Bolivia: ¿Una asonada de guerra híbrida, un autogolpe?

(Xinhua/Javier Mamani/Agencia APG Noticias)
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Álvaro Verzi Rangel

Apenas 90 minutos después desde que Evo Morales denunciara el intento de golpe de Estado y el presidente Luis Arce hiciera lo mismo al referirse a la movilización de algunas unidades militares liderada por el comandante saliente del Ejército de Bolivia, Juan José Zúñiga, la asonada ya había sido expresivamente repudiada no solo por dirigentes progresistas sino incluso por la derecha golpista, en defensa de la continuidad democrática, contra cualquier intento de interrupción del mandato constitucional.

Entre los movimientos sociales el repudio al movimiento de tropas fue unánime y la Central Obrera Boliviana, de posición ambigua en 2019, declaró un paro por tiempo indeterminado. Extrañó la asonada, cuando el principal problema ha sido el conflicto entre el presidente Arce y Evo Morales, marcado por recíprocos desconocimientos institucionales y graves acusaciones, que no parece basarse en diferencias políticas de fondo, ni a nivel nacional ni internacional, que justifiquen la disputa de poder.

Desde el martes circulaban rumores sobre una posible destitución de Zúñiga, luego de asegurar en una entrevista que detendría al expresidente Evo Morales si éste insiste en presentarse como candidato a los comicios de 2025. “Es el escenario de un golpe aparente, yo diría más una gran puesta en escena que un golpe”, opinó Juan Ramón Quintana, exministro de Evo.

El expresidente, que había repudiado la intentona golpista, luego abonó la teoría del autogolpe. El General Sánchez Velásquez, nombrado como nuevo comandante del Ejército, reafirmó el compromiso del nuevo alto mando militar con el cumplimiento de la normativa legal y constitucional que rige a la institución castrense.

“Este nuevo alto mando cumplirá lo que dice la norma, la Constitución Política del Estado y las leyes que rigen a la institución militar. Vamos a estar siempre al pendiente de que el orden legalmente constituido permanezca de acuerdo a lo que dicen las normas del Estado,” subrayó.

Durante su violenta irrupción en la sede del gobierno boliviano, el general Juan José Zúñiga dijo a los medios que buscaba cambiar piezas en el gabinete y «liberar a todos los presos políticos» incluyendo a la expresidenta de facto Jeanine Áñez y el gobernador opositor Luis Fernando Camacho.

En una breve declaración ante los medios, el destituido comandante dijo que el presidente Arce le ordenó “sacar los blindados para levantar su popularidad. “Es y era una de las hipótesis, lo que no cuadra es: ¿sacrificar a un general por un civil siendo el general un especialista en inteligencia?”, se preguntó el excónsul boliviano en Argentina, Antonio Abal Oña, derribando los dichos del militar.

Bolivia tiene una historia plagada de golpes de Estado en casi 200 años de vida independiente. Mientras se desarrollaban los hechos, Evo Morales se pronunció contra el golpe desde su cuenta de X y llamó a movilizarse por todo el país: “Convocamos a los movimientos sociales del campo y la ciudad a defender la democracia”, escribió. No hubo fisuras en eso con su principal adversario en el Movimiento Al Socialismo (MAS), el propio Arce, quien enfrentó a Zúñiga cuando intentó ingresar en la sede del gobierno.

Este fugaz ensayo no parece haber contado con intervención de terceros países, como sucedió en 2019 con el golpe que encabezó Jeanine Añez a quien apoyaron el gobierno de Estados Unidos, el Brasil de Jair Bolsonaro, la Argentina de Mauricio Macri y hasta la propia OEA. Tampoco se produjo un respaldo visible de la población civil, quizá porque todo transcurrió en pocas horas.

EEUU y la guerra híbrida

El fallido golpe se encuadra dentro de la guerra híbrida del Comando Sur del Pentágono y la embajada de Estados Unidos en La Paz. Dos día antes, la canciller boliviana, Celinda Sosa Lunda, convocó a la encargada de negocios estadounidense Debra Hevia, reclamándole por una serie de acciones del personal a su cargo, considerados como una intromisión en los asuntos internos del país. Dos días después se produjo la intentona sediciosa del general Zúñiga, exjefe del Estado Mayor del ejército y experto en inteligencia militar.

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Debra Hevia

El 14 de junio, Hevia había rechazado rotundamente los señalamientos del ministro de Economía local, Marcelo Montenegro, quien afirmó que su representación diplomática estaba involucrada en un golpe blando, al fomentar protestas entre transportistas y comerciantes por la falta de dólares y combustibles en el país.

El analista Carlos Fazio señala que una de las principales tareas de Hevia era explotar y exacerbar las contradicciones entre Luis Arce y el ex presidente Evo Morales, así como la lucha intestina en el oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), como parte de una estrategia de desestabilización tendente a una revolución de color, cuyo propósito es borrar todo vestigio del proceso de cambio que comenzó en 2005.

