Duelo de salón, juego de ajedrez entre Biden y Putin en la cumbre de Ginebra

Isabella Arria

(Xinhua/Denis Balibouse/Pool)
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Todo el escenario previo a la cumbre ruso-estadounidense en Ginebra presagiaba una reunión hostil donde se sacaran chispas y el preámbulo de una nueva guerra fría. Eso era lo que se podía esperar ya que Joe Biden había llamado asesino a Vladimir Putin, a lo que éste le respondió que el mandatario estadounidense representaba a un país hostil. Pero no: no habrá una nueva guerra fría. Al menos por ahora.

Biden propuso la reunión, diciendo que busca marcar las líneas rojas al ruso, y aceptada por éste como un reconocimiento de que Rusia sigue siendo una superpotencia. No estamos ante una nueva Guerra Fría, sino en medio de un permanente juego de acción y reacción en el que cada uno defiende sus intereses: EU teme por su hegemonía y Rusia aspira a volver a ser grande. Pero cuando dos elefantes discuten acaloradamente, los que terminamos sufriendo somos las hormigas.

“Creo que no hubo ninguna hostilidad; por el contrario, nuestro encuentro se desarrolló en clave de principios: nuestras opiniones difieren sobre muchos puntos, pero, a mi juicio, ambas partes han mostrado voluntad para comprender al otro y buscar vías de acercar posturas”, dijo Putin, quien agregó que, si bien “en esta situación no puede haber confianza”, sí “hubo un destello de esperanza”.

En una declaración conjunta, los dos presidentes destacaron que “Rusia y Estados Unidos han demostrado que aun en períodos de tensión son capaces de lograr progresos en el cumplimiento de objetivos comunes para garantizar la predictibilidad en el ámbito estratégico, disminuir los riesgos de conflicto armados y la amenaza de una guerra nuclear”.

“La reciente prolongación del tratado Start III es una muestra de nuestro apego al control de las armas nucleares. Hoy reafirmamos nuestro apego al principio según el cual en una guerra nuclear no puede haber vencedores y nunca esta debe ser desatada”, agregaron, y manifestaron su determinación de seguir dialogando sobre “seguridad estratégica” para “sentar las bases del futuro control de armamentos y de las medidas de disminución de riesgos”.

Previa a esta cita ginebrina, se dieron tres cumbres: del G7,  de la OTAN y la de EU-Unión Europea, en busca de apoyos para enfrentar con mayor solidez al mandatario ruso.

Obviamente,  las diferencias eran (y son) mucho más grandes que las coincidencias, porque ambos necesitan definir una base común para gestionarlas, sin despeñarse. Posiblemente tras la reunión, a Biden le quedó claro que ni las palabras gruesas ni las sanciones van a llevar a Putin a modificar el rumbo que Rusia ha trazado hace tiempo.

La prensa estadounidense y europea insistió en que Putin eliminó toda oposición de peso para cuestionar su poder autoritario. Pero lo real es que en lo referente a la política exterior, pese al asedio liderado por Washington, sigue recuperando buena parte de la influencia que perdió con la desaparición de la Unión Soviética, tanto en el Asia central como en  Europa oriental.

Putin, maestro en la zona gris, dio sus pasos al borde del umbral donde el rival debe responder por la vía militar. En Georgia (2008) , Bielorrusia (2020), pasando por Ucrania (Donbas y Crimea, 2014), Rusia ha ido avanzando y, a la vez, desnudó el discurso de Washington y la OTAN, mostrando la falta de voluntad de ambos para parar sus planes y jugarse en defensa de unos países, abandonados ante la ofensiva ruso.

Quizá Biden, al contrario que la mayoría de sus predecesores, no busca un reseteo ruso  sino apenas  hace más previsibles las situaciones a enfrentar. Su misión es poner trabas a una eventual alianza entre Rusia y China, que le voltearía el mapa geopolítico. Pero su tiempo es limitado, ya que las elecciones parlamentarias de 2022 pueden obligarlo a reducir sus ansias de cambio, aunque en realidad no tiene mucho para ofrecer en lograr que Rusia varíe su actitud y planes.

En definitiva, la reunión apenas ha alumbrado un indefinido acercamiento para explorar un diálogo regular sobre algunos temas como el control de armas nucleares (entre ambos poseen, a partes iguales, en torno al 93% de todas las cabezas nucleares existentes en el planeta) y alguna iniciativa para tratar conflictos regionales, como el de Siria y Libia, o el cambio climático.

Hubo anuncios inconcretos sobre la reintegración en sus puestos de los respectivos embajadores o el arranque de contactos sobre ciberseguridad. Ni siquiera hubo una conferencia conjunta luego de las dos reuniones en la villa ginebrina de La Grange.

Los dos gobernantes conversaron sobre un posible intercambio de personas presas en Rusia “Lo hemos debatido. El presidente Biden planteó el asunto al referirse a los ciudadanos de Estados Unidos que se encuentran en prisiones en la Federación de Rusia. Puede haber ciertos compromisos en este tema”, adelantó Putin.

Pese a las declaraciones edulcoradas, nada se ha avanzado en temas tan publicitados por Washington como la presunta injerencia rusa en los procesos electorales estadounidenses (y de otros países), o los supuestos ciberataques. Ni sobre la muletilla de respeto a los derechos humanos y los valores democráticos, como si el historial de Estados Unidos fuera limpio (y mucho menos inmaculado) en ambos temas.

La fake-agresividad de Time

Vladimir Putin pasó mucho del año 2020 orquestando una campaña de influencia para evitar que Joe Biden asumiera como presidente 46 de Estados Unidos. Habiendo fallado en eso, señaló Brian Bennett en su nota principal de la revista Fimne, “el autócrata ruso dedicó los primeros cinco meses del gobierno de Biden para presidir
( presiding over) una serie de ataques realizados por organizaciones criminales y agencias estatales contra los suministros de gas y comida de los hogares de Estados Unidos”..

¿Por qué meter tanta carga sin sustento contra Putin?, se pregunta el analista John Saxe-Fernández. Sobre los presuntos hackeos a los organismos, incluyendo bancos de datos del Partido Demócrata, varios exaltos analistas de inteligencia advirtieron a Biden que ningún ataque de ese tipo fue detectado por los sistemas más avanzados de la NSA.

A lo largo de esta pieza de manipulación propagandística se suceden graves acusaciones contra Putin como principal articulador de los criminales secuestros de datos del gasoducto Colonial y de los canales de alimentación de EU, para más adelante ir bajando el tono de los señalamientos e implicaciones contra Rusia, como de alguien que tiene en mente potenciales costes legales ante las cortes por lo grave de la acusación.

* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)