Cuatro meses de guerra, matanzas y catástrofe humanitaria en Gaza
Juan Antonio Sanz-Público
La guerra lanzada por Israel en Gaza cumple cuatro meses, con 28.000 palestinos muertos, ciudades arrasadas y escasas perspectivas de alcanzar un armisticio.
El objetivo de Israel no ha cambiado en estos cuatro meses. Aniquilar a la organización Hamás, autora de la masacre de israelíes del 7 de octubre, a cualquier precio y por cualquier medio, incluido el genocidio de la población palestina de Gaza y la ejecución de crímenes de guerra. La contienda ha devenido en una sucesión interminable de matanzas de civiles y las negociaciones para alcanzar una tregua se suceden, pero aparecen condicionadas por las ansias de venganza.
Así lo dejó bien claro este miércoles el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien, ante la última propuesta de alto el fuego formulada por Hamás, apostó por seguir «la presión militar» en Gaza hasta lograr la «victoria absoluta» sobre las milicias palestinas. Incluso al coste de la vida de los rehenes israelíes que obran en poder de Hamás y, por supuesto, de la vida de miles de civiles palestinos.
El Ejército israelí «debe destruir metódicamente a Hamás» hasta lograr que Gaza «no represente ninguna amenaza para Israel», sentenció Netanyahu, repitiendo la fórmula que ha llevado a la Franja a su práctica destrucción bajo las bombas de su país.
Son ya cerca de 28.000 los palestinos asesinados por las bombas y las acciones del Ejército Israelí en los cuatro meses de ofensiva en Gaza. El 70% de ellos son niños y mujeres. Además hay 67.000 heridos y 8.000 cuerpos de palestinos desaparecidos entre las ruinas de las localidades gazatíes a lo largo de toda la Franja.
De todos los heridos y enfermos por las insalubres condiciones que se viven en Gaza, hay 11.000 que necesitan ser evacuados con urgencia fuera de la Franja. Los hospitales en este territorio palestino, o han sido dañados irremisiblemente por los bombardeos israelíes o prestan servicios mínimos. Falta combustible para poner en marcha los equipos médicos y se necesitan medicinas y otros suministros hospitalarios.
Empleados de la ONU y periodistas, blanco de los ataques
La misión de la ONU, encargada de buena parte de los centros de atención sanitaria, ha sufrido mucho en estos cuatro meses de guerra. Su trabajo humanitario, dedicado a la asistencia médica, educación y suministro de alimentos entre otros, ha sido puesto en tela de juicio por Israel, que acusa a su sección de ayuda a los palestinos, la UNRWA, de estar infiltrada por Hamás, lo que ha llevado a muchos donantes internacionales a bloquear sus fondos en el peor de los momentos.
En este tiempo de contienda, han muerto al menos 152 trabajadores de la ONU, más que en ningún otro conflicto asistido por Naciones Unidas desde su fundación. Naciones Unidas ha acusado a Israel de poner en el punto de mira de sus ataques a sus empleados, a cargo de algunas de las mayores instalaciones, sanitarias y educativas, que acogen a desplazados en toda la Franja. El 84% de los centros sanitarios de la UNRWA en Gaza han sido dañados por los ataques israelíes.
En estos cuatro meses de contienda han sido también asesinados 85 periodistas, 78 de ellos palestinos, cuatro israelíes y tres libaneses, y hay otros cuatro desaparecidos. Estos datos son del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, en sus siglas en inglés) con fecha 7 de febrero. La ONU eleva a 122 los periodistas y trabajadores de prensa muertos en la ofensiva israelí.
Según la ONU, todo apunta a que «sus muertes, sus heridas y su detención son una estrategia deliberada de las fuerzas israelíes para obstruir la labor de los medios y silenciar la información crítica» con la acción de Israel en Gaza.
Rafah, en el ojo del huracán
Y la ofensiva no ha alcanzado un punto de inflexión. El Ejército israelí avanza hacia la ciudad de Rafah, en el extremo sur de Gaza, y fronteriza con Egipto. Allí, y en sus cercanías, se concentran casi un millón y medio de desplazados, muchos de ellos en campamentos improvisados, anegados por aguas fecales y a merced del frío invernal. La situación humanitaria es insostenible mientras se acelera el asalto israelí de la localidad precedido de intensos bombardeos.
Desde que comenzó la guerra en el norte de Gaza, con la progresiva invasión de la Franja y los bombardeos continuados sobre núcleos de población, el Ejército israelí conminó a los palestinos a que dejaran sus hogares y se dirigieran hacia el sur. Ahora, Rafah es el último refugio de los desplazados y también el nuevo objetivo de la maquinaria bélica de Israel.
El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ya indicó el lunes que su Ejército avanzará sin dudarlo hacia ese «bastión de Hamás». Repetía la consigna de Netanyahu: «Aniquilación de Hamás a cualquier precio».
La ONU ha lanzado una seria advertencia: un ataque de Israel contra Rafah y sus campamentos provisionales de desplazados sería considerado como un «crimen de guerra» según el derecho internacional humanitario, tal y como ya ha ocurrido en los bombardeos de zonas densamente pobladas en Ciudad de Gaza o en Jan Yunis.
