Chávez, el gran culpable

Luis Salas|

El principio básico de funcionamiento de lo que ahora llaman posverdad –y que antes llamaban “ideología”− es que a efectos de la opinión pública y la mediática los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. Sin embargo, tal cosa no ocurre por generación espontánea. Implica una lógica de funcionamiento –un régimen de posverdad– a través del cual  se le hace llegar al receptor algún contenido –imagen, noticia, diagnóstico, etc.– que este adopta como verdadero, fundamentalmente porque coincide con lo que cree, espera o conviene, así sepa o al menos sospeche que no es así.

De tal suerte, la posverdad replica el mecanismo del fanatismo religioso, que coloca la creencia por encima de toda realidad empírica. O para decirlo como lo diría Hegel: la máxima según la cual si la verdad no coincide con la creencia o la conveniencia, pues peor para la verdad. Todo lo cual me hace recordar a una monja del colegio donde estudié primaria, que ante la pregunta impertinente de una compañera sobre cómo le constaba que dios había creado el mundo en siete días, se limitó a responder que la creencia no exige pruebas y que hacerlo es renegar de Dios.

En fin, a lo que voy es que los venezolanos y las venezolanas de hoy día, en buena medida, estamos viviendo la resaca traumática de una gran posverdad. De varias en realidad, pero particularmente de una: aquella que reza que todo lo que ha pasado en los últimos años en materia económica es culpa de Chávez.

La habilidad con que se instaló esta posverdad es fácilmente explicable: atizada por la, en extremo, difícil situación económica, los enemigos del chavismo encontraron ex post  en el desabastecimiento y el descontrol de precios, la “prueba” que les faltaba para decir que el chavismo era un fracaso en esta materia. Al tiempo de que varios, que desde el chavismo tienen responsabilidad directa en lo que ha pasado, dejaron que la idea prendiera pues los libra de asumirlas. El gran comodín ha sido, sin embargo, la ausencia de Chávez para defenderse. Lo que comprueba en la práctica el viejo refrán según el cual el responsable es quien no está.

“Y sin embargo se mueve”

Según una conocida frase de Schopenhauer, toda verdad pasa por tres etapas: primero es ridiculizada, luego enfrenta una violenta oposición, tras lo cual logra ser aceptada como algo evidente. Cuando Copérnico demostró que la Tierra giraba alrededor del Sol, no enfrentó la ridiculización y persecución en vida, pues murió el mismo año en que publicó La revolución de las esferas celestes. Sin embargo, por profundizar en este planteamiento Giordano Bruno fue quemado en la hoguera y Galileo condenado a arresto domiciliario de por vida luego de ser obligado a abjurar de sus ideas. Cuenta la leyenda que tras escuchar la sentencia del tribunal inquisidor, Galileo murmuró: “Y sin embargo se mueve”. Hoy día cualquier niño de escuela acepta eso como una verdad evidente.

Cambiando todo lo que haya que cambiar, algo similar puede decirse de Chávez y la economía. Más allá de las sentencias emitidas por unos y por otros, la realidad económica durante su gestión, cuando se le revisa más allá de los prejuicios, es contundente:

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  La gráfica que acompaña este texto nos muestra la correlación entre tres variables fundamentales para evaluar el desempeño de una política económica en cuanto impacto que genera en una economía nacional y, por ende, sobre la vida de las  personas que en ella habitan. La línea azul mide la evolución del PIB, es decir, el tamaño de dicha economía. La colorada del coeficiente de Gini, el grado de desigualdad en cuanto a la distribución de los ingresos salariales. Mientras que la amarilla la de la pobreza. El período va desde 1990 hasta 2013, lo que nos permite comparar la década inmediatamente anterior a la llegada de Chávez con el desempeño de la economía durante su presidencia.

La gracia de esta comparación es hacerlo con los años no solo finales de la Cuarta República, sino durante los que se aplicaron las políticas de ajuste neoliberal. Es decir, no estamos comparando simple y llanamente con el resultado del colapso del puntofijismo rentista. Lo estamos haciendo con los años en los cuales se impusieron las mismas políticas económicas que hoy se insiste que hay que aplicar para salir de la situación compleja que atravesamos.

