¿Cómo le ha ido a Macri con la liberación y la unificación cambiarias?
Luis Salas Rodríguez |
Se ha insistido en que el comienzo del fin de todos nuestros problemas económicos pasa por la liberación del mercado cambiario y la unificación de los tipos de cambio. Lamentablemente, que se insista no quiere decir que se argumente cómo y por qué pasará eso. La mayoría de los que lo dicen, lo hacen como en una especie de acto de fe. Otros, como si fuera algo obvio. Y por supuesto, están los menos honestos que sustituyen la explicación por la reiteración incesante del consejo, así como por la utilización de falacias argumentativas.
Con respecto a este último caso, se suele decir por ejemplo que el problema del control cambiario es que inmediatamente crea un mercado negro de corrupción y que por eso hay que eliminarlo. Mary Pili Hernández es la última ¿experta?, que ha salido al ruedo con esto. El problema con este argumento, sin embargo, es que equivale a decir que hay que eliminar todas las leyes de cualquier materia y las regulaciones, pues las mismas tientan a que la gente cometa delitos por aquello de que nada atrae más que lo prohibido.
Pero este argumento también olvida, con demasiada facilidad, que Venezuela tiene un control de cambio desde 2003, no desde 2013, que por varios años funcionó con bastante efectividad más allá de las tensiones propias de este tipo de instrumentos y de todo lo que se haya tenido que corregir. Pero además, también ignora cómo transcurrieron las cosas cuando dicho control no existía. Y no estamos hablando de la década de los 90 sino de los primeros años de Chávez, entre 1999 y 2003, año este último en que empezó el control.
Toda la gente inteligente y seria de este país sabe que la fuga de capitales, la especulación y la corrupción ya existían antes del control de cambios, siendo que tales males no nacieron porque a Chávez se le antojó imponerlo sino que fue justo al revés: se creó el control de cambios para combatir la especulación, la fuga de capitales y la corrupción. El que haya perdido efectividad o enquistado un círculo de corrupción a su alrededor es otra discusión, a partir de la cual hay que dar cuenta entonces de por qué y quiénes son los responsables. Pero afirmar que hay que eliminarlo porque ya no es efectivo o hay corruptos –públicos y privados– que se aprovechan de él, tiene tanto sentido como decir que hay que eliminar las cárceles porque no regeneran a nadie.
Pero como se deja claro en el título, la idea de este artículo es dar cuenta de cómo le ha ido a Macri en Argentina con la unificación y la liberación cambiaria. Y es que, como es sabido, esta fue su primera y principal propuesta económica, dado que se partió del razonamiento según el cual la economía Argentina tenía los problemas que tenía (inflación, fuga de capitales, desinversión, etc.) debido al control de precios de la “chavista” Cristina Fernández. Se trata de un ejercicio interesante, pues de estar funcionando bien la cosa sería el argumento de oro para los promotores de la eliminación del control cambiario.
Hay que aclarar acá en todo caso antes de seguir, que el hecho de que existiera un control de cambio con Cristina Fernandez, no significaba que existiera un tipo de cambio múltiple como acá. Oficialmente, durante el gobierno de Cristina regía un solo tipo de cambio. Pero cuando hablamos de unificar, estamos haciendo referencia a igualar dicho tipo de cambio con el paralelo, que en Argentina se le conoce como Dólar Blue o Dólar Messi, versión gaucha de “nuestro” today. Y aquí es donde se pone la cosa interesante.
En efecto, la primera medida tomada por Macri, apenas asumió la presidencia, fue eliminar el control de cambios y liberar el dólar, buscando que este al flotar de manera más o menos controlada por el Banco Central de la República de Argentina, alcanzara su precio de equilibrio de mercado, y, por esa vía, se equilibraran todas las demás variables de la economía, incluyendo sobre todo que bajara la inflación, estimulándose la inversión por la reducción de la incertidumbre cambiaria y de precios. De más está decir que todo eso haría desaparecer el paralelo, pues con un tipo de cambio liberado, se decía, ya no tendría gracia.
Ahora, ¿qué pasó? Bueno leamos de nuevo lo que nos contaba nuestra compañera Pasqualina Curcio en un artículo reciente:
“Liberar el mercado cambiario no garantiza la destrucción del arma devastadora y letal que constituye la manipulación del tipo de cambio ilegal. Y en este punto es necesario hacer mención al caso argentino. Un arma similar (al tipo de cambio paralelo) opera en dicho país desde el año 2011, el dólar blue, el cual ha mostrado un patrón de comportamiento también asociado a momentos políticos hasta finales de 2015. En diciembre de 2015, cuando asumió Macri la presidencia de ese país, la primera medida que tomó fue eliminar el control cambiario. Sin embargo, y a pesar de que actualmente cualquier argentino puede acudir a casas de cambio a adquirir las divisas, el dólar blue se mantiene en los portales web marcando los precios internos de la economía argentina con una brecha que durante el año 2016 fue cada vez mayor. El argumento que utilizan es la supuesta sobrevaloración del tipo de cambio oficial. (Ver gráfico)”.
¡Oh sorpresa! La liberación del tipo de cambio y su unificación con el paralelo no logró desaparecer este último, que lo que hizo fue desplazarse, al punto de que a ya más de un año de tomada la medida el Dólar Blue sigue tan vivo y coleando como antes. Así las cosas, y para volver a decirlo con Pasqualina:
“Si esto ocurre en Argentina, ya habiéndose constituido un gobierno neoliberal, con mayor razón persistirá la manipulación del tipo de cambio ilegal en Venezuela mientras el objetivo político de derrocar al gobierno bolivariano persista”.
Solo resta decir que la inflación con Macri es ya el doble de la que dejó Cristina, lo mismo que del desempleo, el déficit fiscal también es mayor, la deuda externa, la desigualdad, el PIB se contrajo y no hay nada que indique que para 2017 la cosa será mejor. Para el 6 de abril próximo ya está convocado el primer gran paro nacional de las centrales sindicales ante la precarización del poder adquisitivo y la confiscación de los derechos sociales a los cuales la derecha acusa de “privilegios populistas”.