El adiós a Hebe Bonafini, la histórica presidenta de Madres de Plaza de Mayo
Ruben Armendáriz |
El domingo 20 de noviembre falleció a los 93 años de edad, Hebe de Bonafini, militante argentina por los derechos humanos, cofundadora el 30 de abril de 1977 de la asociación Madres de Plaza de Mayo, organización de madres de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983.
El gobierno decretó tres días de duelo en “homenaje a Hebe, su memoria y su lucha que estarán siempre presentes como guía en los momentos difíciles”. El presidente Alberto Fernández despidió “con profundo dolor y respeto a Hebe de Bonafini, Madre de Plaza de Mayo y luchadora incansable por los derechos humanos”.
“Queridísima Hebe, Madre de Plaza de Mayo, símbolo mundial de la lucha por los Derechos Humanos, orgullo de la Argentina. Dios te llamó el día de la Soberanía Nacional… no debe ser casualidad. Simplemente gracias y hasta siempre”, escribió la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner a modo de despedida.
La Asociación Madres de Plaza de Mayo anunció este domingo que las cenizas de su fallecida titular, Hebe de Bonafini, descansarán en la Plaza de Mayo por pedido de la propia dirigente.
En 1977, Hebe sufrió la desaparición de dos de sus hijos –Jorge Omar y Raúl Alfredo– y, un año más tarde, la de su nuera, María Elena Bugnone Cepeda, esposa de Jorge, secuestrados y asesinados por la dictadura cívico militar.
A menos de un año de la instauración de la sangrienta dictadura, las Madres, con sus pañuelos blancos, comenzaron a visitar las redacciones de las agencias noticiosas internacionales, tratando de que sus denuncias trascendieran la férrea censura local.
En 1978, la Madres mostraron su ronda de todos los jueves en la Plaza de Mayo a la prensa internacional que llegó a la Argentina para cubrir el Mundial de Fútbol, mientras a unos cientos de metros del estadio de River Plata, en el centro de tortura, desaparición y muerte de la Escuela de Mecánica de la Armada se torturaba y asesinaba a sus hijos.
“Antes de que fuera secuestrado mi hijo, yo era una mujer del montón, un ama de casa más –declaró en 1982. Yo no sabía muchas cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero desde que desapareció mi hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran”, dec+ia
“El encuentro y el ansia compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que antes no me interesaba saber. Ahora me voy dando cuenta que todas esas cosas de las que mucha gente todavía no se preocupa son importantísimas, porque de ellas depende el destino de un país entero; la felicidad o la desgracia de muchísimas familias”, añadió.
“Nosotras vamos a seguir caminando y peleando como siempre. No va a haber punto final mientras haya compañeros militantes que acompañen en esta plaza a los pañuelos blancos. Cuando las madres no estén más, deben ser el reaseguro para que otros puedan caminar alguna vez en libertad”.
Hebe ha sido y seguirá siendo por siempre, junto a otras voces de otras madres y abuelas, la conciencia de los silenciados, la palabra de los asesinados, la irreverencia de los que no se sometieron al poder ni aceptaron la irreversibilidad de la historia que se ofrecía como una política del olvido y la reconciliación.
El intelectual Ricardo Foster recordó que la voz de Hebe se levantó cuando la mayoría callaba. La inflexión intempestiva de su palabra, nacida del dolor, reivindicó la dignidad en un país atravesado por la mayor de las indignidades y por las diferentes formas de la complicidad.
Fue una voz destemplada e injuriosa como sólo sabe amasarla el habla popular que no buscó eufemismos para golpear en el corazón de la injusticia y del terror pero que tampoco se calló cuando, ya en democracia, muchos exigían cerrar los expedientes de la dictadura, añadió. Icono internacional de la lucha por los Derechos Humanos, deja tras de sí más de media vida dedicada a la búsqueda de dos de sus hijos, secuestrados por la dictadura militar en 1977.
