De militante estudiantil a presidenta de México, el largo camino de Claudia
Álvaro Verzi Rangel
Con el 58 por ciento de los votos, Claudia Sheinbaum Pardo se convirtió en la primera presidenta electa de la historia de México. Formada políticamente en las luchas universitarias de 1968 contra la ola privatizadora del Partido Revolucionario Institucional (PRI), hizo carrera de la mano de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y fue su jefa de Gobierno de la capital.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue una de las principales usinas de un movimiento que desembocaría años después en la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y mucho más tarde en la creación de Morena, por más democracia y mejoras económicas frente a la ola privatizadora del PRI, el partido que nació como un movimiento revolucionario y se transformó en una dictadura perfecta en base a elecciones fraudulentas y represión, como la masacre de Tlatelolco de 1968 que reprimió a estudiantes y maestros, entre ellos los padres de Claudia.
AMLO le encomendó la misión de construir los segundos pisos de la ciudad de México, el nuevo nivel de autopistas y avenidas para aligerar el tráfico. Este año le delegó la misma tarea: construir el segundo piso de la transformación política, económica y social de México. Y Claudia hizo historia en un país con una fuerte cultura machista, en el que en 2023 fueron asesinadas más de tres mil mujeres: se convirtió en su primera presidenta mujer y logró 33 millones de votos para convertirse en la candidata más votada de la historia nacional.
Durante el proceso interno en el que Sheinbaum se convirtió en candidata presidencial, una imagen se volvió viral: una foto en tono sepia publicada por el Stanford Daily en 1991 durante las protestas de estudiantes contra el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, quien brindaba una conferencia en favor de su modelo neoliberal. Una mujer sostiene en alto un cartel: “Fair trade and democracy now”. La mujer de la foto es Claudia Sheinbaum; el mensaje apunta contra el NAFTA, el tratado de libre comercio que su país firmó con Estados Unidos y Canadá y que entraría en crisis, años después, con el alzamiento zapatista en Chiapas.
Por ahora sólo confirmó a un funcionario de su futuro gabinete: Rogelio Ramírez de la O, actual secretario de Hacienda, para garantizar la continuidad. También prometió una batería de nuevos programas sociales, becas para las juventudes, un plan de movilidad y conectividad territorial, nuevas universidades y un gran seguro social y médico. Todo esto la obligará a generar un mayor crecimiento económico, algo que a Morena le costó y que será uno de sus principales desafíos como mandataria.
La derecha arremete
La derecha mexicana e internacional ya comenzó a instalar la idea de un autoritarismo en ciernes, y prevén escenarios de protestas y la desestabilización con el respaldo de un sector de la justicia. Pero Sheibaum asumirá la presidencias de un país con una economía que luce fuerte, con indicadores favorables en los rubros macroeconómicos más cruciales como la reducción de la pobreza. Dos estrategias de gobiernos confluyeron para conseguir este resultado: el aumento del salario mínimo a 500 dólares (el doble que en otro países de la región) y las políticas públicas universales.
El “supérpeso» mexicano sigue apreciándose (de 23 pesos por dólar a 16 en poco meses), mientras la inversión extranjera directa (IED) alcanzaba, con 20.313 millones de dólares en el primer trimestre. La IED tiene un fundamento llamado nearshoring (relocalización de empresas y fábricas cerca de las casas matrices, en este caso de Estados Unidos), lo que deja al descubierto la la inevitable relación carnal Estados Unidos.
Más allá del nearshoring, analistas económico insisten en la necesidad de construir una estrategia industrialautónoma para evitar las desigualdades sociales y ambientales que puede implicar la inscripción subordinada en el esquema previsto por el Tratado de Libre Comercio, que será renegociado en 2026, para lo cual se debería avanzar en una reforma fiscal progresiva, aunque el programa de Morena no prevé novedades en la materia.
