¿Cuándo terminará el trabajo esclavo en Brasil?

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FREI BETTO| En enero del 2004 tres auditores fiscales del trabajo y un chofer fueron asesinados en Unaí (MG) cuando investigaban el trabajo esclavo en un cultivo de frijol. El próximo enero se cumplirán nueve años de impunidad.

Hasta ahora nadie fue condenado por la matanza que segó la vida de los auditores Eratóstenes de Almeida Gonçalves, João Batista Soares Lage, Nelson José da Silva y del chofer Ailton Pereira da Silva.

El Brasil posee una eficiente fiscalización del trabajo degradante. El Grupo Móvel actúa desde 1995 y, a partir del 2003, ya liberó a más de 35 mil trabajadores, según datos de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT).

Hay que enfrentar obstáculos permanentes, como señala mi hermano de hábito Xavier Plassat (Premio Nacional de Derechos Humanos 2008), tales como la burocracia que atrasa el estudio de las denuncias; las dificultades operacionales para agilizar la actuación de la policía federal, que también actúa como policía judicial; y la resistencia de algunas superintendencias regionales a realizar fiscalizaciones efectivas.

La fiscalización, sin embargo, ha mejorado. Sólo 1/3 de las denuncias quedan sin investigar. Eso no significa que liberar a los trabajadores haga cesar la esclavitud, puesto que ésta tiene largas raíces en el suelo brasileño: tuvimos el período más grande de esclavitud en América, 358 años (1530-1888) y hoy día el afán de ganancia, la miseria y la impunidad favorecen ese crimen horrendo.

La esclavitud no se da solamente en las áreas rurales. Se encuentra también en los grandes centros urbanos, como en las maquilas de São Paulo, que explotan la mano de obra de inmigrantes bolivianos y asiáticos.

El año 2010 fueron liberadas 242 personas de situaciones análogas a la esclavitud en actividades no agrícolas, como la construcción civil (175 en obras del PAC). En el área rural 2/3 de los casos, entre el 2003 y el 2010, se dieron en la ganadería (despalamiento, siembra y mantenimiento de pastos); 17% en labores de caña de azúcar, soya, algodón, café y reforestación; y un 10% en carbonerías al servicio de las siderúrgicas.

La mayoría de los liberados trabajaba en la ganadería y en el corte de caña, especialmente en la región amazónica, principalmente en los estados de Pará, Tocantins, Maranhão y Mato Grosso, donde destaca la voz profética del obispo Don Pedro Casaldáliga, todavía hoy, a sus 84 años, amenazado de muerte por defender a los oprimidos (Premio Nacional de Derechos Humanos 2012).

¿Por qué se da trabajo esclavo en pleno siglo 21? ¡Por el lucro! Y cuando es pillado en flagrante, el propietario finge no saber lo que sucedía en sus tierras, echándole la culpa al capataz. Terratenientes, parlamentarios, magistrados, artistas de la TV figuran entre los propietarios rurales que adoptan el trabajo esclavo como mano de obra barata en condiciones subhumanas, que es el trabajo esclavo.

De ahí la dificultad de la Cámara de los Diputados para aprobar, después de una espera de ocho años, la enmienda constitucional que plantea cancelar la propiedad de la tierra de quien adopta mano de obra esclava. Felizmente, la PEC 438 fue aprobada en mayo de este año y espera la aprobación del Senado.

Ahora el propietario rural ya no es dueño del siervo, ni responsable de su manutención y reproducción de su prole, tal como sucedía en el Brasil colonial. Él usaba y abusaba de la mano de obra esclava, argumentando con promesas engañosas y lo descartaba tres o cuatro meses después. Carboneros, chapodadores de pasto y cortadores de caña tienen, en pleno siglo 21, una menor expectativa de vida que los esclavos del siglo 19.

El trabajo esclavo está presente en los principales eslabones productivos del agronegocio brasileño: carne y madera (la mitad de las denuncias), caña y similares (la mitad de los liberados) y carbón vegetal.

Se da una estrecha vinculación entre expansión del agronegocio en el contexto de la economía globocolonizada y la precarización de las relaciones laborales. He ahí la contradicción, alerta fray Xavier Plassat: el mismo gobierno que estimula los monocultivos de exportación está detrás de los enormes perjuicios que ella provoca, incluso a la imagen del Brasil en el exterior.

La OIT (Organización Internacional del Trabajo) calcula que actualmente hay en el mundo de 12 a 27 millones de trabajadores esclavos. En el Brasil se calcula en unas 25 mil el número de personas sometidas a condiciones degradantes de trabajo, incluyendo niños.

Ya es hora de que las centrales sindicales descrucen los brazos en lo referente a esa tara del escenario brasileño.