Defender la patria y el socialismo, juramento en Cuba
Arturo Cano|
El Che Guevara tiene un enorme memorial, con estatua. La imagen de Camilo Cienfuegos luce en cientos o quizá miles de edificios. Y la imagen de Fidel no falta en ningún pueblo de Cuba. Pero Fidel no tendrá estatuas ni calles, ni obra pública con su nombre, dice su hermano Raúl, presidente del Consejo de Estado y de ministros, quien ha prometido retirarse en 2018.
El mandatario juró que defenderá la revolución socialista en Cuba. Ante los restos de Fidel juramos defender la patria y el socialismo, declaró emocionado.
El líder de la revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de vida, afirma Raúl, quien anuncia iniciativas de ley para que ninguna obra pública, ni calle ni nada, lleve el nombre del comandante Castro.
Miles de santiagueros, paisanos de Fidel, aunque él nació en Holguín, se reúnen para escuchar a los líderes de los organismos de masas de la revolución cubana: trabajadores, jóvenes, mujeres, intelectuales y artistas.
El plato fuerte es el esperado discurso de Raúl Castro, quien a partir de 2008, con el retiro de Fidel, ha encabezado los cambios no traumáticos en Cuba, resumidos en el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, el enemigo histórico de esta isla.
El periodo especial
Raúl hace un discurso breve que recurre a la épica –los episodios emblemáticos de la gesta revolucionaria–, aunque con un cierto toque de autocrítica cuando habla del periodo especial, que hizo caer el PIB cubano más de 34 por ciento e implicó un deterioro sensible de la alimentación del pueblo cubano. Pocos en el mundo apostaban a nuestra capacidad de resistir.
El presidente Raúl Castro recurre a varios párrafos de un discurso que dedicó a su hermano hace más de 20 años y destaca que una de las principales cualidades del fallecido fue demostrar, una y otra vez, que sí se puede.
Demostró que sí se podía declarar el socialismo a 90 millas del imperio.
Santiago de Cuba, que se había volcado al mediodía en las calles, no alcanza a llenar la plaza Antonio Maceo, pero las miles de personas que asisten corean sin cesar el nombre del comandante en jefe.
La cavernosa voz de Raúl, que a ratos parece quebrada por la emoción, es acompañada por una consigna: Pa lo que sea, Fidel, pa lo que sea, o su variante Pa lo que sea, Raúl, pa lo que sea, adaptación rumbera de ordene, comandante.
Luego de cuatro días de un recorrido en el que miles salieron a la carretera y a las calles a rendir tributo al comandante en jefe, la caravana llega a su destino, donde la esperan miles de santiagueros, además de invitados internacionales, como Evo Morales, Nicolás Maduro, Dilma Rousseff y Lula da Silva.
Hay muchos jugadores, pero Fidel “era el líder del equipo mundial de los políticos“, dice Diego Armando Maradona, presente en el acto, porque consideraba a Fidel un segundo padre.
Este domingo, luego de que las cenizas sean depositadas en el cementerio de Santa Ifigenia, muy cerca de la plaza donde se le rinde el último homenaje, terminarán los nueve días de luto nacional, que incluyeron ley seca y el cierre de espectáculos.
La plaza entera acompaña a Raúl cuando, a punto de cerrar su breve discurso, cita una frase de Antonio Maceo: ¡Quien intente apoderarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre!, muchas veces pronunciada por Fidel en sus discursos.
Fidel, Fidel, ¡hasta la victoria siempre!, concluye Raúl. La multitud canta A los héroes, de Sara González, uno de los dos himnos de la caravana y una de las tres canciones revolucionarias de Fidel, y se va al grito de Yo soy Fidel.
Homenaje mulgineracional
Ydalis Coerau tiene 45 años, piernas de gacela y uñas muy bien pintadas. Mira a la distancia un debate que ha armado una colega española, quien graba en la calle una pregunta que sugiere incertidumbre: ¿Resistirá Cuba sin Fidel?
Y nada, chico, que se arma la gorda. Comienza la gritería y los más encendidos discursos reciben aplausos. Sorprende, aunque no debería ser así, la calidad de los argumentos. No hay condescendencia y los eufemismos matan el reconocimiento de los problemas propios, mucho más allá del bloqueo.
Santiago entera, la ciudad que vio crecer a Fidel Castro, ha salido a despedirlo. Ydalis está a una calle del lugar donde en el primer día de 1959 el entonces joven barbudo proclamó el triunfo de la revolución cubana.
Me da coraje lo que dicen en Estados Unidos. ¿Tú crees que nos pinchamos los ojos para llorar? Y no, las lágrimas son auténticas, el fervor también, aunque la fachada sea consignas que de tan repetidas suenan a sonsonete.
Habla Ydalis de las cualidades de los miembros del Consejo de Estado, quienes están tomando, dice, las mejores decisiones para abrirnos al mundo y lograr el desarrollo. Y se remite, como todo cubano que se respete, a la historia patria: ya Martí y el Che habían hablado de tomar lo mejor del capitalismo, y Cuba, piensa esta maestra de educación física, está en esa ruta.
Pero lo suyo, como lo de casi todos los cubanos con quienes se habla, es un asunto personal. Ella abandonó los estudios y pudo retomarlos gracias a un programa del comandante. Es una cadenita. Gracias a que ella, una mujer negra y pobre, pudo estudiar, su hija de 21 años está ahora en la escuela de medicina.
