¿Cómo hace China para garantizar la seguridad alimentaria de 1.400 millones de personas?
Aunque la pandemia, eventos meteorológicos extremos y conflictos geopolíticos han provocado interrupciones en las cadenas de suministro de alimentos y aumento de sus precios internacionales, no hay escasez de comida para la población mundial. Sin embargo, el hambre sigue afectando a millones de personas. Según el último informe sobre El estado de la inseguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, entre 691 y 783 millones de personas pasaron hambre en 2022. Esto es un 9,2% de la población mundial y 122 millones más que en 2019.
Los 1.400 millones de habitantes del continente africano, a pesar de tener el 60% de la tierra cultivable del mundo, se enfrentan a una inseguridad alimentaria cada vez mayor y a una grave hambruna. Entonces, ¿cómo ha conseguido China producir aproximadamente el 25% de los alimentos del mundo, utilizando menos del 9% de la tierra cultivable y el 6% del agua dulce para, a nivel interno, alimentar a una población equivalente a la africana?
En esta nota, exploramos algunas de las políticas y realidades sociales, históricas y económicas que sustentan la capacidad de China para alimentar a su pueblo, proporcionar cierta estabilidad al mercado mundial de alimentos y seguir contribuyendo a erradicar la inseguridad alimentaria en el mundo, alimentando a una quinta parte de la población mundial.
¿Cómo abordó el movimiento comunista la cuestión agraria?
China es una nación con una cultura agrícola milenaria, donde el campesinado siempre tuvo un papel protagónico. Por su tamaño, las tensiones en la relación tierra/población determinaron la estabilidad, caída y surgimiento de varias dinastías, e incluso la primera política nacional de una nueva dinastía era generalmente la redistribución de tierras y una disminución de impuestos.
Hacia finales del siglo XIX, la dinastía Qing había sido incapaz de poner un alto a los abusos de las potencias extranjeras. Desde 1840, las guerras del opio, las guerras chino-japonesas y los tratados desiguales levantaron el telón del “Siglo de la Humillación” y el territorio chino quedó dividido en camarillas militares controladas por caudillos, lo que profundizó la dependencia estructural de los campesinos respecto a la clase terrateniente. Esta crisis, agravada por las catástrofes naturales, provocó una drástica disminución de los recursos, con la consiguiente polarización de clases, hambrunas y rebeliones campesinas.
Mao Zedong, en su Análisis de las clases en la sociedad china (1926), describió a la inmensa mayoría de la población china como el campesinado pobre y semi-propietario que compensaba el déficit “alquilando tierras a otros, vendiendo parte de su fuerza de trabajo o dedicándose al pequeño comercio”. El Partido Comunista (PCCh) se consolidó en torno a estas contradicciones y comenzó a organizar a los campesinos, logrando un apoyo enorme en las zonas rurales del país. Abordar la cuestión agraria se convirtió en uno de los principales objetivos de la Revolución China, e incluso antes de llegar al poder, comenzó el proceso de Reforma Agraria (土地改革 pinyin: tǔdì gǎigé tǔgǎi)para confiscar las tierras de terratenientes y devolverlas al campesinado.
En 1949, finalmente en el poder, el PCCh establece entre sus principales retos acabar con el hambre y aumentar las fuerzas productivas. Con este fin, en 1950 promulgó la Ley de Reforma Agraria (土地改革法 tǔdì gǎigéfǎ) para acabar con la propiedad privada de las tierras, abolir el sistema de producción feudal, garantizar el derecho a la propiedad campesina y unificar los criterios para su distribución. Así asignó 47 millones de hectáreas a más de 300 millones de campesino de todo el país, pero como la tierra disponible por familia era muy pequeña (0.5 hectareas aproximadamente) el gobierno promovió en primera media los grupos de ayuda mutua y luego las cooperativas agrícolas, para cultivar a una escala mayor y colectizar algunas tareas de la producción.
