El cambio de billetes en Venezuela: impactos esperados y efectos no deseados
Juan Carlos Loyo |
Es común hacer comparaciones entre la medicina y la economía. Aquí mismo en este portal lo hemos hecho varias veces. Y una de las comparaciones favoritas pasa por el lado de la evaluación de los llamados “efectos no deseados” o “secundarios”, aludiendo a ciertas secuelas de medidas orientadas a un objetivo superior que terminan desarreglando o teniendo consecuencias negativas sobre otros aspectos que no eran objeto de la medida principal.
Pero para que un efecto secundario pueda ser considerado como “no deseado” y aun así deba tolerarse, se deben cumplir al menos dos condiciones: 1) que no se pueda evitar y 2) que, si es inevitable, el daño que produzca sea menor que el de no aplicar el tratamiento. Es lo que pasa con algunas enfermedades como el cáncer o una simple gripe alérgica. En este último caso, la toma de antialérgicos puede, por ejemplo, causar somnolencia, pero se supone que ese es un costo que podemos asumir ante el deseado bien de superar el cuadro afectivo.
Sin embargo, muchas veces ocurre que los efectos no deseados o secundarios, son tan graves o molestos como el malestar mismo que se desea curar. Es sin duda el caso del cáncer cuando es atacado por quimioterapias, con las cuales se corre el riesgo de dejar al paciente en tal estado de debilidad, que cualquier otra enfermedad menor lo mata.
De tal suerte, la valuación correcta y monitoreo constante de los efectos no deseados, es para el éxito de toda medida casi tan fundamental como la exactitud del diagnóstico. Pues incluso en el caso en que éste último sea correcto, sino se atiende bien lo primero, el desenlace puede irremediablemente alejarse de las expectativas generadas.
Todo parece indicar al día de hoy domingo, 18 de diciembre de 2016, una semana después de la decisión de desmonetizar los billetes de cien, una serie de efectos no deseados o secundarios –aunque previsibles- puede que hayan terminado afectando el éxito inicial de la radical e intempestiva medida tomada por el presidente Nicolás Maduro. Fue algo que en portal advirtió el analista Luis Gavazut desde el primer día: la medida adoptada puede traer consecuencias no previstas que, al cabo, podrían terminar anulando los efectos que de ella se espera e incluso agravando más la situación.
Ahora, cuando se analiza con cabeza fría lo ocurrido estos días, puede concluirse –y a falta de una rendición más completa por parte de las autoridades- que tal vez no fue tanto la no consideración de los efectos no deseados lo que conspiró contra la medida, sino más bien la no toma de correctivos precisos y oportunos para los mismos. Y a su vez, y creemos que acá está la clave, que el Presidente se haya visto en la obligación de tomar medidas en medio de un cuadro crítico devenido en tal gracias, entre otros factores, a la más absoluta pasividad de la autoridad monetaria nacional –léase BCV- ante un hecho de desmonetización de facto que venía ocurriendo de manera notoria, pública y comunicacional, desde hace al menos tres años. Y lo mismo aplica para los encargados de monitorear a la banca: ¿nadie pudo detectar a tiempo lo que todos los venezolanos y venezolanas de a pié sabían que estaba pasando más allá que no pudieran explicarse por qué?
En efecto, durante esta semana, si algo habría que resaltar de la actuación del Ejecutivo Nacional, es que como pocas veces se vio montado sobre una situación que entendió –y así lo hizo saber desde el primer momento- que resultaba sumamente compleja. Sin embargo, también parece notable que la reacción terminó siendo tardía ante la inminencia de un shock monetario que, pese a lo anunciado y alertado, nadie en las primera líneas de defensa y responsabilidad supo ver y menos atender a tiempo.
Por otra parte, queda la duda con respecto a la logística para la entrada en vigencia del nuevo cono monetario, cuya no ocurrencia terminó precipitando el giro último de los acontecimientos. Como señaló el periodista de investigación Víctor Hugo Majano –Premio Nacional de periodismo 2016- en una nota del portal La Tabla, las agencias internacionales tenían días alertando sobre retrasos en el cumplimiento de la entrega de las primeras remesas, por parte de una empresa contratada por el BCV para ese trabajo que es la principal contratista del Departamento del Tesoro norteamericano en materia de impresión monetaria. Si el Estado venezolano –incluyendo al BCV- ha dicho reiteradamente que es víctima de un bloqueo financiero internacional orquestado por los grandes capitales especulativos y el gobierno norteamericano –cuyo brazo ejecutor de guerra financiera es, precisamente, el Departamento del Tesoro y al cual se acusa de manejar la ONG implicada en la fuga de los billetes de cien hacia Colombia– ¿de cuántas eran las probabilidades que el retraso por sabotaje ocurriese?
La intervención del presidente Maduro ayer sábado 17 de diciembre reversando la medida de desmonetizar el billete de 100 bolívares hasta el 02 de enero próximo, entendemos debe evaluarse como un esfuerzo de control de daños ante lo ocurrido y posiblemente por ocurrir, que pese al costo político que le supone y la carga adicional de incertidumbre y desconfianza que agrega sobre las actuaciones de su gobierno, muy probablemente será menor en el corto plazo a las dificultades y malestares crecientes causados. Todo esto, claro está, sin menospreciar el hecho bastante notorio de que al descontando de la ciudadanía común afectada de alguna u otra manera por la desmonetización del billete de mayor uso en una época por definición de consumo y gasto, debe agregarse ser pocos los tenedores de billetes de cien acaparados dentro del territorio nacional por distintas razones (desde bachaqueros y demás vinculados a las distintas formas de para-economía, hasta comerciantes y los propios bancos), quienes no solo se apresuraron a salir de ellos, sino que muy probablemente sean artífices y promotores junto a militantes oposicionistas, de varios de los desórdenes públicos observados en las últimas horas.
Lo bueno de todo el asunto, como resaltó el Presidente, es que el Estado tiene en sus manos una gran cantidad de los billetes que antes estaban desaparecidos. Esperemos la agilidad sea esta vez sí la característica de la autoridad monetaria y los mismos sean puestos a circular entre los bancos para el uso del público y la tranquilidad general, manteniendo las medidas complementarias para evitar que las mafias aprovechen la coyuntura para bien librarse.