«Una acción de este tipo aumentaría exponencialmente lo que ya es una pesadilla humanitaria con consecuencias regionales incalculables», ha indicado el secretario general de la ONU, António Guterres.
Una de las intenciones del Gobierno israelí desde que comenzó su invasión terrestre de Gaza, en noviembre, ha sido empujar hacia la frontera egipcia al mayor número de habitantes de la Franja con falsas promesas de que esa zona quedaría al margen de la ofensiva.
Una vez ha quedado claro que tales compromisos no se cumplirán, va perfilándose el plan de Israel, adelantado ya por algunos de los miembros del Gabinete de Netanyahu. Esos ministros han reclamado el desarraigo de los palestinos de Gaza y su deportación a países de acogida. Egipto, y en concreto la península de Sinaí, es uno de esos territorios por el que apuestan los halcones del régimen israelí para alojar a los palestinos expulsados de Gaza.
Nueva propuesta de Hamás de alto el fuego
Mientras Israel avanza de forma inexorable hacia Rafah y crece el riesgo de una catástrofe sin parangón, los negociadores de Catar, Egipto y Estados Unidos tratan de lograr un principio de acuerdo entre Israel y Hamás para detener la matanza.
En su última propuesta de alto el fuego, entregada el martes a Israel y vilipendiada este miércoles por Netanyahu, Hamás pedía un acuerdo de tregua en tres etapas, de 45 días cada una, a lo largo de cuatro meses y medio, para entregar al centenar de rehenes israelíes aún vivos que tiene la milicia palestina. En este periodo de 135 días, Israel debería retirar todas sus tropas de Gaza y sacar de prisión a 1.500 presos palestinos.
En la primera fase de la tregua, Hamás pondría en libertad a las mujeres, niños, ancianos y enfermos rehenes de sus milicias. Israel debería liberar a todas las mujeres y menores palestinos encerrados en sus cárceles. En la segunda fase se libertaría a los hombres que permanecen secuestrados por Hamás y en la tercera se entregarían los cuerpos de los rehenes que han muerto desde su captura, una treintena.
El 7 de octubre, guerrilleros de Hamás secuestraron a unos 240 israelíes y ciudadanos de otros países en la sangrienta incursión que hicieron en Israel y en la que asesinaron a 1.200 personas. De esa cifra de rehenes, un centenar fueron liberados en la tregua de una semana acordada en noviembre pasado y una cifra semejante sigue en poder de Hamás.
En la segunda fase de la tregua propuesta por Hamás sería cuando se establecerían los términos para alcanzar un alto el fuego definitivo.
Los negociadores de Hamás también demandaban libertad de movimiento para los gazatíes durante la tregua, la apertura del paso de Rafah para los enfermos y heridos, así como el comienzo de las obras de reconstrucción y asentamiento temporal de los cientos de miles de desplazados que ya no tienen hogares a dónde volver pues fueron derruidos por las bombas israelíes.
Hamás calificó esta propuesta como «realista» y «razonable», pero la desaforada respuesta de Netanyahu echa por tierra casi toda esperanza de que prospere y menos aún en los actuales términos. Este jueves se celebra una nueva ronda de negociaciones en Egipto entre Israel y Hamás, que, por cierto, ahora reclama la colaboración de representantes de Turquía y Rusia. Sobre las negociaciones en marcha, el secretario general de la ONU indicó este miércoles que «ha llegado el momento de un alto el fuego humanitario inmediato», y para ello es indispensable la liberación «inmediata e incondicional» de todos los secuestrados que mantiene Hamás en sus reductos.
Escepticismo de EEUU
Como adelanto y antes de verse con Netanyahu, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, de visita en Israel ya había manifestado su escepticismo. «Aún queda mucho trabajo por hacer» para alcanzar un acuerdo de alto el fuego en Gaza, dijo.
Blinken también manifestó a Netanyahu y a Gallant su preocupación por una eventual ofensiva israelí a gran escala en Rafah, e insistió en la creación de un Estado palestino. La respuesta de Netanyahu fue rotunda: cuando termine la guerra, Israel mantendrá el control de Gaza. Y le indicó a Blinken que esa victoria «es cuestión de meses».
El escepticismo de EEUU sobre ésta y otras propuestas de alto el fuego está en buena parte motivado por la propia estrategia de Netanyahu. El primer ministro israelí ha señalado en numerosas ocasiones que no cejará hasta la derrota total de Hamás y su eliminación física con esa «victoria absoluta» del Ejército israelí, tal y como indicó este miércoles.
Sin embargo, la cuestión de los rehenes y las demandas de su recuperación cuanto antes y vivos penden sobre su Gobierno como una espada de Damocles.
Si no se alcanza una tregua, el destino de esos secuestrados podría quedar sellado trágicamente. Al igual que la propia permanencia de Netanyahu al frente del país si se celebrasen en tales condiciones unas elecciones anticipadas, como reclama un cada vez mayor número de israelíes.