Díaz Rangel: El suceso mayor/ Stelling: Apagón que ilumina/ Curcio: A Michelle Bachelet

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El suceso mayor

Eleazar Díaz Rangel-ÜN|

Escribo desde el Hospital Militar Carlos Arvelo, donde estoy ingresado desde el sábado 9, y aunque aún no estoy del todo recuperado, a pesar de mi aislamiento e incomunicación la información recogida sobre lo sucedido esta semana con el sabotaje eléctrico, me permite calificar el hecho, como un indudable intento de derrocar el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Una situación como la padecida por toda la población venezolana, de haberse suscitado en cualquier otro país de América Latina, no habría sido soportada por sus gobernantes, tales han sido sus efectos y su magnitud.

Imagínense nada más que la energía eléctrica y el agua se suspendieran por tres o cuatro días, y que una familia de cuatro hijos quedara incomunicada con uno de los muchachos hospitalizado, sin internet ni teléfono, y sin acceso a auxilio alguno. Eso y mucho más lo sufrió el país entero.

De lo escuchado en el hospital entre las enfermeras, deduzco que hubo tres tipos de posiciones ante la responsabilidad de los hechos ocurridos. Una de ellas atribuye la culpabilidad a los “escuálidos de m…”. Otra posición adjudica la responsabilidad, con diferentes matices, a la gente del gobierno. Y un tercer grupo, tajantemente culpabilizó al imperialismo norteamericano.

Cuando se culpabiliza a la CIA de cualquier ataque de grandes proporciones que ocurra en el mundo, suelo guardar mis reservas. Sin embargo, en esta ocasión no tengo dudas de su participación directa en este atentado contra nuestro país.

Hace poco leí un libro titulado “El legado de la CIA”, donde se cuenta su capacidad y las magnitudes de los hechos en los cuales ha estado involucrada. Se trata del primer servicio secreto del mundo, seguido por el Mossad sionista, la KGB rusa y el G2 cubano. Todas las evidencias mostradas por el gobierno acerca de lo certero y artero del ataque, validado ampliamente mediante los mensajes y declaraciones de los más altos funcionarios del gobierno norteamericano, cuando aquí aún no se sabía lo que había pasado ni la magnitud del daño ocasionado, los ponen ante el mundo en una flagrante evidencia, que se agrava en la medida en que los esos mismos halcones continúan amenazándonos.

Además intentan amedrentar a los organismos internacionales, supuestamente neutrales, encargados de velar por la justicia y los derechos humanos en el mundo entero. Con mayor descaro que nunca, los voceros de Trump se jactan de decir que no se avergüenzan al invocar la anacrónica e injusta doctrina Monroe, según la cual América es para los americanos. Es decir, el continente entero les pertenece.

Esta brutal intentona fracasó por dos razones fundamentales: por el decidido apoyo de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y el enorme respaldo popular con el que sigue contando el gobierno de Nicolás Maduro. Si de algo no me cabe dudas, es que hay una sólida base cívico-militar casada con el proyecto revolucionario.

La magnitud de las pérdidas

A la hora de hacer un balance de lo acontecido desde el jueves 7 de marzo hasta la fecha, cuando aún no han sido normalizados en su totalidad los servicios, se debe tomar en cuenta no solamente el gigantesco daño sufrido por el Estado venezolano en el esfuerzo por recuperar los sistemas afectados, sino también las incontables horas académicas perdidas por millones y millones de estudiantes de todos los niveles y por trabajadores de empresas públicas y privadas, así como las pérdidas de comida en cada hogar, restaurantes, supermercados, frigoríficos, etc.

En Maracaibo, específicamente, los daños colaterales son aún mayores. Hay que considerar la presencia del paramilitarismo en el estado Zulia, enquistado particularmente en la economía informal.

Si el paro petrolero de 2002 le costó a la nación más de 20 mil millones de dólares, ¿de cuánto estamos hablando en lo que se considera el mayor ataque sufrido por el país en toda su historia? Ni durante la guerra de independencia, ni en la guerra federal se afectó tanta gente de manera simultánea.

Breves
* A la oposición le debe haber quedado bien claro, que sus intenciones están siendo dirigidas desde el norte, y que las consecuencias de actos tan brutales como los señalados, los padecen por igual todos los venezolanos sin distinción de condición política. También deben estar ya convencidos de que ellos no tienen por si solos, la capacidad para tumbar este gobierno.

* Digno de destacar es el estoicismo y la firmeza con la que el pueblo venezolano ha reaccionado. Ni un solo incidente mayor en los barrios de Caracas, las zonas más dramáticamente afectadas. Los analistas de oposición deben estar sopesando la fortaleza de ese pueblo que ellos subestiman, y de esas Fuerzas Armadas Bolivarianas, incondicionales en su postura patriótica.  Reconocimiento especial merece todo el personal de Corpoelec, desde sus más altos técnicos hasta los más humildes obreros, que trabajaron sin descanso para reponer el servicio. Lo mismo es válido para las empresas hidrológicas.

