empezar a vivir el sueño americano”.
Trump se congratuló al afirmar: hemos eliminado más regulaciones en nuestro primer año que cualquier administración en la historia de nuestro país.
Declaró que la nación finalmente, ya volteó la página sobre décadas de acuerdos de comercio injustos que sacrificaron nuestras prosperidad y trasladaron fuera nuestras empresas, nuestros empleos y la riqueza de nuestro país.
Migración
Trump reiteró su propuesta presentada la semana pasada, en la que a cambio de ofrecer una ruta hacia la ciudadanía a 1.8 millones inmigrantes indocumentados que llegaron siendo menores (los llamados dreamers), exige un muro fronterizo, fin a la lotería de visas y la anulación del sistema que otorga prioridad a familiares de inmigrantes, que ha prevalecido durante décadas. Es la misma propuesta que ya fue rechazada por legisladores demócratas, defensores de inmigrantes y de los propios dreamers.
Una vez más, clasificó la inmigración como asunto de seguridad nacional, enfatizando los atentados terroristas perpetrados por extranjeros y los delitos violentos cometidos por inmigrantes, sobre todo los jóvenes. Convirtió a la pandilla MS-13 en una especie de amenaza a escala nacional.
Insistió en que, ante todo, se debe defender a los estadunidenses en este asunto, “porque los estadunidenses son dreamers también”.
Política exterior
Insistió en que “al reconstruir la fuerza y la confianza de Estados Unidos en casa, también estamos restaurando nuestra fuerza y posición en el exterior.
En el mundo enfrentamos regímenes villanos. Grupos terroristas y rivales, como China y Rusia, que retan a nuestros intereses, nuestra economía y nuestros valores, declaró –y después amplió sobre la amenaza que representa Corea del Norte– por lo que pidió elevar el gasto militar y modernizar el arsenal nuclear –ojalá nunca tengamos que usarlo, dijo– y proceder con la lucha antiterrorista. En este contexto, anunció que este martes firmó una orden ejecutiva para mantener abierto el centro de detención de combatientes enemigos en Guantánamo.
Denunció que decenas de países votaron en contra de su decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, a pesar de que Washington les brinda asistencia internacional, por lo que solicitó al Congreso aprobar una legislación para asegurar que los fondos de asistencia exterior siempre sirvan a los intereses estadunidenses.
Declaró que al “fortalecer nuestras amistades (…) también estamos restaurando claridad sobre nuestros adversarios”, y en ese contexto mencionó la necesidad de una posición más firme respecto de Irán y, en la única mención de países del continente americano, recordó que su gobierno impuso sanciones firmes a las dictaduras comunista y socialista en Cuba y Venezuela.
En su discurso de una hora y 20 minutos, donde fue patente la ausencia de unidad entre republicanos y demócratas por quienes se levantaban para aplaudir y quienes no, fue notable también la ausencia de cualquier mención a la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones que han perseguido a este presidente desde que llegó a la Casa Blanca.
En lugar de eso, ofreció repetidas frases sobre la grandeza de este país y de su pueblo –del cual se presentó como portavoz– y la necesidad de que todos respeten su bandera y el himno nacional.
Afirmó: “juntos estamos redescubriendo el american way”. Subrayó que “en America, sabemos que fe y familia, y no gobierno y burocracia, son el centro de la vida estadunidense. Nuestro lema es: ‘en Dios confiamos’”.
Disidencia
La voces, expresiones y actos de protesta y disidencia contra el gran unificador se manifestaban dentro y fuera del Capitolio. Defensores de inmigrantes y varios dreamers fueron invitados por legisladores para observar el discurso desde la galería dentro del Capitolio, mientras afuera, en la capital y otras ciudades, hubo actos de protesta de agrupaciones de inmigrantes y sus aliados.
Dentro, también, varias legisladoras demócratas se vistieron de negro –como lo hicieron actrices y otras personalidades en actos recientes– para expresar su solidaridad con el movimiento #MeToo denunciando el abuso y hostigamiento sexual por hombres poderosos en todos los ámbitos, incluido el ocupante de la Casa Blanca.
La senadora Kirsten Gillbrand, de Nueva York, tuvo como invitada a Carmen Yulin Cruz, la alcaldesa de San Juan, Puerto Rico; tema que no fue mencionado por el presidente, y donde medio millón de ciudadanos estadunidenses siguen sin electricidad, a cuatro meses del paso de un huracán. Por su parte, la senadora Elizabeth Warren invitó a un integrante del concilio de la ciudad de Brockton: el primer inmigrante haitiano electo a un puesto en el estado de Massachusetts.
Sobre el muro del hotel Trump, que está en el camino entre la Casa Blanca y el Congreso, fue proyectada la frase El estado de la resistencia es fuerte.
La respuesta demócrata al informe –parte del ritual de este espectáculo– estuvo a cargo del representante federal Joe Kennedy III, nieto de Robert F. Kennedy y sobrino nieto del presidente John F. Kennedy.
Después de horas –antes y después del discurso– de comentarios sobre si esto importaba o no, la noche concluyó con Stormy Daniels, la estrella de pornografía que se dice tuvo una aventura sexual con Trump en 2006 y que aceptó un pago a cambio de su silencio sobre el asunto durante la elección de 2016; ella fue la invitada especial del programa Jimmy Kimmel Live.