Crónica de una jornada con Nicolás Maduro

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VÍCTOR RÍOS Y MIGUEL RIERA | De Nicolás Maduro, presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela, se sabe muy poco en España. Apenas cuatro trazos, aportados principalmente por los medios de comunicación de masas hostiles al proceso revolucionario. El Viejo Topo quiso conocerlo, y el presidente venezolano aceptó ser entrevistado sin poner la menor traba.

ACTO DE LA CAMPA—A ELECTORAL DE NICOL¡S MADUROEl Viejo Topo

Pero la invitación de Maduro no se limitó a una simple entrevista. Inmerso en lo que se bautizó como Gobierno de calle, el presidente ha estado visitando durante los cien primeros días de su gobierno todos los rincones del país. Prácticamente cada día ha visitado un lugar distinto, acompañado de algún ministro, tomando nota de los principales problemas de la zona, hablando con la gente, aprobando proyectos. Podría decirse que durante este periodo el gobierno de Venezuela ha tenido un carácter en parte itinerante, algo sorprendente para nosotros, acostumbrados a que el presidente español tenga tan poco contacto con el pueblo que ha llegado a dirigirse a la prensa a través de una pantalla de plasma, hurtando su presencia física a los mortales periodistas.

Pues bien, el presidente invitó al equipo de El Viejo Topo a acompañarlo durante una de esas jornadas, y de ese modo a lo largo de la misma se procedería a la entrevista. Una oportunidad única para observar de cerca al mandatario venezolano.

Así, el pasado 20 de julio El Viejo Topo se trasladó temprano al aeropuerto de Caracas, donde aguardaba el avión presidencial. Tras un vuelo de 25 minutos, aterrizamos en el aeropuerto de San Carlos, capital del estado llanero de Cojedes. Bastante gente en el aeropuerto y en las calles aledañas esperaba ver a Maduro; debido a los cristales tintados de los vehículos en que nos trasladábamos, muchos debieron pensar que el presidente viajaba en uno de ellos, así que fuimos saludados efusivamente por la población que aguardaba el paso de la comitiva.

Cuarenta y cinco minutos después, la pequeña caravana se introducía en una base militar. Dos helicópteros sobrevuelan la zona. Una banda militar se coloca en posición: el presidente avanza decidido hacia ella.

Abreviaremos el relato: Tras los honores militares, la comitiva se dirigió a un pequeño entarimado cubierto al frente del cual se hallaban ya situados muchos militares y sus familias, más de doscientos. Íbamos a asistir a la ceremonia de ascenso de un puñado de generales, así como a la entrega de estandartes a varias regiones militares. Y después, el discurso.

Nicolás Maduro no tiene pelos en la lengua. Al pan pan, y al vino vino. Sin tapujos. Aunque no era este el tema principal, Maduro hace una referencia a España, esa España asolada por la corrupción que ha anidado en buena parte de la clase política, y que ha sido (¿todavía lo es?) cómplice de la derecha fascista-golpista venezolana. Cita el desempleo, y subraya lo intolerable que es que el 55% de los jóvenes españoles no encuentren un puesto de trabajo. Ni que decir tiene que el Topo está de acuerdo con sus palabras.

Alrededor de la gran carpa en la que estamos, las Fuerzas Armadas han instalado una pequeña exposición de armamento. Tanques, cañones, material militar diverso. El presidente se entretiene en cada área; con morosidad departe con la tropa y oficiales. La mañana se alarga. Tanto rato de pie, al Topo las fuerzas le flaquean. Pero los demás no parecen estar cansados. De repente, a un paso muy rápido, Maduro y un grupo de militares se introducen en una gran tienda de campaña: ¿será el gobierno militar de calle? Al parecer hay asuntos que resolver. Tras un par de horas, aparecen soldados con algo de comida. Cae un chaparrón intenso; palo de agua lo llaman. Dentro de la tienda, el presidente, la ministra de defensa, el presidente de la Asamblea Nacional y un grupo de militares prosiguen sus debates. De repente, sobre las seis, la lona deja paso al presidente y sus acompañantes. Maduro se dirige a nosotros. Se ha hecho tarde, y la entrevista está por empezar. “Cómo lo hacemos?”, dice. Lo piensa unos segundos, y prosigue: “Vengan conmigo, vamos al carro”.

Todo sucede muy deprisa. Casi corriendo, llegamos hasta los vehículos. Alguien nos indica el coche al que hemos de subir. Lo hacemos: uno delante, dos atrás. Falta el conductor. Éste aparece: es Nicolás Maduro. El propio presidente conduce el coche. No podemos evitar durante unos segundos cierto desconcierto. Uno de nosotros bromea sobre la categoría del chófer.

El presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”, dice mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista convencional, de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el entrevistado elude entrar de lleno en las respuestas

Siguen las sorpresas: Maduro no nos trata ni como extraños, ni como periodistas. Nos trata como compañeros.

El presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”, dice mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista convencional, de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el entrevistado elude entrar de lleno en las respuestas. De ahí el tono coloquial, cordial, nada engolado que recorre toda la conversación. Así que decidimos empezar.

– Alguien nos había comentado que su compromiso social y político empezó desde muy joven, así que le preguntamos por sus primeros años. Sin retirar la mirada de la carretera, el presidente responde.

– Nací y crecí en la Caracas de los sesenta, de los setenta. Me crié en un barrio, en la zona donde está la Universidad Central de Venezuela. Esos años tuvieron una gran convulsión social y política, se produjeron grandes luchas, concentradas sobre todo en un poderoso movimiento estudiantil, universitario y de educación media, de los liceos. Recuerdo, siendo aún muy pequeño, los allanamientos en la Universidad Central, porque yo nací y crecí enfrente de la iglesia de San Pedro, en una comunidad de clase media popular, y allí se vivía prácticamente en estado de sitio. A veces no podíamos salir de casa durante una semana, nos manteníamos al resguardo de las balaceras que se armaban para asaltar la Universidad. Imagino que esos recuerdos, de muy niño, son de la época de Raúl Leoni, que gobernó el país del año 64 al 69. Leoni allanó la universidad con el batallón Bolívar, con el ejército. Luego hubo otro allanamiento que recuerdo bastante bien, en el año 70, con el gobierno de Rafael Caldera, el líder de la democracia cristiana. Entró en la Universidad Central y la cerró, porque se estaba dando un proceso de renovación universitaria, un poco en la línea reivindicativa de Córdoba y del mayo francés…

[En 1918 Córdoba fue el epicentro de un movimiento reformista conocido como la Reforma universitaria, que luego se extendió al resto de las Universidades de Argentina, gran parte de América y España.]

