Diez años de proceso de cambio en Bolivia: una mirada geopolítica
Katu Arconada|
21 de enero de 2006: Evo Morales Ayma, en una ceremonia ancestral en Tiwanaku, es investido Apu Mallku (líder) de los pueblos indígenas de América Latina. Un día después, el 22 de enero, en la Asamblea Legislativa, fue posesionado como Presidente de la República de Bolivia. La misma secuencia se repetiría el 21 y 22 de enero de 2010 y 2015, tras ser electo Presidente constitucional esta vez ya del Estado Plurinacional de Bolivia.
21 de febrero de 2016: En 339 municipios, incluidas 11 autonomías indígena originario campesinas constituidas o en proceso, que conforman los 9 departamentos de Bolivia, se producirá un referéndum constitucional para que el pueblo boliviano de manera soberana y democrática, decida si se puede reformar parcialmente la Constitución para permitir que el Presidente Evo Morales y el Vicepresidente Álvaro García Linera puedan presentarse a la reelección en las elecciones generales de 2019.
En el plazo de un mes la revolución democrática y cultural boliviana va a vivir momentos trascendentales en su historia reciente. Por un lado, el 21 y 22 de enero se conmemora el aniversario del Estado Plurinacional y los 10 años del proceso de cambio, y un mes después, el 21 de febrero, se va a producir una votación histórica que va a simbolizar la fortaleza de la nueva democracia boliviana frente a la democracia fósil neoliberal.
El referéndum constitucional es probablemente la votación más importante que el proceso de cambio enfrenta desde la primera victoria de Evo Morales y el MAS-IPSP en diciembre de 2005. Las espadas están en alto, y la derecha boliviana, que ya logró introducir el “candado” de la no reelección durante la Asamblea Constituyente, se ha unido detrás del no en el referéndum, convenientemente financiada por el Departamento de Estado, como recientemente ha denunciado[1] el Vicepresidente Álvaro García Linera.
Es la votación más importante porque por primera vez está en juego, en primer lugar, la posibilidad de que Evo Morales no sea el candidato de las mayorías sociales en 2019; y en segundo lugar porque en caso de perder el Sí, el MAS-IPSP enfrentará el difícil reto de seguir profundizando el proceso sin que su líder nacional sea Presidente del Estado Plurinacional.
Y es que la figura de Evo trasciende los límites de un líder partidario, de un Presidente de un país, para cristalizar los sueños y aspiraciones de las clases populares, del movimiento indígena originario campesino boliviano, marginado por siglos de colonialidad. Evo sintetiza las luchas anticoloniales emprendidas por Túpac Katari y Bartolina Sisa, pero también las luchas anticapitalistas libradas durante la Guerra del Agua y del Gas. Evo lleva en su ajayu (espíritu en aymara, la fuerza que contiene tanto los sentimientos como la razón) un antiimperialismo forjado en su lucha contra la DEA y la USAID en el Chapare, contra la injerencia de la Embajada de Estados Unidos que hizo que lo expulsaran del Congreso cuando era Diputado; un anticolonialismo que le hizo convertirse en líder internacional del movimiento sindical y campesino durante la Campaña “500 años de resistencia indígena, negra y popular” que culminó en 1992, a 500 años de la invasión de Nuestra América; y a partir de esa campaña nació en 1993 la Vía Campesina, en la que Evo terminó de definir su propio horizonte anticapitalista y en favor de la soberanía alimentaria.
Es por eso que todos los grandes avances del proceso de cambio boliviano podemos situarlos en estas tres coordenadas, comenzando por una nacionalización de los recursos naturales que devolvió su soberanía al pueblo boliviano, permitiendo una redistribución de la riqueza sin precedentes en los casi 200 años de historia republicana e iniciar un proceso de transición hacia el socialismo que necesariamente pasaba por reforzar el Estado para dejar atrás el neoliberalismo y marcar las coordenadas de un horizonte anticapitalista a partir de las formas de economía estatal y comunitarias. A partir de esa base de mejora de las condiciones materiales del pueblo boliviano, se trazó también un horizonte anticolonial, que transformó los imaginarios de la sociedad y comenzó un lento pero a la vez imparable proceso de descolonización y despatriarcalización del Estado y de la sociedad, rompiendo además los viejos paradigmas y comenzando a definir ese socialismo comunitario del Vivir Bien que es la estación final de un proyecto político de liberación nacional y social, todo ello además a partir de una nueva relación con la Madre Tierra. Y como no podía ser de otra manera, Bolivia ha adoptado una sólida posición antiimperialista tanto en la política nacional como internacional, que comienza por la expulsión de la DEA, USAID y el Embajador estadounidense, y continua por la denuncia de todas las agresiones imperialistas y la defensa de la soberanía nacional de cualquier país del mundo atacado por el imperio.
Pero esta conciencia antiimperialista no es sino parte de una nueva doctrina de las relaciones internacionales y una nueva visión geopolítica del mundo multipolar que Bolivia viene construyendo, y que podemos definir bajo el nuevo paradigma de la Diplomacia de los Pueblos.
Son numerosas las referencias que podemos encontrar dentro de esta nueva Diplomacia de los Pueblos impulsada por el Presidente Evo y el Canciller Choquehuanca, pero queremos destacar 4:
• En primer lugar, trasladar esa recuperación de la soberanía nacional y de la dignidad del pueblo boliviano a la esfera internacional mediante la interposición en la Corte Internacional de Justicia de La Haya de la demanda para reclamar a Chile una salida al mar con soberanía. No podemos olvidar que Chile arrebató mediante una agresión bélica 400 kilómetros de costa a Bolivia, una costa además (o precisamente por eso) rica en recursos naturales como guano, salitre, bórax, cobre y plata. Pero además el sello de Evo está presente logrando unificar los intereses de una nación detrás de la demanda marítima, e incluyendo en el mismo equipo a la mayor parte de ex presidentes de Bolivia, e incluso colocando como vocero de la causa a un ex Presidente del periodo neoliberal como es Carlos Mesa. Esta unidad del pueblo boliviano, pero también la solidaridad internacional que ha recibido la causa boliviana, sería impensable con cualquier otro Presidente.
