Brasilia perdió a su padre, Oscar Niemeyer, el arquitecto de la sensualidad
PÁGINA 12 | Uno de los genios mayores de la arquitectura, revolucionario modernista y diseñador de Brasilia, murió ayer a los 104 años. Diseñó más de 600 proyectos en todo el mundo en siete décadas de carrera. Y fue uno de los pioneros en convertir en arte el hormigón armado.
Fue el hombre que revolucionó la arquitectura moderna, uno de los diseñadores de la futurista ciudad de Brasilia, el último icono de una generación de comunistas en Brasil. Fue, sobre todo, un artista excelso. El célebre arquitecto brasileño Oscar Niemeyer falleció ayer a los 104 años. “Brasil perdió a uno de sus genios, es un día para llorar”, se lamentó la presidenta Dilma Rousseff.
El arquitecto, que el 15 de diciembre hubiera cumplido 105 años, estaba internado desde el 2 de noviembre por varias afecciones, incluidas una insuficiencia renal y una infección respiratoria, en un hospital de Río de Janeiro. El gobernador de ese estado, Sergio Cabral, se sumó a los homenajes: “Niemeyer fue el mayor arquitecto de Brasil. Un genio de la arquitectura mundial. Dulce en el trato, firme en sus convicciones y amado por el pueblo brasileño”.
Nacido en Río en 1907, en una familia burguesa de origen alemán, portugués y árabe, Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares diseñó más de 600 proyectos en todo el mundo en más de 70 años de carrera. Hasta su internación, Niemeyer siguió trabajando en su atelier de grandes ventanales curvados, frente a la famosa playa de Copacabana. Dejó una veintena de obras en curso en varios países.
En 1960, junto al urbanista Lucio Costa y al paisajista Roberto Burle Marx, ideó la nueva capital del país, Brasilia, con formato de pájaro en vuelo, y construyó edificios futuristas de líneas sinuosas como curvas femeninas, de hormigón armado, que se transformaron en iconos de Brasil (ver aparte). “Queríamos hacer edificios que crearan un cierto estupor porque eran diferentes”, declaró en una entrevista hace unos años.
Por el innovador uso del hormigón en sus edificios de Brasilia, que fue inaugurada en 1960, ganó varios premios, entre ellos el Pritzker, una especie de Nobel de Arquitectura, en 1988. “No es el ángulo que me atrae. Ni la línea recta, dura, inflexible. Lo que me atrae es la curva sensual que se encuentra en el cuerpo de la mujer perfecta”, sostenía.
Niemeyer, en silla de ruedas desde hace cuatro años a raíz de una fractura de pelvis, fue hospitalizado varias veces este año y el año pasado, y decía a menudo que “tener más de 100 años es una mierda”. Su último ingreso al hospital fue a causa de una deshidratación. Aunque estaba lúcido y respiraba sin ayuda de aparatos, fue necesario colocarle una sonda gástrica, luego tuvo una hemorragia digestiva y finalmente su función renal empeoró y tuvo una infección respiratoria que le obligó a respirar con aparatos.
Niemeyer fue ateo y militante comunista hasta el final de sus días en este país de enormes desigualdades sociales. “Sólo quedan dos comunistas en el mundo, Oscar y yo”, dijo en 1995 el entonces presidente cubano, Fidel Castro, durante una visita a Niemeyer en su atelier.
Cuando cumplió 102 años, aseguró que Brasil se convirtió en un país más igualitario tras la llegada al poder de un ex obrero, Luiz Inácio Lula da Silva, en 2003, reemplazado a fines de 2010 por su heredera política, Dilma Rousseff, también del Partido de los Trabajadores.
Su primer gran trabajo –y uno de sus preferidos– fue el Complexo de Pampulha, en Belo Horizonte, terminado en 1943. Participó entre otros en la concepción de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1952) y diseñó el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi (1996), cerca de Río, célebre por su forma de platillo volador.
En 1928, Niemeyer se casó con Annita Bildo, con quien tuvo una única hija, Anna Maria. Su unión duró 76 años, hasta la muerte de Annita a fines de 2004. Su hija Anna Maria murió en junio pasado, a los 82 años, víctima de un enfisema pulmonar. A los 98 años, Niemeyer volvió a casarse con su secretaria, Vera Lucía Cabrera, 38 años menor que él y que lo sobrevive.
Durante el último Carnaval de Río, en febrero, Niemeyer visitó las obras de renovación del Sambódromo, que construyó en 1984, y donde tendrán lugar varias competiciones de los Juegos Olímpicos de 2016, entre ellos la llegada del maratón.
Con su muerte, se extingue la última figura emblemática de toda una generación de comunistas en Brasil. “Nunca me callaré la boca. Nunca esconderé mis convicciones comunistas. Y quien me contacta como arquitecto conoce mis concepciones ideológicas”, insistió hasta el final de sus días.