Hasta el último día se la vio cada jueves frente a la Casa Rosada, para cumplir rigurosamente con las rondas que desde el 30 de abril de 1977 esas mujeres que plantaron cara a la dictadura siguen dando alrededor de la Pirámide de Mayo. Cuando emprendieron su lucha eran, en su mayoría, amas de casa que buscaban por todos los sitios posibles a sus hijos desaparecidos.
Cuando la policía les dijo que no podían quedarse allí y tenían que circular comenzaron a dar vueltas a la plaza. Hebe de Bonafini tenía 49 años y su vida volvía a empezar.
El 5 de octubre, Hebe participó de la inauguración de una muestra fotográfica dedicada a su vida, titulada Hebe de Bonafini, una madre rev/belada. Allí recordó que había tenido “una niñez alegre, donde uno aprendía a disfrutar de las pequeñas cosas en su infancia”. Allí pidió que se llevase a los niños a ver las fotos que la recordaban, para que mantuviesen encendida la llama de sus batallas.
Las Madres fundaron una universidad, bibliotecas, una radio y hasta una señal de televisión. Tuvo siempre el apoyo del kirchnerismo en su gesta por la trascendencia, mientras enfrentaba con dureza al gobierno neoliberal y negacionista de Mauricio Macri y ahora al de Alberto Fernández, al que consideraba un traidor a la causa del peronismo de izquierda representado por Kirchner.
Las Madres nunca abandonaron la lucha, y Bonafini siempre estuvo allí, al frente, fiel a las posiciones más duras. Cuando Argentina recuperó la democracia en 1983, las Madres se dividieron. Bonafini se aferró a la demanda de “aparición con vida” de sus hijos, mientras que un sector más moderado, que pasó a llamarse Madres Línea Fundadora, se avino a negociar pensiones oficiales con la resignación de que sus “desparecidos” ya no volverían.
Su fallecimiento trajo repercusiones internacionales. Los primeros en expresarse fueron los expresidentes Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador. «Muy triste y consternado por la partida de la hermana Hebe de Bonfini, histórica, muy respetada y querida presidenta de Madres de Plaza de Mayo. Su lucha incansabe contra las dictaduras por memoria, verdad y justicia, es un ejemplo….», escribió Morales. Correa, por su parte, señaló: «Gracias por tanto, Hebe heroica y querida. Por ti vamos a vencer».
El Punto Final de 1985
En enero de 1987, poco después de la aprobación de la Ley de Punto Final, Hebe escribió este texto para la revista Crisis, casi un manifiesto contra la democracia gris, esa que necesitaba aplacar la rebelión. Vale la pena recordarlo en momento en que un filme como “1985” quiere hacer creer a las nuevas generaciones que los héroes fueron dos fiscales nombrados por la dictadura, y no el pueblo que combatió y resistió tantos años de horror, con las Madres como ejemplo permanente:
Las Madres, desde que asumió el radicalismo, le venimos anunciando al pueblo qué es lo que iba a pasar si nos quedábamos esperando lo que el gobierno prometía. Muchos afirmaron que las madres no entendíamos nada, que no sabíamos de política; que había que esperar y que le teníamos que firmar un cheque en blanco al Presidente. Las Madres no quisimos firmar porque estábamos convencidas de que los represores iban a ser perdonados. A nuestros hijos se los llevaron por la complicidad de los partidos políticos; eso no lo tenemos que olvidar.
El doctor (Raúl) Alfonsín acaba de decir: “Me explico el dolor de los familiares, lo hago cabalmente, aunque desde luego no comparto el criterio de quienes tomados por ese dolor, quizás hayan asumido las mismas ideas de los pobres muchachos”. Nuestros hijos no eran pobres muchachos.
No nos interesa que el doctor Alfonsín nos comprenda, nos interesa que respete a nuestros hijos, porque si él está en ese sillón es porque ellos dieron su juventud y su vida enfrentando a los asesinos. Nosotros somos los encargados de que así sea: las Madres, los compañeros militantes y los que siguen este camino de reivindicación de su lucha. El único pobre muchacho es el Presidente, que está postrado ante los Estados Unidos.
