Colombia: se firmó la paz tras 52 años, ahora hay que construirla/ El difícil camino a la paz
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el máximo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, conocido como Timoleón Jimenez o Timochenko, firmaron este jueves aquí un histórico acuerdo para el cese bilateral y definitivo del fuego, la desmovilización y la dejación de armas de los rebeldes, tres pasos previos para terminar un conflicto armado que lleva más de medio siglo.
Santos y Timochenko escucharon la lectura de los documentos en los que se establece que más de 7 mil insurgentes dejarán las armas y se desmovilizarán una vez que se suscriba el acuerdo final de paz.
Hoy es un día histórico para nuestro país después de más de 50 años de enfrentamientos, muertes, atentados y dolor. Hemos puesto punto final al conflicto armado con las FARC, señaló el mandatario, de 64 años. Puntualizó que el pacto alcanzado “significa ni más ni menos el fin de las FARC como grupo armado. Nos llegó la hora de vivir sin guerra, de vivir en un país con paz, de vivir en un país con esperanzas, añadió Santos, quien señaló que los colombianos se acostumbraron a vivir en conflicto por más de 50 años y ya no tenemos referencia, ni siquiera recuerdos, de lo que es la paz.
Adelantó que el acuerdo final se firmará en Colombia. “Hoy quiero agradecer a Cuba y al presidente Raúl Castro, nuestro generoso anfitrión.
Que este sea el último día de guerra, señaló a su vez Timochenko.Necesitamos que nuestro país viva una reconciliación definitiva, apuntó el comandante insurgente, y subrayó:siempre creímos que la paz era posible y tuvimos razón. Destacó que luego de entregar las armas y reincorporarse a la vida civil harán política, porque esa es nuestra razón de ser.
Timochenko, de 57 años, negó que ésta sea una capitulación de la insurgencia, sino el resultado de un diálogo, y sin que ninguna de las fuerzas enfrentadas pudiera derrotar a la otra. Ahora, confió, está más cerca el acuerdo final que pondrá término al conflicto y dará inicio a una pazdefinitiva y duradera.
El acuerdo fue refrendado por Humberto de la Calle, jefe negociador gubernamental, y por el jefe negociador rebelde Luciano Marín Arango, conocido como Iván Márquez.
El proceso de paz no tiene vuelta atrás, dijo el presidente de Cuba, Raúl Castro. La paz será la victoria de toda Colombia, pero también de toda nuestra América.
Cuba es uno de los países garantes del proceso junto con Noruega, representado por el canciller Borge Brende. Por los países coadyuvantes asistieron los presidentes venezolano, Nicolás Maduro, y la chilena, Michelle Bachelet.
Asimismo, atestiguaron el acto el secretario general de Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-moon, y los presidentes de México, Enrique Peña Nieto; de República Dominicana, Danilo Medina, y de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, así como los enviados de Estados Unidos, Bernie Aronson, y la Unión Europea, Eamon Gilmore.
Además, hubo felicitaciones de Francia, países latinoamericanos, la Organización de Estados Americanos y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
El acuerdo
A continuación, los principales puntos del acuerdo sobre el cese del fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, y la dejación de armas:
–Las armas se entregarán a observadores no armados de la ONU y el proceso será verificado por una instancia de monitoreo encargada de resolver conflictos, presentar recomendaciones y reportes, integradaprincipalmente por observadores de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), delegados de las FARC y el gobierno colombiano.
–Elaborar una hoja de ruta para que a más tardar en 180 días, luego de la firma del acuerdo final, los rebeldes hayan entregado las armas a la ONU como parte de su transición a la vida política.
–El gobierno colombiano y las FARC se comprometieron a contribuir al surgimiento de una nueva cultura que proscriba la utilización de las armas en el ejercicio de la política.
–Establece los procedimientos para que el grupo rebelde se concentre en 23 zonas transitorias y ocho campamentos como parte de su reincorporación a la vida civil.
–Las zonas son territoriales y contarán con equipos de supervisión. Las zonas no podrán ser utilizadas para manifestaciones de carácter político.
–En los campamentos creados no podrá ingresar la población civil en ningún momento. Las salidas de los combatientes de las FARC de los campamentos se hará sin armas y vestidos de civil.
–El gobierno nacional, a través de la fuerza pública, continuará garantizando las condiciones de convivencia y seguridad de la población civil durante este proceso.
–La ONU recibirá la totalidad del armamento de las FARC para destinarlo a la construcción de tres monumentos, acordados entre el grupo rebelde y el gobierno colombiano.
–Establece la activación de un cuerpo élite de la Policía Nacional como instrumento para desarticular a las organizaciones criminales, así como su prevención y seguimiento.
–Garantías de seguridad y la lucha contra las organizaciones criminales sucesoras del paramilitarismo y la persecución de conductas criminales que amenacen la implementación de los pactos.
Alegría popular
En Bogotá y otras ciudades del país sudamericano, miles de personas se abrazaron y cantaron el himno de Colombia cuando Santos y Timochenko firmaron el acuerdo, que fue transmitido en pantallas gigantes en plazas. Algunos ondearon la bandera nacional.