… en Venezuela esa renovación que pretendieron los estudiantes universitarios en los años 69, 70 fue ahogada en sangre. Yo recuerdo muy bien ese allanamiento porque ya tenía ocho años, y hubo un joven de la cuadra, llamado Pedro, al que después le llamamos Pedro el raro, que fue muy golpeado por la policía delante de nosotros, les daban en la cabeza a los jóvenes, y a él lo dejaron perturbado, medio loco. Le llamamos Pedro el raro porque tenía después conductas raras, era medio loco. Recuerdo esa parte de mi infancia, que siempre estuvo vinculada a la represión, a los disturbios. Mi papá era un hombre de izquierda, militaba en el partido Acción Democrática. Él mantenía una posición de izquierda, crítica, de hecho luego participó en el año 67 en la fundación del Movimiento Electoral del Pueblo, con un líder que venía de la socialdemocracia llamado Luis Beltrán Prieto Figueroa, un maestro. Al maestro Prieto le robaron las elecciones primarias para la candidatura presidencial en Acción Democrática, y de ahí le tocó fundar una fuerza política propia. Estoy seguro de que le robaron las elecciones presidenciales. No tenía ningún tipo de maquinaria para defender los votos, y el sistema electoral venezolano era muy fraudulento. Ahí no valían los votos que se emitían y que se ponían en la urna electoral, ahí valía lo que se ponía en el acta final. Es lo que llamaba Acta mata votos. Cambiaban completamente los resultados.

Digamos que esos son los años que marcan la primera infancia. Cuando llegan los años 70 entro a estudiar el bachillerato. En el primer año, casi el primer día de clase, comencé a militar en el Frente de Unidad Estudiantil del Liceo Urbaneja Achel pohl, Fuelua. Y allí empecé después a militar en una organización revolucionaria llamada Ruptura, que era la parte legal, la cara legal del Partido de la Revolución Venezolana, PRV, que estaba en la clandestinidad y que dirigía Douglas Bravo.

[Douglas Bravo: político y guerrillero, ingresó en el Partido Comunista en 1946, a los 12 años. Fue expulsado en el 64. Fundó el PRV en 1966. Participó en las insurrecciones de 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992.]

Yo tenía entonces doce años, empecé a militar siendo un niño. En aquella época los liceos venezolanos estaban muy politizados. Yo no sé en que otro lugar del mundo puede existir ese clima, pero en Venezuela, en general, ha existido por lo menos desde los años 50. Fíjate, en el Liceo teníamos cien militantes del movimiento político Ruptura, cien. En toda la región sur teníamos trescientos militantes liceístas, de doce, trece, catorce años. Estos son los inicios de mi militancia política, que después va evolucionando. Ya he dicho que había mucha represión en esa época, mucha persecución. Había muchos asesinatos de jóvenes y mucha lucha. Y yo me formé no sólo en las luchas estudiantiles, sino también en la lucha de los barrios.

– Pero la juventud no solo se interesa en la política… Le preguntamos qué otros intereses tenía Nicolás Maduro en esa época, si hacía algo más que estudiar y militar…

– Yo era deportista, practicaba muchos deportes, pero me dediqué con mayor disciplina al béisbol. Llegué a estar en varias selecciones de béisbol nacional, en la delegación de la capital, y también en una selección nacional de béisbol juvenil. Como yo tenía facilidad para el deporte, y además desarrollábamos otras actividades culturales en los barrios, formamos grupos de muchachos, jovencitos, que practicaban fútbol, béisbol, nosotros los animábamos, los organizábamos, los dirigíamos. También hacíamos cineclub, teatro popular. Música popular, salsa, rock, un poco de todo.

Yo toqué en varios grupos de salsa y organizamos el Movimiento de Jóvenes Rockeros de Caracas, allá en los años 80. En Venezuela se dio un movimiento de rock bastante interesante en aquellos años. Yo era miembro del grupo Enigma, por ahí hay unos vídeos que han colgado en You Tube. Tocábamos rock duro… el alma de ese grupo era un guitarrista venezolano al que hace muchos años que no he visto, Carlos Carrillo, que aprendió a tocar la guitarra de oído, solo, en su cuarto, escuchando a Led Zeppelin sobre todo. Él tocaba la guitarra igualito a Jimmy Page, el guitarrista de Led Zeppelin. Era realmente extraordinario, un gran guitarrista. Así que hacíamos todo eso, pero sin dejar la lucha revolucionaria; sacábamos periódicos revolucionarios en los barrios.

Y luego llegó el caracazo…

[Caracazo: el 27 de febrero de 1989 se desataron fuertes protestas y disturbios contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez. El gobierno ordenó una dura represión, que protagonizaron las Fuerzas Armadas, la Guardia Nacional y la Policía Metropolitana. Fuentes extraoficiales cifran los muertos en 3.500]

– Cuando el caracazo yo militaba ya en la Liga Socialista. Estábamos coordinados con los movimientos populares de Caracas y de varias partes del país. El caracazo sorprendió a todo el mundo. Venezuela venía acumulando en los años 80 pequeñas explosiones sociales, en Mérida, en Oriente… ya desde el 84 se habían ido produciendo alzamientos populares estudiantiles en varios lugares del país. Y cuando Carlos Andrés Pérez gana las elecciones en el 88, y apenas gana anuncia que va a establecer un acuerdo con el FMI para aplicar un paquete económico neoliberal, es decir, privatizar la educación, la salud, las empresas fundamentales del país, que va a desregularizar las condiciones de trabajo, y a endeudar el país, se comenzó a respirar un clima raro, y el 27 de febrero realmente sorprendió a todo el mundo. No fue solo un caracazo, fue un venezonalazo en todo el país. Una aproximación a una insurrección general. El sábado 5 de marzo todavía había combates por todas partes del país. La represión fue a sangre y fuego. Quizás en Caracas, en lo que es la Gran Caracas, es donde más se sintió. El pueblo salió a la calle a saquear, y fue como un grito de basta ya a la amenaza del paquete neoliberal, a una década y media de acumulación de miseria. La pobreza alcanzaba al 80% de la población. La miseria total rondaba el 40%. Era una situación que el país ya no podía aguantar. El caracazo creó una situación de ruptura social del pueblo venezolano con la clase dominante, que tuvo su máxima expresión después en la ruptura política que significó la insurrección militar bolivariana del 4 de febrero del comandante Chávez. El 4 de febrero el pueblo dijo sí se puede y fue el momento en que empezó a nacer una visión de construcción y conquista del poder político en la inmensa mayoría de los venezolanos. En Venezuela estaba podrido todo el sistema político. La izquierda estaba domesticada; los dirigentes reconocidos de la izquierda, salvo excepciones, estaban domesticados por el sistema, comprados. O cansados de luchar. Y Chávez le imprimió un liderazgo absolutamente renovador a la política venezolana y constituyó desde el primer día un liderazgo revolucionario. Revolucionario, nacionalista, independentista, bolivariano. Constituyó otra forma de hacer política que expresó la psicología colectiva de un país que buscaba una transformación profunda, un país que ya no creía en nadie, ni siquiera en sí mismo. Un país que comenzó a creer desde la esperanza de Chávez.

– Pero, ¿cómo llegó Nicolás Maduro a conectar con Hugo Chávez? ¿Cuándo?

