De trinos y chalequeos
Jose Manuel Rodriguez Rodriguez
Mil veces he hablado contra los Estados tutelares, sin excluir a los Estados benefactores que, en ese rol tutelar, son lo mejorcito de ellos. Sus potencialidades para empujar a los ciudadanos en la dirección que sus manejadores deciden, siempre superarán los límites que se le asignan como órgano controlador. Aunque tal capacidad pareciera debilitarse cuando de otorgar se trata. De tales atavismos orgánicos no parecen poder salir las inmensas mayorías de los ciudadanos del mundo.
Asumen que así son los Estados y tienen razón. De esa porquería tutelar ni siquiera se han salvados los Estados que se llamaron o se llaman socialistas: los del viejo cuño soviético más China, y los relativamente recientes en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Estas nueve líneas que acabo de escribir me las provocó ver en Tv la visita del presidente Maduro a la comuna “Altos de Lídice”. Ella es, sin duda alguna, una buena comuna, con logros organizativos, y hasta productivos, importantes.
Por eso presté atención a las palabras y observé los gestos, es decir, detallé la puesta en escena de la visita. Se repitió el ritual que sigue toda presencia pública de un presidente. Muchos dirían que no pudiera ser de otra manera, resulta obvio que es el actor principal. Sin embargo, vale preguntarse ¿En serio, tiene qué ser así? A mí no me parece tan natural.
La diferencia entre los hechos naturales y los hechos políticos está en que los primeros son incontestables y los segundos planificables. Tratándose de una visita política planificada y no de un “pasaba por aquí y se me ocurrió…”, imaginé a un presidente atento para ver y escuchar los logros alcanzados por eso que pareciera ser el centro de la propuesta socialista y, conocer también de los vacíos evidentes que son necesarios superar.
El líder de esa comuna, un entusiasta joven llamado Jesús García, se afanaba en mostrarle al importante visitante los logros alcanzados. El presidente, guachamarón como es, no le paraba mucho a tales afanes, saludaba a la gente, les gritaba afectos, les silbaba trinos, y le repetía al joven líder: Ajá, sígueme contando Chuito…
Tan fue así que el joven se atrevió a decirle al presidente: No me chalequee presidente… Recibió la respuesta de un presidente: Yo no chalequeo a nadie… Y se dirigió a sus ministros acompañantes: ¿Están oyéndolo? no le gusta que lo llamen Chuito…
En algún momento el asunto se puso serio. Jesús García comentó las dificultades financieras que confrontaban para desarrollar las actividades productivas de la comuna y el presidente le preguntó al ministro del ramo el por qué no se le estaba dando ese financiamiento a través del Fondo creado para tal cosa. El ministro contestó sin ambages: No hay dinero en ese Fondo…
Se terminaron los trinos y las manos agitadas por los saludos. Las silenciadas realidades gubernamentales hacen más ruido que los truenos.