El nuevo canciller Merz se lanza a reconvertir Alemania en la gran potencia militar europea

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Diego Herranz* – Público.es

La coalición entre conservadores y socialdemócratas abandona la austeridad y abre la mano al despliegue de gastos y a un giro constitucional que permitirá un endeudamiento de un billón de euros dirigido a rearmar el país 80 años después de su capitulación en la Segunda Guerra Mundial.

La designación de Friedrich Merz como nuevo canciller alemán vino con una seria advertencia. En primera instancia, su candidatura se atascó en el Bundestag, hasta el punto de poner en duda la mayoría parlamentaria que debía conducir a la reanudación de una coalición entre los partidos que han conformado el tradicional bipartidismo germano: la conservadora CDU y su hermana bávara, la CSU, por un lado, y los socialdemócratas del SPD, por otro.

El rechazo de varios diputados del SPD en la primera votación de investidura de Merz dejó evidencias de que la fumata blanca otorgada por sus socios de coalición no es un cheque al portador, sino que muestra a las claras las reticencias que el canciller despierta entre sus rivales, que le achacan una arrogancia personal inusitada y un aire despectivo que le granjea no pocos enemigos. Pero solo fue una pesadilla pasajera. Porque a Merz le respalda un exigente pacto político larvado durante los últimos dos meses que contiene, en sus 144 páginas, un elenco de medidas, objetivos y retos que predisponen a Alemania a un giro geoestratégico de especial intensidad.

Las declaraciones de Merz apuntan a esa dirección. «A partir de ahora, el progreso de Alemania será la prioridad, a través de reformas e inversiones», afirmó antes de advertir de que «la voz de Berlín se escuchará en Europa y el mundo«. También después de dejar traslucir el vacío de poder que su antecesor, Olaf Scholz, generó en la UE con su gabinete tripartito de socialdemócratas, ecologistas y liberales, y la crisis política del pasado mes de noviembre. Esta desencadenó en un adelanto electoral 11 meses antes de la finalización de la legislatura.

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También quedó patente un cambio de aires en el SPD, que cayó al tercer lugar en los comicios por detrás de la ultraderechista Alternativa por Alemania (AfD), en el peor resultado en las urnas de su historia. Lars Klingbeil, que comparte el liderazgo con Scholz, bajo el yugo de una retirada política a cámara lenta, asumió el diagnóstico de Merz al enfatizar la urgencia de que Alemania contribuya a «configurar el nuevo orden mundial» que emerge con la versión Trump 2.0 porque, de lo contrario, «corremos el riesgo de ser devorados por estos cambios». Klingbeil será el próximo ministro de Finanzas, siempre poderoso en Berlín.

El otro hombre fuerte del SPD será Boris Pistorius, que conservará su cartera de Defensa. También él se declara partidario de que Alemania modele una estructura de seguridad nacional más férrea y de impulsar su arsenal y su capacidad militar. Tanto como para afrontar una contienda bélica en 2029, con el punto de mira dirigido a Rusia, la gran amenaza geoestratégica a ojos de Pistorius.

Merz, convencido atlantista, y su CDU también observan con perplejidad el paulatino abandono del viejo aliado americano desde la llegada de la Administración Trump. Un argumento de peso con el que ambas formaciones han tejido un acuerdo de legislatura que incluye un cambio total de enfoque en materia de defensa con la puesta en marcha de un fondo extrapresupuestario permanente y un nuevo Consejo de Seguridad Nacional.

Además del firme compromiso de Berlín de cumplir con las obligaciones financieras de la OTAN (un 2% del PIB al menos de gasto militar) y una atención de recursos especial hacia la modernización de las capacidades cibernéticas y de inteligencia. Por si fuera poco, el documento establece la reconversión de la industria de armas, su impulso en Europa y la activación de iniciativas encaminadas a promover la integración de los ejércitos del club comunitario. También en el terreno individual, a fin de crear un ejército capaz de defender el territorio federal y el de sus aliados europeos.

Judy Dempsey, analista de Carnegie Europe, otorga a Merz opciones de liderar estratégicamente a la UE porque -asegura- «con Trump socavando la alianza transatlántica, Europa necesita una Alemania con predisposición a llevar las riendas» y un canciller que «empodere» al club europeo para que se «haga cargo de su propia seguridad y defensa«. Y Merz parece dispuesto a restaurar ese rol para su país.

De hecho, su primer viaje al extranjero será a París, al otro lado del eje de la geometría de poder de la UE y la única nación del armazón comunitario con estatus de potencia nuclear. Justo antes de recalar en Varsovia. No es casualidad. Su vecino del este dispone del mayor ejército terrestre europeo y es el socio que más ha elevado el gasto en Defensa en relación al PIB. De igual forma, es, junto a los bálticos y Finlandia, el miembro de la Unión qué más ha trasladado su temor a un futuro ataque del Kremlin a alguno de sus vecinos con pasaporte comunitario.

El subconsciente colectivo alemán es partidario de configurar un ejército europeo. Y el objetivo inminente de Merz es comenzar a preparar una postura europea unificada antes de una cumbre crucial de la OTAN en junio. Como lo revela Evelyn Gaiser, asesora de la OTAN y de seguridad de la Fundación Konrad Adenauer y afiliada a la CDU de Merz.