El ex presidente Álvaro Uribe, principal crítico del gobierno de Santos y del proceso de paz, dijo quela palabra paz queda herida con la elevación del grupo terrorista FARC a la condición de socio del Estado, o para-estado o paramilitar, con el pretexto de combatir a otros criminales.
Este es el cuarto intento de sellar el fin de la guerra con las FARC, surgidas de una sublevación campesina en 1964, luego de tres fracasos: en 1984, con Belisario Betancur, y en 1992 y 1999, con los presidentes César Gaviria y Andrés Pastrana, respectivamente.
Además, en los años 80 el grupo guerrillero se mantuvo armado pero al apostar electoralmente por la Unión Patriótica (UP), ésta sufrió los ataques de grupos paramilitares con el asesinato de unos 5 mil de sus miembros, entre ellos dos candidatos presidenciales, ocho congresistas, 70 concejales y 11 alcaldes.
Colombia salió a la calle para festejar la paz. Con manifestaciones y marchas en todo el país, la emoción desbordó a un pueblo atravesado por un conflicto del que todos se sienten víctimas. “Cuando cesa la guerra, crece la vida”. Se camina con la certeza de que, ante los ojos, aparecerá esa imagen anhelada desde que se conocen las entrañas de la guerra: la gente se abraza, ondean banderas blancas, se escucha música colombiana y todos bailan celebrando que Colombia conocerá la paz.
Al doblar la esquina, cientos de personas rodean flores y tambores en medio del piso, entre las esculturas de Fernando Botero que, en silencio, parecen otros espectadores de esta escena increíble: ahora sí, el último día de la guerra en Colombia. Horas antes, en La Habana, el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las FARC Timoleón Jiménez se dieron la mano tras anunciar que esa guerrilla depone las armas. “¡Silencio a los fusiles! ¡Que en paz descanse la guerra! ¡Sí se pudo!”, dice una mujer al micrófono invitando a los transeúntes a congregarse en esta fiesta por la paz.
“Hemos nacido, hemos crecido y hemos resistido pacíficamente todos estos años de guerra. Sigamos unidos. Sabemos que lo viene será difícil, pero también sabemos que juntos y juntas lo lograremos”, repite la vocera de la Ruta Pacífica de las Mujeres que convocó a este Plantón por la Paz en la capital de Antioquia. También están aquí las madres de los secuestrados, las viudas que buscan a sus maridos desaparecidos en La Escombrera, los hombres valientes con quienes año tras año se juntaron mercados y fuerzas del gobierno para los familiares de los niños que nos asesinan en las lomas de esta comuna, para los desplazados que no aguantan las confrontaciones en las montañas repletas de coca, para los huérfanos que no encuentran trabajo y empuñan un arma para aferrarse a sus sueños.
Gerardo, con aproximadamente sesenta años, es uno de ellos. Hay un abrazo eterno con un compañero y las lágrimas corren. Tantos inocentes enterrados y ahora, como nunca antes, se festeja la vida, la esperanza de un futuro en paz. “Nací para vivir este día, lo pude conocer, estamos vivos, lo estamos viviendo, es real”, susurra. Flota la promesa intrínseca de seguir juntos para lo que sigue: enfrentar los días duros en que la oposición y las fuerzas oscuras seguirán amenazando a quienes defienden este Proceso de Paz. “No importa, ha sido ha sido siempre, aquí estaremos, daremos la vida, hemos dado la vida ya, esos que no tienen más qué decir sino un disparo frente a la paz, esos no se acaban, pero nosotros tampoco, y seguro seremos más y más”, dice María Elena Toro, de Madres de la Candelaria, con las canas que ha ganado buscando por años a sus tres familiares desaparecidos.
“Ahora la misión es aprender a amarnos”, comenta Jeison Henao, habitante de un barrio popular llamado Moravia, quien, junto a unas quinientas personas, aplaude al ritmo de los tambores el grito que no cesa: “Sí se pudo. Sí se pudo”. “La felicidad es por los que vienen. Cuando cesa la guerra, crece la vida”, agrega el muchacho, que acaba de ser padre y ve en el anuncio de hoy no sólo la esperanza de vivir en un país diferente, sino de dejarle un pueblo en paz a su pequeña hija. Liseth y Anderson, niños de la Comuna 13 –un convulsionado barrio donde la presencia de la guerrilla y Fuerza Pública aliada con los paramilitares aporreó sus vidas–, le sacan fotografías a Jeison. “¡Estamos reportando el fin de la guerra!¡Es real!”, se dicen, tocándose los hombros, las manos, y repiten: “¡Es real!”.
