Crece la tensión en el Caribe: ¿hasta dónde llegará?

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Marcos Salgado

Pasaron más de tres semanas desde que la administración Trump anunció a través de medios afines el despliegue de barcos, aviones y hasta un submarino nuclear en el Mar Caribe, con el declarado objetivo de enfrentar el narcotráfico. Desde ese momento, la tensión no hizo más que crecer, especialmente la última semana.

Por un lado, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, asumió que -aunque fantasmal y no oficializada en ese momento- la movilización militar de EE.UU. existía y constituía una amenaza. “Ocho barcos militares con 1.200 misiles y un submarino nuclear están apuntando hacia Venezuela”, dijo Maduro en conferencia de prensa.

“La máxima presión extravagante, estrafalaria, inmoral y brutal es solo comparable, en su momento, con la crisis (de los misiles) de 1962”, remarcó Maduro. También advirtió que “si Venezuela fuera agredida, pasaríamos inmediatamente al período de lucha armada en defensa del territorio nacional, de la historia y del pueblo de Venezuela”.

En paralelo, la cancillería colombiana encabezaba una reunión remota con los países de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), donde quedaron claras las posiciones en el continente sobre la arremetida de Trump y su secretario de Estado Marco Rubio en el Caribe.

(Xinhua)
Los números

Veinte países (Antigua y Barbuda, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Dominica, Granada, Honduras, México, Nicaragua, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Surinam, Uruguay y Venezuela) expresaron “profunda preocupación por el reciente despliegue militar extra-regional”.

Ratificaron el rechazo de la militarización en el Caribe y el compromiso regional con la paz y el diálogo. El comunicado enfatizó además la defensa de la Zona de Paz proclamada por CELAC en 2014 y la solución de controversias mediante medios pacíficos.

Del otro lado, Argentina, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guyana, Jamaica, Paraguay, Perú y Trinidad y Tobago no se sumaron. Tampoco Guatemala, que aunque en principio aparecía respaldando a la mayoría, luego se bajó. Así, la estrategia de contar porotos de Gustavo Petro surtió efecto: amplio rechazo a la movida de Washington.

La respuesta violenta

Con Maduro y Petro tomando la iniciativa, se veía venir algún tipo de movida de Estados Unidos para recuperar terreno. Y llegó de la peor forma: con una pompa digna de mejores causas, en la tarde del martes Trump anunció que había ordenado el ataque de una embarcación procedente de Venezuela, que transportaba drogas.

Difuso y por momentos confuso, Trump aseguró que “el ataque se realizó mientras los terroristas estaban en el mar en aguas internacionales, transportando narcóticos ilegales rumbo a Estados Unidos”, también dijo que su orden había dejado 11 muertos.

Enseguida se le vieron las costuras a la narrativa trumpista, acompañada por un video que aunque pretendía ser impactante, dejó mas dudas que certezas. Desde el gobierno venezolano alertaron que podía tratarse incluso de un video manipulado con inteligencia artificial.

(Xinhua/Hu Yousong)

Así comenzaron los controles de daños. Algo bastante común para emprolijar las declaraciones de Trump. Primero las agencias de noticias descartaron la edición por IA,  aunque no pudieron ocultar que el video está editado y no es concluyente.

Tampoco, claro, ninguna autoridad, confirmó las coordenadas del ataque. La apelación difusa a “aguas internacionales” no alcanza. De hecho, en el Caribe no hay aguas internacionales. En el mapa se solapan las Zonas Económicas Exclusivas de una docena de Estados.

Luego, especialistas variopintos alertaban que el tipo de embarcación atacada que se ve en el video es un bote de tamaño más que limitado, que no puede realizar una travesía extensa y mucho menos con rumbo a Estados Unidos. Allí fue cuando apareció el secretario Rubio, para asegurar que la lancha provenía de Venezuela hacia Trinidad y Tobago. De nuevo, no aportó pruebas.

Jugando en línea

La nueva primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar volvió a mostrar su oportuno (para Washington) alineamiento automático y elogió el ataque narrado por Estados Unidos. Calificó como positiva la acción militar y declaró que los traficantes “deberían ser asesinados violentamente”.

Sectores de oposición y activistas de derechos humanos trinitarios criticaron la retórica extrema. Plataformas periodísticas y de opinión señalaron preocupación por violaciones a los derechos humanos y el riesgo de normalizar ejecuciones extrajudiciales en nombre de la seguridad.

Sin información

El anuncio del ataque encendió alarmas en las Antillas Menores. El ministro de Relaciones Exteriores de Barbados, Kerrie Symmonds, dijo que los miembros de CARICOM, el bloque regional que incluye a Trinidad y Tobago, enviaron una carta a Rubio para solicitar una línea de comunicación abierta sobre los acontecimientos.

La primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar.

Indirectamente, reconocieron que no están siendo informados sobre las operaciones de Estados Unidos en el Caribe. “Lo que queremos es una estructura donde podamos compartir información relacionada con los activos estadounidenses en la región, estableciendo canales de comunicación”, dijo Symmonds.

Rubio, contra la ONU

La respuesta de Estados Unidos incluyó escandalosas declaraciones del secretario Rubio, de visita a Ecuador. “Dicen que Venezuela no está envuelta en el tráfico de drogas porque Naciones Unidas dice que no lo está. ¡Pero no me importa lo que dice ONU! ¡Porque la ONU no sabe lo que está diciendo!”, dijo Rubio en español.

Esta declaración de quien quiere ser candidato a la presidencia de los Estados Unidos dentro de tres años debería generar una ola generalizada de repudio. Se sabe que eso no será así, pero eso no le quita gravedad al asunto. Todo lo contrario: se sabe que la nueva ultraderecha disolvente quiere vaciar de sentido la ONU hasta acabarla en los hechos. La impotencia del organismo internacional para detener el genocidio en Gaza aporta en ese objetivo.

Otro incidente: aviones

Dos días después del anuncio no verificado del ataque a la lancha, el Pentágono aseguró que dos aviones F-16 de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana “volaron cerca de un buque de la Armada de Estados Unidos”.

En un tono desusado pero acorde a los nuevos vientos en la Casa Blanca, el comunicado finaliza: “se le recomienda firmemente al cartel que dirige Venezuela que no continúe con esfuerzos para obstruir, disuadir o interferir en nuestras operaciones contra el narcotráfico y el terrorismo”, abonando así la operación político mediática del Cartel de los Soles.

Así, con el ataque (real o no) a una lancha en el Caribe y el vuelo (real o no) de aviones venezolanos cerca de una fragata misilística, Estados Unidos blindó la estrategia y calentó el conflicto.

Mientras tanto, en Venezuela, no se rompe la calma, y la población sigue tomando con mucho escepticismo las noticias que llegan desde afuera. Las noticias y las operaciones en redes sociales. A la par, sigue adelante la incorporación a la Milicia Bolivariana, que ya duplicó en pocos días su número, de algo más de cuatro millones de enrolados a más de ocho millones.

Es difícil imaginar una escalada hacia una intervención directa de Estados Unidos en Venezuela. Pero no es menos cierto que la se trata de una escalada a la que no se le ve el techo, al menos por ahora. En la unidad nacional en Venezuela y en el respaldo internacional a la paz y contra las provocaciones de Estados Unidos están las claves para conjurar o -al menos- enfriar el conflicto.