El mal paso de la oposición venezolana
Martín San Francisco|
En su búsqueda de apoyo internacional para una inconstitucional ley de amnistía, los dirigentes opositores venezolanos han viajado por todo el continente, desde la Patagonia hasta el Río Grande. Chile fue uno de los países visitados. Por cierto, la llamada ley de amnistía no constituye un hecho aislado, ni su único propósito es la liberación del opositor golpista Leopoldo López. De hecho, esto constituye solo uno de los ejes y argumentos que conforman la campaña mediática que cada vez se hace más virulenta y peligrosa contra el gobierno constitucional de Venezuela.
La campaña fue estimulada por la decisión del gobierno estadounidense de renovar el decreto presidencial calificando a Venezuela como “una amenaza a la seguridad nacional de EE.UU., hecho que incitaría a la risa y burla, si no fuera por el peligro real que esta decisión de Washington representa para la paz y estabilidad no solo de Venezuela, sino de todo el resto de la región. El decreto estadounidense abre las puertas para tratar de justificar una agresión militar directa contra ese país y es visto por los leales seguidores de la Casa Blanca en la región como una orden tacita para gobiernos y políticos de derecha, a no escatimar recursos y acciones que contribuyan con las acciones desestabilizadoras de los sectores más violentos de la oposición venezolana.
Solo baste mencionar el editorial publicado el pasado 12 de abril por el diario estadounidense The Washington Post, donde se indica que “Venezuela requiere de forma desesperada la intervención política (y no tan política) por parte del resto de los gobiernos latinoamericanos”, vaticinando una “explosión social” en dicho país.
No es casual que la visión apocalíptica que trata de presentar The Washington Post sobre Venezuela coincida con el incremento de los llamados que realizan conocidos representantes de “sectores duros” de la oposición, especialmente representantes de Voluntad Popular (del cual es líder Leopoldo López), a retomar nuevamente las llamadas guarimbas y acciones violentas de desestabilización como vía para tratar de derrocar al gobierno democráticamente electo del presidente Nicolás Maduro.
No podía faltar entre los componentes de la estrategia de Washington los esfuerzos por involucrar a la Organización de Estados Americanos (OEA) en estos propósitos, con la desesperada y frenética actividad de su secretario general Luis Almagro, que bajo las instrucciones de Washington, trata de convencer a los gobiernos latinoamericanos de que es “impostergable” involucrar de forma directa a esta organización, activando la “famosa” carta democrática de la OEA, bajo la cual EE.UU. ha justificado en el pasado intervenciones de todo tipo contra los países latinoamericanos.
La nueva escalada estadounidense tiene su causa en que pese a todos los esfuerzos de Washington y sus aliados en la región, no han logrado que la oposición venezolana logre la capacidad de derrocar al gobierno bolivariano por las vías institucionales y democráticas.
Los partidos de oposición en Venezuela no alcanzan a superar sus propios desatinos y divergencias internas, basados en ansias individuales o sectoriales de poder: es lo único que le interesa. Varios de ellos, buscando mayor notoriedad y convertirse en los “favoritos del imperio”, asumen posiciones tan extremistas y beligerantes que obliga en ocasiones a sus propios aliados a ser cautelosos en sus vínculos, e incluso a tomar distancia de estos grupos.
Cuando pa´ Chile me voy…
Una muestra de ello fue lo sucedido con la delegación de opositores venezolanos que visitó Chile a inicios de marzo para reunirse con miembros del parlamento chileno y líderes de los diferentes partidos políticos del país, tanto de la oposición como de la Nueva Mayoría.
Pese a las incesantes gestiones realizadas por los opositores Luis Florido -de la agrupación Voluntad Popular- y los miembros de Acción Democrática William Dávila y Timoteo Zambrano, éstos no fueron recibidos oficialmente por ningún representante político chileno. Como gesto singular, apenas se reunieron de forma breve con el senador de la Democracia Cristiana Patricio Walker, que en esos momentos aun ocupaba el cargo de presidente del Senado y quien, por su compromiso con la oposición venezolana, le fue imposible rehuir este encuentro.
Sin embargo, el parlamentario chileno les manifestó directamente a los venezolanos su descontento con el presidente del parlamento de dicho país Henry Ramos Allup, por haber cedido a las presiones de Voluntad Popular y Primero Justicia, de permitir desmantelar el partido COPEI, viejo y cercano aliado de la Democracia Cristiana chilena, y practicar una política de exclusión de este partido, uno de más larga tradición (uno de los integrantes del bipartidismo junto a Acción Democrática) en el entorno político venezolano.
La actuación de Ramos Allup contra Copei, en complicidad con otros partidos opositores que defienden posiciones de abierto enfrentamiento y cero diálogos con el gobierno de Nicolás Maduro, ha tenido una incidencia negativa dentro de las fuerzas demócratas cristianas venezolanas representadas en COPEI.
También ha afectado la capacidad de acción e influencia directa en Venezuela de organizaciones internacionales que históricamente han apoyado a COPEI como la ODCA (Organización Demócrata Cristiana para las Américas) y la propia Internacional Demócrata Cristiana.
En contraposición con el debilitamiento de la Democracia Cristiana en Venezuela, nuevos partidos como Voluntad Popular y Primero Justicia, ganaron más protagonismo, lo que ha. provocado gran preocupación en las filas de lo que queda de COPEI que ven en peligro el histórico papel que han tenido en la política venezolana, así como el reconocimiento y financiamiento logrado de organizaciones vinculadas a la Democracia Cristiana europea, en especial los alemanes, en especial la Fundación Konrad Adenauer.
Las profundas divisiones, aspiraciones políticas personales de los principales exponentes de la oposición venezolana y la falta de una agenda alternativa y atractiva para la población en Venezuela, los debilitan enormemente. Esa es una de las razones por la que luego de recorrer casi todos los países de la región, no han logrado el apoyo que esperaban para convocar a la OEA y utilizar a este organismo como justificación para una prometida intervención directa estadounidense en Venezuela.
La cobertura mediática que han tenido estos recorridos encubre el hecho de que ningún presidente los recibió, ningún gobierno del área emitió algún tipo de declaración a favor de sus planes. Aunque hayan sido recibidos de forma protocolar por algún que otro ministro, no lograron el compromiso de un solo gobierno de la región para solicitar que se active la llamada Carta Democrática de la OEA, a pesar del apoyo y ansiedad de su secretario general, el uruguayo Luis Almagro y el gobierno de EE.UU. al respecto.