– En el año 90 ingreso en el Metro de Caracas y entro a formar parte del Metrobús, el sistema de autobuses que forma parte del Metro de Caracas. Yo entré ahí para trabajar siguiendo la estrategia que teníamos en la Liga Socialista para construir fuerza sindical de clase, revolucionaria, en las empresas fundamentales del Estado venezolano: las empresas básicas de Guayana, la empresa eléctrica nacional, el Metro de Caracas, la empresa petrolera. Se elaboró un plan para desarrollar en ellas fuerzas revolucionarias sindicales, e ir sumando con las fuerzas populares de los barrios, las fuerzas campesinas. La idea estratégica que compartíamos era que todo eso confluyera en una insurrección general contra el sistema.

En el año 91, en agosto, estaba conduciendo mi autobús por la zona de Bellas Artes, en la ruta 4-21, una ruta que utiliza sobre todo la clase media caraqueña. Era mediodía y me faltaba dar una última vuelta cuando veo a un tipo ahí, en la puerta del autobús. Era un amigo mío que hacía tiempo que no veía. Ezequiel. Yo lo había conocido en mis años de liceísta, en los años 70. Hacía mucho que no lo veía. “¿Qué haces aquí?”, le dije. “Necesito hablar contigo muy urgente”, respondió. Algo importante debía ser para que me buscara y me encontrara en el autobús. Y efectivamente, di la vuelta que faltaba y después nos fuimos a almorzar a una arepera que quedaba cerca de la parada, por Bellas Artes. Recuerdo que tomamos una sopa de gallina y unas arepas.

“Y en que estás metido ahora? ¿Por qué me quisiste encontrar?”, le pregunté. “Bueno Nicolás, he contactado con un grupo de militares que se van a alzar en armas contra Carlos Andrés”. Así, a las primeras de cambio. Yo me le quedé mirando… “¿Tú estás seguro”, le dije. Habíamos perdido mucha gente en trampas… “Va a ser una trampa, te quieren joder”, pero él dijo que no, y empezó a contar. No sé si en España es así, pero acá en Venezuela todo el mundo lo sabe todo, y él sabía que había dos líderes, uno que parecía un cura, que controlaba Occidente, que resultó ser Arias Cárdenas, y el otro, así me lo dijo, con esas palabras, era un tropero, que mandaba tropa, y que era un seguidor de Bolívar, de Ezequiel Zamora, y que cantaba canciones de Alí Primera. Y yo le dije que eso me parecía una trampa. Y él me dijo que nos pedían que movilizáramos a nuestras pequeñas fuerzas sindicales. “¿Y cuándo va a lanzarse eso?” le pregunté. “En dos o tres meses”, me contestó. Eso era agosto del 91. “¿Y que podemos hacer nosotros?”, le dije, y el me dio varias ideas, a cual más loca, lugares donde atacar. Y eso me confirmó que podía ser una trampa. Así que le dije “Bueno camarada, esto me huele a trampa, mira que nos van a matar… han matado a tanta gente”. “Ezequiel”, le dije, “si esa gente existe y se alza en armas, el pueblo venezolano les va a acompañar cien años, porque la gente está asqueada, y si aquí hay un sector patriota de verdad en las Fuerzas Amadas, y se alza en armas ten la seguridad de que el pueblo les acompaña”. Nos despedimos, y pasaron los días y no lo volví a ver. Él me fue a buscar, pero no me encontró, no coincidió conmigo en ningún trayecto. Y en diciembre hubo rumores de que habría un alzamiento militar para el 16 o el 17 de diciembre. Después nos enteramos de que sí hubo realmente proyectos para alzarse el 17 de diciembre. Luego llegó el rumor de que ese intento se disipó, así que encontré de nuevo a Ezequiel y le pregunté qué estaba pasando. “Esto sigue, esto está montado”, me dijo Ezquiel, “claro que va, lo que no sé es cuándo, porque no he tenido más contacto”, me dice. Y no lo volví a ver hasta que el 4 de febrero, yo estaba trabajando por la noche en mi línea 4-21, al llegar a casa ya muy tarde, a eso de las doce y media, de repente sonó el teléfono. Era una hermana mía, que me explicó que había un alzamiento militar contra el gobierno. Y yo pensé: “a ver quiénes son, ahora empieza la persecución”, porque en América Latina lo tradicional es que los golpes militares sean de derecha, y como aquí la crisis que había creado el neoliberalismo era tan grande, cualquier cosa podía pasar. Entonces, por la mañana avisaron que iba a hablar el jefe del golpe, y de repente en la televisión aparece la imagen de un hombre moreno, flaco, la cara de cuchillo, la boina roja, y habló y dijo lo que dijo…

[Lo que dijo empezaba así: Compañeros: Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital…]

Pegué un brinco casi hasta el techo. Y grité: “¡La cosa era verdad!” Dios mío… me quedé con una cosa en el cuerpo… excitado, como quien se vuelve loco. Inmediatamente salí a la calle. Claro, había que resguardarse, porque cada vez que pasaba algo en el país siempre salían a buscar a un grupo de sindica listas cuya lista tenía la policía política. Y ese día dormí en una concha…

[Una concha, una casa segura]

Chávez, el 4 de febrero del 92 abrió un proceso histórico, partió la Historia en dos y despertó una fuerza revolucionaria que ha logrado cambiar no solo el modelo económico, político, social de Venezuela
Empecé a buscar a Ezequiel, lo encontré, y buscamos el contacto con los militares, que ya estaban presos. Y a partir de ese día yo, militante de la Liga Socialista, me conecté con ese movimiento militar bolivariano, con Chávez, y desde la calle trabajé en solidaridad con ellos. Luego nos preparamos para el otro alzamiento, y ahí sí participamos directamente en la calle, el 27 de noviembre, ahí sí movilizamos gente en muchas parroquias [barrios] en Caracas, pero al final nos derrotaron militarmente.

[El 27 de noviembre de 1992 se produjo un nuevo intento de golpe de Estado contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, apenas nueve meses después del de 4 de febrero del mismo año. Participaron civiles y militares, y los partidos políticos Bandera Roja y Tercer Camino].

Chávez, el 4 de febrero del 92 abrió un proceso histórico, partió la Historia en dos y despertó una fuerza revolucionaria que ha logrado cambiar no solo el modelo económico, político, social de Venezuela, que ha evolucionado aceleradamente hacia un planteamiento de socialismo nuestroamericano, sino que ha sacudido la historia de América Latina y el Caribe como ningún otro proceso antes en 200 años.

– ¿Estamos entonces ante una segunda independencia de América Latina?, preguntamos.

El comandante Chávez había reflexionado sobre esto y decía que la independencia es una sola. Que la independencia es continua, que no hay primera o segunda, sino que es un solo proceso. Pudiera ser el segundo gran momento de la independencia, de una nueva independencia de América Latina y el Caribe que, efectivamente, desde el punto de vista histórico, si uno fuera estricto, habría que decir que comenzó con la Revolución cubana. Con un proceso expansivo en cuanto a las ideas, al ejemplo, a la fuerza real para transformar la sociedad y a la toma del poder político por proyectos transformadores en esta etapa chavista.

