El Caribe, nueva frontera imperial

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Leopoldo Puchi

Con la Operación Southern Spear, Washington ha desplegado una de las mayores concentraciones militares vistas en el Caribe: el portaviones más grande del mundo, submarinos nucleares, marines, buques de asalto anfibio, plataformas de vigilancia y un complejo sistema logístico que opera día y noche desde bases en Florida, Puerto Rico, las Islas Vírgenes y otras instalaciones estratégicas.
No se trata de un operativo puntual para “combatir el narcotráfico”, sino de un plan de largo aliento para crear un enclave militar estable, una especie de base extendida sobre el mar Caribe. La iniciativa responde al principio geopolítico según el cual toda potencia que pretenda mantener influencia global debe asegurarse antes el control de su entorno inmediato.“Operation Southern Spear: Latest Development in Operationalizing ...
En 2013, John Kerry anunció el fin de la Doctrina Monroe, aunque nunca desapareció. Este 2 de diciembre, con motivo del aniversario de esa doctrina, Trump emitió una proclama en la que anunciaba el “Corolario Trump”, que reafirma el ejercicio de soberanía estadounidense sobre todo el continente sin el barniz suave del “consenso hemisférico” de otras épocas.
Dominación
La imagen que mejor describe lo que está ocurriendo en el Caribe es la manera cómo algunos animales marcan su territorio para que no haya dudas sobre quién manda, De este modo, con las estelas de los barcos en el mar, Estados Unidos reafirma su presencia como un acto visible de dominio. El mensaje implícito es que este espacio sigue siendo “nuestra frontera estratégica, nuestro perímetro de seguridad, nuestro patio histórico”.
Al abordar la dinámica del poder en el sistema internacional, el profesor Juan Tokatlian sostiene que es esencial distinguir entre hegemonía y dominación. La hegemonía combina poder militar, económico y simbólico para generar consentimiento, apoyándose en una mezcla de atractivo y conveniencia. La dominación, en cambio, recurre a sanciones, amenazas y fuerza para imponer obediencia. Cuando un Estado necesita apoyarse en estos mecanismos coercitivos, lo que se hace visible es el desgaste de su hegemonía.
El crecimiento de China como potencia económica mundial y su amplia presencia en América Latina, a través del comercio, infraestructura, créditos y diplomacia, están reconfigurando el orden mundial. Y es precisamente esa transformación la que explica el apuro estadounidense por volver a marcar territorio.
Anexión, narcotráfico
Estados Unidos construyó a lo largo del siglo XX un control territorial basado en la subordinación funcional más que en la anexión formal, aunque Puerto Rico, Panamá y varios espacios caribeños han operado bajo formas de enclave o tutela. La estrategia actual se orienta a reafirmar, con métodos más violentos, un orden hemisférico en el que ciertos países permanecen formalmente independientes, pero insertos en estructuras que limitan su autonomía efectiva.
En este diseño hemisférico, Venezuela se convierte en un punto neurálgico no solo por razones políticas, sino porque tiene las mayores reservas petroleras del planeta.Un policía colombiano camina frente a un cartel que ofrece una recompensa millonaria por la detención de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, a quienes EE UU acusa de liderar el Cártel de los Soles.
Para someter a Venezuela, Estados Unidos ha construido un pretexto. La narrativa del narcotráfico, la exageración del Tren de Aragua y la creación del “Cártel de los Soles” han funcionado como excusa para generar un conflicto y justificar posibles acciones militares en su territorio. Sin embargo, la inconsistencia de estos argumentos resulta evidente: la reciente liberación del expresidente hondureño condenado por narcotráfico deja al descubierto que estos señalamientos no son más que un artificio político.
Imposición
La posición que muestra Estados Unidos en el Caribe no transmite liderazgo, sino imposición. La Doctrina Monroe ha regresado en su forma más frontal, como reacción de una potencia que siente que su estatus se encuentra en disputa. Pero es poco probable que los despliegues y los pretextos logren frenar los cambios en curso o asegurar obediencia duradera. La hegemonía necesita algún grado de consentimiento, aunque sea solo su apariencia, y esa apariencia se desvanece en la América Latina del siglo XXI.

* Politólogo y analista potico venezolano. Cofundador del Movimiento al Socialismo, fue ministro de Trabajo