Científico Alberto Kornblihtt: En Argentina responsabilizan a los investigadores para justificar el ajuste
A la derecha, una veintena de fotografías amarradas con ganchos de todos los colores y ordenadas con prolijidad de orfebre sobre una plancha de corcho. En la pared de enfrente se agolpan los reconocimientos en forma de diplomas, recuadros que maquillan una superficie que reluce de blancura. En medio, un escritorio sobre el que reposa una computadora que lleva pegada la nota “sentate derecho”, cartel de aviso que colabora en mantener la postura de una columna humana que tiende al recogimiento.
Al fondo, todo es ventana y naturaleza. La impecable oficina 303 del edificio del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne-UBA-Conicet), que se encuentra en construcción en la Ciudad Universitaria, pertenece a Alberto Kornblihtt y da sobre el Río de la Plata.
Kornblihtt es biólogo y doctor en Química (UBA). Obtuvo un posdoctorado en la Universidad de Oxford, desde donde clonó el gen de la fibronectina humana y descubrió su splicing alternativo, mecanismo cuya comprensión todavía lo desvela. Es profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales desde 1984, Investigador Superior del Conicet, miembro de la Academia Nacional de Ciencias y de la National Academy of Sciences (EE.UU). Obtuvo tantos premios y reconocimientos alrededor del mundo que fue apodado “el Messi de la ciencia argentina”.
En esta entrevista, condensa los aspectos más importantes de su trayectoria como investigador y docente, describe los últimos desarrollos del equipo científico que coordina desde el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (institución que también dirige) y opina sobre el estado de la ciencia en la actualidad y la transformación del ministro Lino Barañao “que conserva el ADN, aunque su epigenética se modificó un poco”.
Kornblihtt, de perfil
–¿Por qué decidió ser científico? He leído que su padre era ingeniero civil y su madre, docente de geografía…
–Durante la infancia, me gustaba mucho dibujar, armar maquetas, jugar con autitos y tornillos, arreglar enchufes. Entonces, como nunca fui bueno para los deportes, obtenía placer al manipular cualquier tipo de elemento que requiriese algo de creatividad. Mi madre era docente, mi padre se apasionaba con las matemáticas y a mi hermana mayor estudiaba computación. Así que el ambiente era propicio. No obstante, aunque desde bien temprano supe que iba a ser científico, para leer era bastante vago.
–Sin embargo, se interesaba bastante por la literatura. Tanto que Letras es otra de las carreras que le hubiese gustado estudiar.
–Sí, pero ese gusto se despertó durante mi adolescencia. Realizar el secundario en el Nacional Buenos Aires causó varios deslumbramientos. Descubrí, por un lado, el amor de mi actual mujer así como hallé en el latín a la verdadera matemática del idioma. Cuando estudié otras lenguas, comenzó a resonar ese interés por el origen de las palabras y su peso. En paralelo, emergió la pasión por la biología con las clases de botánica de Rosa Guaglianone.
–Se recibió de licenciado en Ciencias Biológicas, obtuvo un doctorado en Química (ambos en la UBA) y más tarde viajó a Inglaterra (Universidad de Oxford) a cursar un posdoctorado. ¿Cuándo comenzó a impartir clases?
–En verdad, podría haber sido docente antes de partir hacia Europa, pero durante la dictadura los nombramientos se hacían a dedo, y rechazaron mi postulación porque tenía antecedentes de militancia universitaria. De modo que la primera posibilidad que tuve de ejercer la docencia fue en 1984. Gané un cargo como profesor adjunto y luego fui titular a los 37 años.
–¿Qué significa la docencia para su vida? Todos los estudiantes que pasan por sus clases hablan maravillas de su trabajo en el aula.
–Pienso que hay dos aspectos importantes de la docencia. Uno reside en ponerme en el lugar del otro, es decir, como a mí me gusta que me expliquen actúo en consecuencia. El otro tiene que ver con recortar el universo de cosas que enseño, de manera tal que sienta atracción por lo que estoy comunicando. No podría contar algo que no disfruto cuando lo transmito. La ecuación es sencilla: si comparto saberes que me sorprenden es más probable que quien me escuche también se sorprenda. Se trata de una relación pasional con el alumno que, en el instante en que comprende algún concepto o proceso, esboza una sonrisa , que no equivale a una carcajada. Allí se produce un placer en el emisor también. Sin embargo, hay que dejarlo en claro: me opongo al histrionismo vacío de contenido, dar clases no es hacer stand up.