En esta segunda etapa Chávez tiene un peso fundamental, porque logró en un corto tiempo –desde el 4 de febrero de 1992 hasta el 5 de marzo del 2013 han pasado 21 años, un mes y un día– constituir un movimiento revolucionario, transformar la sociedad venezolana, modificar la correlación de fuerzas con el imperialismo en nuestro continente; fundar varias organizaciones dentro del concepto bolivariano de los anillos de fuerza…

– Los anillos de fuerza… convendría explicar eso para nuestros lectores españoles, sugerimos.

El libertador Simón Bolívar consideró varios anillos de fuerza desde el punto de vista geopolítico. El primer anillo de fuerza, que llamó Colombia, lo creaba la fundación de una poderosa nación de Repúblicas en donde hoy están Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. Porque Panamá era parte de Colombia, que llegaba hasta Centroamérica. Un segundo anillo de fuerzas que el libertador visualizó era la alianza de esa Colombia con la confederación del Perú y la recién creada Bolivia, que prácticamente ocupaba una parte fundamental de Suramérica y parte de Centroamérica. Tenía el Amazonas, el Pacífico, los Andes, el Caribe, fachada atlántica… Ese era el segundo anillo, la alianza de Colombia, Perú y Bolivia. Y un tercer anillo de fuerza él lo pensó y lo activó pero al final fracasó, fruto del saboteo gringo. En el congreso anfictiónico de Panamá él pensaba crear una gran confederación de Repúblicas independientes, antes colonias españolas, confederadas en una sola. Iba a ir desde México hasta la Patagonia. Un bloque de poder. Era el tercer anillo de fuerza. El comandante Chávez, rescatando la doctrina y el pensamiento estratégico del Libertador avanzó en algo parecido. Primer anillo de fuerzas: el ALBA y Petrocaribe. El ALBA, que es la alianza política, económica, social, integral de un bloque que avanza en el socialismo. Un segundo anillo de fuerza que son MERCOSUR y UNASUR. Un Tercer anillo de fuerza que es la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Todo esto estaba ya en el pensamiento bolivariano. Quizás la diferencia entre el ALBA y el proyecto de Colombia es la presencia de países y repúblicas de las tres fachadas del continente, del Caribe, de Centroamérica y de Suramérica y que no tenemos fronteras comunes. Pero poseemos la gran fuerza de la identidad política e ideológica rumbo al socialismo en el ALBA, y Petrocaribe es una poderosa alianza energética, económica, que ha servido como primer anillo de fuerza para la constitución del nuevo Caribe en la nueva América Latina que hoy existe.

El segundo anillo lo constituyen MERCOSUR y UNASUR. Es decir, Suramérica, cada vez más definida geopolíticamente y geoeconómicamente.

El tercer anillo de fuerza, ya lo he dicho, es la CELAC.

Chávez logró en 21 años liberar Venezuela y constituir un conjunto de anillos de fuerza liberadores del continente. Y sin lugar a dudas, logró generar una nueva referencia alternativa al capitalismo, al neoliberalismo, y rescatar la bandera del socialismo para la humanidad. La figura de Chávez es trascendental para entender el proceso histórico de América Latina, inclusive para entender el pensamiento de Bolívar.

– Como canciller, Nicolás Maduro jugó un papel importante en la creación de esos anillos… pero proseguimos hablando de su relación con Hugo Chávez.

La primera vez que vi físicamente a Hugo Chávez fue el 16 de diciembre de 1993. Estuve en la cárcel de Yare, visitándolo con un grupo de compañeros. Verlo en persona me impresionó. Tuvimos una reunión como de una hora. “Para qué vienen ustedes”, nos preguntó. Éramos dirigentes sindicales del Metro. Yo le dije: “Bueno, queremos saber cuál es tu estrategia”. Sabéis, nosotros los caraqueños directamente nos tuteamos. “Queremos saber qué podemos esperar de ti para el futuro”. Y él no paró de hablar durante 50 minutos. Sobre su cama estaba el libro Un grano de maíz, de Tomás Borge, la conversación con Fidel Castro. Y estaba lleno de papelitos intercalados en muchas páginas. Eso me alegró, porque Fidel Castro era un referente moral para América Latina y para el mundo, un fenómeno de la política mundial y de la Historia. Chávez no paró de hablar todo ese tiempo, con una gran coherencia, de todo lo que había que hacer desde ese día. Estaba seguro de que iba a salir pronto de la cárcel. Contó todo lo que había que hacer en la calle, que había que avanzar en la construcción de un poderoso movimiento de masas, continuar la construcción del movimiento militar bolivariano en las filas de las Fuerzas Armadas, construir fuerza popular para una posible insurrección. Y abrir el espacio por si se diera la posibilidad de una salida pacífica. Explicó todo eso, y yo salí de allí brincando igual que en febrero del 92. Salí muy emocionado, muy motivado. No tenía dudas de su personalidad por lo que había conocido de sus cartas, pero ese día, el 16 de diciembre del 93, sellé un compromiso espiritual con él. Yo me voy con este hombre para donde él vaya, me dije. Y así fue.

Lo trasladaron al hospital militar por un problema de salud, y el 26 de marzo del 94 quedó en libertad. Era el sábado santo. Desde ese sábado estuve al lado suyo, trabajando en mil cosas. El me llamó a finales del 94 para que entrara a formar parte de la dirección nacional del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, que él había fundado en el 82 y que ahora había reorganizado. Ahí lo acompañé como un año y medio, siempre yo metido en las luchas sindicales.

En esos años se dio en Venezuela la reforma de la ley laboral, y nos robaron el derecho a lo que llamamos acá las prestaciones sociales en marzo del 97. Y él encabezó las luchas. Fueron años de mucha represión, del 94 al 98, y como decíamos entre nosotros, cuando no estabas preso es que nos estaban buscando. Teníamos encima a la policía política en cualquier cosa que hiciéramos. Hasta en un bautizo te entraba la policía política.

Después, en el 95, Chávez planteó una consigna: “Por ahora, por ninguno. Constituyente ya”. Porque había elecciones a alcaldes y gobernadores, y él dijo que no debíamos desgastarnos en ellas. Íbamos a perder tiempo, decía, y dividir unas fuerzas que aún no hemos acabado de construir. Él ya veía que la solución para el país era una Asamblea Constituyente. Una Constituyente popular, plenipotenciaria, revolucionaria.

El año 96 fue un año muy difícil para nosotros, hubo mucha represión, y el planteó a finales de ese año ir preparando las elecciones del 98. Mucha gente no estuvo de acuerdo, pero bueno, los compañeros cedieron, y en el año 97, el 19 de abril, convocamos una asamblea nacional del MBR200, con 500 delegados que vinieron de todo el país, en Valencia, la capital del estado de Carabobo, y allí decidimos lanzar la candidatura del comandante Chávez e impulsar un nuevo movimiento político que sirviera para alcanzar la victoria y, además, hubo una tercera decisión: impulsar una amplia alianza política electoral.