La cita atlántica «será decisiva para el futuro de la arquitectura de defensa y seguridad de Europa», por lo que «es necesario preparar ya una postura europea coordinada y una señal clara de un mayor esfuerzo militar«. Para lo cual, el canciller debe contar con Polonia, el mayor inversor proporcional europeo de la OTAN, y con Emmanuel Macron, impulsor casi aislado de la autonomía estratégica de la UE en años recientes.

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Sin embargo, y al mismo tiempo, la sociedad alemana también tiene marcado un sentimiento de escepticismo frente a cualquier intento de rearme. Sobre todo, entre los jóvenes, que temen llamadas a filas para completar un ejército de apenas 181.000 efectivos y se declaran opuestos al servicio militar. Pese a que Bruno Kahl, jefe del servicio de inteligencia exterior alemán BND, advierta de que el marco legal y político de Alemania la deja rezagada respecto a sus aliados y socios en su capacidad para responder a las cambiantes amenazas a la seguridad. Y a que varias de las iniciativas de rearme claves, como el tamaño de la Bundeswehr (las fuerzas armadas alemanas), el reclutamiento o el nivel de gasto en defensa, siguen sin revelarse, señala a Político el profesor Joachim Krause, director del Instituto de Política de Seguridad de la Universidad de Kiel.

En cualquier caso, y de momento, se sabe que los recursos serán milmillonarios. El tratado con Los Verdes concede al Gobierno bipartito la capacidad de endeudamiento masivo en defensa, hasta casi alcanzar el billón de euros por su respaldo a la reforma constitucional que abre de par en par las puertas al gasto militar y que acaba con el límite del 0,35% del PIB de déficit estructural anual. La alianza parlamentaria con los ecologistas es esencial para superar esta parte del cordón fiscal que, ahora, Alemania está dispuesta a enterrar en el armario. A cambio de un fondo de 500.000 millones de euros para proyectos medioambientales y redes de infraestructuras.

Para más inri, la Alemania de Merz también está dispuesta a echar por tierra otro de sus asuntos tabú: los eurobonos. Berlín ha pasado ahora a ser más propicia a asumir el eurobono como aval de mutualización de gastos europeos. Incluso poniendo al bund alemán como referente para la activación de un utensilio que Mario Draghi defendió como presidente del BCE, primero, como primer ministro italiano, después, y ahora como autor del informe de Competitividad encargado por Bruselas para que Europa pueda rivalizar con EEUU China en el orden económico mundial.

La defensa de los eurobonos por parte de Draghi ha dado alas a los partidarios de militarizar la UE. La idea de que unas emisiones de deuda compartida por los socios de la Unión repercutirían presupuestariamente de manera beneficiosa -sin desembolsos anuales demasiado excesivos- y se justificaría como proyecto de interés geoestratégico para el club comunitario, como propuso el anterior mandatario de la autoridad monetaria del euro. En el caso de un Ejército europeo, el cheque ascendería a 750.000 millones de euros, exactamente la cantidad que Draghi manejaba en su estudio para, de manera anual y durante un lustro, abordar la reconversión industrial -con partidas expresas para su rama militar- y transformar el mercado interior con una agenda de reformas estructurales que eleven la productividad y la competitividad global.

El contexto internacional tampoco ayuda. El gasto militar se disparó en todo el planeta en 2024. En nada menos que un 9,4%, hasta superar los 2,7 billones de dólares, una cantidad que oscila entre el tamaño del PIB francés e italiano, séptimo y octavo del mundo, asegura el informe anual del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI, según sus siglas en inglés). Por supuesto, también Europa. Los socios, incluida Alemania, aumentaron sus partidas en defensa hasta el punto de ser el principal impulsor de los fondos públicos destinados a armas.

La locomotora europea fue el socio de la UE que más gastó, con un incremento del 28%, hasta los 89.000 millones de dólares, la cuarta cifra mundial más alta. Rusia lo hizo en un 38%, lo que elevó su factura armamentística a 149.000 millones de dólares. En conjunto, Europa fue el gran impulsor de la industria militar, con unos desembolsos en todo el territorio continental -incluida Rusia- de 693.000 millones de dólares en defensa, un 17% más que el año anterior, según SIPRI.

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Los socios comunitarios han movilizado miles de millones de dólares en fondos adicionales para contrarrestar la amenaza rusa y compensar la drástica retirada del presidente Donald Trump de los compromisos estadounidenses con la seguridad del continente. De hecho, los 32 aliados de la OTAN aumentaron su gasto militar en 2024 y 18 de ellos destinaron al menos el 2% de su PIB a sus ejércitos, según la metodología del SIPRI.

Si bien EEUU fue de nuevo el mayor inversor global, con un repunte del 5,7%, hasta los 997.000 millones de dólares. Al igual que IsraelTurquía China.

Los desembolsos en armas del pasado ejercicio fueron los de mayor calibre desde el final de la Guerra Fría. Las contiendas bélicas en Ucrania y Oriente Próximo empeoraron drásticamente las perspectivas de seguridad de las naciones occidentales, que han sepultado su reciente reticencia a aumentar significativamente los recursos de sus fuerzas armadas.

Otro barómetro que destaca la intensidad armamentística es el Índice Mundial de Aeroespacial y Defensa de Bloomberg, que incluye empresas como la alemana Rheinmetall AG y Lockheed Martin, y que se ha revalorizado un 16% en los cuatro primeros meses de 2025, incluso cuando las guerras arancelarias provocan una caída generalizada de la bolsa.