El imperativo de ser felices
Nicolás Centurión
Parece que no se puede fallar. La sonrisa lista para el próximo flash. La cámara pronta con el filtro perfecto para realzar el almuerzo que vamos a degustar. El video de un minuto mostrando en un paneo rápido la fiesta en la que estamos y el alcohol que estamos bebiendo. La música que estamos escuchando y el atardecer que estamos viendo. El libro que nos regalaron y el helado que acabamos de comprar.
Tres son los pilares que sostienen nuestra dominación: nuestra privacidad a la vista de todos, la inmediatez y la obligación a ser felices. El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han hace hincapié en que la psicopolítica recurre a un “sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente (smart), que consigue que los hombres se sometan por sí mismos al entramado de dominación”.
Me gustaría hacer hincapié en esta última cuestión. Hoy las redes nos mandatan a ser felices. No hay espacio para la reflexión ni la tristeza. Las frases de autoayuda pululan en hermosas gráficas bien pensadas. El sermón light, el slogan que será tatuaje. La frase pre-cocinada que será motivo de un best seller o un stand up de golpe bajo. La moraleja arrancada de una moralidad lavada solo para levantar aplausos.
Entre new age, inmediatez y “sé feliz cueste lo que cueste” es que vamos transitando por esta época del capitalismo del desastre como dice Naomi Klein. “La industria de la felicidad”, escrito por el economista y sociólogo William Davies nos muestra como la industria pone como imperativo la “felicidad” de los consumidores para que no nos preocupemos por temas políticos, sociales, comunitarios, etc.
Este Capitalismo emocional al decir de Eva Illouz que apela a procesos identificatorios cada vez más primitivos, (cualquier similitud con líderes de derecha y sobretodo de extrema derecha son pura coincidencia) nos sumerge en una realidad de dientes amarfilados, rostros plenos, postales y paisajes que distan mucho de la realidad que simplemente asoma si lo intentamos; por detrás de la pantalla de nuestro dispositivo electrónico preferido.
Esta cápsula de las redes, de publicaciones que buscan el mejor hashtag y nuestro mejor perfil, distan mucho pero mucho de la realidad durísima de muchos congéneres de nuestros países. Latinoamérica sigue siendo el continente con mayor desigualdad del mundo y hay gente que insiste con su leit motiv de “si sucede conviene”. Ojalá alguien tenga el coraje de decírselo a un niño que duerme en la calle, una mujer abusada, una familia desahuciada por la codicia de los bancos, un padre que le mataron el hijo los narcos.
Así vivimos, de sobredosis de fármacos y anestesiados en el alma y la conciencia con frases placebo que suenan muy lindas, pero que están hechas para los que comemos 3 veces al día, nos angustiamos porque Netflix anda lento o nos volvemos locos por si hay descuentos en alguna tienda.
La empatía reposa en una linda imagen de Instagram. La solidaridad cabe en 140 caracteres de Twitter. La conciencia yace en un posteo sesudo en Facebook donde dice lo que le hubiéramos dicho al patrón cara a cara hace unas horas.
Los dueños de todo leyeron mejor a Gramsci que nosotros, o más bien lo aplicaron mejor y con todos los recursos de su lado. Para ser y estar en este mundo pero de manera pasiva, siguiendo a Pichón Riviére, no se necesita más que consumir y estar a la moda. Vacuos de toda reflexión y crítica incómoda. Porque eso pesa, molesta, genera compromiso y una acción. Y eso lleva tiempo.
Tiempo que podría invertir en sacarme selfies con amigos en el boliche. Además es incómodo plantear cosas distintas en una reunión, cumpleaños o casamiento y quedar como el “raro”, el “disidente”. Porque deconstruir al mundo, desentrañar sus mecanismos para volverlo a armar de otra manera es desarmarse a uno mismo y volver a reconstruirse. Y no siempre estamos dispuestos a transitar por ese proceso.
Mientras tanto, lector/a ¿me etiqueta en su instagram con esta nota? #UnaPsicologiaParaelPueblo/ CapitalismoEsElVerdugo/ #FelicesAlienados /#ImplosionDesdeAdentro
*Estudiante de licenciatura de Psicología, Universidad de la República, Uruguay, coordinador de Periferia y Analista asociados al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)