Durante los primeros nueve años de la República Popular, la producción agrícola creció a un promedio anual de 7%, pasando de 113.2 a 200 millones de toneladas, permitiendo un incremento del consumo per cápita de granos de 209 a 303 kilogramos. Aún así, subsistían problemas de baja productividad, falta tecnología y escasez de financiamiento. La industria nacional había sido devastada por décadas de guerra y la capacidad de producción de herramientas se reducía a pequeños talleres que producían hoces, azadas y palas. Prácticamente la totalidad del trabajo agrícola era manual.
En el Primer Planquinquenal (1953-1957), el PCCh incluye dentro de los 156 principales proyectos de construcción del país, el proyecto de la fabricación del primer tractor nacional. Su construcción comenzó en 1955 y finalizó en 1959, y se basó en la adopción de tecnología soviética. En el mismo período se fundó el -hoy renombrado- grupo YTO y Academia China para las Ciencias de la Mecanización Agrícola.
China no dejaba de ser un país pobre y atrasado económicamente, con enormes desequilibrios regionales, una gigantesca población en vertiginoso aumento, y una producción agrícola que aún no alcanzaba a satisfacer las demandas de la población y la industria. En 1958, el gobierno promueve la creación de las comunas populares rurales (人民公社 rénmín gōngshè) que colectivizaron por completo la producción agrícola, y sustituyeron a las Cooperativas agrícolas en la tarea de planificar y mantener la unidad de trabajo.
Entre los años 1959-1966 la producción agrícola cayó drásticamente hasta alcanzar 143 millones de toneladas en 1960, y cuya recuperación tardó seis años para alcanzar el nivel de 1958. El gobierno promovía el desarrollo tecnológico como la vía de superación a la dura situación. En 1963, en la Conferencia de Trabajo Científico y Tecnológico celebrada en Shanghái, Zhou Enlai planteó los objetivos de las “Cuatro Modernizaciones” (四个现代化, sì gè xiàndàihuà), que incluía al sector agrícola, y pidió a los profesionales de las ciencias que contribuyeran en su materialización.
Acudiendo a ese llamado y sensibilizado por el hostil contexto alimentario de su país, el científico Yuan Longping había comenzado a trabajar en el mejoramiento de la productividad del arroz. En 1973 logra cultivar el primer arroz híbrido del mundo, variedad que producía entre 20 y 30% más que el arroz convencional. Para 1976 el cultivo del mismo ya era masivo. Este acontecimiento fue trascendental para la agricultura no solo china, sino mundial.
¿En qué se basó la reciente modernización de la agricultura para lograr la seguridad alimentaria?
Hasta el final de la década del setenta, las políticas que incidieron en la seguridad alimentaria se limitaron a modificaciones en el ámbito organizativo, el sistema de precios relativos y la liberalización parcial del mercado de productos.
Luego del inicio del período de Reforma y Apertura se adoptaron medidas más significativas en torno a la modernización y particularmente en el sector agrícola la gestión a través de Comunas Populares fué reemplazada por el Sistema de Responsabilidad Familiar (家庭联产承包责任制 jiātíng liánchǎn chéngbāo zérènzhì). Las tierras colectivas fueron reasignadas a hogares rurales individuales y se les dió una relativa autonomía sobre las decisiones de uso y selección de cultivos. En un primer período (1982-1984), las familias fueron habilitadas a poseer, utilizar, beneficiarse y disponer (excepto para la venta) de las tierras por períodos de hasta 15 años, y luego, a partir de 1994, por hasta 30 años. El objetivo era dar garantía de retorno a las inversiones a largo plazo que hicieran las familias para mejorar la tierra y la producción.
Durante este periodo se hicieron grandes esfuerzos para atraer tecnología e inversiones extranjeras, así como el programa de incentivos para aumentar la producción agrícola. Las reformas en el campo durante la primera mitad de los años ochenta tuvieron efectos positivos en la producción agrícola, pero pronto surgieron problemas de funcionalidad, ya que la política de precios elevados para los productos agrícolas y las subvenciones al consumo generaron un déficit en el presupuesto gubernamental.