–¿Qué es lo que más le gusta de ser científico?
–La capacidad para romper preconceptos y quebrar ideas previas a partir de la evidencia y la experimentación. Ese proceso que implica desarmar sentidos que estaban asentados y que pueden dejar de estarlo.
–¿Y de la biología?
–De la biología me fascina la manera en que permite explicar las funciones y los mecanismos vitales a partir de la evolución. Los seres vivos somos una forma particular de organización de la materia cuya comprensión no requiere de ninguna apreciación mágica o sobrenatural. Y más en concreto, una preocupación que arrastro conmigo desde la adolescencia es saber, efectivamente, cómo se regulan los genes y la información contenida en el ADN, de modo tal que se fabrican las proteínas y los otros ARN para que la célula desarrolle toda su complejidad. Y de ese modo, indefectiblemente, hay que hablar del splicing.
Splicing alternativo
–Durante las últimas décadas, su equipo ha estudiado los mecanismos que regulan el “splicing alternativo”, a través del cual cada uno de los genes que compone el genoma es capaz de codificar información para más de una proteína.
–Sí, tal vez lo más importante sea investigar de qué manera el funcionamiento normal de los genes se encuentra alterado por fenómenos determinados. Bajo esta premisa, en la actualidad, estudiamos cómo los rayos ultravioletas dañan el ADN de la piel cuando las personas toman sol; o bien cómo la luz y la oscuridad que alteran la fisiología de las plantas, a su vez, regulan el splicing alternativo en las células de las hojas y raíces.
–El splicing se encuentra muy ligado al fenómeno de “transcripción”.
–Sí, precisamente remite al copiado de la información del ADN al ARN. Este último es el que sufre splicing, un mecanismo de corte y empalme que actúa como un “sastre que corta la tela en ciertos puntos y cose los retazos para armar un traje”. Con el splicing alternativo lo que ocurre es que, en base a las condiciones de la célula o bien a los estímulos externos, cambia el sastre. Es decir, con ese pliego (la transcripción) se elabora un traje en presencia de luz y otro si hay oscuridad.
–Uno de los desarrollos más recientes asociados al splicing se vincula con la Atrofia Muscular Espinal (AME). ¿De qué se trata?
–Es cierto. En este caso el gen que está afectado se encuentra anulado y no logra fabricarse la proteína correspondiente. Frente a ello, nuestro genoma posee “un gen de back up” que posee diferencias en su secuencia respecto al gen principal. En este sentido, aunque fabrica “ARN mensajero” genera poca proteína porque tiene un splicing anómalo.
–Es decir que la cantidad de proteína que fabrica el gen de back up no es suficiente para compensar la falta que se produce por la mutación en el gen principal.
–Exacto. El colega Adrián Krainer diseñó en Estados Unidos una terapia que inyecta a la célula una porción pequeña de ADN que obliga al gen del back up a modificar el splicing para que produzca el 100 por ciento de la proteína sana. Entre los casos clínicos que fundamentaron su aprobación como medicamento, se encuentran muchos bebés que, de no haber realizado la terapia, hubieran fallecido a los dos meses de edad, o bien hubieran sobrevivido pero con ventilación absoluta (ya que por la atrofia no podían mover sus músculos). Gracias a la aplicación de una terapia, niños de cuatro o cinco años cuyo futuro era permanecer postrados de por vida hoy pueden andar en triciclo. Se caen las lágrimas verdaderamente.
–Y en este marco ¿cuál el aporte de su equipo en colaboración con los desarrollos de Krainer?
–Los familiares de los enfermos argentinos asociados (en FAME) nos solicitaron ayuda y presenté a un becario en Conicet que comenzó a realizar experimentos para estudiar cómo la estructura de la cromatina (ADN asociado a histonas) también puede contribuir a que se modifique el splicing del gen de back up para que se produzca la proteína sana. Y nos presentamos con hallazgos muy promisorios y obtuvimos subsidios importantes. Este es un claro ejemplo de una investigación con posibilidades de aplicación que surge de los conocimientos básicos.
–Por último, si hay algo que siempre deja en claro es que estudiar genética puede ser un buen camino para deconstruir el “determinismo genético”.