Y fue lo que hicimos. Nos lanzamos en el 97. La oligarquía confiaba en que Chávez no pasaría del 10%. Entonces fundamos el Movimiento Quinta República, MVR. Ese nombre lo puso él. Se hizo una comisión para elegir el nombre y él propuso ese. El planteamiento básico era participar en las elecciones para convocar una Constituyente que impulsara una revolución democrática y pacífica en el país.

En enero del 98 tenía 6 puntos en las encuestas. En febrero 10. La burguesía decía que Chávez no pasaría del diez. Pero luego llegó al 20, 30, 40. En julio ya tenía cuarenta y pico. Ya era un fenómeno electoral. Se fueron derrumbando todas las candidaturas de la burguesía, y ganamos las elecciones con el 56% de los votos.

En esas elecciones yo salí electo diputado al último Congreso de la IV República y me hicieron jefe del grupo parlamentario, de la bancada. Y acompañé al comandante hasta que nos tocó renunciar para convocar la Constituyente.

Se celebró un referéndum para que el pueblo dijera si estaba de acuerdo en que se convocara una Asamblea para redactar una nueva Constitución. Y en ese referendum, en una segunda pregunta, se le consultó al pueblo el método electoral para elegir a los constituyentes. Era un método completamente diferente al utilizado hasta entonces para el Congreso. En el referéndum casi el 80 % aprobó hacer la Constituyente. El 25 de julio del 99 se eligió la Asamblea Constituyente. Se redactó la nueva Constitución, se llevó al debate público y el 15 de diciembre del 99 el pueblo la votó. Hubo una campaña brutal, en la que la oposición acusaba a la Constituyente de ser abortista, que prohibía la propiedad privada, eliminaba la libertad de expresión, la libertad religiosa, mil cosas decían, pero la Constitución fue aprobada por el 71,78 % de los venezolanos. Y así empezó el proceso democrático revolucionario. Luego a mí me eligieron diputado. Fui diputado casi ocho años. Presidí varias comisiones de trabajo, fui presidente de la Asamblea Nacional, y en agosto de 2006 el presidente me llamó, y me nombró canciller.

El vehículo penetra raudo en el aeropuerto por una puerta lateral. Nicolás Maduro lo detiene junto a la escalera de acceso al avión presidencial. Descendemos. De repente advertimos que el presidente ha desaparecido, ya no está con nosotros. Lo vemos a unos cien metros: se ha acercado a la gente que estaba allí aguardando para saludarlo. ¿Cómo diablos ha llegado hasta ellos tan rápido? Regresa, sube al avión. Se introduce en la parte de atrás y lo perdemos de vista. Veinticinco minutos después aterrizamos en Maiquetía, el aeropuerto de Caracas. Un automóvil espera al presidente, que nos invita a acompañarlo. De nuevo conduce él mismo el vehículo. Arrancamos hacia Caracas, grabadora en ristre. Con el volante entre las manos, Maduro retoma la conversación donde la habíamos dejado

El comandante me llamó el 7 de agosto, por la noche. Quería hacer algunos cambios en el Gabinete, y ya antes me había preguntado por el curriculum de varios diputados, con la idea de nombrar ministro a alguno de ellos. Teníamos mucho contacto en esos días. Fue durante la última guerra que hubo en Beirut, con la agresión de Israel, que finalmente fue derrotado por Hizbulá. Me llamó ese lunes, serían como las ocho de la noche, y me empezó a hablar de política. Después me comentó que el canciller, Alí Rodríguez, estaba enfermo y que iba a tardar unos meses en recuperarse. Yo empecé a darle vueltas a algún nombre que proponer para la cancillería, por si me lo preguntaba. Pero él se adelantó diciendo que necesitaba resolver ese problema, y que había pensado en mí como canciller. Él me dijo: “necesito un canciller, pero que sea un compañero de lucha, que esté a mi lado como un compañero, que sea más que un canciller”. Jamás en mi vida había pensado que podría llegar a ser canciller. Jamás. Una vez, en el 2001, me habló de la posibilidad de que yo asumiera el Ministerio de Trabajo, y como yo era dirigente sindical eso me hubiera sido más fácil. Pero lo único que le pregunté es: “¿Presidente, usted ha pensado bien eso?” Y él me dijo que lo haba pensado muy bien. “Incorpórate mañana mismo”, me dijo. Y al otro día fui a la Asamblea, renuncié a mis cargos como diputado y Presidente de la Asamblea, y me incorporé como canciller durante seis años y cuatro meses. Fueron años de mucho combate en el campo internacional, con la construcción y consolidación del ALBA; la consolidación de Petrocaribe; la fundación, el 17 de abril de 2007, en Margarita, de UNASUR; la fundación, el 2 y 3 de diciembre de 2011 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños, CELAC; y en general del fortalecimiento de la alianza estratégica con Rusia, China, Irán, Bielorrusia, India, todo el mapa que hemos constituido.

– Años difíciles, soportando la hostilidad del imperio, ¿no?

– Fueron años complicados, porque Venezuela está en el epicentro de una batalla por un mundo nuevo, una batalla contra el imperialismo, a nivel de América Latina y del mundo. Y en esa batalla fui conociendo aún más a Hugo Chávez, como ser humano, como líder, como persona muy exigente. Era muy exigente. Daba ejemplo, pero él tenía siempre claro lo que quería y cómo conseguirlo. Era un hombre de acción, en eso se parecía mucho a Bolívar, en el sentido de privilegiar la acción. La acción como centro de la vida, de la reflexión, de la formulación de ideas, de la filosofía, de todo… Era muy estudioso, muy inteligente. Y además tenía una virtud, que también la tiene Fidel Castro, que es convertir lo complicado en simple, y transmitir, comunicarse con su lenguaje con las grandes mayorías. Chávez logró convocar, para la política, a las grandes mayorías del pueblo. Lo convocó para grandes tareas. Para una nueva independencia. Y dejó a un pueblo formado, dejó a un pueblo con grandes valores. No podemos decir que la revolución está consolidada totalmente, pero ha avanzado un importante trecho en la posibilidad de hacerse irreversible, un largo trecho en lo ideológico, en la formulación de nuestra ideología. Nosotros tenemos una ideología revolucionaria, bolivariana, socialista. Tenemos un cuerpo doctrinal. Tenemos un proyecto nacional de patria, de país, que es de patria grande, articulado con una visión del mundo. Es imposible hacer la revolución tratando de trascender el capitalismo y de construir la sociedad socialista pensando en un solo país… Eso es imposible. Si no se piensa en la Humanidad, el socialismo será imposible. Hay que tener una visión que englobe el mundo, a toda la Humanidad. Y de la región que te concierne, en este caso América Latina y el Caribe, y hay que propugnar fuerzas en el campo internacional que hagan viable el socialismo. Si no, es imposible. En ese sentido Trotsky tuvo razón. Aunque Lenin también, porque si Lenin no hubiera consolidado la revolución bolchevique no se hubiera podido avanzar en nada. En ese debate que se dio hace cien años, trayéndolo a la actualidad, Hugo Chávez optó por la idea de la revolución permanente en términos prácticos. La revolución de todos los espacios, de todos los días, la revolución en distintas dimensiones, la dimensión venezolana, la latinoamericana revolucionaria, la latinoamericana independentista, las alianzas con las fuerzas antiimperialistas del mundo. En esos años yo logré compenetrarme mucho con él desde el punto de vista humano, político, y conocer profundamente las ideas que configuraban el proyecto de Hugo Chávez. Yo ando ahora cumpliendo muchas tareas, y es como si él me hubiera estado preparando para esta batalla; pero me parece que también preparó al pueblo; nos preparó a todos. Nadie puede sentirse individualmente preparado para esta batalla que estamos dando, pero él nos preparó a todos para esta batalla.

