Capitalismo y pandemia: 160 millones de niños en situación de trabajo infantil en el mundo
Eduardo Camín|
En todo el mundo, el número de niños en situación de trabajo infantil se eleva actualmente a 160 millones de menores, tras un aumento de 8,4 millones en los últimos cuatro años. Varios millones de niños más se encuentran en situación de riesgo debido a los efectos de la Covid-19, según se desprende de los resultados de un nuevo informe conjunto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la UNICEF.
En el informe Trabajo infantil: Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir , publicado antes de la celebración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil (12 de junio), se pone de relieve que los avances para erradicar el trabajo infantil se han estancado por primera vez en 20 años, y que se ha invertido la tendencia a la baja que existía previamente, en virtud de la cual los casos de trabajo infantil habían disminuído en 94 millones de 2000 a 2016.
En el informe se destaca asimismo un aumento sustancial de la cantidad de niños de 5 a 11 años en situación de trabajo infantil, y que actualmente representan algo más de la mitad de todos los casos a escala mundial. El número de niños de 5 a 17 años que realizan trabajos peligrosos, es decir todo trabajo que es susceptible de dañar su salud, seguridad o moral, ha aumentado en 6,5 millones desde 2016, hasta alcanzar 79 millones.
“Las nuevas estimaciones constituyen una llamada de atención. No podemos quedarnos impasibles mientras se pone en riesgo una nueva generación de niños”, señaló Guy Ryder, Director General de la OIT. Y señaló que “la protección social inclusiva permite a las familias proseguir la escolarización de sus hijos aun en una coyuntura económica adversa.
Es primordial aumentar las inversiones para facilitar el desarrollo rural y promover el trabajo decente en el sector agrícola. Nos encontramos en un momento crucial y los resultados que se obtengan dependerán en gran medida de las medidas de respuesta que adoptemos. Debemos reiterar nuestro compromiso y nuestra voluntad para revertir la situación e interrumpir el ciclo de pobreza y trabajo infantil, añadió.
En el África subsahariana, el aumento demográfico, las frecuentes crisis, la pobreza extrema y las medidas inadecuadas de protección social han provocado que 16,6 millones de niños más se encuentren en situación de trabajo infantil a lo largo de los últimos cuatro años. Aún en las regiones en las que se registran avances desde 2016, en particular Asia y el Pacífico, y América Latina y el Caribe, la Covid-19 podría revertir dichos avances.
Por su parte la Directora Ejecutiva de UNICEF Henrietta Fore, manifestó que “estamos perdiendo terreno en la lucha contra el trabajo infantil, y el último año no ha facilitado nuestra labor. En este segundo año de confinamientos en todo el mundo, cierre de escuelas, crisis económicas y ajustes presupuestarios a escala nacional, las familias se ven obligadas a tomar decisiones muy drásticas».
Fore instó a los gobiernos y a los bancos internacionales de desarrollo a que «den prioridad a las inversiones en programas que permitan a los niños salir de la fuerza de trabajo y regresar a la escuela, así como en programas de protección social que faciliten esa labor a las familias”.
Entre las principales conclusiones del informe de OIT-Unicef caben destacar las siguientes:
- El sector agrícola representa el 70 por ciento de los niños en situación de trabajo infantil (112 millones), seguido por el sector de los servicios con un 20 por ciento (31,4 millones) y el sector de la industria con 10 por ciento (16,5 millones).
- Casi el 28 por ciento de los niños de 5 a 11 años y el 35 por ciento de los niños de 12 a 14 años en situación de trabajo infantil no están escolarizados.
- El trabajo infantil es más frecuente entre los niños que entre las niñas, independientemente de la edad. Si se tienen en cuenta las tareas domésticas realizadas por 21 horas o más a la semana, la brecha de género se reduce.
- El trabajo infantil en zonas rurales (14 por ciento) es casi tres veces más frecuente que en zonas urbanas (5 por ciento).
- Los niños en situación de trabajo infantil corren el riesgo de padecer daños físicos y mentales. El trabajo merma la educación de los niños, restringe sus derechos y limita sus oportunidades en el futuro, y da lugar a círculos viciosos intergeneracionales de pobreza y trabajo infantil.
Con objeto de evitar que el trabajo infantil siga aumentando, la OIT y UNICEF abogan por:
- Fomentar una protección social adecuada para todos que incluya prestaciones universales por hijos.
- Aumentar el gasto en una educación gratuita y de calidad, y facilitar el regreso de todos los niños a la escuela, entre ellos los que estaban sin escolarizar antes de la pandemia de la COVID-19.
- Promover el trabajo decente para los adultos, con el objetivo de que las familias no tengan que recurrir a la ayuda de sus hijos para generar ingresos familiares.
- Poner fin a las normativas de género ineficaces y a la discriminación que propician el trabajo infantil.
- Invertir en sistemas de protección de la infancia, el desarrollo del sector agrícola, servicios públicos rurales, infraestructuras y medios de subsistencia.
Un flagelo inherente al capitalismo
En el informe se advierte que, a escala mundial, otros nueve millones de niños corren el riesgo de ser víctimas del trabajo infantil a finales de 2022, como consecuencia de la pandemia. Sin embargo, un modelo de simulación ha puesto de manifiesto que esa cifra podría aumentar a 46 millones en el caso de que no dispongan de cobertura de protección social esencial.