Quizá este tema se postergue hasta saber cuál de los dos gerontes se sentará en el salón Oval dentro de apenas seis meses, si Biden o Trump. Aparte del comercial, el flujo migratorio va a marcará los meses próximos, cuando s e prevé un enduracimiento represivo de la Casa Blanca en le frontera, en plena puja electoral entre demócratas (de Joe Biden) y republicanos (de Donald Trump).
De manera torpe, el corresponsal del diario inglés The Guardian en México, Thomas Graham, escribió que “AMLO prometió ransformar a México, pero lo dejó gual”. “El proceso electoral más violento de la historia”, afirmó el podcast de El Hilo dedicado a los comicios mexicanos. La serie de homicidios políticos motivó la renuncia de agunos candidatos temerosos.
Antes de asumir, AMLO propuso un cambio en el enfoque de la “guerra contra el narcotráfico”, que preveía el retiro de los militares de la seguridad interior. Sin embargo, su administración reforzó esa presencia, creó un nuevo cuerpo policial militarizado (la Guardia Nacional) y convocó al ejército a hacerse cargo de tareas civiles como la construcción de infraestructura, la actividad empresarial o el cuidado del ambiente.
La tónica que prima en el relato oficial: la solución de fondo es atacar las causas verdaderas, que son sociales; en el corto plazo, no queda otra que empoderar al ejército, hasta convertirlo en un estrecho aliado. Esta lógica de razonamiento conllevó la crítica de buena parte del movimiento de derechos humanos, cuya relación con el gobierno tuvo un punto de quiebre luego de la copntrovertida evolución del caso Ayotzinapa, lucha a la que AMLO se había comprometido a responder con justicia.
Otro de los ejes de conflicto entre el estado y los organismos no gubernamentales es el número de desaparecidos, que acaba de sobrepasar la escalofriante cifra de las 100 mil personas, la mitad de ellos en el último sexenio. Pero, a diferencia de lo sucedido en la época de la Doctrina de Seguridad Nacional, la inmensa mayoría de los desaparecidos no son obra de los uniformados sino de las organizaciones para estatales vinculadas al narco, ahora reconvertidas al negocio de la extorsión.
El modelo
“El modelo posneoliberal mexicano es una repuesta a quienes, para justificar al neoliberalismo, esgrimían que no había otro camino posible, como si se tratara de un destino manifiesto o una fatalidad” señalaba Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el último capítulo de su reciente libro “Gracias”. “Desde el inicio del nuevo gobierno democrático se empezó a llevar a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque nos propusimos acabar de raíz con la corrupción y la impunidad que impedían el renacimiento de México”.
La Cuarta Transformación (4T) es quizás la experiencia más consistente, de la segunda ola de gobiernos progresistas de América Latina. Aunque le tocó estar al mando durante la pandemia y en un escenario bélico, AMLO se despide con una aceptación envidiable, propone como sucesora a una mujer de izquierda cuyo estilo es muy distinto al suyo y deja un legado de estabilidad económica envidiable. Pero queda la sensación es que lo principal aún está por venir. En los términos de la candidata Claudia Sheinbaum, se trata de construir el segundo piso de la 4T.
Según el titular del Sistema Público de Radiodifusión, Jenaro Villamil, esta gestión dejó cuatro enseñanzas: a) luchar contra la corrupción de manera consecuente, para no regalarle esa bandera a la derecha; b) no zigzaguear, es decir avanzar sin retroceder, lo que implica elegir bien las batallas; c) desoír el canto de las sirenas mediáticas, que invitan a la traición; d) romper con la saga del caudillismo, para dejar atrás “el necesariato”.
México, tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios (frase atribuida a Porfirio Díaz) es un país muy difícil de gobernar, la desigualdad es muy grave, hay una fuerte desconexión entre regiones, las demandas y necesidades entre estados son muy diversas, los servicios públicos no satisfacen las necesidades, el narcotráfico es una amenaza constante y Estados Unidos observa todo con recelo. Desde el Palacio Nacional, Sheinbaum deberá atender los dos frentes –el interno y el externo- al mismo tiempo.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)