El Papa, las teorías “mágicas” del capitalismo y la desigualdad
Isabella Arria| |
La nueva encíclica, Fratelli tutti, la tercera en ocho años de mandato del Papa Francisco, es un texto con fuerte carga política, relevante en un tiempo de pandemia que exacerba la desigualdad, el potencial de pobreza y las diferencias entre seres humanos.Los mensajes del papa Francisco suelen tener impactos diferentes entre los no católicos y los católicos, especialmente en el seno de una Iglesia en la que el sector conservador ofrece resistencias colosales contra su pensamiento y su gestión. Y quizá por ello no ha logrado encontrar la difusión masiva que se merecen, y parece invisibilizado por los grandes medios hegemónicos y cartelizados.
La encíclica, firmada simbólicamente en la iglesia de San Francisco de Asís, de quien Bergoglio tomó nombre por su compromiso con la pobreza, establece una hoja de ruta política con fuertes críticas al liberalismo, a la globalización sin reglas, al consumismo, al populismo, a la falta de empatía hacia los inmigrantes y a lo que considera tiranía de la propiedad privada sobre el derecho a los bienes comunes. “Tierra, casa y trabajo para todos” es la esencia de un texto que intenta arrojar claridad sobre las responsabilidades de la desigualdad creciente y que propone una mirada compasiva e inclusiva hacia todos los seres humanos frente a la bandera del beneficio propio. Especialmente comprometido es su pronunciamiento en contra de los nacionalismos “exasperados, resentidos y agresivos”. “La historia da muestras de estar volviendo atrás”, dice. Sus palabras dan voz a las grandes franjas de población que se ven excluidas y huérfanas de referentes que las defiendan. El Papa condenó la política populista que intenta demonizar y aislar, y pidió una «cultura del encuentro» que fomente el diálogo, la solidaridad y un esfuerzo sincero en buscar el bien común. En ese sentido, Francisco reiteró sus críticas al «perverso» sistema económico global, afirmando que mantiene al pobre en los márgenes al tiempo que enriquece a unos pocos. Asimismo, rechazó nuevamente la teoría económica del «efecto goteo», como hizo en 2013 en ‘Evangelii Gaudium’ (El gozo del Evangelio), indicando que no tiene el efecto que dice tener. «El neoliberalismo sencillamente se reproduce recurriendo a teorías mágicas de ‘derrame’ o ‘goteo’, sin usar ese nombre, como la única solución a los problemas de la sociedad […] Se presta poca atención al hecho de que el supuesto ‘derrame’ no resuelve la desigualdad que da pie a nuevas formas de violencia que amenazan el tejido de la sociedad’, escribió. Francisco dijo que la pandemia del coronavirus ha demostrado que las «teorías mágicas» del capitalismo de mercado han fracasado y que el mundo necesita una nueva clase de política que fomente el diálogo y la solidaridad, y rechace la guerra a toda costa. «Al margen de las distintas formas en las que los diversos países respondieron a la crisis, su incapacidad para trabajar juntos se hizo bastante evidente», señaló. En el texto, rechazó incluso la doctrina de la Iglesia católica que justificaba la guerra como medio de legítima defensa, afirmando que se ha aplicado de forma demasiado amplia durante siglos y ya no es viable. «Hoy en día es muy difícil invocar los criterios racionales elaborados en siglos pasados para hablar de la posibilidad de una ‘guerra justa’», escribió el pontífice en quizá la parte más controvertida de la nueva encíclica. En un mundo en el que crecen los populismos bajo el liderazgo de Donald Trump, en el que se fortalecen dirigentes nacionalistas con escaso apego democrático como Putin o Erdogan y en el que el modelo europeo se ve debilitado por potencias que avanzan con menor respeto a los derechos democráticos como China, la emergencia de un discurso que alerte contra los excesos de un sistema que produce “esclavos y descartes” debe ser bienvenida. El Papa, finalmente, lidera una comunidad de más de 1.300 millones de personas y sus palabras tienen valor. La encíclica afronta retos en el seno de la propia Iglesia, donde las élites se resisten al pensamiento del Papa, a su afán de transparencia —que ha llevado a publicar estos días las cuentas del Vaticano por primera vez en cuatro años— y al acuerdo alcanzado con China, puesto en cuestión por EE UU en el reciente viaje del secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo a Roma. Y arrastra un déficit en torno a la otra desigualdad, la de género, por un lenguaje y un contenido exclusivamente masculinos que ha motivado protestas de numerosas católicas. Pero, con sus carencias y dificultades, valga la iniciativa de volver a colocar al ser humano en el centro del debate. En un mundo que debe repensar su forma de organizarse, es sin duda un interesante aporte. * Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)
|