¿De veras se acabó el chavismo?
Marcos Salgado – Question
El militante de izquierda Roland Denis se despachó con un largo texto con un título provocador: “Adiós al Chavismo” y enseguida obtuvo respuesta de todo tipo, desde algún ministro del gobierno de Nicolás Maduro hasta referentes de la hipercrítica (por izquierda) del actual estado de cosas en Venezuela, y además militantes rasos, intelectuales y periodistas claramente referenciados con el proceso bolivariano. Todos rechazan las conclusiones de Denis, y todos, también, califican este momento de la Revolución sin Chávez como el más difícil, y -algunos agregan- no exento de peligros terminales.
Varios de esos trabajos están en las páginas que siguen en esta edición de Question que (tal como se afirma desde la tapa y en nuestro portal questiondigital.com), pretende ser un “territorio libre para el pensamiento crítico” además de “plataforma para el debate de las ideas”. Dos dimensiones vitales en esta Venezuela de hoy, donde el creciente centimetraje mediático de la campaña electoral hacia el 6D apenas disimula la crisis económica que ocupa (y preocupa) como ninguna otra cuestión a los venezolanas y los venezolanos de a pie.
Un documento oficial reciente indica que en 2014 la economía venezolana se contrajo un 4%, y que los ingresos petroleros bajaron a algo más de 60.000 millones de dólares, contra casi 89.000 millones en 2013. Y los números finales de 2015 no serán alentadores, porque los precios de petróleo siguieron cayendo a lo largo del año, para estabilizarse en el actual segundo semestre en un poco más de 40 dólares el barril. A esto se suman ingentes vencimientos de deuda.
El presidente Maduro ha insistido nuevamente en las últimas horas en que las políticas sociales de su gobierno, es decir básicamente las misiones y grandes misiones sociales instauradas por Chávez, no van a caer “aunque el barril de petróleo llegue a cero”, aunque volvió a pedir una reunión de presidentes de países de la OPEP, con el indisimulado objetivo de que por fin aumente el precio del crudo. Algo que, coinciden analistas variopintos, no va a suceder ni en el corto ni el mediano plazo.
El legado de Chávez y el 6D
Mucho se discute en los artículos de las páginas que siguen sobre “el legado de Chávez”. Para algunos, éste se ubica esencialmente en el “Plan de la Patria”, su programa de gobierno para el mandato que el cáncer no le dejó asumir. Otros, buscan respuestas además en lo que Chávez dijo. El presidente de la Asamblea Nacional y virtual “número dos” del Chavismo, Diosdado Cabello, dedica cada semana al menos la primera hora de su cada vez más extenso programa “Con el Mazo Dando” a repasar intervenciones del comandante bolivariano. Ahora, además, lo ha incorporado como estandarte de la campaña hacia el 6D. “El 6D gana Chávez”, repite en sus incesantes recorridos por el país.
Desde hace algunos días circula un libro en formato PDF, “El Chavismo, según Chávez”, prologado por James Petras, quien asegura la introducción que Venezuela “enfrenta su mayor crisis desde la elección de Chávez”, y asegura que el presidente Maduro tiene dos opciones: “proseguir por la senda trazada por Chávez, el camino de la revolución continua o andar por los callejones de la conciliación, rendirse y ser derrotado”.
Así, cómo decíamos al principio, si en algo coinciden los diagnósticos desde dentro del proceso bolivariano es sobre la gravedad o -al menos- sobre lo nodal de la situación: lo que pase ahora (hasta el 6D y después) determinará probablemente hacia dónde transcurriría el proceso bolivariano.
En la Venezuela de la Revolución Bolivariana siempre se dice antes de cada elección que su resultado será vital para la continuidad del proceso. Y no sin razón. Aunque las más importantes siempre fueron las elecciones que determinaban la permanencia de Hugo Chávez y, en 2013, de Nicolás Maduro. Sin embargo esta vez como nunca antes los comicios que determinarán la nueva composición de la Asamblea Nacional para el período 2016-2019 revisten un carácter estratégico.
