El desempleo, terror económico: ¿El fin del trabajo?
Eduardo Camin|
¿Una civilización donde la intervención humana en la producción material sea superflua es ya imaginable?
El argumento del “fin del trabajo” ya ha sido manejado como una de las hipótesis de los apósteles del neoliberalismo. La actual crisis ocupacional junto a la continuidad de la recesión y las políticas económicas actuales, ha tenido un fuerte impacto sobre la actividad económica de los países más desarrollados, cuyas consecuencias sobre los mercados de trabajo −principalmente, en términos de destrucción de empleo y aumento del paro− han provocado un significativo deterioro de las condiciones de vida y trabajo de una amplia parte de la población mundial. Ello ha conformado un escenario social preocupante, agravado con el empeoramiento de los distintos indicadores económicos internacionales. Las elevadas tasas de desempleo que siguen registrándose a nivel mundial y la persistencia del empleo vulnerable en muchas economías emergentes y en desarrollo siguen afectando el mundo del trabajo, según advierte un reciente informe de la OIT.
El dato final del desempleo para 2015 se calcula en 197,1 millones de personas y en 2016 está previsto que aumente de alrededor de 2,3 millones para situarse en 199,4 millones. Es probable que otros 1,1 millones de desempleados se agreguen a la cifra en 2017, según el informe de la OIT “La significativa desaceleración de las economías emergentes junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un efecto negativo sobre el mundo del trabajo”, declaró el Director General de la OIT, Guy Ryder. “Muchos trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los países desarrollados. A pesar de la disminución del número de desempleados en algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, demasiadas personas aún no tienen trabajo. Es necesario emprender una acción urgente para estimular las oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen las tensiones sociales”, agregó.
Las economías emergentes son las más afectadas
La tasa de desempleo de las economías desarrolladas bajó de 7,1 por ciento en 2014 a 6,7 por ciento en 2015. En numerosos casos, sin embargo, estas mejoras no fueron suficientes para colmar el déficit del empleo que se generó como resultado de la crisis financiera mundial. Además, las perspectivas de empleo se han deteriorado en las economías emergentes y en desarrollo, en particular en Brasil, China y en los países productores de petróleo.
“La inestabilidad del contexto económico asociada con la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”, explicó Raymond Torres, Director del Departamento de Investigación de la OIT.
“Asimismo, los responsables de la toma de decisiones deben concentrarse más en fortalecer las políticas de empleo y enfrentar las desigualdades excesivas. Existen muchas evidencias de que las políticas sociales y del mercado laboral bien formuladas son esenciales para impulsar el crecimiento económico y abordar la crisis del empleo. Después de casi ocho años del inicio de la crisis mundial, es urgentemente necesario afianzar este tipo de enfoque político”, precisó Torres.
Los autores del informe documentan además el hecho de que la calidad del empleo sigue siendo un gran desafío. Si bien se ha registrado una disminución en las tasas de pobreza, la tasa de descenso del número de trabajadores pobres en las economías en desarrollo se ha ralentizado y el empleo vulnerable aún representa más de 46 por ciento del total del empleo a nivel mundial, afectando alrededor de 1.500 millones de personas.
El empleo vulnerable es especialmente alto en las economías emergentes y en desarrollo, alcanza entre la mitad y dos terceras partes de la población empleada en esos grupos de países, respectivamente, con los niveles más altos en Asia Meridional (74 por ciento) y África Subsahariana (70 por ciento).
Combatir el empleo informal…
El informe muestra que el empleo informal – como un porcentaje del empleo no agrícola – supera el 50 por ciento en la mitad de los países en desarrollo y emergentes que disponen de datos comparables. En una tercera parte de estos países, afecta a más de 65 por ciento de los trabajadores. La realidad es que “La falta de empleos decentes hace que las personas recurran al empleo informal, que por lo general se caracteriza por baja productividad, bajos salarios y ninguna protección social. Esto debe cambiar. Responder de manera urgente y enérgica a la magnitud del desafío mundial del empleo es fundamental para la implementación exitosa de la recién adoptada Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible”, concluyó Ryder.