A un costado Yerson González sonríe a los chicos de la 13. “Parceritos”, se gritan los defensores de derechos humanos, los antimilitaristas, las mujeres, los investigadores sociales, los artistas, todos reunidos para aplaudir en este día histórico. “Transitemos al fin de la guerra. Es un momento de caminar al horizonte sin fusiles y con la palabra”, dice Yerson, quien por años ha hecho teatro para construir paz en las lomas de las zonas excluidas de esta ciudad donde, si bien las FARC se terminaron en los años noventa, se vive el rigor del conflicto por cuenta del narcotráfico y el paramilitarismo, así como por el desarraigo que expulsa a millones de campesinos a esta urbe.
“Muchas veces la garganta está atorada por el dolor, hoy está atorada por la alegría y en nombre de los que ya no están con nosotros es necesario trabajar por la paz”, comenta entusiasta Luz Amparo Sánchez, investigadora social y defensora de derechos humanos, junto a un grupo de “evangelizadores” de la paz que realizan pedagogía de los Diálogos de La Habana por municipios en Antioquia desde hace un año. El festejo conmueve. Muchos lloran y siguen abrazándose. Jairo Calle, reportero de radio por años, grita emocionado por dar las buenas noticias: “Me tocó esto. Nos tocó, hermana. ¡Nos tocó!”. El sol empieza a esconderse y, después de dos horas, los tambores siguen sonando. Entonan las melodías colombianas: cumbia, palmas, sonrisas, globos de colores, telas blancas que se ondean en el cielo azul claro, igual al sueño de todos los colombianos que, hastiados de medio siglo de violencias, cargan la esperanza de esa otra Colombia que hoy comienza a construirse.
(Con textos de agencias, La Jornada y Página12)
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Anexo
El difícil camino a la paz en Colombia
Eleazar Díaz Rangel| El 9 de abril de 1948 fue asesinado en el centro de Bogotá alguien que fue mucho más que un líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán, cuya muerte generó las más graves protestas de los colombianos, denominado “El Bogotazo”. La represión del gobierno conservador contra los liberales se incrementó; dirigentes del partido llamaron a un alzamiento en diciembre de 1950, en los Llanos lo hizo con centenares de guerrilleros a caballo Cheíto Velásquez, quien no recibió a tiempo una orden del Partido Liberal de suspenderlo.
En 1952 penetró en territorio venezolano, donde fue detenido y sometido a juicio, fue defendido por Jóvito Villalba e Ignacio Luis Arcaya, quienes lograron su libertad, pero al pasar las fronteras fue muerto. Reemplazado por Guadalupe Salcedo, posteriormente fue amnistiado y seguidamente muerto en las calles de Bogotá.
Pero, simultáneamente, Pedro Marín, alias Tirofijo, con un pequeño grupo, desarrolló una acción de autodefensa ante la represión militar en el campo, y durante varios meses soportaron en los años 60 un cerco de miles de soldados, bombardeos y artillería en lo que se llamó “República de Marquetalia”, y finalmente burlaron el cerco.
En 1964, habían aparecido otros grupos guerrilleros y crecieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), comandadas por Manuel Marulanda, el mismo Pedro Marín que llegó a tener hasta 10 mil hombres sobre las armas y más de 20 mil cooperadores y en reserva. Fue la época en que derrotaron unidades militares superiores a una compañía, e incluso llegaron a pensar en la toma de Bogotá. Por supuesto, la incorporación de miles de campesinos a las guerrillas revela que existía una situación económica, social y política que explica esa insurgencia contra el Estado colombiano.
También en ese periodo hubo varios intentos de negociaciones y hasta decretaron amnistías; algunos grupos entregaron sus armas, pero casi siempre los resultados fueron negativos, pues muchos de quienes se incorporaron a la vida política legal fueron asesinados, entre ellos más de un millar de la Unión Patriótica, y algunos precandidatos presidenciales.
Aquí en Caracas hubo negociaciones apoyadas por varios gobiernos, hasta por el del presidente Chávez, siendo canciller José Vicente Rangel, e incluso en España hubo algunos contactos entre las partes.
Después de tantos años de guerra, surgen los grupos paramilitares apoyados por Álvaro Uribe como movimiento de defensa de ganaderos, y que se transformaron en bandas de asesinos que han estado contra el proceso de paz.
Finalmente, cuando ambas partes, el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc se convencieron de que ninguna de las partes podía triunfar, comenzaron negociaciones secretas, y después, reuniones formales que se celebran en La Habana. Fue un proceso largo, complejo, con opositores; difícil, donde se examinaron y se acordaron cinco cuestiones importantes, incluyendo reparación a los civiles, partidización de los guerrilleros y su incorporación a la vida civil, etc., hasta este último punto que significa el cese bilateral y definitivo de la guerra, de manera que, teóricamente, ayer debió ser el último día de enfrentamientos, aunque desde hace meses habían sido suspendidas informalmente las hostilidades.
De allí la gran importancia de ese acto en Cuba, tierra de paz como la proclamó el Papa, acto que habría sido muy festejado por el comandante Chávez, quien se interesó como pocos en un acuerdo que dejara abiertas las posibilidades para enfrentar los graves problemas sociales que subsisten en ese país. (Últimas Noticias)