* Mención aparte en este espacio merecen las sorprendentes posturas de la revista Forbes, de la cadena CNN y del New York Times, que revelaron, la primera que era posible hacer un atentado como el que sufrimos, por medios cibernéticos; la segunda difundió un video en el cual se explica la forma cómo fue concebido y ejecutado con dos drones el intento de magnicidio el 4 de agosto de 2018; mientras que el NYT reconstruyó la secuencia de hechos que concluyó con la quema de los camiones con supuesta “ayuda humanitaria”, y que fueron incendiados desde Colombia.

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Apagón que ilumina

Maryclen Stelling.|

 La verdad -devenida en arma política de eliminación del otro subestimado, denigrado y odiado- se desprecia, desvaloriza y tergiversa.

Vivimos la guerra de la verdad asentada en la manipulación de la credibilidad y la intoxicación informativa. Guerra donde estamos abocados a hacer prevalecer nuestra versión de los hechos y la legitimidad de los actos. Donde la sobrevivencia se procura aferrándonos a una supuesta verdad en búsqueda de la consonancia cognitiva. Sin duda un problema de ética y política.

Condición que se agrava con posterioridad al “apagón”. Hecho que, indudablemente, ha profundizado la crisis, tal como se expresa en la cotidianidad, en las narrativas políticas y relatos transmedia. “Pensé que ya estábamos tocando fondo, pero después me di cuenta de que estamos aún peor. El apagón solo fue un abre boca para lo que falta y que esta crisis no tiene fin”

Tal como se desarrollan los acontecimientos y dado el manejo político de la crisis, estamos frente a la posibilidad real de un escenario de violencia, con nocivos efectos sobre cualquier espacio de rencuentro, reconocimiento y camino a la paz. Marco confrontacional, donde, al igual que ha ocurrido en otros países de la región, se fortalece la máxima “Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación”.

No será fácil superar la confrontación que vivimos y alimentamos activamente. No será fácil deponer la violencia, el empeño en eliminar al otro e imponer a cualquier precio “nuestra” versión de actos, sucesos y legitimidad de los mismos. No será fácil confiar en el otro estigmatizado, en el adversario, en el enemigo a muerte… Nos espera un gran reto en cuanto enfrentar la resistencia de la confianza ciudadana, aferrada a su verdad y negada a aceptar cualquier otra versión.

La crisis agravada por el reciente apagón ha iluminado y despertado la necesidad de revisión y reconocimiento del otro. En las redes surgen voces que lanzan una voz de alarma. “Valorar, aprender y entender que cualquier cosa puede pasar en nuestro país, y que si es posible estar unidos sin importar el vínculo, tendencia, religión, debemos de revisarnos y mejorar como personas.”

Hay que erradicar el miedo y extirpar el odio; restablecer relaciones de confianza y solidaridad para reencontrar un sentido de país, al igual que crear las condiciones para un proyecto colectivo nacional.


A Michelle Bachelet

Pasqualina Curcio|

En 1972, en la ONU, Allende dijo: “resulta tanto más doloroso tener que venir a esta tribuna a denunciar que mi país es víctima de una grave agresión. El imperialismo y su crueldad tienen un largo y ominoso historial en América Latina, somos víctimas de una nueva manifestación del imperialismo. Más sutil, más artera, y terriblemente eficaz, para impedir el ejercicio de nuestros derechos de Estado soberano. Esta asfixia financiera de proyecciones brutales, se ha traducido en una severa limitación de nuestras posibilidades de abastecimiento”.

Pocos le escucharon.

Un año después, 1973, bombardearon La Moneda. Asumió la presidencia Pinochet. Inició la más cruenta de las dictaduras.

Dos años después, 1975, senadores del Congreso de EEUU demostraron que la CIA participó en el golpe de Estado. Concluyeron que derrocaron un gobierno democrático para instaurar una dictadura.

Medio siglo después, 2019, resulta tanto más doloroso tener que denunciar que mi país, Venezuela, es víctima de la misma grave agresión.

Vivimos una situación económica y política, que sin llegar a ser una crisis humanitaria, se caracteriza por la dificultad para adquirir medicinas y algunos alimentos, así como el aumento acelerado de los precios. Las causas son las medidas coercitivas unilaterales e ilegales del imperialismo y los ataques a nuestra moneda que a la fecha nos han ocasionado pérdidas por más de 110 mil millones de dólares, equivalentes a 30 años de comida y medicinas para nuestro pueblo.

Al igual que en Chile, hemos sido víctimas de actos fascistas y terroristas. Recientemente sufrimos un blackout criminal que dejó sin electricidad, agua, combustible y comunicación a los 30 millones de venezolanos durante 4 días. Apagón similar al sufrido por el pueblo chileno el 14 de agosto de 1973. No es casualidad.

Señora Alta Comisionada para los DDHH de la ONU, los venezolanos no necesitamos ayuda humanitaria. Requerimos que el imperialismo levante el bloqueo financiero y comercial, cese el ataque a nuestra moneda y detenga los actos terroristas contra nuestro pueblo.

Reclamamos justicia.

Reconocer que estas acciones y manifestaciones del imperialismo son crímenes de lesa humanidad, sería un paso importante para la estabilidad y la paz mundial.

A respecto, la ONU tiene, desde hace décadas, una gran deuda.