– Le preguntamos: Estando al frente de la cancillería, ¿cuál fue el asunto más espinoso al que se tuvo que enfrentar?

– La posibilidad de una guerra con Colombia. En julio del 2010 Uribe preparó la agresión. Varios organismos de inteligencia latinoamericanos nos hicieron llegar información de primera mano que, cotejada con la nuestra, nos dio las coordenadas de dos ataques posibles, y sus fechas, para abrir un frente de guerra con Venezuela en los días previos a la toma de posesión de Juan Manuel Santos a la Presidencia. Ese fue el momento más peligroso. Nosotros lo denunciamos, UNASUR se pronunció, yo hice una gira relámpago recorriendo todos los países de Sudamérica en dos días, y el presidente Chávez estuvo dirigiendo personalmente esa coyuntura. Tuvimos todas nuestras fuerzas armadas, todo nuestro sistema de detección de radares, de defensa, activados.

Hicimos una gran labor diplomática y política, y le impedimos a Uribe atacar Venezuela. Lo derrotamos en el campo político y diplomático. Y también en el campo militar, porque los militares en Colombia se negaron a llevar a cabo esa operación contra Venezuela. Ese fue quizás el momento más complejo de todos los momentos que me tocó vivir como canciller de Chávez.

– Pero luego el Presidente empezó a dar señales de que estaba enfermo, y finalmente Nicolás Maduro pasó a ser Vicepresidente…

– Sí, empezó una etapa dura y difícil para el comandante cuando empezó a sufrir fuertes dolores que le afectaron a una rodilla, a una pierna, lo que en algunos momentos le impidió caminar. Pensamos que era un problema muscular, otras cosas se pensaron, hasta que llegó el momento del examen, cuando se descubrió lo que se creyó que era un tumor abcesado de fácil solución. Lamentablemente después se comprobó que era un tumor cancerígeno muy grande, muy agresivo, que se había desarrollado en poco tiempo, y que le afectó mucho durante 2011 y 2012. En sus dos últimos años de vida estuvo seriamente afectado por las operaciones, los dolores, los tratamientos, y así y todo estuvo siempre al frente, al mando de la revolución, siempre pendiente de los problemas fundamentales del pueblo, de la construcción del socialismo, de los problemas importantes en el campo internacional. No descuidó ningún frente. Aunque es cierto que disminuyó su ritmo para atender y mantener la dinámica de la revolución bolivariana. Por ejemplo, en la campaña electoral; él mismo nos dijo que se sentía como si un boxeador hubiera salido al ring amarrado de una mano. Él peleó con una sola mano. Y ganó ampliamente. Pero de todas maneras estuvo muy afectado toda la campaña, sufriendo dolores. Los exámenes médicos que se le hicieron en esa época, hechos con las más modernas tecnologías, dieron como resultado la ausencia de células cancerígenas. Ni una sola. Sin embargo, terminadas las elecciones y después de ese gran triunfo del 7 de octubre del 2012, los dolores se incrementaron. Octubre y principios de noviembre fueron meses de muchos dolores, y cuando se fue de Venezuela para someterse a un nuevo tratamiento, se descubrió que el tumor cancerígeno se le había reproducido en el mismo lugar, y es cuando él indaga la peligrosidad de la operación que le iban a hacer. Bueno, sucede entonces todo lo que ya es conocido. Enfrenta el riesgo evidente de someterse por cuarta vez a una operación en el mismo lugar. Una operación con mucho riesgo, y él decide prepararlo todo por si acaso.

– ¿Era consciente Hugo Chávez de la gravedad de su situación?

Él nunca falló en su intuición. A todas las operaciones anteriores fue con espíritu de victoria y seguro de salir bien. El día en que se enteró de esta cuarta operación habló con los médicos; intuía que era el final. Me llamó el domingo 2 de diciembre. Yo estaba revisando los arreglos del nuevo Panteón de Bolívar, y utilizó una clave que habíamos acordado los dos. Eran malas noticias; eso fue un golpe… yo no sabía hasta qué grado, uno siempre es optimista, pero me dijo “Mándame una comisión”. Y yo la mandé. A La Habana. Fueron Diosdado Cabello, Cilia [compañera de Nicolás Maduro y diputada], Rafael Ramírez, y allí estaba ya su yerno, Jorge Arriaza. Eso fue, si mal no recuerdo, el 3 y 4 de diciembre. Estuvieron hablando con él dos días. Y les dijo todo lo que había pensado, el plan que tenía. Les dijo que en caso de que él faltara, que yo me encargara de preparar una convocatoria electoral, y dejó arregladas muchas cosas de tipo personal, político, muchos detalles, y mandó que la comisión regresara a Venezuela. Llegaron en la madrugada del 5 de diciembre, y fue cuando me dieron la noticia de lo que iba a pasar, la operación, y lo que él había decidido. Eso fue para mí uno de los golpes más fuertes que recuerdo. Un golpe muy duro… saber que el comandante está en esas circunstancias… Creo que de algún modo me mandaba un mensaje para prepararme, para que yo no recibiera de repente el golpe, que pudiera digerirlo. Siempre era muy cuidadoso en todo. Y me mandó llamar. Fui para allá el 5 de diciembre. Llegué sobre las 8 de la noche y estuve con él hasta las cinco o las seis de la mañana del 6, y él conversó largamente. Testigo de esa conversación fue Jorge Arreaza, que lo anotó todo. Fue una conversación muy difícil, angustiosa, él seguía dándome instrucciones sobre muchas cosas. Se iba al futuro, me lo explicaba, y luego regresaba a donde estábamos. Yo casi no pude hablar, estaba muy impactado, era como una despedida. Y ahí él decidió regresar a Venezuela para explicar eso y muchas cosas más; al final no llegó a explicarlas todas, porque nosotros le dijimos que no hacía falta. Aterrizamos en el aeropuerto de Caracas sobre la medianoche del 6 al 7 de diciembre; yo subí en el carro con él hasta su residencia en Miraflores. Íbamos hablando, él seguía dándome instrucciones como si no pasara nada. Que si no se ha inaugurado esto, que si se tenía que hacer tal cosa… venía muy motivado, pero los dolores eran una cosa terrible. El 7 descansó, aunque lo pasó con muchos dolores, y el 8 nos reunimos, estudiamos la situación desde el punto de vista constitucional, y habló, y dijo lo que tenía que decir.

