El gran sacudón

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MARIADELA LINARES | Esperamos que no se quede todo en una rotación de piezas. El barco no se ha hundido a pesar de los numerosos intentos de muchos que se dicen nacionales y ruegan por que toquemos fondo.

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El anuncio del Presidente de que en estos días remecería los cimientos gubernamentales, justo cuando la desazón se ha apoderado de espíritus revolucionarios, nos llegó como un respirito.

Esperamos que no se quede todo en una rotación de piezas. Que el golpe de timón que anunció Chávez en su último consejo de ministros se vuelva realidad, y que esa gigantesca maraña ineficiente que es hoy el Estado venezolano comience a moverse y a dar las respuestas que el país clama. Eso no se superará haciendo enroques, cambiándole el nombre a proyectos, moviendo a unos de un lado para otro. Tienen que producirse decisiones que indiquen que hemos modificado el rumbo, hacia políticas públicas que confieran verdadera eficiencia al aparato productivo nacional. Sin producción no hay abastecimiento y, con la nevera vacía, cunde el descontento.

Tenemos tantos ministros que uno ni siquiera termina de aprenderse los nombres cuando ya viene uno nuevo. Eso no sería trascendente si cuando uno acude a una farmacia en busca de un medicamento indispensable, lo encuentra y no tiene que sufrir la agonía de patear calle para garantizarse un remedio. No importa cómo se llame el ministro de Salud si a los hospitales llegan los insumos necesarios para brindar la atención digna de la que hablábamos cuando se crearon los Barrio Adentro I, II, III y IV. Los médicos, cubanos o venezolanos, no hacen milagros si no cuentan con gasa, con anestesia, con camas y un larguísimo etcétera. Ese terremoto gubernamental tiene que pasar por la esperada explicación de adónde fueron a parar los 20 millardos de dólares que volaron de Cadivi. Nada ganamos los venezolanos con las listas de cédulas que publica a cada rato el Cencoex si no sabemos a quiénes corresponden, cuánto se les dio y qué pena van a recibir por su delito, si lo hubiera.

Abastecimiento de bienes esenciales y seguridad ciudadana son el clamor de cualquier venezolano. Sumemos a ello la eficiencia en los servicios públicos, el combate a la matraca, la calidad en la atención al ciudadano y el fácil acceso a las instancias del Estado, como los flancos débiles por donde hay que empezar. Nunca es tarde. La patria sigue aquí.