• Un Presidente que ha sido el principal impulsor de la integración latinoamericana junto a los arquitectos de la misma, los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez. Bolivia no solo incorporó el apellido TCP (Tratado de Comercio de los Pueblos) al ALBA, sino que ha sido un pilar importante de la constitución de la Unasur y CELAC, mecanismo de integración regional que presidirá en 2017 y a la que en palabras del propio Evo: “Todos los presidentes están convocados para participar. La mayoría asistirán, excepto Canadá y EE.UU. (…) eso también es una forma de liberarnos del dominio del imperio norteamericano”. Tampoco podemos olvidarnos del acercamiento, e ingreso, de Bolivia al Mercosur, y la posición crítica mantenida sobre el mecanismo de desintegración regional conocido como Alianza del Pacífico.
• La apuesta por la integración latinoamericana y caribeña ha venido acompañada de una profundización de las relaciones Sur-Sur. Y en este ámbito es de destacar la presidencia del G77+China ostentada por Bolivia durante el 2014 y la realización de la Cumbre del grupo de Naciones Unidas en Santa Cruz de la Sierra en junio de ese año. Trabajo y liderazgo que se vio recompensado con la nominación de Bolivia para presidir precisamente en la ONU el Comité sobre el Proceso de Reestructuración de la Deuda Soberana en el marco de la defensa de la soberanía argentina frente a los fondos buitre.
• Pero no solo Bolivia ha destacado en el ámbito de la diplomacia multilateral. La nueva Diplomacia de los Pueblos y relacionamiento Sur-Sur también se ha traducido en el plano bilateral. En este carril debemos destacar en primer lugar las inmejorables relaciones que existen con la República Popular China conducida por el PCCh y plasmadas en un impulso a la soberanía científica y tecnológica boliviana con la construcción en China del satélite Túpac Katari (TKSAT-1), primer satélite de telecomunicaciones propiedad del Estado Plurinacional de Bolivia. Tampoco podemos olvidarnos de las relaciones con Rusia, la otra potencia BRICS, país con el que se ha firmado un acuerdo para la construcción de un centro de investigación nuclear y capacitación de personal para desarrollar energía nuclear con fines no solo pacíficos, sino médicos.
Pero además de la nueva Diplomacia de los Pueblos, de Bolivia hacia el mundo, el mundo también tiene sus ojos puestos en el corazón de Sudamérica principalmente por 2 aspectos:
• Primero, la buena marcha de la economía boliviana. En un contexto de crisis del capitalismo y descenso del precio petróleo hasta mínimos históricos, Bolivia sigue creciendo en torno a un 5%, algo inédito en una América Latina que roza el 1% de crecimiento medio en 2015. A pesar de que el precio del gas está indexado al del petróleo, que en estos momentos bordea los 25 dólares el barril, la buena marcha de la economía boliviana es algo que se estudia[2] incluso en la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago, cuna y laboratorio del neoliberalismo.
• En segundo lugar Bolivia está construyendo ante el mundo un nuevo paradigma de relación con la naturaleza. Ante un planeta que ha alcanzado sus límites de sustentabilidad, y un modelo de crecimiento que implosiona ante la necesidad de mantener la tasa de ganancia del capital, Bolivia impulsa un modelo de desarrollo que no implique crecer a costa de la explotación de los pueblos, las personas o la naturaleza. Es necesario destacar aquí la aprobación de la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien, que debe convertirse en un modelo para una humanidad en la búsqueda de otro modelo de desarrollo.
• Pero todos estos avances y el aporte boliviano a la construcción de un nuevo mundo multipolar se ven amenazados por una derecha que, con la complicidad del imperialismo, quiere impulsar también en Bolivia la restauración conservadora que ha triunfado en Argentina y obtenido un éxito parcial en Venezuela. Sin olvidar la necesidad de la formación política y creación de nuevos cuadros para continuar profundizando la revolución democrática y cultural, es necesario terminar la refundación del Estado comenzada el 21 de enero de 2006, refundación que debe culminar en 2025 cuando se complete la Agenda Patriótica y Bolivia alcance una segunda y definitiva independencia donde la extrema pobreza haya sido erradicada, y se llegue a la plena soberanía económica, científica, tecnológica o cultural.
El proceso de cambio boliviano es ahora mismo, por factores tanto endógenos como exógenos, el más sólido y estable de la región. Pero para que esa estabilidad no se vea amenazada, es necesario el triunfo del Sí en el referéndum del 21 de febrero. Ese triunfo no solo permitirá que Evo y Álvaro puedan volver a ser los candidatos del pueblo en 2019, sino que será un soplo de aire fresco para el proceso de cambio continental, que debe volver a tomar impulso tras las derrotas electorales en Argentina y Venezuela.
Hoy aparece una Bolivia de las luces, de los ejemplos, de las victorias y de los optimismos y esto nos coloca en un sitial muy importante y hay que saberlo aprovechar en el sentido colectivo del término, que esta visibilización de Bolivia nos sirva para apalancar un mayor crecimiento económico, presencia y liderazgo internacional, todo apuntando al temar del mar.
*Diplomado en Políticas Públicas. Ex asesor del Viceministerio de Planificación Estratégica y de la Cancillería de Bolivia.