–Es muy peligroso tomar políticas públicas basadas en el determinismo genético porque podría llevar a no invertir en ciertos sectores de la población con el presupuesto de que, por su acervo genético o por su etnia, no desarrollan capacidades para el progreso social. Todavía existe una fantasía que señala que los genes heredados de nuestros padres, además de brindarnos caracteres como el rango de estatura, el color de piel y ojos, y voz, condicionan nuestras capacidades intelectuales y afectivas, la orientación sexual, las ideologías y los comportamientos. Por eso, el prejuicio que plantea que “lo biológico determina todo” es nefasto. Los humanos somos capaces de subvertir el instinto a partir de nuestra capacidad para producir cultura.
El ministro y los retrocesos
–¿Qué diagnóstico hace de la actualidad del sistema científico?
–Todos coincidimos en que, gracias a las políticas del kirchnerismo y a la tradición de nuestras universidades públicas, el sistema científico se ha afianzado y en la actualidad realiza numerosas producciones de calidad. Incluso, los niveles alcanzados son incomparablemente mejores a los registrados en la “época de oro” previa a 1966. Un informe reciente de la consultora Sci-Imago, después de un análisis justamente del período 2010-2014, ubicó al Conicet primero entre las instituciones científicas de América Latina y en el 3 por ciento superior de 5000 instituciones de todo el mundo.
–¿Y cómo analiza el panorama desde la asunción de Macri al gobierno?
–Con el gobierno de Macri inicia el achicamiento del Estado. Pese a que nombra al mismo ministro y en su discurso de campaña anuncia que aumentará el presupuesto destinado al área, el sistema científico no escapa al ajuste generalizado.
–Esto genera que 500 personas no logren ingresar a la carrera de investigadores.
–Sí, por supuesto. De modo que la curva en ascenso de los ingresos a Conicet que seguía el plan Argentina 2020, que las mismas autoridades habían previsto, se frena. En esta línea, si en lugar de incrementar el presupuesto lo disminuyen y eso se traduce en una decisión política que implica recortar 500 puestos, realmente vale la pregunta: ¿qué tipo de ciencia está defendiendo el ministro? Por otro lado, a las acciones concretas, hay que sumar una serie de declaraciones que junto a Alejandro Ceccatto (presidente de Conicet), Barañao expuso y no hacen más que confundir a la opinión pública. Por ejemplo, cuando afirman: “antes se financiaban investigaciones inútiles y ahora se financiarán las útiles”; “Argentina tiene 30 millones de pobres y no puede darse el lujo de destinar más presupuesto a la investigación”; “los graduados en ciencia tienen que pensar en formar sus propias empresas”; “quien quiera investigar historia medieval que lo haga en la universidad (no en el Conicet)”. Lo único que hacen es ubicar a los investigadores como el responsables por la falta de transferencia, cuando en rigor de verdad, la demanda se reduce gracias a la destrucción de las pymes, la disminución del consumo y la apertura de importaciones. Son subterfugios que utilizan para justificar el ajuste.
–¿Cómo describiría, entonces, la gestión de Barañao tras la asunción de Macri?
–Desde mi perspectiva, aunque el ADN de Barañao es el mismo, su epigenética se modificó un poco. Hay puntos de inflexión en su comportamiento que no solo corresponden al área científica. Por ejemplo, firmó el DNU que anula la Ley de Medios, yo me cortaría las manos antes de hacer eso. No obstante, piensa que está resistiendo a un contexto peor, y en paralelo no encuentra mejor manera de justificar el ajuste que desprestigiando al Conicet pese a los éxitos de la “pesada herencia” reflejados en el informe de Sci-Imago. Por suerte, existen espacios como CyTA (Ciencia y Técnica Argentina) que sirven para la construcción de un pensamiento crítico que cuestiona y problematiza la realidad.
–Por ello siempre se define como un ferviente defensor de las ciencias sociales.
–Por supuesto, hay que entender los procesos políticos y reflexionar. Me producen mucha pena los retrocesos conceptuales que se están percibiendo. Más allá de que el kirchnerismo no era la revolución socialista, es alarmante analizar el pensamiento y el lenguaje de funcionarios que están moldeados en la forma de pensar de las universidades privadas y que reproducen valores de las escuelas de negocios del hemisferio Norte.