[Y lo que dijo fue: si algo ocurriera, que a mí me inhabilite para continuar al frente de la presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir como manda la constitución el período, sino que mi opinión firme y plena, irrevocable, absoluta, total es que en ese escenario, que obligaría a convocar a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela.]

Luego se fue para ser operado, y en un momento dado de la operación casi se fue. El pueblo vivió aquello con mucho dolor.

¿Y la derecha? La derecha no cesó ni un momento de provocar al pueblo. Querían, en el caso de que se produjera un fatal desenlace, que el pueblo saliera a las calles como loco, que Venezuela entrara en una espiral de violencia. Nosotros hicimos un trabajo para extraerle al pueblo el odio que le estaban inoculando desde la derecha. En esas circunstancias, y como yo desempeñaba dos cargos, el de Vicepresidente –me había nombrado Vicepresidente antes de irse, en Octubre– surgió la propuesta de nombrar canciller a Elías Jaua, la cual él aprobó inmediatamente, y a partir de ahí Elías asumió la cancillería y yo la Vicepresidencia, en medio de aquellas circunstancias tan dolorosas, con aquella incertidumbre, con momentos de mejoría del comandante, con otros muy difíciles que nos tocó afrontar, y teníamos que prepararnos para lo que nunca pensamos que llegaría a pasar. Hasta el último segundo de ese día 5 de marzo tuvimos la esperanza de que él superaría esas circunstancias.

Estamos ya en las afueras de Caracas. En un paso cebra se agolpa un grupo numeroso de personas, retenidas por un policía de tráfico que ha advertido que se trata del coche del presidente. Pero este se detiene y le indica al policía que permita el paso de la gente. Un poco desconcertado, el agente les da paso. Reemprendemos la marcha.

El objetivo del gobierno de calle es movilizar al pueblo y poder identificar los problemas fundamentales y comprometer los recursos y las acciones para su solución.

La derecha fue preparándose para iniciar un proceso de desestabilización económica que se rematara con una desestabilización social y política. El imperialismo y sus aliados venezolanos siempre estuvo ansiando acabar con la revolución, e intentaron acabar con Chávez por todas las vías posibles: golpe de estado, magnicidio, elecciones, pero no pudieron conseguirlo por ninguna de ellas. Pero ahora planificaron, sabiendo la gravedad del comandante, aprovechar la coyuntura para organizar el caos. Y efectivamente causaron mucho daño. Estamos superando todavía parte de los efectos de un sabotaje económico brutal, que es difícil que otro país soportase, con desabastecimiento, especulación, una guerra económica contra el país. Una guerra que se desató en noviembre y prosiguió en diciembre, enero, febrero, marzo… Cuando muere el comandante y se convocan las elecciones el nivel de desabastecimiento era terrible, y producto del saboteo económico. Sabotearon el sistema eléctrico, que en todos los países es vulnerable. Y utilizaron un conjunto de mecanismos de guerra psicológica para provocar la ira, el odio del pueblo. Enfrentamos cada uno de esos elementos diciéndole la verdad al pueblo, convocándolo a la batalla, a la movilización permanente. La victoria electoral que obtuvimos el 14 de abril se produjo en medio del luto por la tragedia. Un luto paralizante en medio de una guerra eléctrica en la que yo llegaba a un Estado sin luz y me iba de él sin que la luz hubiera vuelto. Sufrimos una guerra económica brutal. Movilizamos al pueblo, y obtuvimos la victoria. Y luego pusimos en marcha una metodología de gobierno popular que hemos llamado gobierno de calle. El objetivo del gobierno de calle es movilizar al pueblo y poder identificar los problemas fundamentales y comprometer los recursos y las acciones para su solución. Con esa metodología hemos aprobado en los primeros cien días de gobierno más de dos mil proyectos surgidos del contacto directo con el pueblo al recorrer todo el país. Hemos invertido en estas jornadas de gobierno de calle más de 16.000 millones de dólares en proyectos de desarrollo económico, de infraestructuras, de vialidad, de vivienda, agroindustriales, de educación, de salud. Es una revolución dentro de la revolución. Un cambio profundo en los métodos de dirección de la revolución bolivariana, con la construcción de una dirección colectiva, porque sustituir en la conducción de la revolución un liderazgo tan poderoso, tan convocante como el de Chávez es casi imposible. Y eso sólo puede hacerse con una gran fuerza colectiva cívico-militar. Lo que yo he hecho es eso: activar una nueva dirección política colectiva de la revolución. Hemos activado una gran fuerza colectiva cívico-militar. Las Fuerzas Armadas, ustedes mismos lo han podido ver hoy, constituyen una fuerza revolucionaria, dinamizadora de la revolución socialista. Una fuerza comprometida con el socialismo, antiimperialista, comprometida con la patria. Conscientemente comprometida, disciplinadamente comprometida. Quizás uno de los regalos más completos que nos dejó el comandante Chávez para la continuidad de la revolución bolivariana.

Hemos logrado neutralizar y derrotar la conspiración de la derecha. Ahora estamos estabilizando y consolidando la revolución en una nueva etapa. Creando nuevos mecanismos para profundizar en la construcción del modelo económico socialista, del modelo social que garantice educación pública gratuita, salud pública gratuita, derecho a la alimentación, que garantice el derecho al trabajo, a una remuneración justa, suficiente… Una revolución que garantice con el desarrollo y la prosperidad económica el desarrollo y la prosperidad social, la igualdad social, ese es el objetivo del socialismo bolivariano.

El coche se detiene ante la puerta de la residencia del presidente. Descendemos. Llevamos casi dos horas de grabación, pero ¡quedan tantas cosas en el tintero! Entramos. Sobre una mesa, fotografías de Chávez, una figurita del cantautor Alí Primera, una imagen de un santo. Maduro las señala.

Este es san Benito, un santo negro. Y este Alí. En alguna medida Alí construyó con su canto, con el movimiento cultural que él encabezó, el ideario de la revolución bolivariana. Era un líder popular, un gran agitador; Alí llenaba un estadio cuando la izquierda no movía a nadie, y volvía loca a la gente, entusiasmada, cuando hablaba y cantaba. Cantaba el himno nacional siempre, y en medio del himno se dirigía a la gente.

Chávez no llegó a conocer a Alí, pero los militares patriotas lo escuchaban. Que lo escuchara un militar en activo era una osadía, Alí estaba perseguido por el sistema. Pero fue el primer hombre de izquierdas que con su canto llegó al pueblo. Tenía una personalidad parecida a la de Chávez.