La apertura de China y su integración en los mercados mundiales se consideró una táctica necesaria, pero también trajo consigo numerosos retos y contradicciones. Desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio en 2001, China fue abriendo gradualmente su sector agrícola, y la comercialización y la internacionalización de la agricultura en el país han experimentado un gran aumento. Según la propia OMC, en 2004, China se convirtió en importador neto de productos agrícolas. Esto tuvo serias consecuencias en la producción doméstica (principalmente de soja) y generó una altísima dependencia de muy pocos países.
Otro reto de este período tuvo que ver con los cambios de uso del suelo. El territorio demandado para la industrialización y urbanización del campo generó una fuerte competencia por el área cultivable. De las 130 millones de hectáreas relevadas en el Censo Agrícola de 1996, la cifra cayó a 121,6 millones para fines de 2008.
¿Cuáles son los últimos avances en la agricultura china?
Las políticas agrícolas chinas de las últimas décadas han evolucionado para dar prioridad a objetivos que van más allá de la mera producción de alimentos, tales como aumentar el ingreso de los agricultores, garantizar seguridad alimentaria y mejorar el desempeño medioambiental. A partir de la aprobación en 2018 del plan estratégico denominado “Revitalización Rural” (乡村振兴 Xiāngcūn zhènxīng), China ha intensificado la modernización del sector agrario y la industrialización de las zonas rurales para crear oportunidades económicas que contribuyan a reducir la brecha entre los habitantes del campo y los de las ciudades.
Pero los esfuerzos comenzaron mucho antes, ya 2004 las políticas agrícolas destinadas a mejorar la seguridad alimentaria supusieron la eliminación de impuestos para más de 800 millones de agricultores rurales. Además, el gobierno aumentó las subvenciones directas en un 10%, por un total de 11.600 millones de yuanes, para apoyar la producción de grano de 600 millones de agricultores de 29 provincias.
Otro ejemplo de las acciones en pos de mejorar la eficiencia agrícola y la autosuficiencia alimentaria fue la aprobación en 2008 de medidas para avanzar en la reforma y el desarrollo rurales. Las medidas habilitaron a 700 millones de campesinos a vender, alquilar o hipotecar su tierra, mientras que los derechos de propiedad no se alteraron y la misma sigue siendo de propiedad colectiva. Esto creó un libre mercado para las transacciones del derecho de uso de la tierra agrícola, que permitió a los campesinos obtener un ingreso para utilizarlo en otras actividades, y a compradores aumentar la escala de producción. Para evitar la disminución de área dedicada a la producción, la regulación también definió que la tierra no podrá ser jamás utilizada con propósito no agrícola, lo que garantiza al menos 120 millones de hectáreas dedicadas a la agricultura.
La protección y expansión de tierras de cultivo es una prioridad central del gobierno para la seguridad alimentaria, por esto además de mantener la “línea roja de tierras cultivables” de 120 millones de hectáreas, el país invierte en la construcción de tierras agrícolas de alto nivel irrigadas. En junio de este año, emitió 19.000 millones de yuanes en bonos financieros especiales para apoyar la construcción de este tipo de tierras. Desde 1949, China cuadruplicó la superficie irrigada, que para 2022 llegó a 68,6 millones de hectáreas (más de la mitad de la superficie agrícola) y fue responsable de producir las tres cuartas partes de su producción de granos y más del 90% de los cultivos comerciales.
Otra de las políticas agrícolas centrales de China es su plan estratégico para la revitalización de la industrias de las semillas. China es prácticamente autosuficiente en semillas de trigo y arroz, pero no así en soja y maíz, y esto se debe principalmente a que el rendimiento promedio de las variedades de soja y maíz de China equivale sólo al 60 o 70% del rendimiento de los campos estadounidenses. Expertos indican que la contribución de las semillas mejoradas al aumento de los rendimientos en China es sólo del 45%, dejando mucho margen de mejora respecto del nivel de más del 60% en los países desarrollados de Occidente. En vistas a reducir estas brechas, el noviembre pasado el gobierno propuso una revisión de las regulaciones que rigen los cultivos transgénicos.
