El golpe económico versión 2016 (y el renacimiento del chavismo)
Luis Salas Rodríguez – Sur Versión
El nuevo escenario post 6-D y la entrada del 2016 tienen al menos la ventaja de colocar las cosas aún más clara: la derecha -que siempre ha dicho que ni dejará gobernar ni culminar su mandato al gobierno del presidente Maduro- viene con todo, de eso no hay duda, lo que resta por ver es cómo.
A este respecto, ya definida la estrategia, al igual que ha hecho siempre con toda probabilidad aplicará en paralelo varias tácticas. Y en este sentido, a mi modo de ver, las opciones principales son las siguientes.
Convocatoria a revocatorio presidencial, lo que coloca el horizonte de definiciones en un lapso de seis meses.
Un golpe de Estado “institucional” al estilo Paraguay o Honduras.
Un golpe de Estado programático.
De las tres opciones, desde el punto de vista de las expectativas inmediatas del oposicionismo, las preferencias se decantan por las dos primeras. Sin embargo, desde el punto de vista de los intereses estructurantes que más allá de dichas expectativas gobiernan al interno del mismo, no necesariamente.
Y es que las dos primeras vías chocan con problemas no menores. Por un lado, para que el revocatorio resulte el oposicionismo debe sacar más voto que el presidente Maduro en 2013. Y además esperar que el chavismo no aumente su caudal de votos. Ciertamente, partiendo de las tendencias y condiciones actuales esto es perfectamente posible. Pero dado que el comportamiento del electorado chavista cambia sustancialmente cuando de presidenciales se trata, y que el oposicionismo con todo y todo no logra capitalizar en votos para sí el descontento, existe una probabilidad para nada despreciable de que ocurra lo contrario, lo que resultaría en un estrepitoso fracaso para la oposición dejándole como única opción la vía violenta, con todo lo que eso implica.
En cuanto a la segunda opción, tiene la desventaja de que hay que crear previamente las condiciones objetivas y subjetivas lo suficientemente conmocionantes para que lo justifique o apelar a leguleyismo para los cuales necesitaría la colaboración de otros poderes (no solo el Legislativo) y de la Fuerza Armada. Sabemos perfectamente que la derecha tiene toda la voluntad de hacerlo, pero eso no significa que pueda. Y de hecho, por esa ruta podemos derivar en un conflicto entre poderes en que se anulen mutuamente, lo que afectaría la gobernabilidad pero sin definir nada.
Ahora bien, como quiera que sea, si se le mira desde el punto de vista de los intereses estructurantes reales que, como decía, gobiernan dentro del oposicionismo, la vía de salir del gobierno “ya y cómo sea” tiene un importante escollo que afrontar, bastante obvio cuando se lo dice pero no tan claro en la mayoría de los análisis: que una vez derrotado el chavismo toda la responsabilidad quedaría en manos de la derecha, siendo este particularmente el caso de los temas que más afectan a la población en la actualidad y sobre los cuales la derecha ha hecho especial campaña de denuncia y ofrecimientos: los económicos, dándose el caso que no puede llegar la derecha al poder para no hacer nada o para conservar intacta la arquitectura construida por el chavismo. Así las cosas, la verdad real es que un gobierno de derecha sobre este contexto solo puede hacer lo que está haciendo Macri en Argentina: lanzarse con todo en una serie de medidas que, por más que se disfracen y cuenten con la alcahuetería mediática, resultan siempre abiertamente impopulares, traumatizantes, explosivas, y por tanto, de final incierto.
Es por esto que, en muy buena medida, las cabezas menos ansiosas del oposicionismo, parecieran optar en primer lugar por dar lo que en el lenguaje de las agencia de inteligencia gringas se llama un Golpe de Estado Programático. Un golpe de Estado Programático es aquel que, dejando en el “poder” al menos temporalmente al mismo gobierno, se le impone una agenda distinta a la que defendía y/o practicaba. El más reciente y evidente ejemplo de esto es el gobierno de Grecia, “obligado” a hacer concesiones y cambiar radicalmente sus ofertas dado el cerco y acoso de la UE y los poderes financieros globales.
Para dar este Golpe Económico Programático la derecha lo que tiene que hacer es profundizar la estrategia que le viene dando resultado: la guerra económica y psicológica de desgaste. Y esto ya de hecho lo viene haciendo apelando al libreto de lanzar para 2016 los vaticinios más catastrofistas posibles sobre el comportamiento de la economía, vaticinios que tienen como propósito atosigar aún más a la población con expectativas negativas e incertidumbre acrecentando la molestia, el desencanto y la frustración. El correlato de esta generación de expectativas negativas lo constituye el paulatino desabastecimiento – evidente para quien preste un poco de atención- que viene ocurriendo. Desabastecimiento programado pero encubierto con las excusas de las vacaciones decembrinas y la escasez de divisas. Si a esto se le suma el desacato e hiperespeculación que en materia de precios viene ocurriendo así como la lenta –cuando no francamente inexistente- respuesta oficial, tenemos el cuadro casi completo: una sensación generalizada de desgobierno o en todo caso la percepción de que quienes gobiernan realmente son los poderes de facto: los especuladores, acaparadores, contrabandistas, corruptos, etc. Y la convicción finalmente inoculada sobre la mayoría de que lo que resta es rendirse, de que el intento de construir una economía y una sociedad distintas conduce finalmente a un estrepitoso fracaso, que la única “salida” es someterse a las demandas oposicionistas para que al menos culmine la guerra económica, un poco como la población nicaragüense votó contra los sandinistas en 1990 no porque quería que ganara la derecha sino desesperada porque se acabara la guerra civil.