A ello se suma las acciones de la jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, cuyo objetivo es quedarse con el litio, las tierras raras y el agua dulce de Bolivia. Ambas funcionarias han venido alentando a los sectores golpistas de Santa Cruz y Cochabamba, que protagonizaron el putsch de 2019.

El lunes 24, el general Zúñiga amenazó con detener a Evo Morales para impedir que sea candidato a la presidencia en 2025; el martes 25 hubo rumores sobre la destitución del comandante de las fuerzas armadas, y el 26, tras invadir el Palacio Quemado, Zúñiga dio 20 minutos a Arce para liberar a Jeanine Áñez y Luis Fernando Camacho, protagonistas del golpe de 2019. La intentona fracasó, pero seguramente seguirán insistiendo.

¿Un autogolpe?

La teoría del autogolpe tomó tanta velocidad como las tanquetas militares desplazadas hacia la plaza Murillo para interrumpir el orden constitucional. La única evidencia, hasta ahora, son las declaraciones del general Juan José Zúñiga, comandante del ejército, a menos que haya mentido.

General Zúñiga

Camino a su detención, explicó sin titubear ante un grupo de periodistas: “El presidente me dijo: la situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para levantar mi popularidad. “¿Sacamos los blindados?”, le habría preguntado a Arce y éste le respondió “Sacá”. Entonces el domingo en la noche, los blindados empiezan a bajar. Seis cascabeles y seis urutús, más 14 Z del Regimiento de Achacachi.

Los manuales dicen que para fortalecer a un Presidente que está afrontando crisis económica, se debe desviar el punto de foco y convertirlo en mártir. Por ejemplo, creando un autogolpe, con un comandante que ya va a salir del servicio activo (con su respectiva remuneración económica) y luego, activando a la población para que salga a defender la democracia y que rodeen a los militares.

El comandante se entrega, con la condición que liberen de culpa a sus subordinados, se procesa por la vía militar al comandante y colorín, colorado, la democracia se ha restaurado y el ejecutivo sale fortalecido.

El exministro de la Presidencia de Evo Morales, Juan Ramón Quintana dijo a Página12 de Argentina: “Esto es una gran puesta en escena”. Evo ya había expresado que se estaba “preparando un autogolpe”. Como fuere, la situación pone en riesgo la gobernabilidad del actual mandatario enfrentado en una larga interna con Evo que tiene final abierto.

Quintana, muy crítico de Lucho Arce, exministro de Economía de Morales hasta 2019, explicó que el presidente “necesita restablecer su credibilidad política para el año y pico que le queda en el gobierno. Pero este es un punto de quiebre. El segundo objetivo lo iba a cumplir Zúñiga si se salía con la suya, que era detener a Evo”.

Para algunos analistas bolivianos la asonada fue parte de una tramoya orquestada desde la embajada de EEUU, en donde Arce Catacora y Zúñiga son los actores principales con el mismo objetivo de inhabilitar a Evo Morales y proscribir a su agrupación de las elecciones de 2025.

“Todo estaba orquestado y se dio la pantomima de tumbar la puerta del antiguo palacio de gobierno también llamado Palacio Quemado. El actual edificio donde se gobierna y están las oficinas del Ejecutivo de Lucho Arce Catacora, está en la calle Potosí y, desde luego tienen otra entrada: por eso le digo una pantomima, un ejercicio de juego al villano golpista”, señaló un oficial de inteligencia.

“Yo creo que se descubrirá la tramoya y exigirán la renuncia de Arce. Él por su parte, convocará a elecciones adelantadas en noviembre para que el nuevo gobierno (muy posiblemente de derecha), asuma en enero del próximo año”, añadió.

El intento sedicioso se extendió durante unas tres horas y no recibió apoyo de la mayoría de las unidades militares del país. “Es el escenario de un golpe aparente, yo diría más una puesta en escena que un golpe”, agregó. La historia se inició cuando tres unidades del ejército salieron hacia el centro del poder político con sus tanquetas. Una de ellas no pudo llegar a Plaza Murillo. Las restantes, con Zúñiga al frente, rodearon el kilómetro cero en La Paz y como arribaron, se retiraron ante la rápida respuesta del gobierno más las movilizaciones y la amenaza de un paro general por tiempo indeterminado de la Central Obrera Boliviana (COB).

Los repudios nacionales a la asonada militar incluyeron a sectores ultraderechistas que en 2019 se alzaron contra Morales como el actual gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, el exmandatario Jorge Tuto Quiroga y hasta la expresidenta de facto, Jeanine Añez desde su lugar de detención, donde cumple condena por los episodios de noviembre de 2019.

*Sociólogo  y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)