Dos años de la guerra: remezón en Ucrania y un final sin libreto
Isabella Arria
Parecía que la guerra en Ucrania había entrado en una meseta, pero unas semanas antes se cocinan hechos que irían a cambiar el curso de los acontecimientos, tras evaluar el incuetionable fracaso de la contraofensiva ucraniana de 2023 y que la ayuda europea y estadounidense a Kiev fue disminuyendo gradualmente y todos los informes de los grandes centros de estrategia militar arrojaban resultados pesimistas.
Si hacemos un estado de situación, hasta ahora, ninguno de los objetivos se ha cumplido, pero el gobierno de Volodymir Zelensky parece, a su vez, cada día más lejos de su intención de expulsar a todas las tropas rusas y recuperar la totalidad de los territorios perdidos, incluida la península de Crimea, ya integrada de manera, aparentemente irreversible, a Rusia.
El 8 de febrero, el aún presidente de Ucrania, Vlodomir Zelensky, destituyó a su comandante en jefe, Valery Zaluzhny, blanqueando la crisis interna de su gobierno, ante los cientos de miles de soldados (y civiles) ucranianos muertos. La intención de Zaluzhny era convertirse en una opción para reemplazar al comediante Zelensky. El militar es considerado -en especial por los neonazis-, como una figura fuerte y capaz.
Coincidentemente, se verifica una abrupta devaluación de la imagen de Zelensky, visto como débil y corrupto en Estados Unidos. El 22 de agosto de 2023, el portal de información de los BRICS, señaló que «parece cada vez más claro que Occidente quiere reemplazar a alguien más competente que Zelensky en la presidencia de Ucrania».
El portal cita un documento filtrado del Pentágono en el que Victoria Nuland, actual subsecretaria de Asuntos Políticos y alma mater del golpe de Estado en Ucrania de 2014, afirma que Zelensky está «agotando rápidamente su imagen política» por lo que habría que sustituirlo en las próximas elecciones de 2024.
Nuland, fue una de las figuras clave para el proceso de nazificación de Ucrania y para convertir a ese país en un enclave de Estados Unidos.Advertido del complot de sus socios, Zelensky ya había dicho que «es totalmente irresponsable y frívolo» lanzar al debate público el tema de las elecciones «en tiempo de guerra». Su mandato debería terminar el próximo 31 de marzo.
Carlson y la desinformación
Ese mismo 8 de febrero el periodista estadounidense Tucker Carlson, entrevistó al presidente ruso, Vladimir Putin, y rompió el muro de la cancelación rusofóbica -por primera vez millones de occidentales escucharon la voz del modaz Putin- y sacudió el escenario de la guerra. La mayoría de sus conciudadanos no estaban ni están informados sobre un conflicto que está transformando el mundo.
Seguramente los estadounidenses fueron sorprendidos por realidades que la Casa Blanca había ocultado (como siempre lo hace cuando invade un país o ayuda a hacerlo): Putin acusó directamente a Washington del atentado bomba contra el gasoducto Nordstream que llevaba gas a Alemania y recordó que el conflicto podría haber terminado en marzo de 2022, con un acuerdo final firmado en Estambul entre Moscú y Kiev.
El jefe de los negociadores ucranianos, David Arakhamia reveló públicamente que después de la negociación en Estambul llegó imprevistamente a Kiev el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, y Ucrania tuvo que negar haber firmado el acuerdo.
El momento de la entrevista de Carlson a Putin era bueno para Rusia, con la moral de su ejército alta. La victoria (o la humillante derrota de la OTAN) en Avdiivka, donde Ucrania tenía una base militar con sus mejores fuerzas, es un logro significativo. Es clave para Moscú y para Kiev porque quien la domine tendrá el control total de toda la región del Donbass.
De todos los dichos de Putin en la entrevista con Carlson vale rescatar uno: «Si hay voluntad (para las conversaciones de paz), hay opciones… Hasta ahora, han estado gritando: “¡Tenemos que infligir una derrota estratégica a Rusia en el campo de batalla!”. Ahora parece que se han dado cuenta de que es difícil, si no imposible”.
“Ahora los que están en el poder en Occidente también se están dado cuenta de eso y tienen que pensar qué hacer. Estamos abiertos al diálogo… Pues bien, ahora que piensen cómo darle un giro a la situación», concluyó Putin.
¿Hasta cuándo?
Y así es que ya se cumplieron dos años de que el ejército ruso cruzó las fronteras ucranias para llevar a cabo una operación militar para desmilitarizar a su país vecino, desnazificar a las autoridades y las fuerzas armadas ucranias y separar del país las regiones con presencia significativa de población rusa, las cuales se encontraban enfrascadas en enfrentamientos de intensidad variable con Kiev desde 2014.
Como en toda guerra, la desinformación ha cumplido un rol protagónico. Los medios hegemónicos occidentales siguem hablando de la agresión no provocada de Rusia, pero los acercamientos para integrar a Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fueron una clara provocación.
Moscú sostiene que sus adversarios no le dejaron otra alternativa, aunque siempre hay caminos menos deseables que las armas. Ucrania se presenta como una víctima pasiva de su poderoso vecino, cuando sus líderes sabían (o debieron saber) que sus coqueteos con la OTAN eran una línea roja inadmisible para la seguridad nacional rusa.
Las administraciones de Putin y Zelensky coinciden en ubicar como punto de partida de la guerra en 2014, pero cada bando resalta hitos diferentes. Para Moscú, las agresiones comenzaron con el golpe de Estado conocido como Euromaidán, financiado y respaldado por las potencias occidentales, y a partir del cual se instaló un gobierno antirruso que desató cacerías de ciudadanos con esa etnicidad.
Para Kiev, el Euromaidán fue una heroica rebelión civil y la violencia provino de la reacción del Kremlin a ese evento con la anexión de Crimea y el respaldo financiero, logístico y armamentístico a milicias prorrusas en la región del Donbás. En un contexto pos-imperio ruso y postsoviético, se sumó el papel de Occidente,
Desde mucho antes del 22 de febrero de 2022 desplegó una política belicista agresiva y quiso usar a Ucrania para humillar a Rusia, una peligrosa insensatez al tratarse del Estado con el mayor arsenal nuclear del planeta.
Pero la instrumentalización del conflicto por parte de Washington para destruir a Rusia y separarla definitivamente de Europa no ha logrado derrotarla en el campo de batalla ni colapsar su economía. Son los países de Europa occidental los que sufren la pérdida de una fuente barata de energía, la retirada de un mercado de primera importancia, el desvío de recursos a la industria bélica y el efecto inflacionario de todos estos factores.
Resulta por demás hipócrita el dogma occidental respecto a la inamovilidad de las fronteras ucranias, luego que estos mismos actores forzaron la disgregación de Yugoslavia en un archipiélago de pequeños países susceptibles de ser controlados por las metrópolis y sus corporaciones. Lo cierto es que todos esperan un final de la guerra, pero no se ponen de acuerdo en el libreto.
*Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)