Pero lo mismo dice, a 300 kilómetros de aquí, en Camagüey, Norberto Alemán, propietario de una finca donde tiene vacas, cerdos, gallinas y árboles frutales variados. Todo lo que produce, en ese rancho que fue de su abuelo y de su padre, se lo vende al Estado, por obligación. Pero aún así asegura: A la revolución se lo debo todo.
Lo mismo con los mismos
Todo el aparato del Estado ha sido echado a andar para despedir a Fidel Castro. En la televisión y la radio se repiten una y otra vez lemas y loas al comandante. Es lo mismo con los mismos, ríe un cubano, pero él le sube al volumen y se sienta a ver las imágenes que repiten sin cesar escenas parecidas.
Los bordes de las carreteras están llenos de gente con banderas, letreros, flores, que gritan al paso de la caravana Fidel o Yo soy Fidel, la consigna del momento.
En Ciego de Ávila, Magdalia Mora guarda como tesoro el video que hizo en su modesto celular. No pude gritar más que una vez. Ahora te digo cuál es mi voz, dice, con las palabras quebradas. Le debo todo. Es mi padre, jura, y le escurren las lágrimas sin pincharse los ojos.
La despedida de nuestro padre
Fidel eligió Santiago como tumba porque, evidentemente, aquí están los restos de José Martí y los de sus compañeros de armas del frustrado ataque al Cuartel Moncada. Pero también porque aquí creció y porque todas las gestas independentistas y revolucionarias tuvieron su arranque en estas tierras, puerta de la Sierra Maestra.
Todas las revoluciones partieron de aquí, dice un hombre que se presenta como restaurador y que, muy a lo cubano, lamenta que uno no haya llegado 10 minutos antes, porque aquí estaba el escultor que hizo la obra para el mausoleo de Fidel.
–¿Qué es? ¿Una escultura?
–Es una sorpresa para el pueblo cubano.
La muerte de Fidel Castro no fue sorpresa, pero como si lo hubiera sido. Margarita Escara y su vecina Zaida Ortiz cuentan que lo supieron cuando vieron la cara de Raúl Castro en la televisión.
Todo el mundo salió a la calle para hablar de la partida de él, de nuestro padre, el guía, el faro de todo el pueblo cubano; incluso ha sido ejemplo para los demás países del mundo, agrega Agustina, trabajadora de un hospital militar.
¿Cambios? Sí, pero siempre siguiendo la doctrina de Fidel Castro, porque nosotros somos revolucionarios y lo seremos hasta el final, remata Mercedes, jubilada.
Las caravana de la libertad a la inversa sale de Bayamo, lugar donde se entonara por primera vez el himno nacional. Llega pasado el mediodía y recorre 17 kilómetros. No hay espacios libres en las vallas que se forman en las calles. Acuden organizados los gremios, las escuelas y los comités de barrio, pero también mucha gente que se acerca por propio pie.
Muchos portan los brazaletes rojinegros del Movimiento 26 de Julio. Algunos los han obtenido en las escuelas o en los comités de Defensa de la Revolución, pero otros los han confeccionado en sus casas.
Rafael, arrendador de cuartos para turistas, registra meticulosamente números de pasaportes y entrega recibos de todas sus operaciones (en estos días nos están revisando mucho, para que todo sea correcto). Él sí recuerda otros momentos en que Santiago estuvo, como este día, patas arriba: Cuando han venido los papas (tres visitas, tres pontífices).
En la calle lo refutan: No, no se compara, este es Fidel, dice un motociclista que trata de llegar a su destino.
Lo raro es que haya muerto a los 90
El homenaje es multigeneracional. Incluso lo rinden los niños del periodo especial, la tragedia que siguió a la caída del bloque soviético. José Ángel, profesor de música ahora treintañero, no recuerda nada malo de esa etapa. Fidel significa casi todo, cierra la charla.
Lázaro Verdecia, doctor en farmacia, jubilado, se sienta en la sombrita frente al Cuartel Moncada, al lado de su hijo, ingeniero químico. Antes de la revolución, dice, era empleado de una farmacia, con un sueldo mísero. Todo lo que es se lo debe a la revolución, dice, como muchos otros.
En un tris explica cómo fue el ataque al cuartel, que ahora es escuela. Habla de Antonio del Conde, El Cuate (el mexicoamericano que compró el Granma), de cómo Donald Trump ha tratado a los mexicanos como basura y de la opresiva vida bajo la dictadura de Batista.
Para don Jorge, Fidel Castro fue un hombre afortunado, porque “murió con todos los ideales cumplidos, en su cama, al cabo de 90 años. Lenin murió temprano, Chávez. El Che no se diga”.
Con todas sus batallas y todos los atentados que sufrió por parte de la CIA, lo raro es que haya muerto a los 90 años.
Tras el acto político, como ha ocurrido toda la semana, los santiagueros rendirán tributo a Fidel Castro durante toda la noche, con una vigilia, un maratón de canciones y poemas.
Esta mañana de domingo, muy temprano, las cenizas de Fidel serán depositadas en el cementerio de Santa Ifigenia, donde reposan los restos del poeta y héroe nacional José Martí, los del padre de la patria.
Ahí, desde hace mucho, hay una guardia permanente, que cambia cada media hora, de las ocho de la mañana a las cinco de la tarde, y que, solemnidad aparte, se ha convertido también en atracción turística. Ahora esa guardia de honor será también para Fidel Castro Ruz.
*Publicado en La Jornada de México
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