Nos sentamos para una última pregunta. Son las nueve de la noche; el día ha sido largo. Le preguntamos por España, por la Unión Europea, por la posibilidad de una posible alianza que deje atrás el neocolonialismo, por la multipolaridad.

La Unión Europea fue una gran esperanza porque parecía que surgía un bloque de países capaz de constituir un contrapeso al poder hegemónico de EEUU. Nadie duda que EEUU constituye un proyecto imperial, hegemónico; es un país que tiene casi mil bases militares repartidas por el mundo. Nadie duda ya de la vocación imperialista de la elite que dirige EEUU.

Lamentablemente las elites que dirigen la mayoría de los gobiernos de Europa han sucumbido, en cuanto a su política exterior, a una extraña dependencia de los EEUU. Y es extraña porque no tiene explicación ni económica ni de tradición política. Las elites que gobiernan Europa actúan a contracorriente de los intereses reales de los pueblos de Europa y de los intereses de la Humanidad. Lo que han hecho recientemente, arrodillarse frente al gobierno de EEUU con el caso del joven Snowden no tiene parangón. Lo que le hicieron al presidente Evo Morales, un jefe de estado de América Latina, desesperados por cumplirle al gobierno de EEUU en su locura por capturar a Snowden marca un antes y un después.

Existe una gran lucha en torno a lo que tú llamaste multipolaridad, el mundo pluripolar, y esa lucha implica una transición. Toda transición está hecha de avances y retrocesos. A veces puede parecer que estamos retrocediendo hacia un mundo unipolar, cuando EEUU somete a países tan poderosos como los de Europa. Pero lo peor es que los somete a través del BM y del FMI llevándolos a una política económica de autodestrucción. No debe quedar ninguna duda: a Europa la están destruyendo desde dentro. Están destruyendo su base económica. Su modelo social. La están llevando a las puertas de una grave implosión, que puede ser incontrolable. ¿Cuánto va a tardar en llegar el momento en que se produzcan grandes explosiones de masas? No lo sé. Nadie lo sabe. Pero la situación es inaguantable para los pueblos. Los paquetes económicos que están imponiendo a la gran mayoría de los países europeos son inaguantables. América Latina no los aguantó, explotó en mil pedazos, y surgió esta revolución que estamos viviendo de una nueva independencia.

La alianza natural para un mundo de paz tendría que establecerse entre Europa y América Latina. Una alianza por el respeto a la democracia, a los derechos humanos. De intercambio cultural, de cooperación para el desarrollo económico, para compartir los grandes avances de la ciencia para el bien colectivo, para compartir esta hermosa diversidad cultural y humana que posee América Latina, de puertas abiertas para Europa. América Latina ha demostrado ser un continente profundamente amigable. Aquí llegaron, ya hace más de cien años, contingentes gigantescos de españoles, portugueses, italianos, por millares. Llegaron en las décadas de los 40, los 50 del siglo pasado. Llegaron prácticamente sin nada, y aquí prosperaron. América Latina es el continente de la esperanza, y Europa debería ser un continente de paz, del futuro. Ojalá.

Aquí hay un dicho que reza que no hay mal que por bien no venga. Es posible que el mal del neoliberalismo al final pueda hacer un bien: despertar a los pueblos de Europa, que vivían en el Estado de bienestar olvidándose de que existía el resto del mundo, y puedan ver en el Sur la oportunidad de tener ahí a sus hermanos. No vernos con desprecio, ni con desconfianza. Las revoluciones que se han producido en América Latina tienen que ser vistas con interés, con simpatía. Porque nosotros hemos descubierto fórmulas perfectamente válidas para la construcción de sociedades realmente democráticas, educadas, cultas, libres, verdaderamente prósperas. Uno no entiende porqué Europa abandona su derecho al desarrollo económico para entregarse en manos del capital financiero. ¿Puede más el capital financiero que los pueblos y los movimientos sociales de tradición democrática y de lucha por la igualdad de Europa? No lo creo. ¿Puede el poder financiero de cuatro bancos europeos, de cuatro ladrones, más que toda la sociedad? ¿Qué piensa de esto la sociedad europea? ¿Qué piensan de esto los intelectuales, las universidades? ¿Qué piensan los militares europeos? ¿Van a dejar que sus países se destruyan? ¿Qué piensan los pueblos? ¿Van a permitir que culminen una operación de desmantelamiento total de la estructura económica y social? ¿Y cuál sería el futuro de Europa? ¿La miseria? ¿La emigración? Son preguntas que suenan a catastróficas, pero estamos realmente frente a ello. Cuando uno ve a Grecia paralizada tres días, en un gesto desesperado de toda una sociedad porque les cerraron la televisión, porque echaron a miles de empleados públicos, porque hacen lo que les da la gana todos los días, reduciendo los salarios, las pensiones… ¿ese es el mensaje, ese es el futuro? Después de esos paquetes económicos, ¿cómo entrever una esperanza?

Los pueblos no se resignan a ser aniquilados. España tiene una historia gloriosa de lucha por la democracia. Una historia gloriosa que incluso la llevó a derrotar a Napoleón. Los pueblos no se resignan a ser colonias, ni a ser vasallos, y menos del capital financiero. Porque a quien nunca le va mal es al capital financiero, que se traga a los pueblos, a los países. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga. Quizás la práctica del neoliberalismo terminará en un gran despertar, en un gran renacimiento de la Europa verdadera, la Europa de la justicia y de la libertad. De la Europa revolucionaria. Porque la idea de las revoluciones para refundar la Humanidad procede de Europa. La idea republicana viene de la revolución francesa, y fue tomada por los libertadores. La metieron en el laboratorio del mestizaje latinoamericano y la convirtieron en una revolución autóctona.

Europa tiene que retomar sus banderas, las del humanismo verdadero, y encontrar su camino. Yo no tengo ninguna duda de que Europa encontrará su camino. Lo emprenderá esa juventud que está ahora desempleada en las calles, los profesionales a los que se les están arrebatando sus derechos, una clase obrera que retome sus banderas históricas, la intelectualidad de izquierdas, enarbolando las banderas genuinamente humanistas y de izquierda. Yo estoy completamente seguro de que Europa va a construir su alternativa. Cada quien a su forma y a su manera. Empujando rumbo al futuro. Porque quien no se atreve a empujar duro rumbo al futuro, no tiene derecho a él.

Hubiéramos querido preguntar muchas más cosas: la relación con España específicamente, con Colombia, con EEUU. Hablar de los esfuerzos que se están llevando a cabo en la lucha contra la corrupción. De las medidas que se están tomando en materia de seguridad, enviando patrullas militares a los barrios. De cómo se va a combatir la inflación. De tantas cosas… Pero ya es tarde, y hay que acabar. Tal vez el futuro nos depare la ocasión de poder formular todas esas preguntas. Ojalá.