¿Qué puede suceder?
Hay, básicamente, tres escenarios posibles:
1 – El chavismo mantiene la mayoría calificada. Es la que se necesita para aprobar leyes habilitantes, leyes orgánicas y -eventualmente- avanzar en la destitución del vicepresidente ejecutivo o de algún ministro. Hoy por hoy ningún sondeo de opinión (tampoco los que pululan en escritorios oficiales) pronostican ese escenario. Por el contrario, se cree que la oposición puede aumentar su caudal en los grandes centros urbanos y esto abriría paso al segundo escenario:
2 – El chavismo mantiene mayoría, pero no calificada. El analista Néstor Francia le puso números a esta hipótesis. El PSUV y sus aliados podría llegar a unas 87 bancas y la oposición trepar a 80. Una especie de empate que, sin embargo, no impediría el funcionamiento del legislativo, que se asienta en las mayorías simples de los diputados y diputadas presentes en cada sesión. Ni el oficialismo podría ya apoyarse en la Asamblea Nacional para gobernar, ni la oposición podría usarla para acabar con el gobierno.
3 – La oposición obtiene mayoría calificada. Esa hipótesis sí complicaría al gobierno de Nicolás Maduro. La oposición, con la Constitución de Hugo Chávez en la mano, empantanaría al extremo la gestión del Poder Ejecutivo.
Sin embargo, este escenario paradojal no parece el más probable. Porque para que ocurra, demandaría una catástrofe electoral del chavismo, que debería perder no solo en los esquivos centros urbanos, sino también en bastiones populares de la mayor parte del país.
¿Recibirán los candidatos de la oposición ese vendaval de apoyo popular – y circuito por circuito- que les fue esquivo invariablemente desde hace diecisiete años? Si atendemos a la situación económica, habría que decir que sí. Que nunca antes como ahora hay un escenario de crisis para que la oposición se beneficie de un eventual voto castigo a la gestión de gobierno. La oposición lo sabe y toda su campaña se basa en el “esto se tiene que acabar”.
Buscar beneficio en el escenario coyuntural de crisis es siempre la mejor opción para cualquier oposición en cualquier lugar. Revisar la historia reciente de las elecciones en cualquiera de nuestros países de la región nos arrojará varios ejemplos de bandazos electorales de las mayorías, como esfuerzo -a veces desesperado- de escapar de tal o cual realidad del momento.
Pero en Venezuela, donde no todo sucede como en cualquier otro país de la región, todavía está por verse si el argumento oficial de la “guerra económica” contra el pueblo venezolano (y la denuncia continuada sobre son sus responsables) efectivamente cala en el pueblo chavista y por sobre las preocupaciones y las penurias del momento priman las enseñanzas de Chávez, sus largas tardes de Aló Presidente donde una y otra vez explicaba con pelos y señales al pueblo venezolano quiénes eran sus enemigos, y quiénes no debían jamás volver.
Si aquellas alocuciones del Comandante se traducen en alta concurrencia a las urnas de los sectores populares en respaldo a los candidatos del PSUV y sus aliados, podremos empezar a hablar de conciencia de clase, más o menos como la postulaba Carlos Marx en su “Miseria de la Filosofía”:
“En principio, las condiciones económicas habían transformado la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado en esta masa una situación común, intereses comunes. Así, esta masa viene a ser ya una clase frente al capital, pero todavía no para sí misma. En la lucha (…) esta masa se reúne, constituyéndose en clase para sí misma. Los intereses que defienden llegan a ser intereses de clase”.
También, ante ese escenario, podríamos empezar a hablar, con necesaria mayor precisión, de la vigencia del legado de Chávez. Sería una señal para el gobierno y para los -necesarios- chavistas críticos. También sería un freno para las aspiraciones conciliadoras en boga aquí y allá. Sería una confirmación de que el chavismo vive.
Sería un refrescante aguacero, como el de hace apenas tres años, aunque parezcan más.