Calígula, Trump y el Premio Nobel
Jorge Elbaum
La megalomanía, como expresión política, se asocia a Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, que gobernó el Imperio Romano durante cuatro años, entre el año 37 y el 42 de nuestra era. Su reinado se caracterizó por su extravagancia, por la pretensión de ser adorado como un dios y por la exigencia hecha al Senado para que su caballo Incitatus fuera nombrado Cónsul.
En 2019, Donald Trump comentó a sus funcionarios más cercanos que el entonces premier japonés Shinzo Abe lo había candidateado al Premio Nobel de la Paz. Consultado el gobernante nipón, después de hacerse pública la versión trumpista, se negó a confirmar la versión divulgada por el presidente. La quimera de Trump respecto al Nobel volvió a rozarlo la última semana cuando un imputado con pedido de captura internacional, acusado de crímenes de guerra, Bibi Netanyahu, lo nominó a Premio Nobel de la Paz ante el Comité noruego encargado de evaluar a los postulantes.
La megalomanía trumpista quiere «hacer grande» a su país, nuevamente, porque asume que está debilitado. Y busca su grandiosidad, como todo imperio, a costa del resto del mundo. Su necesidad de reconocimiento le permitió agradecer la propuesta de Netanyahu sin hacer la mínima referencia al ataque realizado pocas semanas atrás sobre territorio persa. Los bombardeos, bien valen un Nobel, habría sugerido Kissinger de haber estado vivo. Sin embargo, Trump no se le parece porque personifica una etapa diferente del vínculo de Estados Unidos con el resto del mundo. Ese nuevo contexto lo impulsa a tomar decisiones confusas y contradictorias que dañan alianzas previas y amontonan contrincantes dispuestos a experimentar alternativas al orden financiero global, basado en el dólar y en la tenencia de Bonos del Tesoro estadounidense.
Dos de las economías castigadas con aranceles del 25 por ciento son Japón y Corea del Sur, socios prioritarios de Washington en el continente asiático. El primero es el máximo tenedor de deuda estadounidense, y el segundo se plantea profundizar el Tratado de Libre Coimercio con Beijing ampliado el último 25 de junio, cuando ya Seúl descontaba el castigo a sus exportaciones dispuesto por Washington.
Sin embargo, el bloque que Calígula busca inquietar con más empeño –sobre todo por su presumible capacidad de difundir lógicas de interacción multilaterales– son los BRICS+. El arancel del 50 por ciento anunciado contra Brasil – asociado a la solidaridad con Jair Bolsonaro, procesado por golpista– estimula aún más a varios países a generar decisiones más autónomas respecto a las impuestas por el Departamento de Estado. De hecho, la sanción orientada contra Brasil supondrá mayores costos para las exportaciones estadounidenses, dado que son superavitarias respecto al comercio con Brasil.
Otra de las iniciativas observadas con desconfianza por Washington es el potencial acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. La tercera –quizás la más relevante– es la decisión de América latina y el Caribe de volcarse hacia el Pacífico a través de un futuro Corredor Bioceánico a ser cofinanciado por la República Popular China. Dicho proyecto, atravesará cuatro países (Brasil, Paraguay, Bolivia y Perú) para conectar el puerto de Chancay –inaugurado el año pasado con la presencia de Xi Jinping– con el puerto de Santos, que concentra el 25 por ciento de las exportaciones marítimas brasileñas.

Según el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, China y los diez países integrantes de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) son los socios más significativos del comercio brasileño. La asunción en 2023 de Dilma Rousseff como autoridad máxima del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS+ también es percibida desde Washington como una ofensa imperdonable.
No solo Brasil prepara su respuesta a la guerra comercial trumpista, la Unión Europea (UE) avanza en acuerdos con la República Popular. El 25 de junio, el canciller chino Wang Yi sostuvo una reunión con los representantes de la Unión Europea en Beijing, en el marco del 50º aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas. En esa instancia –a contramano de los deseos estadounidenses–, se alcanzaron acuerdos en relación con los vehículos eléctricos, una de las estrellas de la exportación china. Una de las causas de la creciente enemistad entre Elon Musk y Calígula se relaciona con la decisión de apostar a los automóviles a combustión para favorecer a la industria hidrocarburífera.
La soberbia imperial decretó el último martes que «Los BRICS no son una amenaza seria, pero lo que están tratando de hacer es destruir el dólar (…) El dólar es el rey y si alguien quiere desafiarlo (…) tendrá que pagar un alto precio». Una de las respuestas a esa amenaza se desarrolla en el sudeste asiático mediante una alternativa al SWIFT, íntimamente ligada al dólar.
Se trata de la plataforma de intercambio MBridge, promovida conjuntamente por el Centro de Innovación del Banco de Pagos Internacionales (BIS), el Instituto de Moneda Digital del Banco Popular de China, la autoridad monetaria de Hong Kong y los bancos centrales de Tailandia, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita. De todas formas, más allá de los mecanismos de interacción comercial, lo cierto es que en los últimos 25 años el dólar pasó de expresar el 70 por ciento de las reservas de divisas a ubicarse en la actualidad en el 53 por ciento, dejando lugar a otras monedas como el euro, el yen y el yuan.
El otro escenario en el que Calígula entró en fase de Incitatus es Ucrania. Luego de afirmar que resolvería el conflicto en 24 horas una vez asumida la presidencia, decidió volver a despachar armas a Volodimir Zelensky. La respuesta de Vladimir Putin no se hizo esperar: una decena de misiles hipersónicos y 700 drones aterrizaron en Kiev. La fantasía trumpista de reorientar los esfuerzos militares hacia el sudeste asiático empieza a ser objetada por la alianza entre Moscú y Beijing.
Albert Camus escribió la obra de teatro Calígula en 1938, mientras observaba las prerrogativas que Chamberlain le otorgaba a Hitler. En un diálogo con su cuarta esposa, Milonia –de llamativa semejanza sonora con Melania, actual cónyuge de Trump–, el emperador romano afirma: «Gobernar y robar son una misma cosa…».
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)