El 2025 que se nos viene, tras el año más sanguinario de este siglo

Isabella Arria

Todos parecíamos apurados por desprenderse del 2024, considerado el año más sanguinario en lo que va del siglo, donde millones de personas padecieron una alta exposición de muerte y torturas; la violación impune de las reglas internacionales más básicas

Quizá el genocidio de palestinos en Gaza oscurece cualquier otra noticia del año que pasó (con muchas penas y sin gloria), incluso las (¿pocas?) positivas, como la liberación de Julian Assange, o las buenas perspectivas que se prevén con la ampliación de BRICS.

Y ahora se plantean  dos escenarios probables para 2025. Uno es el fin de la guerra en Ucrania (iniciada en 2022), algo que equivaldría a un importante cambio del panorama europeo. El otro, la continuidad, el aumento y, quizás, el descontrol, de las distintas batallas en Oriente Medio, la continuidad del genocidio en Gaza, mientras preocupa a Europa el renacer anticolonial en África, que está expulsando a los soldados franceses que resguardan la explotación por parte de sus empresas.

Las embestidas contra Gaza, Cisjordania, Líbano, Irán, Yemen y ahora también Siria revelan que el plan israelí de conformar el “Gran Israel” no era apenas una teoría conspirativa. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu (sobre quien pesan varios delitos) y su gabinete de extrema derecha, hace más de un año que vienen violando todas las leyes internacionales y los valores humanitarios básicos.

Pero con el respaldo de Europa y Estados Unidos, se manifiestan impunes. Ni las protestas de la ciudadanía global, ni las declaraciones del máximo tribunal de Naciones Unidas (la Corte Internacional de Justicia) los detienen. Israel cuenta con el aval y la luz verde de Washington para rediseñar Oriente Medio.

¿Nuevo orden?

El 2024 trajo la verificación de que el nuevo orden multipolar ha acelerado su marcha y que su proceso es irreversible: BRICS ampliado compite y gana al hiperconcentrado G7, el que agrupa supuestamente a los “siete países más industrializados del mundo”.

Las estimaciones más conservadoras indican que BRICS + controlará el 40% de la producción de gas y 45% de la de petróleo a nivel mundial.

El primer día de 2024, en Moscú, la pujante organización integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, se expandió e incluyó a Irán, Emiratos Arabes Unidos, Egipto y Etiopía. También a Arabia Saudita, pero como país invitado. En síntesis, se sumaron tres grandes productores de petróleo y gas de Asia y dos naciones claves para reforzar la representación africana. Argentina estaba en la lista, pero el libertario presidente Javier Milei canceló el ingreso.

Si antes ya movía el 30% de la economía global; tenía un mercado posible del 42% de la población mundial; estaba conformado por 4 de los 7 países más extensos del planeta y algunos de sus miembros lideraban la tabla de desarrollo armamentístico y tecnología, ahora, con la incorporación de estos países ricos en hidrocarburos, su poder de influencia no tiene discusión.

En octubre, en la cumbre de Kazan (Rusia), BRICS+ planteó establecer “un orden global armónico” y acordó incrementar la posibilidad de intercambio comercial entre sus países con moneda nacionales, entre otras propuestas. No se habló de desdolarización, porque nadie quiere agitar la ira del imperio tras las amenazas del presidente electo Donald Trump de futuros castigos para quien ose desafiar al dólar.

Otra iniciativa aprobada fue la de sumar países como “Estados asociados”. Están en la lista Bolivia, Cuba en América latina y en la estratégica zona de Asia Pacífico: Indonesia, Malasia y Tailandia. Lamentable e ¿inexplicablemente?, Brasil vetó la incorporación de Venezuela.

En 2024 se realizaron importantes elecciones para renovar los máximos cargos en el poder. En la India, el primer ministro ultraderechista, Narendra Modi, logró renovar su mandato por un margen de votos muy ajustado. Vladimir Putin, en cambio, fue reelegido como presidente de Rusia por el 87% del electorado.

En Irán, país petrolero y de gran peso en la reconfiguración multipolar, las elecciones fueron imprevistas. En mayo falleció en un accidente de helicóptero el entonces presidente Ebrahim Raisi (línea ortodoxa).

En julio, por 53,6 % de votos, fue elegido Masud Pezeshkian, médico y político de la línea reformista, inclinado a un mayor diálogo y aproximación con Occidente. Pezeshkian fue duramente provocado por Israel. Horas después de su asunción fue asesinado en Teherán, Ismail Haniyeh, importante líder de Hamas, quien estaba allí como invitado especial del nuevo mandatario persa.

En América del Sur, se realizaron las elecciones presidenciales el 28 de julio, en medio de un ambiente desestabilizador. En las semanas previas a los comicios se agitó desde la prensa hegemónica la idea de un supuesto fraude electoral. La noche de la votación en Venezuela hubo un ataque cibernético que retrasó el conteo. Finalmente, el Consejo Nacional Electoral dio el triunfo a Nicolás Maduro con un 52% de sufragios.

En América Central, la situación más grave se vivió en Haití donde se incrementaron las acciones de las bandas armadas y se extendió la hambruna entre la población. Luego de varios sucesores transitorios, asumió, en noviembre, como premier interino el empresario Alix Didier Fils-Aime quien aún está al mando. Ni la presencia de una Misión Multinacional de Seguridad de la ONU ha logrado reducir la violencia ni estabilizar el país, abandonado, no por casualidad, por las potencias occidentales.

En América del Norte hubo dos importantes comicios: México y EEUU. Claudia Sheinbaum, la primera presidenta mujer de México, asumió en octubre con el honor de ser la más votada en la historia de su país (60%). Sheinbaum tiene mayoría en ambas cámaras del Congreso y su partido, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), gobierna 24 de los 32 estados del país.

El triunfo del estadounidense Donald Trump, en noviembre, conmovió al mundo. Además de la silla en la Casa Blanca, obtuvo mayoría en ambas cámaras del Congreso. Asumirá el 20 de enero de 2025, pero ya prometió varias acciones pata temorizar al mundo.

Entre ellas, poner fin a la guerra que Rusia y la OTAN libran en Ucrania; escalar el asedio comercial contra China; aumentar la mano dura con los inmigrantes; castigar con suba de aranceles a la Unión Europea si no le compra más gas y petróleo a EEUU; imponer mayores tarifas impositivas a sus vecinos Canadá y México; comprar Groenlandia; readueñarse del Canal de Panamá y un 100% de impuestos a los BRICS si crean una moneda propia que desafíe al dólar, entre otras amenazas.

Trump pobló de halcones a su gabinete, entre multimillonarios y exmilitares. Busca evitar a toda costa el declive del liderazgo estadounidense y neutralizar (o derrotar, si fuera posible) a su rival chino. El contexto de guerras y violencia en Oriente Medio agrava aún más el escenario global, en el temor a continuar con la guerra infinita.

A partir del 20 de enero de 2025 con la asunción de Trump, se verán cambios que obligarán a tomar decisiones rápidas y fundamentales. Sin dudas, América Latina será una de las regiones más vigiladas, pero quizá también se le abran oportunidades, si es que se logra plasmar la integración regional, que permanente bombardean desde el Norte.

*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)