Los avances en la mecanización agrícola son también responsables del incremento de la autosuficiencia China. El país pasó de construir su primer tractor en 1955 a contar con más de 8.000 empresas productoras de maquinaria y equipos agrícolas en 2022, 2200 de las cuales superan los 311.600 millones de yuanes en ingresos comerciales. La fabricación nacional ha cubierto básicamente todas las categorías y puede producir más de 4.000 tipos de máquinas agrícolas. Desde la fundación del país, la tasa de mecanización de la agricultura creció 70 veces. En 2022, la política de subvenciones para la compra y aplicación de maquinaria agrícola apoyó a los agricultores y a las organizaciones de producción y gestión agrícola en la compra de más de 3,8 millones de conjuntos de maquinaria agrícola a más de 4.000 empresas nacionales.
Los avances científicos y tecnológicos también han desempeñado un papel importante en este sentido. La infraestructura de la información en la agricultura y las zonas rurales se ha modernizado de forma gradual, pero significativa. Las modernas tecnologías de la información, como el Internet de las cosas, la teledetección por satélite y los macrodatos, se han popularizado y aplicado en las industrias de la siembra y la cría, y se han logrado resultados significativos en la rotación de cultivos y la supervisión del barbecho, el diagnóstico a distancia de enfermedades animales y vegetales, el funcionamiento preciso de la maquinaria agrícola, el control de vuelo de drones y la alimentación precisa, etc.
Por último, la guerra en Ucrania y la intensificación de las tensiones con Estados Unidos, reforzaron significativamente la prioridad del gobierno en el autoabastecimiento de cereales. Aunque es completamente autosuficiente en la soja para consumo humano, el país importa más del 80% de la soja que utiliza para raciones animales y aceite, siendo Brasil la mayor fuente de importaciones con casi el 60% en 2022, mientras que EE.UU. ocupa el segundo lugar con el 32,4%. En cuanto a maíz, China importó 20,6 millones de toneladas el año pasado, lo que equivale al 7,4% de la producción nacional, y según datos de aduanas, el 72% del suministros provino de Estados Unidos. En 2021, las importaciones de este cereal alcanzaron un récord de 28,35 millones de toneladas, cuando el 70% provino de EE. UU. y 29% de Ucrania.
Los esfuerzos para revertir esta situación son numerosos: aumentar 666.000 hectáreas la superficie dedicada a soja y oleaginosas este año; reducir del 14,5 al 13% la participación de harina de soja las raciones animal por debajo para 2025; otorgar subsidios para la producción de estos granos y diversificar los países proveedores, priorizando países de BRICS. A mediano plazo, según un informe del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, el país planea que la tasa de autosuficiencia de maíz alcance el 96,6 % para 2032, lo que reduciría sus importaciones anuales a 6,85 millones de toneladas. En cuanto a soja, según anuncios de abril, el país busca aumentar 75 kg/ha la producción nacional este año y utilizará la productividad de esta oleaginosa como criterio para juzgar la actuación de los funcionarios.
¿Cómo ha afrontado China el problema del hambre y la nutrición?
Desde la fundación de la República Popular China, la productividad integral de los alimentos ha experimentado un crecimiento vertiginoso, dando el salto histórico de la escasez crónica al equilibrio básico entre la oferta y la demanda. La producción nacional total de cereales se sextuplicó de 113,2 millones en 1949 a la cifra récord de 686 millones de toneladas en 2022. La posesión de alimentos per cápita es de 483 kilogramos, superior a la línea de seguridad alimentaria reconocida internacionalmente de 400 kilogramos.
Entre 2000 y 2017, China redujo significativamente la subalimentación, con una disminución de la población afectada del 16,2 al 8,6%. Este progreso se vio facilitado por un aumento sustancial de la renta per cápita anual, que pasó de 330 a 9.460 dólares en el mismo periodo de tiempo. En particular, China fue responsable de dos tercios de la disminución global de personas subalimentadas entre las naciones asiáticas de 2010 a 2017.