Pero yendo al grano, en cuanto al crecimiento del PIB la imagen habla por sí misma. Digan lo que digan, lo pongan como lo pongan, lo cierto es que la economía venezolana medida con el más convencional de los indicadores, se hizo más grande –sustancialmente más grande– después de Chávez. Pero no solo es más grande, la evolución de dicho crecimiento muestra una correlación positiva con la disminución de la pobreza y la mejora en la distribución del ingreso. Es decir: no solo más grande, también más justa e inclusiva, todo lo contrario a los años anteriores cuando según los expertos las cosas marchaban bien.

Claro que la sabiduría económica convencional ya prefiguró la respuesta a esto: sí, es verdad que Chávez hizo crecer la economía y mejoró la vida de la gente, pero lo hizo porque tenía el petróleo a 100 dólares el barril, y así cualquiera, todo lo cual acabó cuando el precio de este bajó, develando que se trataba de una burbuja populista. Ahora, lo cierto es que esto tampoco pareciera corresponderse con la verdad de los hechos:

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En esta gráfica, que ya mostramos en un texto anterior titulado pecisamente El mito de Chávez con el petroleo a 100, tenemos un histórico de la evolución de los precios en dólares del barril de petróleo venezolano desde 1999 hasta 2014, medido en promedio anual, representado en la línea quebradiza que cruza de izquierda a derecha. A este respecto, destaca que si bien es verdad que la tendencia del precio del barril petrolero en tiempos de Hugo Chávez fue al alza (exceptuando el intervalo de 2008-2009, como consecuencia del crack financiero internacional en dichos años), no lo es, sin embargo, que el barril haya estado siempre –ni siquiera mayormente– por encima de los 100 dólares. De hecho, el barril por encima de los 100 dólares en promedio anual es un fenómeno más bien excepcional, que ocupa la última etapa del último gobierno del presidente Chávez, esto es, entre 2010 y 2012, siendo que el promedio del período completo (1999-2012) es la mitad: 55 dólares.

Pero en esta gráfica también se muestra otra cosa: que además de no ser tan cierta la “verdad” de la borrachera de los 100 dólares por barril, tampoco parece serlo que todo el bienestar generado ocurrió por la importación masiva y creciente de una serie de bienes destinados al consumo de la población, importación masiva que de paso habría terminado acabando con las reservas.

Y es que si bien medidas en kilogramos (unidad física que permite cuantificar su evolución material) las importaciones aumentan luego de 2003 hasta 2008, para luego caer ligeramente hacia 2010 y recuperarse hasta el nivel de 2008 en 2012, es, no obstante, su aumento medido en dólares lo que crece exponencialmente, dándose el caso de que el último año del presidente Chávez (2012), medidas en volumen, lucen apenas mayor que en 2003, pero medidas en dólares son 4,5 veces más caras.

Es importante destacar a este respecto que el grueso de la asignación de divisas para la importación no se dio al sector público sino al privado. Como demostró la profesora Pasqualina Curcio en su ya célebre obra, La mano visible del Mercado, desde 1999 hasta 2014, se destinaron al sector privado el 94% del total de las divisas del país para la importación, siendo que durante los años 2013 y 2014 las proporciones de divisas fueron 89% y 87%, respectivamente.

Al cierre de 2012, el día en que Chávez dio su último mensaje luego de haber ganado las elecciones, la economía venezolana cerraba con una tasa de crecimiento del 5,6% del PIB, más del doble del promedio mundial, acompañado de un descenso en el desempleo y la informalidad, así como de una recuperación del poder de compra de los venezolanos. A este respecto, como reza en el informe del BCV de ese año, la variación interanual del índice nacional de precios al consumidor (INPC) se ubicó en 20,1% al cierre de 2012, lo que evidenció una disminución de 7,5 puntos porcentuales en la inflación con respecto a lo observado en 2011. Y en cuanto a las reservas internacionales, se ubicaban en 29.887 millones de dólares, superiores a cualquier otro país de la región de acuerdo a los tamaños. ¿Era una economía con problemas y tensiones? Seguramente, pero para nada superiores a los que enfrentaban otras, ni como para justificar lo ocurrido después. En honor a la verdad, sobre lo ocurrido después deben –debemos– dar cuenta de otros responsables distintos a Chávez.