Las nuevas crisis económicas y el cierre de centros educativos como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 pueden conllevar que los niños que ya se encuentran en situación de trabajo infantil trabajen más horas o en peores condiciones, al tiempo que muchos otros podrían caer en las peores formas de trabajo infantil debido a la pérdida de empleo e ingresos de las familias vulnerables.
No obstante, bajo el dominio mundial de este sistema de producción, los niños han trabajado siempre y trabajarán más mañana, con o sin «declaraciones vinculantes».
No se trata de buena o mala voluntad de algunos empresarios, de comportamiento civil o incivil de otros, sino de leyes inmanentes a la producción capitalista que la competencia y el mercado imponen, especialmente en períodos de crisis, para la supervivencia misma del sistema. Toda la historia moderna del trabajo nos enseña que el capitalismo respeta solamente las leyes de su propio desarrollo.
El modo de producción capitalista «ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio (…) El proletariado, la clase de los obreros modernos, vive solamente si encuentra trabajo, y encuentra trabajo sólo en tanto que su trabajo aumenta el capital, señalaba Carlos Marx (en El Capital, libro primero, capítulo 8).
Añadía que estos obreros, que están obligados a venderse al minuto, son una mercancía como cualquier otro articulo de comercio, y por esto están igualmente expuestos a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las oscilaciones del mercado (…)
«Cuanta menos habilidad y fuerza exige el trabajo manual, es decir cuanto más se desarrolla la industria moderna, tanto más es suplantado el trabajo de los hombres por el de las mujeres y los niños. Las diferencias de sexo y edad no tienen ya ningún valor social para la clase obrera. No son más que instrumentos de trabajo, cuyo costo varía según la edad y el sexo», señalaba.
«El capital tiene un único impulso vital, el de valorizarse, generar plusvalía, absorber con su parte constante, con los medios de producción, la masa más grande de plusvalor posible. El capital es trabajo muerto que resucita, como un vampiro, solo chupando trabajo vivo, y tanto más vive cuanta más chupa». (Marx, El Capital, libro primero, cap. 8)
Si esto puede parecer algo lejano en el tiempo, lo cierto es que una de las inclinaciones permanentes de los capitalistas es a reducir al mínimo indispensable lo que pagan por la fuerza de trabajo, la incorporación de todos los miembros de la familia obrera a las labores en edad temprana contribuye a este objetivo, permitiendo al capitalista pagar menos a cada trabajador adulto por el mantenimiento de su familia.
Muchos son los padres de estos niños que están a menudo en paro o subempleados, con una necesidad desesperante de empleo y de un salario seguro. Pero el trabajo no se les ofrece a ellos, sino a los hijos porque los niños pueden ser peor pagados. En América Latina, por ejemplo, los menores entre los 13 y los 17 años perciben, como media, la mitad del salario de un adulto con siete años de instrucción.
Puesto que los niños son más dóciles, siguen las órdenes sin poner en duda la autoridad, teniendo menos poder, es improbable que se organicen para protestar contra la opresión, y además se puede abusar físicamente sin que puedan reaccionar.
En síntesis, se prefiere a los niños porque es más fácil explotarlos. Muchos de los que dan trabajo, cuando se les pide responsabilidades, se justifican declarando su relativa pobreza y la necesidad de pagar salarios más bajos para poder ser competitivos en el mercado y así sobrevivir
Absorber el trabajo de los niños durante 10, 15 y más horas al día es algo que siempre ha existido, y es todavía, estrechamente ventajoso, y esto dice también que nada nuevo ha cambiado en los últimos 150 años del “civilizado” desarrollo capitalista.
La situación está extendida hasta un punto tal que las malsanas organizaciones seudohumanitarias de la ONU han promovido sus hipócritas iniciativas de «sensibilización de la opinión pública», como si ésta última fuese la responsable y no el capital.
De esta forma hemos visto como usa el capital la fuerza de trabajo y su propia dinámica de valorización lleva a la conclusión de que el trabajo infantil le es inherente.
El uso capitalista de los avances en la tecnología, en vez de liberar cada vez más a la humanidad del trabajo asalariado, extiende el tiempo vital dedicado al trabajo; a la vez que expulsa la fuerza de trabajo y precariza las condiciones laborales de cada vez más amplios sectores.
De la misma forma que sostienen métodos de producción de la edad media en las tareas agrícolas que generan las condiciones para la incorporación de niños al trabajo. Todo intento de erradicar el trabajo infantil dentro de los marcos de la sociedad capitalistas está condenado al fracaso.
El circo mediático en torno a estos temas se ha magnificado de forma interesada al mismo tiempo que se integran en la engrasada maquinaria de la mercadotecnia y la publicidad.
De esta forma estos temas en el ámbito internacional, se convierte en algo de buen tono propio de ciudadanos comprometidos y progresistas, es bien visto hablar del trabajo infantil, de ecología, desarrollo sostenible, desarrollo rural integrado, desarrollo local endógeno, crecimiento sustentable, ecoturismo, o recursos ambientales.
Claro, sin pensar que esos conceptos encierran en si mismo una contradicción insalvable con la esencia inmanente del modo de producción capitalista, donde solo la rentabilidad cuenta.
*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)