Cómo curar el cadivismo
VÍCTOR ÁLVAREZ| En su alocución a la Asamblea Nacional, el presidente Maduro fustigó severamente el desempeño de la Comisión de Administración de Divisas al extremo de señalar que “La actuación de Cadivi deja mucho que desear” y planteó aplicarle las 3R de revisión, rectificación y reimpulso para corregir las distorsiones que han dado origen a lo que llamó el cadivismo, como la práctica de capturar la mayor cantidad de divisas a la tasa oficial, para luego revender lo más caro que se pueda.
“Tenemos que lograr que esa renta petrolera sea capturada para el desarrollo de la economía y no para el enriquecimiento de grupos particulares que quieren controlar el poder político, sea por la vía del disfraz rojo o por la vía de la burguesía parasitaria amarilla”, sentenció Maduro al referirse a quienes inventan cualquier clase de fraude cambiario, incluyendo a los raspatarjetas y a quienes usurparon la identidad de miles de venezolanos en el mercado de títulos de valores.
Causas del cadivismo
La política cambiaria se ha basado en anclar el precio oficial de la divisa durante varios años. Mientras el dólar oficial se mantiene fijo, en el mercado paralelo la cotización de la divisa ha llegado a sextuplicar la tasa de cambio oficial. Ante semejante incentivo, empresarios, instituciones y ciudadanos de a pie se lanzan tras la captura de un cupo de Cadivi.
El cadivismo es una adicción al dólar preferencial que vende el gobierno a través de Cadivi y tiene su causa principal en el anclaje cambiario que se traduce en un creciente subsidio al dólar, si se compara con el precio que alcanza la divisa en el mercado paralelo. Quienes no pueden controlar la desesperación por obtener los dólares subsidiados, incurren en las más asombrosas formas de ilícitos cambiarios. La adicción del cadivismo tiene un serio impacto en la salud de la economía y las finanzas públicas, y supone un serio peligro para la libertad de las personas que defraudan al Estado.
Consecuencias del cadivismo
Los auges del ingreso petrolero suelen tener un impacto negativo sobre el aparato productivo. Ante cada auge rentista hay un auge del consumo que el precario aparato productivo local no es capaz de suplir. Como la renta petrolera otorga un extraordinario poder de compra externo, se apela al expediente fácil de adquirir en el resto del mundo lo que se debería estar produciendo internamente.
La propensión a importar se ve exacerbada por la política de anclaje cambiario que tiende a congelar el precio de la divisa por varios años, lo cual se traduce en un subsidio al dólar y, en consecuencia, en un subsidio a las importaciones que se hace con un dólar oficial cada vez más barato. Así, los productores se transforman en importadores y la creciente e indetenible tendencia a importarlo todo desplaza cada vez más a la producción nacional. Esta es una de las consecuencias más graves del cadivismo, toda vez que se traduce en un círculo vicioso que impide alcanzar la soberanía productiva y determina que el mejor negocio en Venezuela siga siendo importar, en lugar de producir para sustituir importaciones o exportar.
¿Qué hacer para superar el cadivismo?
Mientras el tipo de cambio se mantenga fijo en un contexto inflacionario, y la cotización en el mercado paralelo multiplique la tasa de cambio oficial, esta creciente brecha estimulará la insaciabilidad de un dólar subsidiado. La posibilidad real de superar el cadivismo y profundizar la transformación de una economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador, tiene mucho que ver con el manejo inteligente que se haga de la política cambiaria.
La tasa de cambio de 6.30 Bs/$ expresa la productividad de la industria petrolera, pero no la de los demás sectores transables de la economía, particularmente de la agricultura y la industria, los cuales necesitan un tipo de cambio que permita cubrir los crecientes costos que se derivan de una mayor inflación en Venezuela.
Al encontrar una tasa de cambio que exprese la productividad real de la economía no petrolera, la política cambiaria podrá convertirse en un poderoso instrumento para superar el cadivismo e inducir las transformaciones estructurales en el aparato productivo interno, en función de sustituir importaciones por producción nacional y estimular las exportaciones no petroleras, generalmente castigadas por la recurrente sobrevaluación de la moneda nacional.
La crítica al cadivismo como expresión de la cultura rentista tiene que abrirle paso a una nueva política cambiaria dinámica y flexible. Los hechos han demostrado que congelar por varios años el precio oficial de la divisa, para luego corregir las distorsiones a través de maxidevaluaciones, atizan la inflación que deteriora la capacidad adquisitiva de los trabajadores que viven de un salario fijo. Recordemos que en el año 2009 la tasa de cambio pasó de 2.15 a 4.30 Bs/$, equivalente a una devaluación del 100%; y, en febrero de este año la cotización del dólar oficial pasó de 4.30 a 6.30 Bs/$, igual a una devaluación de 46,5%. Para evitar que la inflación se desquicie con cada devaluación, es preferible aplicar pequeños ajustes periódicos al precio oficial del dólar. Así se contribuiría a controlar la inflación, a alcanzar una tasa de cambio que desestimule las importaciones y remunere las exportaciones no petroleras y, sobre esta base, generar una oferta alternativa de divisas que alivie la presión sobre las reservas internacionales y sobre la divisa oficial.