Claudia Sheinbaum, la masacre de Tlatelolco y el nunca más
Gerardo Villagrán del Corral
La presidenta Claudia Sheinbaum dedicó su primera conferencia matutina a la conmemoración del 2 octubre, a 56 años de la masacre de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, hecho que calificó de una de las mayores atrocidades que vivió México en la segunda mitad del siglo XX.
Como cada año, miles de personas se manifestaron el miércoles en conmemoración de la masacre. Los estudiantes fueron los protagonistas de las luchas en pro de la democracia, la libertad y –aunque esto muchas veces se olvida– un modelo económico justo que aquel año fueron salvajemente reprimidas por orden del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, y 56 años después son los principales encargados de mantener vivos los anhelos del 68 y la memoria colectiva de la tragedia.
La ausencia de castigo para los responsables mantuvo en pie el autoritarismo que volvió a ensañarse con los estudiantes en 1971, y que también cobró víctimas entre mineros, profesores democráticos, comunidades indígenas y otros colectivos en los decenios siguientes.
Todos los autores intelectuales de la matanza eran ya adultos cuando ocurrieron los hechos, y en el medio siglo transcurrido a la fecha han fallecido en agraviante impunidad. Los autores materiales, si alguno queda, sólo pueden ser identificados si deciden dar la cara de manera voluntaria.
La Presidencia publicó ayer un compromiso para garantizar la no repetición de esas atrocidades, así como de actos de represión, de privación ilegal de la libertad, uso de las fuerzas armadas contra la población, utilización de cárceles clandestinas, desapariciones forzadas, torturas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes, bajo la anuencia del Estado.
Sheinbaum expresó que no hay olvido para lo sucedido aquel 2 de octubre, momentos antes de que en nombre del Estado mexicano, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, pidiera perdón a quienes perdieron familiares en esa represión, ordenada en 1968 por el entonces comandante supremo de las fuerzas armadas, el mandatario Gustavo Díaz Ordaz.
“Las disculpas públicas de un crimen de lesa humanidad, como hizo con los pueblos yaquis el presidente Andrés Manuel López Obrador, engrandecen a los pueblos, a los gobiernos; reconoce crímenes como éste y, al mismo tiempo, pone un alto y dice: ‘nunca más’(…) No es meter debajo de la alfombra un hecho como éste”, sostuvo.
“En nombre y representación del Estado mexicano, se reconoce políticamente que los actos de violencia gubernamental perpetrados el 2 de octubre de 1968 en contra de integrantes del heroico movimiento estudiantil fueron constitutivos de un crimen de lesa humanidad”, añadió
Sheinbaum ratificó que ella es hija del 68.. Narró que su madre, siendo profesora del Instituto Politécnico Nacional, participó durante todo el movimiento ayudando a los estudiantes y después fue expulsada de la institución. “En la familia fue algo que vivimos personalmente. Yo fui a visitar, cuando tenía siete años, a Pablo y a otros presos a Lecumberri. Es algo con lo que crecimos, muy doloroso”, contó.
Subrayó que ese movimiento estudiantil “abrió la puerta a la participación política de muchísimos jóvenes y de la sociedad en su conjunto para un país más democrático. En el Salón Tesorería de Palacio Nacional exhibió un video, de 11 minutos, sobre lo que fue el movimiento estudiantil del 68, que pedía libertad, democracia y la liberación de presos políticos.
Según el video, los muertos fueron al menos 325, y también hubo centenares de heridos y miles de detenidos, muchos de ellos torturados o desaparecidos, tanto ese día como en los siguientes. El ataque se convirtió en un punto de inflexión en la historia del país. Desde el 2 de octubre de 1968 México fue otro, social y políticamente distinto al del día anterior.
Ese año en Europa ocurrió una serie de protestas estudiantiles, sobre todo en Francia, así como en Estados Unidos, donde se vivía una intensa oleada de protestas contra la guerra en Vietnam, la lucha por los derechos civiles de los negros, así como un creciente proceso de liberalización sexual y feminismo.
Ese 1968 México era sede de los XIX Juegos Olímpicos de verano, programados para empezar el 12 de octubre de ese año. Semanas antes del evento llegaron periodistas enviados por medios internacionales. Además, sería la primera vez que los Juegos Olímpicos se transmitirían por satélite a todo el mundo.
Para ese momento, las protestas estudiantiles eran más intensas. Muchos periodistas empezaron a cubrir las movilizaciones.No era la imagen de país que pretendía enviar el gobierno de Díaz Ordaz. Además, el presidente estaba convencido que los estudiantes formaban parte de una especie de conjura comunista en contra de los Juegos.La decisión fue enviar un mensaje contundente para terminar con la rebeldía de varios años
Después de 1968, Díaz Ordaz declaró que al enfrentar el conflicto se habían agotado los recursos políticos y se tuvo que acudir a la fuerza para destruir de un solo golpe el movimiento estudiantil y dar paso a las Olimpiadas que comenazaban en diez días.
En su segundo día de gobierno, la presidenta dedicó su primera conferencia matutina a rememorar a los muchachos asesinados y encarcelados, a quienes reconoció porque gracias a ese movimiento se abrió la puerta a la aproximación política de muchos jóvenes y para un país más democrático.
Asimismo, la mandataria instruyó a la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, que, en nombre y representación del Estado mexicano, se ofrezca una disculpa pública por esa grave atrocidad gubernamental a las víctimas, a sus familiares y a la sociedad mexicana en su conjunto, gestos saludados por la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
* Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)