También dijo el doctor Alfonsín que cuando se habla de amnistía se miente, pero el único que miente es él porque ésta es una ley de amnistía descarada, por más vueltas que le den.
La Asociación Madres de Plaza de Mayo no ha ido a ver a ningún diputado ni a ningún senador. Más aún, por la radio, noches pasadas, yo he dicho que el senador Gass no merece ser padre del hijo que tuvo, porque ha tenido un hijo muy valiente que fue asesinado por la dictadura, luchando por construir un mundo mejor, cosa que no repite el senador.
El doctor Alfonsín afirmó en otro párrafo: “Paramos en el presente para que la justicia haga lo que tiene que hacer, hay que mirar hacia adelante, unirnos y abrazarnos…” La justicia que hay no sirve, porque es una justicia burguesa, hecha para los burgueses y por los burgueses. Nosotras estamos convencidas de que debemos mirar para adelante, claro que sí; por eso enfrentamos a la feroz dictadura y no abajo de la cama, como dijo el doctor Alfonsín impunemente.
La enfrentamos en plena Plaza de Mayo, donde a él nunca lo vi compartiendo las luchas y los peligros. Por eso queremos mirar para adelante junto con todos, con esos jóvenes a los que él está preparando como nuevas víctimas de la represión, acusándolos de ultras. Creo que el único ultra es él, ultra antidemocrático, pues no permite criticas ni disenso.
Habla de que quiere justicia y no el paredón. Ninguna de nosotras quiere el paredón, porque no hay mejor paredón que 30 años de prisión y a él le falta hombría para hacer que los genocidas paguen sus culpas debidamente, día a día.
El nuevo verso de los radicales es preguntar si tenemos odio. Yo les pregunto a los que dicen que no hay que tener odio, si después de ver cómo fusilaban a nuestros hijos cobardemente, cómo los violaban y torturaban, cómo los asesinaban de rodillas y con los ojos vendado, si después de todo esto alguien puede no tener odio. Quien diga que no, es un falso y un hipócrita.
El doctor Alfonsín expresó finalmente todo lo que sentía desde el primer momento. Lo que premetió en su campaña electoral fue falso: fueron mentiras para ganar votos. Él está dispuesto a pagar todo el costo político necesario, de la misma manera que piensa pagar la deuda externa: postrado ante Norteamérica, comprometido con la política de dominación.
Por eso dice que va a pagar el costo, porque él ya se comprometió cuando hablaba del pacto Militar-Sindical: sólo que se olvidó de agregar que era Militar-Sindical-Radical el verdadero pacto. Por eso estamos ahora endeudados. con salarios de hambre, con cuerpos especiales preparados para reprimir y con leyes que entre gallos y medianoche otorgan la impunidad.
Nosotras vamos a seguir caminando y peleando como siempre. Igual que enfrentamos el documento final.de la dictadura, que nos hizo movilizar con más fuerza, ahora lo haremos con la ley radical. No va a haber punto final mientras haya compañeros militantes que acompañen en esta plaza a los pañuelos blancos. Cuando las Madres no estén más, deben ser el reaseguro para que otros puedan caminar alguna vez en libertad, sobre todo con el proyecto que tenían nuestros hijos que era, precisamente, lo contrario de lo que dijo Alfonsin respecto a que negaban la dignidad del hombre.
Nuestros hijos jamás lucharon por causas innobles ni por ambiciones personales: le enseñaron al país que es la solidaridad, la comprensión y el compartir todo lo que se tiene. En cambio, esto nunca se ve en los que nos gobiernan, que son los únicos que se aumentan los sueldos que tienen viviendas privilegiadas y siempre están listos para obtener las prebendas y los beneficios que les da el poder ejercido sin decencia. Justamente todo lo opuesto de lo que querían nuestros hijos, que siguen siendo el espejo que desnuda la prostitución de la casta gobernante.
* Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)