Del escándalo de Volkswagen a la victoria de los neonazis de Alternativa para Alemania
¿Qué pasa en Alemania? El colapso de Scholz
Federico Giuliani
Alemania fue, sin duda, la locomotora de Europa que miró a los otros miembros de la UE desde arriba; el gigante económico que siguió creciendo a medida que los vecinos izaban la bandera blanca, abrumados por los recuentos en rojo y las crisis políticas; el corazón industrial del continente que podía contar con un gobierno fuerte formado por figuras y ministros de peso. Bueno, hay que olvidar todo esto porque hoy Alemania se ha convertido en una enana política, así como en un gigante, sí, pero con pies de barro. Internamente, entonces, el país debe lidiar con un fenómeno político inédito.
Por primera vez desde 1945, un partido de extrema derecha, Alternative fur Deutschland (Alternativa para Alemania, AfD), triunfó en las últimas elecciones regionales. En concreto, AfD, fundada en 2013, ganó en la región oriental de Turingia el 33% de los votos, muy por encima del umbral del 24,5% alcanzado por el partido conservador Cristiano-Demócrata (CDU).
El SPD de Olaf Scholz ronda el 6,5% en Turingia (del 8,2% en 2019) y el 7,5% en Sajonia (desde el 7,7%). El BSW, partido populista de izquierda de Sahra Wagenknechts es tercero tanto en Turingia como en Sajonia. ¿Qué significa todo esto? Eso, un año después de las elecciones nacionales Scholz se encuentra presionado por la ola populista que empieza a abrumar a Alemania, en la reciente tierra pasada de rigor político y moderación.
En el punto de mira de AfD y Bsw, las políticas de inmigración respaldadas por Berlín, las relativas al apoyo a Ucrania y las relativas a la seguridad nacional, han terminado en el punto de mira de AfD y Bsw, más después del ataque del 23 de julio.
¿Cómo fue que Alemania terminara en un atolladero? El punto de partida del declive alemán podría coincidir con el escándalo que en 2015 demolió las certezas del gigante automovilístico nacional de Volkswagen.
Como recordó el Corriere della Sera, en ese momento Berlín mantuvo tasas de crecimiento constantes y, con cierto enconamiento, pidió a los miembros de la UE esfuerzos políticos y económicos que llevaron a esos mismos países a adoptar variantes locales del modelo alemán.
El idiio se habría acabado cuando la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos descubrió la agenda de Volkswagens. El gigante de Made in Germany, así como el mayor fabricante de automóviles del continente, había manipulado 11 millones de modelos vendidos desde 2009 asegurándose de que, a partir del análisis de las pruebas, no saliera a la salida del hecho de que sus motores diésel contaminan más allá de los límites permitidos. El resultado: la compañía habría acabado en el ojo del ciclón y con ella todo el país. O mejor dicho: todo el sistema económico alemán.
Porque mientras tanto el crecimiento alemán empezaba a ralentizarse. Una crisis invisible había envuelto a una Alemania que seguía creyéndose sana, pero nadie, en primer lugar, parecía haberlo notado. Por lo tanto, el gobierno ha ralentizado el flujo de inversiones, mientras que la emergencia sanitaria de Covid, la guerra en Ucrania y las tensiones comerciales con China habrían ayudado a demoler el modelo teutónico.
Sin poder contar con gas ruso barato y relaciones privilegiadas con Pekín, proveedora de un enorme mercado para las grandes empresas gemanas, Alemania entendió que su edad de oro había caído. Los resultados de las elecciones locales en Turingia y Sajonia son vistos por muchos como una prueba de fuego para Scholz y sus socios de coalición, de cara a las elecciones generales de 2025. Mientras la AfD puso la inmigración en el centro de su agenda, la coalición consensuada por los cancilleres está crujiendo, con luchas intestinas y desacuerdos políticos. Tschuss Deutschland.