Cuando emigrar es la salida: silenciosa crónica de un Uruguay que se vacía
Nicolás Centurión
Después de 14 años de “balance migratorio positivo”, en Uruguay, en 2023 se fueron más de los que llegaron. La intención de partir está en niveles más altos que en la crisis de 2002, según el Latinobarómetro.
La crisis del 2002 fue un parteaguas tanto a nivel institucional como social, dejando serias heridas que al día de hoy siguen supurando. Migración en masa, suicidios, alta tasa de desempleo, pobreza y marginalidad: la entrada de la pasta base de cocaína al país; el tejido social desgarrándose.
Entretanto, pasaron tres gobiernos del centroizquierdista Frente Amplio, que mejoró las condiciones de vida, pero que no hizo temblar las raíces de los árboles, como prometió en su momento.
Hoy, en un mundo pospandémico y localmente con un gobierno neoliberal que solo apunta a que Uruguay sea un país agroexportador, primarizado, benefactor de las grandes familias empresarias de este país, concentrador y corrupto, los uruguayos arman sus valijas. Un sistema que no garantiza paraísos en otras latitudes, pero garantiza escapar de esta rutina de horizontes grises.
¿Qué razones llevan a un uruguayo a querer irse? Falta de oportunidades laborales; horizontes para crecer; costo de vida – asociado a varios factores como formar una familia, sostenerse mes a mes, desarrollarse en un emprendimiento o proyecto; inseguridad.
El Salario Mínimo Nacional en Uruguay es de 22.268 pesos, que equivalen a unos 590 dólares. Pareciera ser uno de los mejores sueldos mínimos de Latinoamérica, pero el costo de vida también es uno de los más altos del continente. Existen los que se denominan “los veinticinco mil pesistas”. Más de medio millón de uruguayos que viven mes a mes con ese salario y que apenas superan el sueldo mínimo.
Recientemente el Instituto Nacional de Estadística (INE) difundió los datos de pobreza 2023 que también nos da una pista de por qué tantos uruguayos buscan su futuro en el aeropuerto. Uruguay, con un 14% de la población residiendo fuera de su territorio, es uno de los países con tasas altas de emigración y la migración internacional se puede considerar como un componente fundamental de la configuración social.
Según Naciones Unidas, predomina la emigración femenina: 192.259 mujeres( un 52.37% del total), es superior a la masculina, 174.801 emigrantes varones, que son el 47.62%. Los emigrantes de Uruguay viajan principalmente a Argentina, donde van el 36,52%, seguido de lejos por España, el 22,18% y Estados Unidos, el 13,70%. En 2020, la ONU contebilizana 367.060 emigrantes, lo que supone un 10,7% de la población del país.
En los últimos 12 años, la población uruguaya apenas creció. Los datos preliminares del Censo 2023 muestran que los residentes en el país son 3.444.263, lo que significa que el aumento en comparación al 2011 (cuando se hizo el anterior estudio) fue de solo un 1%. Pero hay otros fenómenos que surgen del análisis de los datos. Sin la población extranjera (unas 60.000 personas), los habitantes de Uruguay hubieran estado por debajo del Censo de 2011.
La “inmigración de retorno” –los uruguayos que vivían en el exterior y volvieron el país– fueron cerca de 40.000 en estos años. Este factor fue el que determinó un “mayor ritmo de crecimiento” en el censo de 2011 porque en ese momento hubo un “auge” del regreso al país.
Los datos preliminares indican que los inmigrantes que viven en Uruguay son 61.810. Si se hace un ranking de las llegadas entre 2011 y 2023, lo lideran los venezolanos (27%), seguido de argentinos (22%) y cubanos (20%). Desde el año 2021, el número de nacimientos en el país es menor a la cantidad de muertes. Si no hay una reversión en esta tendencia o cambios en los procesos migratorios, la población del país seguirá una tendencia decreciente.
Causas
La pobreza en 2023 fue 10,1% (unas 348 mil personas), estable en relación a 2022 (9,9%, variación dentro del margen de error), aunque todavía está 1,3% por encima de 2019 (8,8%). Es decir, que la situación ha empeorado luego de la pandemia y no hay un panorama optimista.
El Fondo Monetario Internacional (FMI )proyectó que Uruguay crecerá un 2.3% en el 2024, uno de los cinco peores guarismo para países de Latinoamérica. Eso si el FMI acertara en sus pronósticos, ya que mayoritariamente infla los números de los países amigos, seguidores de sus políticas y recomendaciones, y rebaja el de los enemigos. Así que seguramente el crecimiento sea menor que ese 2.3%
La pobreza infantil sigue siendo uno de los grandes debes y falencias de Uruguay. La misma alcanza al 20,1% de menores de 6 años (sin cambios estadísticos respecto a 2022). En un país donde la natalidad sigue en picada, las infancias que llegan lo hacen en contextos precarizados. Una quinta parte de los niños nace prácticamente condenada a vivir en condiciones desfavorables.
Por otro lado están las cárceles, reflejo perfecto de cualquier sociedad. Uruguay, que otrora supo ser “la Suiza de América”, “la sociedad hiperintegrada” del período entreguerras, esa sociedad que se autopercibe solidaria y calma, encierra en su seno mucha violencia.
Desde femicidios, suicidios, accidentes de tránsito pasando por varios delitos, la sociedad uruguaya se vincula de manera cada vez más violenta. El paradigma punitivista de más cárceles, más delitos y más penas fracasó. Pero tanto por izquierda como por derecha, esa concepción es transversal. Salvo contados casos y/o propuestas.
De acuerdo con datos de la Oficina del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario, Juan Miguel Petit, en Uruguay hay unas 15 mil personas privadas de libertad, lo que significa que por cada 230 habitantes, uno vive dentro de una cárcel.
El pequeño país sudamericano de apenas 187 mil kilómetros cuadrados y unos tres millones de habitantes, sufrió un aumento en la tasa de homicidios. Entre 2021 y 2022 este delito creció 25,8 %, lo que sitúa al país en 11,2 homicidios por cada 100.000 habitantes. Las estadísticas señalan que cada día 26 personas recuperan la libertad y el 50% termina en la calle.
Muchos uruguayos andan buscando otros cielos, mientras otros tienen el cielo como techo, ya que siguen aumentando las personas en situación de calle. Dos caras de una misma moneda: un presente y una realidad que no se soporta. Un buenvivir que se busca en otras latitudes, donde muchas veces es simplemente entrar en la rueda del consumo sin mirar los precios y otras veces es vivir con dignidad cuando en tu propio suelo no se concreta.
“Los uruguayos nos seguimos yendo. El uruguayo tiene como un componente estructural de querer irse en algún momento. Eso también genera un flujo que (no se compensa) aunque vengan inmigrantes”, analizó la demógrafa Mariana Paredes, entrevistada en Radio Carve.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP).Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)