Los factores estructurales que configuran el mundo del trabajo, tales como una disminución de la oferta de mano de obra – debido en parte al envejecimiento de la población en muchas partes del mundo – han debilitado el crecimiento económico mundial, según el informe.
Entre otros factores se encuentran el cambio considerable en la demanda de competencias. A nivel mundial, la proporción de empleos poco cualificados y empleos no rutinarios, tales como el personal de seguridad y algunos trabajadores que prestan cuidados personales, y de empleos altamente cualificados y cognitivos, no rutinarios como abogados e ingenieros informáticos, ha aumentado. En cambio, los empleos rutinarios con un nivel de cualificación medio – como contables o personal de oficina – están disminuyendo.
Si los bajos salarios llevan a las personas a consumir menos y las inversiones siguen siendo débiles, esto tiene evidentemente un impacto negativo en el crecimiento. En algunas economías avanzadas, la desigualdad de ingresos se está aproximando a los niveles registrados en algunas economías emergentes, un caso concreto es el español.El informe indica que la desigualdad de ingresos seguirá ampliándose, con el 10 por ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del total de los ingresos, mientras que el 10 por ciento más pobre ganará entre 2 y 7 por ciento del total de los ingresos.
Estas tendencias han minado la confianza en los gobiernos y mantienen alto el riesgo de conflictividad social, advierte el informe. El malestar social es particularmente grave en los países y regiones donde el desempleo juvenil es alto o está aumentando rápidamente.
Las conclusiones del presente informe indican que el desarrollo sostenible no es posible sin lograr avances en materia de empleo y en el programa de trabajo decente. El crecimiento económico no será sostenible si se basa en condiciones de trabajo pobres e inseguras, salarios reprimidos, en un aumento en el número de los trabajadores pobres, y en un incremento de las desigualdades.
Cuando la tecnificación de los sistemas productivos se torna la base del sistema económico, el consumo de objetos y servicios de necesidad secundaria es decir no esenciales a la mera subsistencia se transforma en el principal proveedor de la demanda y por lo tanto en puestos de trabajo. A medida que la economía se robotiza e informatiza la demanda de los productos básicos se torna inesencial. La necesidad decreciente del trabajo humano para cubrir un determinado nivel de demanda puede solo implicar que: o se amplía la demanda o se disminuye la ocupación. Es decir; si los niveles del consumo serán satisfechos con una intervención progresivamente menor del trabajo humano, provocara una desocupación cada vez más creciente.
Hoy las políticas orientadas a la competitividad y crecimiento destinado a generar puestos de trabajo, esa lucha por el acaparamiento de los mercados son la tendencia implícita de los estados modernos. Pero con tantas economías nacionales compitiendo entre si, que disminuyen salarios, costes sociales y aumentan su productividad, que disminuyen la demanda interna, y firman tratados de libre comercio para aumentar una producción cuyo único objetivo parece ser la exportación, cabria preguntarnos en un marco de competencia exacerbada tal cual existe ¿a quién o a donde deberíamos exportar, tal vez a un nuevo Planeta?
Un repaso histórico del desarrollo de la globalización parece mostrar en definitiva que la crisis actual sobre el desempleo, es la crisis de la flexibilización laboral, la desregulación económica, y el fundamentalismo privatizador. Lo que no se puede modificar es la rueda de la historia, y es allí donde las contradicciones del sistema explicitadas deben explotar y de hecho lo hacen, pero para que ello signifique que también explote el sistema, habrá que crear las condiciones que nos permitan terminar con aquella resignación y comprender que si hay algo en realidad utópico en esta etapa de la humanidad, es la ilusión de recrear un “capitalismo nacional” o “serio”.
De toda la información suministrada en este articulo y la realidad que el sistema capitalista nos impone día a día, no cabe duda que el problema es justamente este sistema y que toda salida que no implique destruir esta organización de la sociedad, significará nuevos fracasos, más hambre, más miseria, más desocupación para la humanidad. No sabemos si esta es la crisis terminal del sistema, pero si sabemos que si no acabamos con el sistema, el sistema acabará con la humanidad.