El cuadro se complementa si a lo interno del propio gobierno y de las filas que lo acompañan a nivel de dirección, el oposicionismo encuentra las debidas correspondencias. Esto puede ocurrir por varias razones. Una de ellas es que haya sectores que claudiquen inoculados de la misma desesperanza, fatiga y desgaste que causa la guerra económica y psicológica sobre la población. Otra, que haya quienes apostando a su sobrevivencia en un posible escenario postchavismo, negocien. Y otra es que haya sectores que, por confusión o por convicción, piensen que cediendo a las principales demandas oposicionistas en materia económica se puede garantizar gobernabilidad y “ganar tiempo”.
Este último es particularmente el caso de quienes piensan que eliminando o flexibilizando los controles de precio y cambio así como la inamovilidad laboral, devaluando la moneda, unificando el tipo de cambio, etc., o en resumen y como quien dice: “lanzándole señales positivas al sector privado para ganarse su confianza”, el chavismo podrá sobrevivir. Nada más lejos de la verdad. Lo único que ocurrirá por ese camino es que no solo el chavismo entregará sus banderas de lucha histórica para siempre jamás, sino que le ahorrará al oposicionismo de derecha el trabajo de aplicar el odioso plan de ajuste económico que quiere pero teme.
Por esta vía el único tiempo que “ganará” el gobierno será el que la derecha le de para que corra con los costos del ajuste económico y el consecuente desajuste social y los gestione hasta las próximas presidenciales. Pues, como lo dejó bien claro en una entrevista Luis Vicente León, ¿para qué hacerle un revocatorio al Presidente si finalmente toma las medidas económicas exigidas por la derecha política, FEDECAMARAS, CONSECOMERCIO y compañía? En este escenario es mejor para ellos dejarlo gobernar y que, definitivamente, se consuma el chavismo para luego llegar en mejor condición a un proceso electoral para el cual, entre otros detalles, ya habrán despejado dudas con respecto a cual será su candidato o candidato, cosa la cual en este momento no tienen para nada claro.
Además de anticiparse a los escenarios planteados y no no esperar que nos revienten encima para ver cómo hacer con ellos -por caso: ¿estamos preparados logísticamente para darle respuesta al desabastecimiento que con bombos y platillos ya “vaticina” de la derecha?- la única posibilidad de sobrevivencia del chavismo es salir de lo que en un reciente artículo Aram Aharonian describió perfectamente como el síndrome de la plaza sitiada consistente en mantener una estrategia reactiva donde se responde a la agenda del enemigo, validándola, donde: “No se informa (ni se actúa), se reacciona a lo que dice el enemigo, tratando de acertar un golpe cuando ya uno está groggy”. Pero lo que es más peligroso es que dicho síndrome también aplica para lo estratégico, siendo que como hace rato venimos insistiendo desde este mismo espacio, el principal problema que enfrenta al chavismo en esta coyuntura son las limitaciones que tiene para generar expectativas positivas, para tener una política convocante hacia adelante y ya no hacia atrás (de disputa con el pasado) a través de la cual le gente (chavista y no) pueda imaginar futuros mejores. Desde el punto de vista económico pese a todos los problemas fiscales, presupuestarios, precios del petróleo, etc., que puedan haber, no estamos de hecho en peor situación que entre finales de 2002 y principios de 2003. O que en 1998 cuando llegó Chávez a la presidencia. Pero la diferencia es que en aquella época teníamos una capacidad de convocar que no es que se ha venido perdiendo, sino que se ha venido desperdiciando y desaprovechando imbuidos dentro de la misma lógica claustrofóbica, oscurantista y autorreferencial impuesta por la guerra económica. De por sí, en aquellos años se hizo popular una consigna que lo resumía todo: “con hambre y desempleo con Chávez me restéo“.
Otros como Alfredo Serrano Mancilla también lo han advertido: “El pasado importa menos que el futuro. Se demuestra a estas alturas del cambio de época regional que el “no volverán” es insuficiente para continuar seduciendo a las mayorías. No se gana únicamente recordando todo lo bueno que se ha conseguido en el pasado. Es cada vez más primordial plantear esperanzas económicas positivas para los próximos años. Es fundamental ganar la guerra de las expectativas. Existe un gran número de venezolanos que han nacido en Revolución, y por lo tanto, de nada sirve poner todo el énfasis en no volver a “la vieja y larga noche neoliberal” (del pasado siglo). Otros, afortunadamente, ni se acuerdan porque han ido naturalizando progresivamente todo lo que se ha logrado en materia de derechos sociales, en mejoras económicas, en mejores niveles de consumo. Por ello, la campaña del miedo sobre la vuelta al pasado no es suficiente para ganar. La clave está en pensar el presente y el futuro. La fidelidad se sostiene con desafíos hacia delante. La oposición no prometió casi nada para el futuro pero sí instaló que el actual gobierno jamás podría salir de un presente económico adverso. Toca poner el oído en la calle para identificar cuáles son las nuevas demandas de la ciudadanía para seguir construyendo hegemonía. No sirve de nada viejas respuestas para nuevas preguntas.”
Volviendo a Aharonian, hay que revertir la lógica: no es el momento para pragmáticamente engavetar los sueños y la posibilidad de nuevos logros sino para llamar a nuevos sueños y nuevos logros colectivos: “Si las grandes mayorías siempre elegirían la realidad actual a los momentos anteriores a la llegada de Hugo Chávez al poder, eso no implica que estuvieran dispuestas a dejar de imaginar mejores futuros”. Esa es la ecuación que el chavismo tiene que resolver para salir airoso de esta como lo ha hecho de otras, para derrotar de una vez y para siempre el golpe agónico que se nos ha impuesto antes que triunfe definitivamente.