Davos: los ricos y poderosos en la montaña mágica

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Esta semana se reúne la crema y nata de la élite mundial en Davos para asistir al Foro Económico Mundial. El lema principal del cónclave este año es revelador: Crear un futuro común en un mundo fracturado. Se ofrece así una perspectiva optimista sobre la construcción de un porvenir incluyente, al tiempo que se reconoce la existencia de las profundas fisuras que hoy desgarran la sociedad humana a escala planetaria.

Sesenta jefes de Estado, cientos de poderosos empresarios y miles de guardias armados se darán cita en Davos. Más de mil 700 jets privados transportarán a estas personalidades a sus hoteles de lujo, en el pequeño poblado inmortalizado por Thomas Mann en La montaña mágica (publicada en 1924).

En esa magistral novela Hans Castorp visita a su primo en el Berghof, sanatorio especializado en el tratamiento de enfermos con tuberculosis. Pero lo que habría de ser una corta visita se transforma en una estancia de siete años, cuando el joven Castorp se ve expuesto a los secretos de la enfermedad y la muerte. Lo que más atrae su atención es que, en su padecimiento, algunos de los pacientes se convierten en personas más sensibles y con mayor profundidad emocional, lo que contrasta con la superficialidad de muchos que gozan de plena salud.

El cónclave, que se inició ayer en Davos, coincide con la publicación del informe de Oxfam sobre desigualdad a escala mundial (oxfam.org). El estudio revela que el año anterior 82 por ciento de la riqueza generada en la economía mundial fue a parar a manos de uno por ciento de la población. En cambio, para la mitad más pobre del planeta (3 mil 700 millones de personas) los ingresos permanecieron sin cambio. Para Oxfam esta concentración de riqueza no es el signo de una economía saludable, sino el síntoma de un modelo que le ha fallado a miles de millones de personas que no pueden salir de la pobreza por medio de su trabajo.

El informe de Oxfam se apoya en datos duros de varias fuentes, incluyendo el Laboratorio sobre desigualdad mundial, de la Escuela de economía en París, creado por Thomas Piketty y Emanuel Sáez (wid.world). Entre sus recomendaciones principales para revertir este proceso de desigualdad creciente se encuentra el control y eliminación de la evasión fiscal y el incremento de los salarios.

Para Oxfam el problema medular es que la economía mundial se comporta como un modelo de crony capitalism, que puede traducirse como capitalismo de compadres o de connivencia. Esto permite a las grandes empresas beneficiarse de la evasión fiscal y los salarios de hambre que pagan. Sin embargo, aunque la crítica es certera, está basada en un diagnóstico muy superficial. Por ejemplo, el capitalismo no es un modelo, como dice Oxfam. Es un modo de producción (y consumo) históricamente determinado. Las grandes corporaciones, que tanto aparecen en el informe de Oxfam, son centros privados de acumulación de capital que se enfrentan en una encarnizada competencia por la rentabilidad. De ahí también la búsqueda sistemática de mecanismos para deprimir salarios.

Las recomendaciones de Oxfam están condenadas a languidecer como débil eco en los participantes de la reunión en Davos, cuando regresen a sus países en sus jets privados. Por ejemplo, Oxfam sugiere que los gobiernos deben funcionar en beneficio de toda la población en lugar de hacerlo para beneficio de las grandes corporaciones. Buena idea, pero eso ignora todo sobre la dinámica del capitalismo contemporáneo y, en especial, sobre la política macroeconómica neoliberal.

Para dar un ejemplo del ámbito de la política monetaria: uno de los temas clave ignorado por Oxfam se relaciona con el funcionamiento del sistema bancario. En ninguna parte de su estudio aparece un apartado que diga algo sobre los bancos comerciales privados y su función en la creación de dinero. Hoy sabemos que 95 por ciento de la oferta monetaria en cualquier país del mundo se compone de títulos de deuda creados por los bancos privados. Típicamente, los bancos centrales tienen funciones de regulación monetaria muy restringida y en última instancia son responsables de crear reservas cuando se las piden los bancos comerciales privados. El resultado final es un feudalismo monetario que tiene sojuzgada a la población mundial. Aquí las recomendaciones tendrían que ir más allá de la fallida regulación bancaria, que ni siquiera ha podido mitigar la rapiña del sistema de bancos sombra. Se necesita nacionalizar la actividad bancaria para recuperar así el control sobre la creación monetaria.

Davos es un buen sitio para una reunión de ricos y poderosos. Son las criaturas consentidas del sistema, como diría Settembrini, uno de los personajes de La montaña mágica que representa el legado intelectual humanista. Esas criaturas están enfermas de arrogancia y soberbia, pero a diferencia de los pacientes del Berghof, en su caso la enfermedad está hermanada con el delirio y la decadencia, no con esa mayor sabiduría que se requiere para resolver los graves problemas que hoy aquejan la sociedad humana.