Cuba y EE UU: se levanta el telón

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Leonardo Padura

El proceso de negociaciones puesto en marcha entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para restablecer las relaciones diplomáticas y consulares, y para abrir puentes de colaboración en asuntos de interés mutuo, ha estado en la mirada de medio mundo a lo largo del último mes.

Luego del primer paso, dado por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de anunciar la voluntad de normalizar los nexos entre La Habana y Washington —refrendado con un impactante intercambio de prisioneros — se han dado dos nuevos pasos hacia ese futuro posible de buena vecindad. O al menos de vecindad civilizada y hasta cooperativa.

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El anuncio hecho por el presidente norteamericano de las primeras medidas efectivas, seguido por el diálogo sostenido en la capital de la isla por representantes de ambos gobiernos durante la tercera semana de enero, inicia el recorrido de un sendero que, parte y parte, han insistido en calificar de largo y complejo, luego de más de medio siglo de lejanía, tensión e identificación del otro como el enemigo.

No puede ser menos que alentador ver sentadas a una mesa a las delegaciones de “el imperio” y de la “isla comunista”, discutiendo sus puntos de vista, mostrándose inflexibles en temas considerados de principios por sus respectivas políticas, revelando que existen diferencias conceptuales profundas, pero, sobre todo, dialogando civilizada, constructivamente, según las palabras de unos y otros.

Y no puede ser menos que desolador pensar que han tenido que pasar esos cincuenta años y muchas, muchas cosas en el mundo y en la vida de los cubanos, para que algo así resultara al fin posible…

Tres generaciones de cubanos hemos vivido bajo la presión de ese profundo y dramático diferendo político entre Cuba y Estados Unidos. Un diferendo que ha tenido manifestaciones a través del todavía existente embargo decretado en 1962, de diversas agresiones verbales y físicas y planes desestabilizadores del sistema cubano, de enfrentamientos en foros internacionales y de la marginación de Cuba de algunos de ellos, como la Cumbre de las Américas, del cual había sido excluido por presión expresa de Washington.

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Y, de pronto, gracias al entendimiento del presidente Obama de que esa política de medio siglo había fracasado y a la voluntad varias veces expresada por el general Raúl Castro de que su gobierno estaba dispuesto a hablar con su homólogo norteamericano de todos, absolutamente todos los temas posibles, incluido el siempre polémico asunto de los derechos humanos, ha derribado una parte del muro de la incomunicación y ha bajado la tensión que se había entronizado en el Estrecho de la Florida.

Aun cuando haya sectores y personas que con sus razones —o sinrazones- consideren prácticamente una traición la nueva actitud de ambos ejecutivos, lo cierto es que la nueva situación política, que anuncia una nueva coyuntura económica, ha comenzado a generar cambios en Cuba, que irán creciendo, y cuya materialización hubiera resultado impensable en el anterior clima de hostilidad.

Para empezar, dentro de Cuba hemos visto un cambio en la retórica y en las reacciones verbales. Escuchar a funcionarios cubanos hablar ecuánimemente de las diferencias y coincidencias con sus colegas norteamericanos es algo a lo que no estábamos acostumbrados.

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Y menos aun a que cuando se mencionaran esas diferencias no se hiciera un discurso político defensivo, acusatorio del otro, por sensibles que sean los problemas abordados, como ocurre con las políticas migratorias (la Ley de Ajuste Cubano, o la disposición que concede asilo a los profesionales médicos cubanos que estén dispuestos a abandonar sus misiones en el exterior) o con las concepciones sobre democracia y derechos humanos que sostienen cada uno de los convocado.

Un respeto y, sobre todo, una ecuanimidad que solo ahora descubrimos como posible en una relación histórica que siempre se caracterizó por la hostilidad y la respuesta rápida y combativa.

Escuchar que la isla devideo-barack-obama-le-da-la-mano-a-raul-castro-en-el-funeral-de-nelson-mandelal Caribe recibirá hombres de negocios y compañías norteamericanas dedicados al trabajo de las telecomunicaciones resulta para los cubanos como oír hablar de lo imposible.

En un país donde por limitaciones prácticas se ha hecho un uso político de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, con un polémico y limitado acceso a Internet, el hecho de abrir las puertas y recibir —ya veremos con qué resultados —a empresas que pueden modernizar en un plazo breve un sistema tan cerrado, parece un argumento de ciencia ficción.

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Pero es que si Cuba decide aceptar el reto de la nueva coyuntura su primera acción práctica no puede estar en otro territorio que en el de la modernización de su obsoleta infraestructura, aquejada de grandes problemas no solo en las telecomunicaciones, sino también en el transporte, los viales, la construcción de viviendas, las instalaciones aeroportuarias… muchos de los territorios sobre los cuales incidirá directamente la anunciada y presumible llegada de centenares de miles, quizás millones de visitantes norteamericanos que ahora podrán viajar a Cuba en virtud de la ampliación de las licencias requeridas para tal desplazamiento.

Varias veces me han preguntado si a mi entender Cuba está preparada para recibir un aumento significativo del número de visitantes —que el pasado año llegó al fin a los tres millones, pero que se podría elevar a cuatro, cinco, en un plazo breve si se cumplen las predicciones y los norteamericanos “invaden” la isla… Y mi respuesta —de simple observador — es que no, no está preparada.

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Baste como botón de muestra el hecho de que hoy mismo en la ciudad de La Habana las capacidades hoteleras están en su máximo de ocupación. O sirva de ejemplo gráfico ver el estado de abastecimiento, la calidad y la variedad de los productos que se venden en los mercados recaudadores de divisas. ¿Dónde se alojarán, qué comerán y beberán esos visitantes? ¿En cuánto tiempo y con qué capital puede el país prepararse para un repentino crecimiento del número de turistas que deseen llegar a sus ciudades y playas?

Con la distensión ha sonado pues la alarma para el sistema económico cubano. Para obtener los beneficios posibles de la nueva relación social y comercial que se anuncia como posible se impone crear estructuras más ágiles y mecanismos económicos más eficientes, algo que se ha convertido en el mayor problema de un país y un sistema para el cual, en palabras de su presidente, la economía (la eficiencia de la economía) sigue siendo su gran asignatura pendiente.

Los primeros pasos, que parecían ser los más difíciles, han resultado ser, de momento, los más fáciles, pues dependían de una voluntad política. Los que deben darse en el futuro se presentan mucho más complejos y, sin duda, pletóricos de riesgos y retos. Porque para concretarlos no bastan los cambios en la retórica y la mentalidad, sino en muchas estructuras sociales y económicas. En fin, que apenas se ha levantado el telón. Ahora es que comienza la obra.

*Escritor y periodista cubano, galardonado con el Premio Nacional de Literatura 2012. Sus novelas han sido traducidas a más de 15 idiomas, y su obra El hombre que amaba a los perros, tiene como personajes centrales a León Trotski y a su asesino, el militante estalinista catalán Ramón Mercader. Su más reciente novela es Herejes.