Chávez y la cloaca máxima

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JOHN SAXE FERNÁN DEZ| Canalizar la riqueza petrolera hacia las necesidades de la población (salud, educación, vivienda, etc.) y del interés público nacional venezolano, sea como detonador de desarrollo o proyectándolo en una política exterior soberana, vital para la seguridad nacional y la solidaridad bolivariana, explica en parte la popularidad de Chávez. Luego de 13 años como presidente, es apoyado por seis de cada 10 votantes.

LA JORNADA

Ello pese a que, como indica Ángel Guerra “en la última década ningún otro líder político mundial ha sido tan satanizado por los pulpos mediáticos”. Basta ver Newsweek, NYT, Washington Post, Televisa, CNN, etc., para comprobar que el vilipendio es magno, sistemático y abusivo: tratándose de Chávez, abandonan todo recato profesional y adoptan el guión del cabildo petrolero y del aparato de seguridad de Estados Unidos.

Como se ilustra en Goebbels vs. Hugo Chávez, de Guillermo Zamora (Colmanares y Vargas Editor, 2011), la cruzada anti Chávez arrecia. La hostilidad imperial reflejada en los vericuetos psico-político-ideológicos de guionistas o plumas en subasta, es por el rechazo de Chávez a la política petrolera de “máxima extracción” que Estados Unidos impulsó en América Latina cuando su reserva llegó al techo de producción en los años 70, y por frenar la entrega de la renta petrolera en curso cuando asumió la presidencia.

Dada la dimensión de la reserva probada, su desacato al diktat imperial es “asunto de seguridad”. Según certificación de la OPEP, registrada por el Oil and Gas Journal, al contabilizarse el petróleo pesado del Orinoco, la reserva probada pasó de 98 mil millones de barriles (mmb) a 211 mmb al comienzo de 2010 y ahora PDVSA-OPEP la certifican en 297 mmb, la mayor del mundo. A nadie extrañe entonces que a la menor excusa CNN dedique horas a denostar a Chávez o que Newsweek lo nomine “paranoico del año” por haber mostrado sorpresa y natural sospecha de que tantos líderes de centro-izquierda padezcan, como él, algún tipo de cáncer: Lula, Dilma Roussef, Fernando Lugo y se le diagnosticó, al punto de ser operada, a Cristina Fernández.

Aunque más de un especialista en “mortalidad actuarial” debe estar igual de intrigado, Estados Unidos calificó la sospecha de “infamia”. La masa documental desclasificada habría aconsejado la austeridad verbal para no destapar lo que Saint-Simon (Duc Louis de Rouvroi) calificaría ahora de “cloaca máxima” (a la que el lector, si tiene el estómago, puede asomarse desde Google bajo: “Interim Report on Alleged Assassination Plots Against Foreign Leaders”, nov. 1975, del Senado estadunidense), o Informe Church.

Ahí se develan fétidos esquemas para asesinar o “desactivar” a Patrice Lumumba (Congo), Fidel Castro (Cuba), Rafael Trujillo (República Dominicana), Ngo Dinh Diem (Vietnam) y René Schneider (Chile). La escatología imperial abunda. Se indica, por ejemplo, que “(E)n el verano de 1960” Richard Bissell, un subdirector de la CIA, le pidió al jefe de la división África “explorar la posibilidad de asesinar a Lumumba” y ordenó a un científico/criminal de la CIA “hacer preparativos para asesinar o incapacitar a un ‘líder africano”’, agregando que contaba con “la más alta autorización” y que “los materiales biológicos tóxicos debían entregarse al jefe de la CIA en Leopolville”.

A 200 días de haber asumido como primer ministro, Lumumba fue acribillado. Luchó por la liberación de su pueblo y su soberanía sobre el oro, cobre, cobalto, los diamantes y el tantalio, tan codiciado por la industria aeroespacial. Por las revelaciones del Comité Church, Gerald Ford emitió la Orden Ejecutiva 12333, que prohíbe el asesinato en las operaciones de Estados Unidos. Tapó la cloaca sin frenar la criminalidad de Estado: atentados, fraudes, drogas, armas, lavado.

Guillermo Zamora, entonces corresponsal de guerra de Proceso, recuerda que bajo las atrocidades de Reagan contra los sandinistas, además del escándalo Irán-contras, se realizaron 80 ataques al liderato y un complot fallido en 1983 (con veneno talio en un Bénédictine) contra Don Miguel D’Escoto, canciller de Nicaragua.

A sólo 14 días del 11/S (ver http//patriotsquestion911.com), los ataques se usaron, como dijo Golo Mann en 1933 tras la quema del Reichstag, “para la manufactura de poder”: la Oficina del Consejero Legal de Bush/Cheney emitió un memorando que se mantuvo secreto por tres años, estipulando que “los poderes del presidente incluyen poderes inherentes al Ejecutivo no enumerados en la Constitución”, entre ellos, como documenta Charlie Savage (Takeover, Little & Brown, 2008), el de usar la fuerza contra países o personas, “aunque no tuviesen relación con los ataques del 11/S”. En contravención a los juicios de Nuremberg, la autocracia imperial practica la “guerra de autodefensa anticipatoria” (Irak, Afganistán) y las “ejecuciones extrajudiciales”. ¿Paranoia, infamia o cloaca máxima?