EEUU: Idealismo post adolescencia
DAVID BROOKS| Resulta que hay una condición sicológica –no está claro si es síndrome, fase, enfermedad, locura o qué– que se llama idealismo post adolescencia. Parece que el síntoma principal es cuando uno, por ninguna razón, cree o está convencido de que puede cambiar el mundo. La Jornada
Bradley Manning, el soldado responsable de la mayor filtración de información clasificada de la historia y que esta semana será sentenciado por atreverse a revelar lo que el gobierno hacía en nombre del pueblo (pero ocultando los hechos para el propio bien, y la seguridad), aparentemente sufre de esta condición. A quienes impulsan políticas bélicas para matar y destruir poblaciones, intervenir, invadir y mantener el asedio contra pueblos enteros, no se les clasifica dentro de algún padecimiento o alguna condición sicológica ni enfermedad, y mucho menos se considera que estén locos; aparentemente todos ellos son normales. El capitán naval David Moulton, siquiatra militar, testificó la semana pasada, en el consejo de guerra de Manning, que el soldado padecía de una lista de condiciones sicológicas, incluido el idealismo post adolescente. Esto, según Moulton, era porque Manning tenía la impresión de que la información que estaba filtrando cambiaría la manera en que el mundo veía las guerras en Irak y Afganistán, y de hecho, guerras futuras. Agregó que Manning creía que su acción llevaría a un bien más grande: la sociedad entera llegaría a la conclusión de que la guerra no valía la pena, que ninguna guerra valía la pena. Comentó que en el idealismo post adolescente, alguien verdaderamente siente que puede lograr un impacto social. Añadió que es “un momento en el cual la persona… está enfocada en marcar una diferencia en el mundo, en alcanzar cambios sociales, cosas así… es un periodo de transición en el que uno aún tiene algo del idealismo de juventud”. El próximo fin de semana se cumple en Washington el 50 aniversario de la histórica Marcha por Empleos y Libertad del movimiento por los derechos civiles encabezado por el reverendo Martin Luther King, donde pronunció su famoso discurso Yo tengo un sueño. Ese 28 de agosto de 1963, cientos de miles demandaron igualdad, libertad y empleo para todo ciudadano, y King, con su retórica extraordinaria, declaró: “les digo hoy, mis amigos, que aunque enfrentamos las dificultades de hoy y mañana, aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño americano. Tengo un sueño de que un día esta nación se levantará, y vivirá el significado real de su credo… que todos los hombres son creados iguales”. Continuó: tengo un sueño de que mis cuatro hijitos un día vivirán en un país donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter. Afirmó que llegaron a Washington para “recordar a America la urgencia feroz del ahora… Ahora es el momento de hacer real la promesa de la democracia. Ahora es el momento de salir del valle oscuro y desolado de la segregación al camino soleado de la justicia racial… Ahora es el momento de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de Dios”. Otros también soñaron que podían cambiar este país, organizando, defendiendo principios, denunciando injusticias, creando nuevos movimientos, toda esa historia que sólo a veces se cuenta (por ello, la importancia de historiadores como Howard Zinn). Las luchas sindicales, los movimientos contra las guerras, por la defensa del medio ambiente, por los derechos de las mujeres, de los gays, de los inmigrantes y más, continúan hoy día.
Jóvenes estadunidenses e inmigrantes integrantes de una nueva agrupación llamada Dream Defenders (Defensores del Sueño) ocuparon oficinas del capitolio del estado de Florida durante 31 días para denunciar leyes que se usaron para justificar el asesinato del joven afroestadunidense Trayvon Martin, acción que será seguida por un esfuerzo por empadronar nuevos votantes para enfrentar al poder conservador en el estado. La acción llegó a tener perfil nacional, y figuras como Harry Belafonte y Jesse Jackson acudieron para acompañarlos y expresar que son la nueva generación que hereda las luchas anteriores, y por lo tanto parte de la esperanza de un futuro diferente en este país. A la vez, el movimiento de defensa de los derechos de los inmigrantes –el cual es considerado el nuevo movimiento de derechos civiles por algunos de los que acompañaron a King hace 50 años– se ha visto revitalizado por inmigrantes jóvenes que se han atrevido a enfrentar de manera directa a las autoridades, desde alguaciles locales, agentes de migración, hasta legisladores federales y al mismo presidente con su consigna indocumentado y sin miedo, en demanda de derechos básicos y de poner fin a las deportaciones y hostigamiento a sus familias y comunidades. Trabajadores inmigrantes, desde los campesinos de Florida hasta los lavadores de coches o los jornaleros urbanos, también han redoblado esfuerzos en demanda de sus derechos laborales y una vida digna. Así, desde el sector más vulnerable renace parte del movimiento sindical en este país, con hazañas como las de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, que enfrenta a las empresas más poderosas del sector alimentario y ha ganado ya varias batallas en sus demandas de alimento con justicia, incluida la liberación de miles de trabajadores que laboraban en condiciones de esclavitud. Por otro lado están los maestros que se han rebelado contra reformas impulsadas por los políticos y los hombres más ricos y poderosos del país, en defensa de la educación pública como derecho básico para todos, como algo fundamental para defender la democracia y para que los estudiantes puedan seguir soñando en algo más que su papel en el mercado. Al parecer, todos estos, entre tantos más, desde King hasta los soñadores de hoy, padecen de esa enfermedad llamada idealismo post adolescencia. Seguro que ya está en desarrollo una pastilla que se pueda recetar para aliviar ese malestar. Pero uno puede seguir soñando que no hay remedio para ello. Ojalá sea una enfermedad muy contagiosa.