El escondite

Maryclen Stelling|

La extensión de la reclusión, en razón de la pandemia que acosa al mundo, ha generado importantes consecuencias en la convivencia devenida en un atemorizador encierro indefinido.

Ante el miedo a perder la vida y como única opción para conservarla, se imponen la reclusión, los muros y  “la casa devenida en prisión”. Encierro voluntario/involuntario que dispara el miedo, ansiedad,  incertidumbre, fragilidades, pensamientos negativos  y especialmente el temor a una cotidianidad insoportable.   Mientras cumplía casa por cárcel, hombre habría abusado de una niña

La vida, para salvarla,  se ve reducida a unidades mínimas de interacción entre los miembros de la familia y a procesos micro-sociales de interacción. En nuestra casa, aislados de la sociedad por un período indeterminado,  deberemos cohabitar y compartir un encierro ajustado a otros patrones de convivencia y, por ende,  a una nueva rutina diaria que exige ser bien administrada. Ante lo ineludible, el reto es cómo sobrevivir a tal reclusión.

Nueva realidad que nos obliga a redefinir la cotidianidad, reajustar roles y reestructurar la convivencia para protegernos y  exorcizar  los peligros internos y externos que nos acechan. Suerte de obra teatral que nos conmina a desempeñar nuestros papeles –principales o secundarios- de manera convincente y acordes a la nueva trama de un ineludible y obligante argumento. El auditorio, nuestra familia, amistades  y la sociedad en general.

Fotografía de archivo del dirigente del partido político Voluntad Popular, Daniel Ceballos, saludando desde una ventana de la residencia donde cumplía casa por cárcel, en Caracas (Venezuela).Con miras a proteger  la convivencia, la armonía familiar y la reputación, apilamos tras bastidores todo aquello que creemos debe permanecer oculto.  Situación que nos  demanda un esfuerzo permanente para transmitir una imagen convincente  frente a nosotros mismos y “el auditorio”.  Ante el obligado encierro, ¿Ya no importa lo que somos realmente?

La casa deviene entonces en un espacio limitado donde debemos manejar el miedo a la reclusión y aprender a trabajar las tensiones “dentro-afuera”, entre los muros y el mundo externo.   Así para salvar la vida nos sometemos a un necesario proceso de expropiación de la libertad y de circular libremente, entre otros derechos. El significado que le damos al estar adentro encerrados dialoga angustiante con el que asignamos al salir y gestionar nuestra vida.

La casa prisión y refugio que nos protege de un  afuera extraño y peligroso.  La casa escondite y esperanza de salvación del caos externo.