Esto ha sido posible en gran parte gracias a la iniciativa china de mitigación selectiva de la pobreza, que logró sacar de la pobreza extrema a casi 100 millones de personas para 2020, adoptando un enfoque integrado y multidimensional de la seguridad alimentaria. La actual estrategia de revitalización rural de China es una continuación de los esfuerzos por mejorar las zonas rurales y la vida rural, y garantizar el suministro de productos agrícolas, cereales en particular.
El desarrollo económico que China ha vivido en las últimas décadas ha generado para bien y para mal, cambios en la dieta del pueblo. En zonas rurales, estudios demuestran que los niños experimentaron un crecimiento notable gracias al acceso a alimentos más nutritivos y sanos. Particularmente, los niños de 13 años crecieron en promedio 7,5 cm y aumentaron 6,6 kg respecto al promedio de una década atrás. Además, entre los 200 países y territorios examinados, China registró el mayor aumento de la estatura masculina a nivel mundial entre 1985 y 2019. Mientras tanto, en zonas más desarrolladas, la dieta promedio tuvo cambios marcados: aumentaron los consumos de grasa, se triplicaron los consumos de carne entre 1990 y 2021, y el consumo de sal de 11 gramos por día se encuentra entre los valores más altos del mundo. Como consecuencia, entre 1990 y 2015, las enfermedades cardíacas casi se duplicaron y la obesidad infantil alcanzó el 8,3% uno de los valores entre los más altos del mundo.
Conclusión
El hecho de tener que alimentar a una quinta parte de la población mundial le confiere a China una posición muy importante en el mercado mundial de alimentos. Los abruptos cambios que el país vive desde su creación impactan en la forma de producir, distribuir y acceder a los alimentos. Si bien China es el mayor productor de casi todos los alimentos frescos y granos básicos del mundo, sigue habiendo retos en torno a la producción y el consumo.
En cuanto a la producción, el país busca aumentar principalmente la autosuficiencia de soja y maíz, granos que son materias primas para piensos y que sufrieron un desequilibrio estructural en la oferta y la demanda nacional debido al rápido y continuo aumento de la demanda de alimentos ricos en proteínas. Debido al panorama geopolítico actual, esto se encuentra dentro de las principales prioridades nacionales, tal como lo ha mencionado el presidente Xi Jinping “El pueblo chino debe sostener firmemente el cuenco de arroz con sus propias manos”.
En cuanto a consumo, China se ha centrado en la concientización nacional sobre la conservación; la defensa de estilos de vida sencillos, moderados, ecológicos y con bajas emisiones de carbono; la oposición a la extravagancia, el despilfarro y el consumo excesivo; la realización de acciones de ahorro de alimentos en profundidad, como la campaña “platos limpios”; y la creación de organizaciones, familias y comunidades más ecológicas.
Otra contribución importante a la población mundial, a sido la definición de compartir sus conocimientos y tecnología agrícolas con el mundo, especialmente entre los países del Sur Global, desde el intercambio de variedades de trigo tolerantes al calor en Sudán y el arroz híbrido de alto rendimiento de Yuan en Madagascar y Liberia hasta la creación de instituciones conjuntas de investigación clave en Kenia y los recientes compromisos de cooperación para la industrialización agrícola en la XV Cumbre de los BRICS.
La definición política de China de autoabastecerse de alimentos es un alivio para la población mundial. Si no lo hiciese, la presión que provocaría en los precios internacionales de alimentos podría desequilibrar el mercado dejando a muchos países de menores ingresos en situaciones alimentarias completamente frágiles. La promoción de una civilización modesta y la tradición de la mayoría del pueblo chino de consumir dietas bajas en productos animales, también contribuye en este sentido.
China, con su milenaria civilización agrícola, sus hambrunas históricas, la gestión de sus escasos recursos, la eliminación de la pobreza extrema y sus innovaciones técnicas agrícolas, puede contribuir en gran medida a afrontar el reto del hambre en el mundo.